“Éter 12:28–41: Jesucristo: ‘La fuente de toda rectitud’”, El Libro de Mormón: Manual del maestro, 2024
“Éter 12:28–41”, El Libro de Mormón: Manual del maestro
Éter 12:28–41
Jesucristo: “La fuente de toda rectitud”
Dependiendo de lo que busquemos, podemos encontrar muchas cosas buenas o muchas cosas malas en el mundo. Después de enterarse de la destrucción de los jareditas y ser testigo de la destrucción de los nefitas, Moroni rogó a todos sus lectores que buscasen a Jesucristo y las bendiciones que Él puede ofrecerles. Esta lección puede ayudarte a sentir un mayor deseo de buscar a Jesucristo en tu vida.
Algunas posibles actividades de aprendizaje
Fuentes
Una fuente se define como “el origen del que procede o se proporciona algo”, por ejemplo, “un manantial de agua que brota de la tierra” (Merriam–Webster.com Dictionary, “fountain” [fuente]).
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Si tuvieras acceso a una fuente milagrosa que suministrara un flujo continuo de algo que eligieras, ¿qué desearías que proveyera?
Haz un dibujo rápido de una fuente que suministre lo que hayas elegido y explica brevemente por qué querrías eso.
Lee Éter 12:28 y busca la fuente a la que se refirió el Señor después de enseñarle a Moroni acerca de Su capacidad para convertir nuestras debilidades en fortalezas.
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¿Cuál es la fuente a la que se refiere el Señor?
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¿Qué nos enseña este versículo acerca del modo en que podemos venir a Cristo?
Una verdad que se enseña en este versículo es la siguiente: La fe, la esperanza y la caridad nos acercan a Jesucristo, la fuente de toda rectitud.
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¿Por qué es “la fuente de toda rectitud” un buen título para Jesucristo?
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¿Qué crees o sientes que recibes constantemente de Él?
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¿De qué manera crees que el desarrollar fe, esperanza y caridad nos lleva a Jesús?
Haz una lista de algunos ejemplos que ilustren las maneras en las que el Salvador es la fuente de toda rectitud. Estos ejemplos se pueden extraer de las Escrituras o de la vida de personas que conozcas. Si necesitas ayuda para pensar en un ejemplo, podrías leer el relato del Salvador que se encuentra en Marcos 2:1–12 o ver “Jesús perdona los pecados y sana a un paralítico” (2:57).
Reflexiona sobre los ejemplos que influyen en tus sentimientos por Jesucristo. Reflexiona sobre tu deseo actual de venir a Jesucristo y participar de la rectitud que proviene de Él. ¿Es tu deseo tan fuerte como desearías que fuera? ¿Por qué sí o por qué no?
A medida que continúes estudiando, busca verdades acerca de Jesucristo que puedan influir de manera positiva en tu deseo y capacidad de venir a Él y participar de la rectitud que Él ofrece.
Los dones que fluyen de Cristo
Lee Éter 12:29–37 y busca las bendiciones que Jesucristo ofrece a quienes vienen a Él con fe, esperanza y caridad.
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¿Qué bendiciones dijo Moroni que se reciben al buscar a Jesús?
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¿Cuáles de esas bendiciones experimentaron tú u otras personas al buscar al Salvador?
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¿Cuáles de estas bendiciones esperas con anhelo recibir en el futuro? ¿Por qué?
Buscar a Jesús
Al final de Éter 12, Moroni relató una experiencia sagrada que había tenido. Lee el versículo 39 e intenta imaginar cómo debió ser esa experiencia para Moroni.
Lee y si quieres, marca la invitación de Moroni en el versículo 41.
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Después de vivir la experiencia que describió en el versículo 39, ¿por qué crees que Moroni nos ofreció esa invitación?
Al igual que Moroni, el élder Melvin J. Ballard (1873–1939), del Cuórum de los Doce Apóstoles, tuvo una experiencia sagrada con el Salvador. Lee su descripción de esta experiencia y vuelve a intentar imaginar cómo debió ser.
Una noche, tuve una visión en la que me encontraba en ese sagrado edificio: el templo. Después de mucha oración y regocijo, se me informó que tendría el privilegio de entrar en uno de los cuartos para encontrarme con un personaje glorioso. Al pasar por la puerta, vi, sentado sobre una plataforma elevada, al Ser más glorioso que mis ojos hayan visto jamás, o que yo hubiese podido concebir que existiera en todos los mundos eternos.
Al acercarme para que me presentaran, se puso de pie, caminó hacia mí con los brazos extendidos y, con una sonrisa, pronunció suavemente mi nombre. Así viviera un millón de años, jamás olvidaría Su sonrisa. Me tomó entre Sus brazos y me besó, me oprimió contra Su pecho y me bendijo ¡hasta que sentí como que si se me derritiera la médula de los huesos! Cuando hubo terminado, caí a Sus pies, y mientras los bañaba con mis lágrimas y besos, vi las marcas de los clavos en los pies del Redentor del mundo. El sentimiento que experimenté en la presencia de Aquel que tiene todas las cosas en Sus manos, al sentir Su amor, Su afecto y Su bendición, fue tal que si yo pudiera recibir aquello de lo cual apenas saboreé un poco, ¡daría todo lo que soy y todo lo que espero llegar a ser por volver a sentir lo que sentí aquella vez! […]
Ahora no veo a Jesús en la cruz; no veo su ceja punzada por las espinas ni Sus manos rasgadas por los clavos; lo veo sonriendo, con brazos extendidos, diciéndonos a todos: “¡Venid a Mí!” (véase Melvin J. Ballard, “Sé que Él vive”, Liahona, diciembre de 2014, pág. 80).
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¿Qué te llamó más la atención de la experiencia del élder Ballard? ¿Por qué?
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¿A qué pensamientos o sentimientos acerca del Salvador te recuerdan las experiencias del élder Ballard y de Moroni?
Reflexiona sobre lo que aprendiste y sentiste hoy. ¿Qué fue lo que más influyó en tu deseo de buscar a Jesús en tu vida? Comprométete a actuar de conformidad con la inspiración o las impresiones que hayas recibido.