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Ministrar a las personas que afrontan desafíos


Ministrar a las personas que afrontan desafíos

Introducción

Si bien la fe a menudo nos prepara para nuestras pruebas personales, muchas personas tienen dificultades para saber qué hacer o decir cuando algún amigo cercano o familiar hace frente a un desafío. Lo bueno es que usted no está solo en sus deseos de ayudar. Estos son los principios básicos que debe recordar a la hora de ministrar a quienes hacen frente a una crisis.

En el clima de incertidumbre de la actualidad, las personas pasan por todo tipo de desafíos. Ya sea la pérdida de empleo, la indigencia, el ser desplazados de su hogar, la depresión u otras enfermedades mentales, una crisis de fe, o la trágica pérdida de un ser querido, la mayoría de las personas necesitan una conexión humana segura y cercana, alguien que les ayude a saber que no están solos.

Recuerde que, cuando no esté seguro, lo mejor que puede hacer es buscar guía por medio del Espíritu y ejercer la fe al actuar de acuerdo con las impresiones que reciba.

Sea compasivo

En el Nuevo Testamento, Pablo instruyó a los creyentes en Cristo que fueran “benignos los unos con los otros, misericordiosos” (Efesios 4:32). Ese consejo es especialmente importante en su ministerio para con las personas que sufren aflicción.

Puede ser útil el que la persona tan solo sepa que puede contar con usted. Puede ofrecerse a pasar tiempo con las personas, o comunicarse por teléfono, videollamadas o mensajes de texto para hacerles saber que está pensando en ellas. Si es apropiado y si la persona así lo desea (¡nunca está de más preguntar!), abrazar o brindar otro tipo de consuelo físico puede ayudar a fortalecer ese sentido de conexión preocupación.

Al mostrar a las personas que se preocupa por ellas, podría decir cosas como:

  • “Lo queremos y nos preocupamos por usted”.

  • “Lamento mucho su pérdida”.

  • “Lo tengo presente en mis pensamientos y mis oraciones”.

  • “Puede contar conmigo y puede hablar conmigo, si lo desea”.

Está bien solo sentarse en silencio con la persona porque supone un apoyo.

Permita que las personas expresen sus sentimientos

Cuando alguien que nos importa pasa por un desafío, es tentador intervenir directamente en la crisis y buscar soluciones de inmediato. Pero el hacerlo podría privar a la persona de la oportunidad de conectarse con usted y de recibir el cuidado emocional que a menudo es tan necesario como la ayuda física.

Incluso en alguna situación de crisis, es importante escuchar activamente a la persona. Céntrese con todo el corazón en la persona a la que procura ayudar. Aliéntela y permítale expresar cómo se siente. Expresar esos sentimientos a los demás puede abrir la puerta a un gran crecimiento espiritual y a experiencias que edifiquen la fe.

Aunque es bueno alentar a quienes se sienten angustiados a que expliquen sus experiencias, tampoco debe tratar de forzarlos a hablar de sentimientos o temas que no estén listos para comentar. Entre otras, algunas de las preguntas que podría hacer son:

  • “¿Qué es lo que más le preocupa en este momento?”

  • “¿Qué estrategias está utilizando para afrontar las dificultades?”

  • “¿Cuáles son los mayores desafíos que ha afrontado esta semana?”

  • “¿Qué fortalezas reconoce en usted y en otras personas?”

  • “¿Qué preocupaciones tiene en cuanto al futuro?”

  • “¿De qué manera le ayuda su fe?”

  • “¿Hay algo acerca de su pasado que le preocupe?”

  • “¿Le gustaría hablar sobre alguna ocasión en la que haya experimentado la sanación en su vida?”

Muestre empatía y explique que todas las reacciones son normales

Al procurar ministrar a alguien que esté experimentando desafíos, es importante recordar que todas las personas son diferentes y que responderán de manera diferente ante las crisis. Aun cuando usted haya afrontado desafíos similares en su vida, tenga en cuenta que su experiencia será diferente a la de ellas.

Es importante que permita que los demás pasen por sus propias experiencias. Pregunte a las personas cómo se sienten y qué están experimentando. Aunque no se sienta identificado con las experiencias y los sentimientos que expresan, puede ayudarles a saber que es normal que no se sientan bien en ese momento. Podría decir cosas como:

  • “Aunque no comprendo del todo el dolor que siente, sé que debe ser difícil para usted”.

  • “No hay emociones ‘incorrectas’. Cualquier emoción que sienta está bien”.

  • “Es común sentir que nuestros pensamientos y emociones están más allá de nuestro control”.

  • “Cada persona reacciona de manera diferente; está bien sentirse fuerte y estar bien, y está bien tener dificultades”.

