Doctrina y Convenios 2021
13 – 19 septiembre. Doctrina y Convenios 102–105: “Tras mucha tribulación […] viene la bendición”


“13 – 19 septiembre. Doctrina y Convenios 102–105: ‘Tras mucha tribulación […] viene la bendición’”, Ven, sígueme — Para la Escuela Dominical Doctrina y Convenios 2021 (2020)

“13 – 19 septiembre. Doctrina y Convenios 102–105”, Ven, sígueme — Para la Escuela Dominical 2021

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Hombres con carretas

C. C. A. Christensen (1831–1912), El Campo de Sion, alrededor de 1878, témpera sobre muselina, 198 × 290 cm. Museo de Arte de la Universidad Brigham Young, donación de los nietos de C. C. A. Christensen, 1970.

13 – 19 septiembre

Doctrina y Convenios 102–105

“Tras mucha tribulación […] viene la bendición”

Al prepararse para enseñar Doctrina y Convenios 102–105, preste atención a los susurros del Espíritu. Él puede guiarlo a principios que no se mencionen en esta reseña y que bendecirán a las personas a las que enseñe.

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Invitar a compartir

Los miembros de la clase podrían apuntar uno o dos versículos de Doctrina y Convenios 102–105 que les parezcan significativos en lo personal. Luego podrían intercambiarlos con otro integrante de la clase y analizar entre ellos lo que han aprendido de tales versículos.

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Enseñar la doctrina

Doctrina y Convenios 103105

Nuestras pruebas nos enseñan lecciones valiosas y nos dan experiencia.

  • Al estudiar las secciones 103105 esta semana, es posible que los miembros de la clase hayan hallado principios que puedan ayudarnos en los momentos de prueba u oposición. Permítales que compartan lo que hayan encontrado. O bien podría invitarlos a buscar tales principios en Doctrina y Convenios 103:5–7, 12, 36; 105:5–6, 9–12, 18–19 (véase también “Recursos adicionales”). ¿Qué sugieren esos principios en cuanto a cómo podemos reaccionar frente a las dificultades o la desilusión? Los miembros de la clase tal vez estén dispuestos a compartir experiencias en las que hayan recibido bendiciones que llegaron “tras mucha tribulación” (Doctrina y Convenios 103:12).

  • Si considera que algún antecedente histórico o relato personal sobre el Campo de Sion sería de provecho, podría invitar a alguien a repasar una de las siguientes fuentes antes de la clase y compartir brevemente lo que haya aprendido: Santos, tomo I, págs. 198–210; “La ofrenda aceptable del Campo de Sion” (Revelaciones en contexto, págs. 229–234); o “Voces de la Restauración: El Campo de Sion” (en la reseña de esta semana de Ven, sígueme — Para uso individual y familiar). Si pudiéramos viajar al pasado y hablar al Campo de Sion, ¿qué podríamos decirles para alentarlos? ¿Qué nos dirían ellos para alentarnos a nosotros?

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    Río pequeño

    El Campo de Sion se mantuvo a orillas del río Little Fishing, que aquí se ilustra.

Doctrina y Convenios 104:11–18

Cada uno de nosotros es “mayordomo de las bendiciones terrenales”.

  • A fin de ayudar a los miembros de la clase a personalizar las enseñanzas de Doctrina y Convenios 104:11–18, podría invitarlos a imaginar que confiarán algo preciado al cuidado de otra persona. ¿Qué le dirían a tal persona? ¿Qué esperarían de ella? Luego, los miembros de la clase podrían leer Doctrina y Convenios 104:11–18 a fin de descubrir lo que el Señor nos ha confiado a nuestro cargo, así como lo que Él espera de nosotros. ¿De qué modo influyen esos versículos en cómo consideramos el mundo, nuestras bendiciones o las personas que nos rodean?

  • Para ayudar a los miembros de la clase a comprender mejor “la forma en que […] el Señor [ha] decretado abastecer a [Sus] santos” (Doctrina y Convenios 104:16), si lo desea, vean el video “El trabajo de sus manos” (ChurchofJesusChrist.org). Sobre la base de lo que aprendemos del video y de Doctrina y Convenios 104:11–18, ¿cuál es la manera del Señor de proveer para Sus santos? Quizá desee también compartir estas palabras del presidente Marion G. Romney: “El Señor […] podría cuidar [de los pobres] sin nuestra ayuda, si fuera Su propósito hacerlo […]. Sin embargo, nosotros necesitamos esa experiencia, ya que es solo al aprender cómo cuidar el uno del otro que desarrollamos en nuestro interior el amor cristiano y la disposición necesarios para ser merecedores de volver a Su presencia” (véase “Vivir los principios del plan de Bienestar”, Liahona, febrero de 1982, págs. 165–166). Conceda a los miembros de la clase unos minutos para anotar sus impresiones en cuanto a cómo pueden ayudar a proveer para otras personas a la manera del Señor.

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Recursos adicionales

El poder purificador de las pruebas

El élder Orson F. Whitney enseñó: “Ningún dolor que suframos ni ninguna prueba que experimentemos es en vano, sino más bien contribuyen a nuestra educación, al desarrollo de virtudes como la paciencia, la fe, el valor y la humildad. Todo lo que sufrimos y todo lo que soportamos, especialmente cuando lo hacemos con paciencia, edifica nuestro carácter, purifica nuestro corazón, ensancha nuestra alma y nos hace más tiernos y caritativos, más dignos de ser llamados hijos de Dios […], y es a través del dolor y el sufrimiento, del afán y las tribulaciones, que adquirimos la educación que venimos a adquirir aquí, y que nos hará más semejantes a nuestro Padre y a nuestra Madre que están en los cielos” (véase en Spencer W. Kimball, La fe precede al milagro, 1983, págs. 97–98).

El élder David A. Bednar ha dicho: “En algún punto de nuestra vida, a cada uno de nosotros se nos invitará a marchar en nuestro propio Campo de Sion. El momento de la invitación variará y los obstáculos particulares que podamos hallar en la jornada serán diferentes; pero en definitiva, nuestra reacción continua y constante a ese llamado inevitable brindará respuesta a la pregunta ‘¿Quién sigue al Señor?’”(“¿Quién sigue al Señor? Las lecciones del Campo de Sion”, Liahona, julio de 2017, pág. 23).

Cómo mejorar nuestra enseñanza

Trabaje en conjunto con miembros de la familia. “Dado que el hogar es el lugar principal en el que se vive y aprende el Evangelio, el esfuerzo que usted haga para fortalecer a un integrante de la clase resultará más eficaz si trabaja en conjunto con […] sus parientes” (Enseñar a la manera del Salvador, pág. 8).

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