Historia de la Iglesia
La traducción del Libro de Mormón


El Libro de Mormón

La traducción del Libro de Mormón

Reseña

José Smith dijo que el Libro de Mormón era “el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la piedra clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”. El Libro de Mormón llegó al mundo a través de una serie de acontecimientos milagrosos. Se puede saber mucho de cómo surgió el texto en inglés del Libro de Mormón al estudiar detenidamente las declaraciones hechas por José Smith, sus escribientes y otras personas muy cercanas que participaron en la traducción del libro.

“Por el don y el poder de Dios”

José Smith relató que la noche del 21 de septiembre de 1823, mientras oraba en la habitación superior de la pequeña cabaña de sus padres en Palmyra, Nueva York, se le apareció un ángel que se llamaba Moroni y le dijo que “Dios tenía una obra para [él]”. Moroni informó a José que “se hallaba depositado un libro, escrito sobre planchas de oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia”. El libro se encontraba en un cerro cercano a la granja de la familia Smith. Este no era un registro común y corriente, ya que contenía “la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado”.

El ángel encargó a José Smith que tradujera el libro que se había escrito en una lengua antigua. Sin embargo, el joven había recibido muy poca educación formal y era incapaz de escribir un libro por sí mismo, y menos aún traducir un libro antiguo escrito en una lengua desconocida, descrita en el Libro de Mormón como “egipcio reformado”. Emma, la esposa de José, confirmaría posteriormente que, cuando se llevó a cabo la traducción, José “era incapaz de escribir o dictar una carta coherente y bien formulada, y mucho menos dictar un libro como el Libro de Mormón”.

José Smith recibió las planchas en septiembre de 1827 y comenzó a traducirlas propiamente durante la primavera siguiente en Harmony, Pensilvania. Emma y su amigo Martin Harris fueron sus principales escribientes. La transcripción resultante en inglés, conocida como el Libro de Lehi, y que según José Smith fue escrita en 116 páginas, se perdió o fue robada posteriormente. Como resultado, José Smith fue reprendido por el Señor y durante un corto tiempo perdió la capacidad para traducir.

José retomó la traducción en 1829 y en un período de tres meses, entre abril y junio de ese año, tradujo casi todo el texto actual del Libro de Mormón. Durante esos meses, su escribiente principal fue Oliver Cowdery, un maestro de escuela de Vermont que había oído hablar del Libro de Mormón mientras se hospedaba en casa de los padres de José en Palmyra. Llamado por Dios en una visión, Cowdery viajó a Harmony para conocer a José Smith e investigar más a fondo. Cowdery describió su experiencia como escribiente con estas palabras: “Estos fueron días inolvidables: ¡Estar sentado oyendo el son de una voz dictada por la inspiración del cielo!”.

El manuscrito que José Smith dictó a Oliver Cowdery y a otras personas se conoce actualmente como el manuscrito original, del cual aún se conserva aproximadamente un 28 por ciento. Dicho manuscrito corrobora las afirmaciones de José Smith en cuanto a que fue escrito en un breve período de tiempo y que fue dictado a partir de otra lengua. Por ejemplo, contiene errores que sugieren que el escribiente oyó las palabras erróneamente en lugar de equivocarse al leerlas copiadas de otro manuscrito. Además, en el manuscrito original aparecen algunas construcciones gramaticales más características de las lenguas de Oriente Próximo que del inglés, lo cual sugiere que el inglés no era la lengua de origen de la traducción.

Lejos de verlo como un borrador dictado, José Smith consideraba que el manuscrito original era, en esencia, un producto final. Para ayudar en la publicación del libro, Oliver Cowdery hizo una copia a mano del manuscrito original, la cual se conoce actualmente como el manuscrito del impresor. Puesto que José Smith no indicaba los signos de puntuación —como los puntos, las comas o los signos de interrogación— conforme iba dictando, en el manuscrito original no aparecen esos signos. El cajista o linotipista los insertó posteriormente durante la preparación del texto para el impresor. Con las excepciones de la puntuación, el formato, otros elementos tipográficos y algunos pequeños ajustes necesarios para corregir errores cometidos por los escribientes y al copiar, la copia dictada se convirtió en el texto de la primera edición impresa del libro.

Instrumentos de la traducción

Muchos de los relatos de la Biblia reflejan que Dios comunicaba revelaciones a Sus profetas de muchas formas distintas. Elías el Profeta supo que Dios le hablaba pero no a través del viento, el fuego ni el terremoto, sino por medio de una “voz apacible y delicada”. Pablo y otros apóstoles de la antigüedad a veces se comunicaban con ángeles y, en ocasiones, con el Señor Jesucristo. Otras veces, la revelación llegaba en forma de sueños o visiones, como la revelación que recibió Pedro de que debía predicar el Evangelio a los gentiles; o mediante objetos sagrados como el Urim y Tumim.

