Mensaje de la Primera Presidencia
“Aprended de Mí”
En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, todos somos maestros y todos somos aprendices. Nuestro Señor extiende esta dulce invitación a todos: “… aprended de mí… y hallaréis descanso para vuestras almas”1.
Invito a todos los Santos de los Últimos Días a meditar en sus empeños por enseñar y aprender, y que, al hacerlo, tomen al Salvador como Guía. Sabemos que este “maestro que [vino] de Dios”2 fue más que un maestro. Aquel que nos enseñó a amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma, y con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra mente, y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es el Maestro de maestros y el Ejemplo de una vida perfecta.
Fue Él quien declaró: “… ven, sígueme”3, “… yo os he dado el ejemplo”4.
Si no os volvéis
Jesús enseñó una sencilla pero profunda verdad que se encuentra en Mateo. Tras descender del Monte de la Transfiguración, Él y Sus discípulos se detuvieron en Galilea y luego fueron a Capernaúm. Allí los discípulos preguntaron a Jesús:
“¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
“Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,
“y dijo: De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”5.
En la Iglesia, el objetivo de la enseñanza del Evangelio no es llenar de información la mente de los hijos de Dios, ya sea en el hogar, en las clases o en el campo misional. No es mostrar cuánto sabe el progenitor, el maestro o el misionero; ni se trata simplemente de aumentar el conocimiento sobre el Salvador y Su Iglesia.
El principal objetivo de la enseñanza es ayudar a los hijos e hijas del Padre Celestial a volver a Su presencia y disfrutar con Él de la vida eterna. Para hacerlo, la enseñanza del Evangelio debe alentarlos a lo largo del sendero del discipulado diario y de los convenios sagrados. El propósito es inspirar a la persona a que piense, sienta y luego haga algo por vivir los principios del Evangelio. El objetivo es fomentar la fe en el Señor Jesucristo y llegar a convertirnos a Su evangelio.
La enseñanza que bendice, convierte y salva es la enseñanza que emula el ejemplo del Salvador. Los maestros que siguen el ejemplo del Salvador aman y prestan servicio a aquellos a quienes enseñan; inspiran a quienes los escuchan con eternas lecciones de verdad divina; viven vidas dignas de emular.
Amar y prestar servicio
Todo el ministerio del Salvador fue un ejemplo de amor al prójimo; de hecho, Su amor y servicio frecuentemente eran Su lección. De igual modo, los maestros que yo mejor recuerdo son los que conocían, amaban y mostraban interés por los alumnos. Buscaban la oveja perdida y enseñaban lecciones de vida que siempre recordaré.
Una de esas maestras fue Lucy Gertsch. Ella conocía a cada uno de sus alumnos y, sin falta, llamaba a los que estaban ausentes el domingo o no asistían con regularidad. Sabíamos que se preocupaba por nosotros. Ninguno de nosotros la ha olvidado, ni a ella ni las lecciones que enseñó.
Muchos años después, cuando Lucy se encontraba cerca del fin de sus días, la fui a ver y recordamos esos días tan lejanos en los que ella había sido nuestra maestra. Hablamos de todos los alumnos de su clase y de lo que cada uno de ello hacía en ese momento. Su cariño e interés perduraron toda una vida.
Me encanta el mandato del Señor que se encuentra en Doctrina y Convenios:
“Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino.
“Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará”6.
Lucy Gertsch enseñaba diligentemente porque amaba incansablemente.
Brindar esperanza y verdad
El apóstol Pablo aconsejó: “… estad siempre preparados para responder… a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”7.
Puede que la mayor esperanza que un maestro o una maestra pueda ofrecer es la esperanza que se encuentra en las verdades del evangelio de Jesucristo.
“Y ¿qué es lo que habéis de esperar?”, preguntó Mormón. “He aquí, os digo que debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección, en que seréis resucitados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él”8.
Maestros, alcen su voz y testifiquen sobre la verdadera naturaleza de la Trinidad; declaren su testimonio en cuanto al Libro de Mormón; expresen las gloriosas y hermosas verdades contenidas en el Plan de Salvación. Utilicen los materiales aprobados por la Iglesia, especialmente las Escrituras, para enseñar las verdades del evangelio restaurado de Jesucristo en su pureza y sencillez. Recuerden el mandamiento del Salvador: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”9.
Ayuden a los hijos de Dios a entender lo que es genuino e importante en esta vida; ayúdenlos a adquirir la fortaleza para elegir las sendas que los mantendrán a salvo en el camino hacia la vida eterna.
Enseñen la verdad, y el Espíritu Santo los acompañará en su empeño.
“Aprended de Mí”
Dado que Jesucristo fue perfectamente obediente y sumiso a Su Padre, “… [creció] en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”10. ¿Tenemos nosotros la determinación de hacer lo mismo? Tal como el Salvador “recibía gracia sobre gracia”11, nosotros debemos procurar paciente y persistentemente la luz y el conocimiento que provienen de Dios en nuestro empeño por aprender el Evangelio.
Escuchar es un aspecto fundamental del aprendizaje. Cuando nos preparamos para que se nos enseñe, buscamos en oración la inspiración y la confirmación del Espíritu Santo; meditamos, oramos y ponemos en práctica las lecciones del Evangelio; y procuramos conocer la voluntad del Padre para nosotros12.
Jesús “… enseñaba por parábolas muchas cosas”13, las cuales requieren oídos para oír, ojos para ver y corazones para entender. Al vivir dignamente podemos oír mejor los susurros del Espíritu Santo, el cual puede enseñarnos y recordarnos todas las cosas14.
Cuando respondemos a la dulce invitación del Señor, “aprended de mí”, llegamos a ser partícipes de Su poder divino. Por tanto, sigamos adelante en el espíritu de obediencia, y sigamos a nuestro Ejemplo al enseñar como Él quiere que enseñemos y aprender como Él desea que aprendamos.