La traducción del Libro de Mormón
Reseña
José Smith dijo que el Libro de Mormón era “el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la piedra clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”. El Libro de Mormón llegó al mundo a través de una serie de acontecimientos milagrosos. Se puede saber mucho de cómo surgió el texto en inglés del Libro de Mormón al estudiar detenidamente las declaraciones hechas por José Smith, sus escribientes y otras personas muy cercanas que participaron en la traducción del libro.
“Por el don y el poder de Dios”
José Smith relató que la noche del 21 de septiembre de 1823, mientras oraba en la habitación superior de la pequeña cabaña de sus padres en Palmyra, Nueva York, se le apareció un ángel que se llamaba Moroni y le dijo que “Dios tenía una obra para [él]”. Moroni informó a José que “se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia”. El libro se encontraba en un cerro cercano a la granja de la familia Smith. Este no era un registro común y corriente, ya que contenía “la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado”.
El ángel encargó a José Smith que tradujera el libro que se había escrito en una lengua antigua. Sin embargo, el joven había recibido muy poca educación formal y era incapaz de escribir un libro por sí mismo, y menos aún traducir un libro antiguo escrito en una lengua desconocida, descrita en el Libro de Mormón como “egipcio reformado”. Emma, la esposa de José, confirmaría posteriormente que, cuando se llevó a cabo la traducción, José “era incapaz de escribir o dictar una carta coherente y bien formulada, y mucho menos dictar un libro como el Libro de Mormón”.
José Smith recibió las planchas en septiembre de 1827 y comenzó a traducirlas propiamente durante la primavera siguiente en Harmony, Pensilvania. Emma y su amigo Martin Harris fueron sus principales escribientes. La transcripción resultante en inglés, conocida como el Libro de Lehi, y que según José Smith fue escrita en 116 páginas, se perdió o fue robada posteriormente. Como resultado, José Smith fue reprendido por el Señor y durante un corto tiempo perdió la capacidad para traducir.
José retomó la traducción en 1829 y en un período de tres meses, entre abril y junio de ese año, tradujo casi todo el texto actual del Libro de Mormón. Durante esos meses, su escribiente principal fue Oliver Cowdery, un maestro de escuela de Vermont que había oído hablar del Libro de Mormón mientras se hospedaba en casa de los padres de José en Palmyra. Llamado por Dios en una visión, Cowdery viajó a Harmony para conocer a José Smith e investigar más a fondo. Cowdery describió su experiencia como escribiente con estas palabras: “Estos fueron días inolvidables: ¡Estar sentado oyendo el son de una voz dictada por la inspiración del cielo!”.
El manuscrito que José Smith dictó a Oliver Cowdery y a otras personas se conoce actualmente como el manuscrito original, del cual aún se conserva aproximadamente un 28 por ciento. Dicho manuscrito corrobora las afirmaciones de José Smith en cuanto a que fue escrito en un breve período de tiempo y que fue dictado a partir de otra lengua. Por ejemplo, contiene errores que sugieren que el escribiente oyó las palabras erróneamente en lugar de equivocarse al leerlas copiadas de otro manuscrito. Además, en el manuscrito original aparecen algunas construcciones gramaticales más características de las lenguas de Oriente Próximo que del inglés, lo cual sugiere que el inglés no era la lengua de origen de la traducción.
Lejos de verlo como un borrador dictado, José Smith consideraba que el manuscrito original era, en esencia, un producto final. Para ayudar en la publicación del libro, Oliver Cowdery hizo una copia a mano del manuscrito original, la cual se conoce actualmente como el manuscrito del impresor. Puesto que José Smith no indicaba los signos de puntuación —como los puntos, las comas o los signos de interrogación— conforme iba dictando, en el manuscrito original no aparecen esos signos. El cajista o linotipista los insertó posteriormente durante la preparación del texto para el impresor. Con las excepciones de la puntuación, el formato, otros elementos tipográficos y algunos pequeños ajustes necesarios para corregir errores cometidos por los escribientes y al copiar, la copia dictada se convirtió en el texto de la primera edición impresa del libro.
Instrumentos de la traducción
Muchos de los relatos de la Biblia reflejan que Dios comunicaba revelaciones a Sus profetas de muchas formas distintas. Elías el Profeta supo que Dios le hablaba pero no a través del viento, el fuego ni el terremoto, sino por medio de una “voz apacible y delicada”. Pablo y otros apóstoles de la antigüedad a veces se comunicaban con ángeles y, en ocasiones, con el Señor Jesucristo. Otras veces, la revelación llegaba en forma de sueños o visiones, como la revelación que recibió Pedro de que debía predicar el Evangelio a los gentiles; o mediante objetos sagrados como el Urim y Tumim.