José Smith destaca entre los profetas de Dios porque fue llamado para expresar en su propia lengua un volumen completo de Escrituras de más de 500 páginas impresas y que contenía doctrina que profundizaría y ampliaría el conocimiento teológico de millones de personas. Para esa tarea monumental, Dios preparó ayuda adicional práctica en forma de instrumentos físicos.

Los escribientes de José Smith y él escribieron acerca de dos instrumentos que utilizaron en la traducción del Libro de Mormón. Según los testigos de la traducción, cuando José miraba por los instrumentos, las palabras de las Escrituras aparecían en inglés. Uno de los instrumentos, que en el Libro de Mormón se designa como los “intérpretes”, es más conocido por los Santos de los Últimos Días de la actualidad como el “Urim y Tumim”. José encontró los intérpretes enterrados en el cerro, junto con las planchas. Quienes vieron los “intérpretes” los describieron como un par de piedras transparentes unidas por un borde metálico. En el Libro de Mormón se hace referencia a este instrumento, junto con su pectoral, como algo que “la mano del Señor… ha preservado y guardado” y que “se transmitieron de generación en generación con objeto de interpretar idiomas”.

El otro instrumento, que José Smith descubrió enterrado años antes de recibir las planchas de oro, era una pequeña piedra ovalada o “piedra vidente”. De joven, durante la década de 1820, José Smith, a semejanza de otras personas de la época, utilizaba la piedra vidente para buscar objetos perdidos y tesoros enterrados. Cuando comprendió su llamamiento profético, se dio cuenta de que podía usar esa piedra para un fin más elevado: traducir Escrituras.

Parece ser que, por comodidad, José tradujo con frecuencia con la piedra vidente en lugar de con las dos piedras unidas para constituir los intérpretes. Ambos instrumentos —los intérpretes y la piedra vidente— eran, aparentemente, intercambiables y funcionaban prácticamente de la misma manera, así que, con el tiempo, José Smith y sus compañeros utilizaron con frecuencia el término “Urim y Tumim” para referirse tanto a la piedra vidente como a los intérpretes. En la antigüedad, los sacerdotes israelitas usaban el Urim y Tumim como ayudas para recibir comunicaciones divinas. Aunque hay comentaristas que discrepan con respecto al carácter de este instrumento, varias fuentes antiguas indican que contenía piedras que se encendían o iluminaban por medios divinos. Con el tiempo, los Santos de los Últimos Días llegaron a entender el término “Urim y Tumim” como una referencia exclusiva a los intérpretes. Sin embargo, parece ser que José Smith y otras personas entendían este término más como una categoría descriptiva de instrumentos para recibir revelaciones divinas que como el nombre de un instrumento en particular.

Algunas personas se han resistido a aceptar esta afirmación relativa al uso de instrumentos físicos en el proceso divino de la traducción, pero este tipo de ayudas para facilitar la comunicación del poder y la inspiración de Dios es congruente con otros relatos de las Escrituras. Además del Urim y Tumim, la Biblia menciona otros instrumentos físicos utilizados para acceder al poder de Dios: la vara de Aarón, una serpiente de bronce, aceites sagrados de unción, el arca del convenio y hasta lodo hecho de tierra y saliva para sanar los ojos de un ciego.

La mecánica de la traducción

En el prefacio de la edición de 1830 del Libro de Mormón, José Smith escribió: “Les comunico que traduje [el libro] por el don y el poder de Dios”. Cuando se le pidieron detalles sobre el proceso de la traducción, José repitió en varias ocasiones que se había llevado a cabo “por el don y el poder de Dios”; y en cierta ocasión añadió: “No estaba previsto que se dieran a conocer al mundo todos los detalles de la salida a luz del Libro de Mormón”.

No obstante, los escribientes y otras personas que observaron el proceso de traducción dejaron numerosos testimonios que arrojan luz sobre el proceso. Algunos de ellos indican que José Smith estudiaba los caracteres de las planchas. En su mayoría, los relatos señalan que José usaba el Urim y Tumim (los intérpretes o la piedra vidente), y muchos otros mencionan que utilizaba una sola piedra. Según estos relatos, José colocaba los intérpretes o la piedra vidente en un sombrero, apoyaba el rostro en el sombrero para bloquear la luz del exterior y leía en voz alta las palabras en inglés que aparecían en el instrumento. La descripción de ese proceso trae a la mente un pasaje del Libro de Mormón que habla de que Dios preparó “una piedra que brillará en las tinieblas hasta dar luz”.

