Introducción
El bosquejo de las lecciones
Este manual está especialmente diseñado para ser utilizado por los poseedores del Sacerdocio de Aarón y de Melquisedec en las zonas en desarrollo de la Iglesia. Las lecciones enseñan principios y doctrinas básicos de la Iglesia, y los deberes y responsabilidades fundamentales del sacerdocio.
Estudio individual y colectivo
Estas lecciones están preparadas para utilizarse en el estudio individual o colectivo. En las ramas pequeñas, este manual se habrá de usar en la reunión dominical del sacerdocio. En las ramas en que el número de poseedores del sacerdocio sea suficiente, tanto el Sacerdocio de Aarón como el de Melquisedec se deberán organizar y modificar las lecciones, de modo que cumplan con las necesidades de cada grupo.
Los poseedores del sacerdocio deberán estudiar este manual durante la semana y llevarlo, junto con sus libros canónicos, a la reunión del sacerdocio; de esta forma estarán preparados para participar en la clase. Los cometidos que se encuentran al final de cada lección se dan con el fin de ayudar a los miembros a aplicar los principios enseñados.
Sugerencias para el maestro
Al final de cada lección se encuentran algunas sugerencias para el maestro bajo el título: “Preparación del maestro”. Dentro de la misma lección se encuentran otras sugerencias escritas con letra de tipo más pequeño. Algunas de éstas incluyen preguntas para analizar, sugerencias para la participación en la clase, instrucciones para utilizar la pizarra, relatos, dibujos y láminas. Sin embargo, para presentar la lección, los maestros tienen la libertad de usar otros métodos que les den mejores resultados. Es necesario tener una pizarra para casi cada lección que se presente, por lo tanto, el maestro debe hacer los arreglos necesarios para conseguirla; además, debe tener tiza y borrador. (Muchos de los carteles sugeridos como ayudas visuales también podrían escribirse en la pizarra.)
Se debe estudiar el manual Principios del Evangelio junto con este manual, especialmente en los capítulos sugeridos de este manual en la sección “Preparación del maestro”.
Los maestros deberán hacer por adelantado las asignaciones que les gustaría que los alumnos presentaran en clase, ya sea relatos, pasajes de las Escrituras, etc., para que tengan el tiempo necesario para prepararse.
Al final de la mayoría de las lecciones se encuentra una lista de ayudas visuales, las que tienen que usarse tal como se indican en la lección y al final del manual se encuentra una sección especial de láminas en colores que representan las responsabilidades básicas del sacerdocio, y pueden usarse cuando se crea más conveniente para enseñar las lecciones de este manual y las del manual Parte A.
El maestro debe presentar todas las lecciones del manual; sin embargo, podrá saltear una lección sólo si comprendiera que ésta no se aplica en la zona o en el país locales. Las lecciones se deben presentar en el mismo orden con el que aparecen en el manual.
El maestro debe tratar de que los jovencitos participen en las lecciones; esto les ayudará a prepararse como poseedores del sacerdocio para ser avanzados, para servir al prójimo y para sus futuras responsabilidades como esposos y padres.
Número de lecciones
Este manual contiene solamente 35 lecciones y se hizo así con el propósito de permitir que los líderes del sacerdocio usen algunos de los períodos de clase para intercambiar ideas y tratar temas de importancia para su grupo específico del sacerdocio. El tiempo extra se podría utilizar para:
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Analizar y planear actividades y proyectos locales o presentar temas especiales que requieran los líderes del sacerdocio.
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Analizar los mensajes presentados por las Autoridades Generales en las conferencias generales, tal como los que aparecen publicados en la revista Liahona.
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Utilizar más de una clase para tratar temas que necesiten un análisis más detallado.
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Usar el tiempo en beneficio de los poseedores del sacerdocio tal como lo indique el Espíritu del Señor.
Que el Señor bendiga a cada poseedor del sacerdocio que estudie y enseñe las lecciones de este manual con más conocimiento, más entendimiento y un testimonio más fuerte del Santo Sacerdocio y del Evangelio de Jesucristo.
Pautas especiales para fomentar la participación de los miembros discapacitados
Durante Su ministerio terrenal, Jesús subió a un monte cercano al mar de Galilea.
“Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó;
“de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel” (Mateo 15:30–31).
El Salvador nos dio el ejemplo al sentir compasión por los discapacitados y los que tienen imperfecciones. Cuando visitó a los nefitas después de Su resurrección, Él dijo:
“…He aquí, mis entrañas rebosan de compasión por vosotros.
“¿Tenéis enfermos entre vosotros? Traedlos aquí. ¿Tenéis cojos, o ciegos, o lisiados, o mutilados, o leprosos, o atrofiados, o sordos, o quienes estén afligidos de manera alguna? Traedlos aquí y yo los sanaré, porque tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia” (3 Nefi 17:6–7).
El hecho de ser un maestro en la Iglesia constituye una excelente oportunidad para demostrar compasión por quienes tienen incapacidades, y aunque el maestro generalmente no esté calificado para brindar asistencia profesional a los miembros discapacitados, aun así debe demostrar comprensión, preocupación y un sincero deseo de incluirlos en las actividades didácticas de la clase. Los miembros de la clase que tengan discapacidad mental, auditiva, visual, del lenguaje, física, cultural (incluso del idioma), emocional, social, por la edad y de aprendizaje necesitan atención especial. Las siguientes pautas podrán ayudar al maestro a comprender y a ayudar a los miembros con necesidades especiales.
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Familiarícese con las necesidades y habilidades de cada uno de los miembros de la clase.
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Consulte por adelantado con los miembros discapacitados que asisten a la clase antes de invitarlos a participar a leer, a orar o a hacerlos participar de otra manera. Hágales preguntas como éstas: “¿Le gustaría leer en la clase?”. “¿Podría ofrecer una oración en público?”.
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Para determinar las necesidades especiales de cada uno de los miembros discapacitados, consulte con los líderes del sacerdocio, con los padres, con los parientes y, cuando lo considere apropiado, con la persona misma.
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Trate de aumentar y de mejorar la participación y el aprendizaje de los miembros con incapacidades.
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Asegúrese de que cada uno de los integrantes de la clase respete y entienda a los demás.
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Compórtese en forma natural, amistosa y gentil. Todo hijo de Dios, tenga o no una discapacidad, tiene la necesidad normal de ser amado y comprendido.
Los maestros de la Iglesia deben recordar que todo miembro, a pesar de la condición física, mental, emocional o social en que se encuentre, cuenta con el potencial para desarrollarse y alcanzar la exaltación. El maestro tiene el deber de ayudar a cada uno de los integrantes de su clase a aprender todo aquello que sea capaz de aprender. Recordemos las palabras del Salvador:
“…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).