José Smith destaca entre los profetas de Dios porque fue llamado para expresar en su propia lengua un volumen completo de Escrituras de más de 500 páginas impresas y que contenía doctrina que profundizaría y ampliaría el conocimiento teológico de millones de personas. Para esa tarea monumental, Dios preparó ayuda adicional práctica en forma de instrumentos físicos.
Los escribientes de José Smith y él escribieron acerca de dos instrumentos que utilizaron en la traducción del Libro de Mormón. Según los testigos de la traducción, cuando José miraba por los instrumentos, las palabras de las Escrituras aparecían en inglés. Uno de los instrumentos, que en el Libro de Mormón se designa como los “intérpretes”, es más conocido por los Santos de los Últimos Días de la actualidad como el “Urim y Tumim”. José encontró los intérpretes enterrados en el cerro, junto con las planchas. Quienes vieron los “intérpretes” los describieron como un par de piedras transparentes unidas por un borde metálico. En el Libro de Mormón se hace referencia a este instrumento, junto con su pectoral, como algo que “la mano del Señor… ha preservado y guardado” y que “se transmitieron de generación en generación con objeto de interpretar idiomas”.
El otro instrumento, que José Smith descubrió enterrado años antes de recibir las planchas de oro, era una pequeña piedra ovalada o “piedra vidente”. De joven, durante la década de 1820, José Smith, a semejanza de otras personas de la época, utilizaba la piedra vidente para buscar objetos perdidos y tesoros enterrados. Cuando comprendió su llamamiento profético, se dio cuenta de que podía usar esa piedra para un fin más elevado: traducir Escrituras.
Parece ser que, por comodidad, José tradujo con frecuencia con la piedra vidente en lugar de con las dos piedras unidas para constituir los intérpretes. Ambos instrumentos —los intérpretes y la piedra vidente— eran, aparentemente, intercambiables y funcionaban prácticamente de la misma manera, así que, con el tiempo, José Smith y sus compañeros utilizaron con frecuencia el término “Urim y Tumim” para referirse tanto a la piedra vidente como a los intérpretes. En la antigüedad, los sacerdotes israelitas usaban el Urim y Tumim como ayudas para recibir comunicaciones divinas. Aunque hay comentaristas que discrepan con respecto al carácter de este instrumento, varias fuentes antiguas indican que contenía piedras que se encendían o iluminaban por medios divinos. Con el tiempo, los Santos de los Últimos Días llegaron a entender el término “Urim y Tumim” como una referencia exclusiva a los intérpretes. Sin embargo, parece ser que José Smith y otras personas entendían este término más como una categoría descriptiva de instrumentos para recibir revelaciones divinas que como el nombre de un instrumento en particular.
Algunas personas se han resistido a aceptar esta afirmación relativa al uso de instrumentos físicos en el proceso divino de la traducción, pero este tipo de ayudas para facilitar la comunicación del poder y la inspiración de Dios es congruente con otros relatos de las Escrituras. Además del Urim y Tumim, la Biblia menciona otros instrumentos físicos utilizados para acceder al poder de Dios: la vara de Aarón, una serpiente de bronce, aceites sagrados de unción, el arca del convenio y hasta lodo hecho de tierra y saliva para sanar los ojos de un ciego.
La mecánica de la traducción
En el prefacio de la edición de 1830 del Libro de Mormón, José Smith escribió: “Les comunico que traduje [el libro] por el don y el poder de Dios”. Cuando se le pidieron detalles sobre el proceso de la traducción, José repitió en varias ocasiones que se había llevado a cabo “por el don y el poder de Dios”; y en cierta ocasión añadió: “No estaba previsto que se dieran a conocer al mundo todos los detalles de la salida a luz del Libro de Mormón”.
No obstante, los escribientes y otras personas que observaron el proceso de traducción dejaron numerosos testimonios que arrojan luz sobre el proceso. Algunos de ellos indican que José Smith estudiaba los caracteres de las planchas. En su mayoría, los relatos señalan que José usaba el Urim y Tumim (los intérpretes o la piedra vidente), y muchos otros mencionan que utilizaba una sola piedra. Según estos relatos, José colocaba los intérpretes o la piedra vidente en un sombrero, apoyaba el rostro en el sombrero para bloquear la luz del exterior y leía en voz alta las palabras en inglés que aparecían en el instrumento. La descripción de ese proceso trae a la mente un pasaje del Libro de Mormón que habla de que Dios preparó “una piedra que brillará en las tinieblas hasta dar luz”.