Los escribientes que ayudaron en la traducción creían sin lugar a dudas que José tradujo por poder divino. La esposa de José, Emma, explicó que ella “escribía con frecuencia día tras día” en una pequeña mesa de su casa de Harmony, Pensilvania. Describió a José “sentado, con el rostro oculto en el sombrero, con la piedra en su interior, y dictando, hora tras hora, sin nada entre nosotros dos”. Según Emma, las planchas “solían estar sobre la mesa, sin ánimo alguno de ocultarlas, envueltas en un mantel pequeño”. Cuando se le preguntó si José había dictado de la Biblia o de un manuscrito que había preparado con antelación, Emma negó categóricamente esas posibilidades: “No tenía ningún manuscrito ni libro del que pudiera leer”. Emma le dijo a su hijo, Joseph Smith III: “La autenticidad del Libro de Mormón es divina. No tengo la más mínima duda al respecto. Estoy convencida de que ningún hombre habría podido dictar los manuscritos si no hubiese sido inspirado; pues, cuando fui su escriba, tu padre me dictaba hora tras hora; y cuando retomábamos la labor tras las comidas o tras una interrupción, inmediatamente comenzaba donde lo había dejado, sin ni siquiera ver el manuscrito ni hacer que le leyese parte alguna de él”.

Otro escribiente, Martin Harris, se sentaba al otro lado de la mesa, frente a José Smith, y escribía las palabras que José le dictaba. Harris recordó posteriormente que las frases aparecían cuando José utilizaba la piedra vidente para traducir. José las leía en voz alta y Harris, tras escribir las palabras, decía: “Escrito”. En una entrevista realizada por un conocido, Harris dijo que José “poseía una piedra vidente, con la que podía traducir, así como con el Urim y Tumim, y que por comodidad utilizaba la piedra vidente”.

El principal escribiente, Oliver Cowdery, testificó bajo juramento en 1831 que José Smith “encontró junto con las planchas, a partir de las cuales tradujo su libro, dos piedras transparentes, que parecían de cristal, colocadas con unos aros de plata. [Y] que al mirar a través de ellas era capaz de leer en inglés los caracteres en egipcio reformado que estaban grabados en las planchas”. En el otoño de 1830, Cowdery visitó Union Village, Ohio, y habló sobre la traducción del Libro de Mormón. Poco tiempo después, un habitante del pueblo dijo que la traducción se llevó a cabo mediante “dos piedras transparentes, como unos lentes, a través de los cuales el traductor miraba el texto grabado”.

Conclusión

José Smith testificó continuamente que había traducido el Libro de Mormón por el “don y el poder de Dios”. Sus escribientes compartieron ese testimonio. El ángel, que comunicó la existencia de un registro antiguo grabado en planchas de metal, enterrado en un cerro, y los instrumentos divinos preparados especialmente para que José Smith lo tradujera formaban parte de lo que José y sus escribientes consideraban el milagro de la traducción. Cuando José Smith se sentó en 1832 a escribir su propia historia por primera vez, empezó por la promesa de incluir “un relato de su experiencia maravillosa”. La traducción del Libro de Mormón fue, en verdad, algo maravilloso.

En la actualidad, se puede conocer la verdad del Libro de Mormón y de su origen divino. Dios nos invita a cada uno de nosotros a leer el libro, recordar las misericordias del Señor, meditarlas en nuestro corazón y preguntar “a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas”. Dios promete que “si [pedimos] con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él [nos] manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”.

La Iglesia reconoce la aportación de eruditos al contenido histórico de este artículo; su trabajo se utiliza con permiso.

Publicado originalmente en diciembre de 2013.

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Recursos generales

“Book of Mormon Manuscript Excerpt, circa June 1829 [1 Nephi 2:2b–3:18a]”, The Joseph Smith Papers

“Book of Mormon, 1830”, The Joseph Smith Papers

“Joseph Smith as Revelator and Translator”, The Joseph Smith Papers

Revistas de la Iglesia

“José el vidente”, Liahona, octubre de 2015

“I Have a Question”, Ensign, enero de 1988

Manuales de estudio

  1. Diario de Wilford Woodruff, 28 de noviembre de 1841, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City.

  2. Con respecto a la identidad del ángel, véase Karen Lynn Davidson, David J. Whittaker, Mark Ashurst-McGee y Richard L. Jenson, editores, Histories, Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844, tomo I de la serie “Histories” de The Joseph Smith Papers, editado por Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman, Salt Lake City: Church Historian’s Press, 2012, pág. 223, nota 56.

  3. Davidson et al., Joseph Smith Histories, pág. 223; puntuación normalizada; José Smith, “Church History”, Times and Seasons, tomo III, 1 de marzo de 1842, págs. 706–707. Véase también José Smith—Historia 1:33–34.

  4. Mormón 9:32. Véase también 1 Nefi 1:2.

  5. “Last Testimony of Sister Emma”, Saints’ Herald, tomo XXVI, 1 de octubre de 1879, pág. 290.