Las personas que pasan por una crisis pueden sentirse tristes, enojadas, confundidas, perdidas, adormecidas o apáticas, culpables, impotentes, o bien experimentar muchas otras emociones. Además, pueden tener dificultades para dormir, dolores de cabeza o de estómago, así como cambios en el apetito, en sus rutinas diarias y en sus hábitos religiosos. Ayúdelas a ser pacientes y comprensivas consigo mismas. Y ayúdelas a saber que usted y otros miembros locales de la Iglesia las aman y que están prestas a ayudar.

Sugiera maneras de sobrellevar las dificultades

Si se da el caso, parte de su ministerio para con las personas que experimentan dificultades podría ser sugerir canales de ayuda. Busque fuentes de ayuda adicionales que pueda compartir, si fuera necesario. Tales fuentes de ayuda pueden incluir pasajes de las Escrituras, discursos y otros materiales que sean pertinentes. Podrían incluir fuentes fidedignas de información relacionada con la crisis que están atraviesan. El formulario “Cómo hacer frente a los desafíos: Una guía de autoayuda” también puede ser un recurso útil.

En ciertas situaciones, podría resultar apropiado hablar de las experiencias que usted haya tenido ante algunos desafíos concretos. No obstante, debe ser prudente al compartir vivencias de su pasado. Es importante mantener la conversación centrada en la persona a la que usted procura ayudar.

Tal vez desee analizar maneras de sobrellevar las emociones y el estrés, tales como:

  • Dedicar tiempo a cuidar de nosotros mismos, lo que incluye la alimentación, la hidratación, la higiene, el ejercitarse y el dormir de la manera debida, así como tomar cualquier medicamento prescrito

  • Limitarse en cuanto al acceso a las noticias y a las redes sociales

  • Prestar servicio a lo demás, según nuestras posibilidades

  • Aprender ejercicios de atención plena o de respiración

  • Afrontar la vida un día, una hora o un minuto a la vez

Para tratar el tema, haga preguntas tales como las siguientes:

  • “¿Cuáles son sus estrategias para afrontar las dificultades? ¿Qué le ha ayudado a hacer frente a las dificultades en el pasado?”

  • “¿Qué está haciendo para cuidar de su salud física y mental?”

  • “¿De qué manera le ayuda su fe? ¿De qué manera se apoya en el Señor?”

En algunas situaciones, podría ser apropiado alentar a la persona necesitada a buscar el consejo o la guía de algún líder espiritual o de algún profesional de la salud mental. Por ejemplo, si sabe que la persona asiste a la Iglesia Bautista de su vecindario, puede alentarla a reunirse con su pastor para recibir guía y apoyo. También puede remitirla a su obispo, a la oficina local de Servicios para la Familia u otras fuentes de ayuda.

No dude en buscar ayuda adicional, si siente que es necesario. Los profesionales de la salud mental, las líneas telefónicas para la prevención del suicidio y otros recursos pueden brindarle más orientación conforme procure ayudar.

Infunda esperanza

Jesucristo es una de las grandes fuentes de esperanza en el mundo. Para algunas personas, reunirse con los líderes de la Iglesia, con algún capellán u otros clérigos puede ser una experiencia inspiradora que edifique la fe en medio de las dificultades. Sin embargo, para alguien que atraviese una crisis de fe o intensas adversidades, las expresiones profundas de fe y esperanza tal vez no resulten útiles en ese momento.

A menudo, la mejor manera de ofrecer esperanza a quienes la necesitan es simplemente mostrarles que pueden contar con usted. Siga estando presente con quienes estén pasando dificultades, aun cuando no esté seguro de qué decir o hacer. Podría considerar la posibilidad de utilizar frases que infundan esperanza, tales como:

  • “Estoy con usted; le escucho”.

  • “Conozco personas que pueden ayudar”.

  • “Me mantendré en contacto con usted”.

  • “Le daré el espacio que necesite. Cuente conmigo para ayudarle y también para acompañarle”.

Recuerde que no necesita ser perfecto para poder ayudar. Puede ayudar simplemente demostrando que está presente.

En conclusión

Al procurar ayudar a las personas que experimentan desafíos, recuerde que su función es servir y amar. Ore para pedir la guía del Señor sobre la mejor manera de ayudar a las personas a las que ministre. Ejerza la fe al actuar de acuerdo con esas impresiones. Busque ayuda y recursos de sus líderes espirituales y de los profesionales a su alrededor. Al hacerlo, tanto usted como aquellos a quienes procure ayudar serán bendecidos.

Recursos adicionales

Guía de análisis: ¿Cómo puedo ministrar a los demás durante una crisis?

Recursos para orientar

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