Los escribientes que ayudaron en la traducción creían sin lugar a dudas que José tradujo por poder divino. La esposa de José, Emma, explicó que ella “escribía con frecuencia día tras día” en una pequeña mesa de su casa de Harmony, Pensilvania. Describió a José “sentado, con el rostro oculto en el sombrero, con la piedra en su interior, y dictando, hora tras hora, sin nada entre nosotros dos”. Según Emma, las planchas “solían estar sobre la mesa, sin ánimo alguno de ocultarlas, envueltas en un mantel pequeño”. Cuando se le preguntó si José había dictado de la Biblia o de un manuscrito que había preparado con antelación, Emma negó categóricamente esas posibilidades: “No tenía ningún manuscrito ni libro del que pudiera leer”. Emma le dijo a su hijo, Joseph Smith III: “La autenticidad del Libro de Mormón es divina. No tengo la más mínima duda al respecto. Estoy convencida de que ningún hombre habría podido dictar los manuscritos si no hubiese sido inspirado; pues, cuando fui su escriba, tu padre me dictaba hora tras hora; y cuando retomábamos la labor tras las comidas o tras una interrupción, inmediatamente comenzaba donde lo había dejado, sin ni siquiera ver el manuscrito ni hacer que le leyese parte alguna de él”.
Otro escribiente, Martin Harris, se sentaba al otro lado de la mesa, frente a José Smith, y escribía las palabras que José le dictaba. Harris recordó posteriormente que las frases aparecían cuando José utilizaba la piedra vidente para traducir. José las leía en voz alta y Harris, tras escribir las palabras, decía: “Escrito”. En una entrevista realizada por un conocido, Harris dijo que José “poseía una piedra vidente, con la que podía traducir, así como con el Urim y Tumim, y que por comodidad utilizaba la piedra vidente”.
El principal escribiente, Oliver Cowdery, testificó bajo juramento en 1831 que José Smith “encontró junto con las planchas, a partir de las cuales tradujo su libro, dos piedras transparentes, que parecían de cristal, colocadas con unos aros de plata. [Y] que al mirar a través de ellas era capaz de leer en inglés los caracteres en egipcio reformado que estaban grabados en las planchas”. En el otoño de 1830, Cowdery visitó Union Village, Ohio, y habló sobre la traducción del Libro de Mormón. Poco tiempo después, un habitante del pueblo dijo que la traducción se llevó a cabo mediante “dos piedras transparentes, como unos lentes, a través de los cuales el traductor miraba el texto grabado”.
Conclusión
José Smith testificó continuamente que había traducido el Libro de Mormón por el “don y el poder de Dios”. Sus escribientes compartieron ese testimonio. El ángel, que comunicó la existencia de un registro antiguo grabado en planchas de metal, enterrado en un cerro, y los instrumentos divinos preparados especialmente para que José Smith lo tradujera formaban parte de lo que José y sus escribientes consideraban el milagro de la traducción. Cuando José Smith se sentó en 1832 a escribir su propia historia por primera vez, empezó por la promesa de incluir “un relato de su experiencia maravillosa”. La traducción del Libro de Mormón fue, en verdad, algo maravilloso.
En la actualidad, se puede conocer la verdad del Libro de Mormón y de su origen divino. Dios nos invita a cada uno de nosotros a leer el libro, recordar las misericordias del Señor, meditarlas en nuestro corazón y preguntar “a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas”. Dios promete que “si [pedimos] con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él [nos] manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”.
La Iglesia reconoce la aportación de eruditos al contenido histórico de este artículo; su trabajo se utiliza con permiso.
Publicado originalmente en diciembre de 2013.
Temas relacionados
Escrituras
Referencias de las Escrituras
Recursos para el estudio de las Escrituras
Profetas y líderes de la Iglesia
Profetas y apóstoles
Recursos de aprendizaje
Recursos generales
“Book of Mormon Manuscript Excerpt, circa June 1829 [1 Nephi 2:2b–3:18a]”, The Joseph Smith Papers
“Book of Mormon, 1830”, The Joseph Smith Papers
“Joseph Smith as Revelator and Translator”, The Joseph Smith Papers
Revistas de la Iglesia
“José el vidente”, Liahona, octubre de 2015
“I Have a Question”, Ensign, enero de 1988