La forma de tener fuerza y éxito
De un discurso pronunciado en un devocional de la Universidad Brigham Young, el 2 de marzo de 1997.
Algunos de ustedes saben lo que quieren ser y en qué dirección quieren que vaya su vida, y algunos no. Algunos parecen tener muchas bendiciones y muchas posibilidades ante ustedes; otros sienten, por un tiempo y por la razón que sea, que son menos afortunados y que tienen menos opciones atractivas frente a ustedes.
Independientemente de quiénes sean y de dónde se encuentren, al procurar encontrar su camino en la vida, les ofrezco “el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6). Dondequiera que sea que piensen que van, les pido que “vengan a Él” (véase Mateo 11:28–30) como el primer paso esencial para llegar allí, y para que tengan felicidad personal, fuerza y éxito.
Cuando Andrés y Felipe escucharon por primera vez a Cristo hablar, se sintieron tan conmovidos y estaban tan fascinados que lo siguieron cuando se apartó de la multitud. Al darse cuenta de que lo seguían, Cristo se dio la vuelta y preguntó a los dos hombres: “…¿Qué buscáis?” (Juan 1:38). En otras traducciones se expresó simplemente como: “¿Qué queréis?”.
Le respondieron: “…¿dónde moras?”, o en otras palabras, “¿dónde vives?”;
y Cristo dijo: “Venid y ved”. Poco después, llamó formalmente a Pedro y a otros de los nuevos apóstoles con el mismo espíritu de invitación: “Venid en pos de mí” (Mateo 4:19).
Me parece que la esencia de nuestra vida se vislumbra en esos dos elementos breves de esas primeras escenas del ministerio terrenal del Salvador. Uno de los elementos es la pregunta que se hace a cada uno de nosotros: “¿Qué buscáis? ¿Qué queréis?”. La segunda es Su respuesta sobre cómo obtenerlo. Sin importar quiénes somos ni cuáles sean nuestros problemas, Su respuesta siempre es la misma: “Venid a mí”. Vengan a ver lo que hago y qué hago con mi tiempo. Aprendan de mí, síganme, y en el proceso daré respuesta a sus oraciones y descanso a su alma.
Mis amados jóvenes amigos, no conozco ninguna otra manera para que ustedes tengan éxito, sean felices o estén seguros. No conozco otra forma en que puedan llevar sus cargas o que encuentren lo que Jacob llamó “esa felicidad que está preparada para los santos” (2 Nefi 9:43). Es por eso que hacemos convenios solemnes basados en el sacrificio expiatorio de Cristo, y es por eso que tomamos sobre nosotros Su nombre.
Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente; ésta es Su Iglesia verdadera y viviente. Él desea que vayamos a Él, que lo sigamos, que recibamos Su consuelo; y luego desea que consolemos a los demás. Ruego que tengamos la fe suficiente para aceptar la bondad de Dios y la misericordia de Su Hijo Unigénito. Ruego que vayamos a Él y a Su evangelio y que seamos sanados.