  6. Joseph Smith History [Historia de José Smith], 1838–aprox. 1841, págs. 8–11, borrador 2, en Karen Lynn Davidson, David J. Whittaker, Mark Ashurst-McGee y Richard L. Jenson, editores, Histories, Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844, tomo I de la serie “Histories” de The Joseph Smith Papers, editado por Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman, Salt Lake City: Church Historian’s Press, 2012, págs. 252–253; disponible en josephsmithpapers.org; Doctrina y Convenios 3:5–15.

  7. Joseph Smith History [Historia de José Smith], aprox. verano de 1832, en Joseph Smith Histories, pág. 16; Oliver Cowdery se dirige a William W. Phelps, 7 de septiembre de 1834, en Messenger and Advocate, tomo I, octubre de 1834, pág. 14; cursiva en el original.

  8. La mayor parte del manuscrito se desintegró o quedó ilegible debido a los daños provocados por el agua entre 1841 y 1882, ya que se había colocado en la piedra angular del Mesón de Nauvoo, en Nauvoo, Illinois. La mayoría de las páginas que se conservaron se archivaron posteriormente en la oficina del historiador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Salt Lake City. El resto del manuscrito original se publicó en The Original Manuscript of the Book of Mormon: Typographical Facsimile of the Extant Text, editado por Royal Skousen, Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2001. Oliver Cowdery y otros dos escribientes redactaron una copia íntegra de este original, conocida como el manuscrito del impresor, entre agosto de 1829 y principios de 1830, la cual se utilizó para preparar el tipo de la mayor parte de la impresión en Palmyra. El manuscrito del impresor se publicó en The Printer’s Manuscript of the Book of Mormon: Typological Facsimile of the Entire Text in Two Parts, editado por Royal Skousen, Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2001. Tanto el manuscrito del impresor como el manuscrito original se publicarán en tomos futuros de The Joseph Smith Papers (Dean C. Jessee, “The Original Book of Mormon Manuscript”, BYU Studies, tomo X, nro. 3, primavera de 1970, págs. 261–272; Royal Skousen, “Piecing Together the Original Manuscript”, BYU Today, tomo XLVI, nro. 3, mayo de 1992, págs. 18–24).

  9. Por ejemplo, cuando José tradujo al inglés el texto que actualmente se encuentra en 1 Nefi 13:29, el escribiente puso “&” [se pronuncia “and”] en un lugar donde debería haber escrito “an”. En 1 Nefi 17:48, el escribiente puso “weed” donde debería haber escrito “reed” (véase Royal Skousen, “Translating the Book of Mormon: Evidence from the Original Manuscript”, en Noel B. Reynolds, editor, Book of Mormon Authorship Revisited: The Evidence for Ancient Origins, Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 1997, pág. 67; véase también Grant Hardy, “Introduction”, en The Book of Mormon: The Earliest Text, editado por Royal Skousen, New Haven: Yale University Press, 2009, págs. XV–XIX).

  10. John A. Tvedtnes, “Hebraisms in the Book of Mormon” y “Names of People: Book of Mormon”, en Geoffrey Kahn, editor, Encyclopedia of Hebrew Language and Linguistics, Brill Online, 2013; M. Deloy Pack, “Hebraisms”, en Book of Mormon Reference Companion, editado por Dennis L. Largey, Salt Lake City: Deseret Book, 2003, págs. 321–325; John A. Tvedtnes, “The Hebrew Background of the Book of Mormon”, en John L. Sorenson y Melvin J. Thorne, editores, Rediscovering the Book of Mormon, Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 1991, págs. 77–91; Donald W. Parry, “Hebraisms and Other Ancient Peculiarities in the Book of Mormon”, en Donald W. Parry y otros autores, editores, Echoes and Evidences of the Book of Mormon, Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2002, págs. 155–189.

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  11. En cuanto al papel que desempeñó el cajista John Gilbert, véase Royal Skousen, “John Gilbert’s 1892 Account of the 1830 Printing of the Book of Mormon”, en Stephen D. Ricks y otros autores, editores, The Disciple as Witness: Essays on Latter-day Saint History and Doctrine in Honor of Richard Lloyd Anderson, Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2000, págs. 383–405.

  12. Algunas construcciones gramaticales que resultan extrañas para los anglófonos fueron retiradas de ediciones posteriores del Libro de Mormón por José Smith u otras personas para que la traducción se ajustara más al inglés estándar actual. Véase Richard E. Turley Jr. y William W. Slaughter, How We Got the Book of Mormon, Salt Lake City: Deseret Book, 2011, págs. 44–45. Aproximadamente la tipografía de cinco sextas partes de la primera edición del Libro de Mormón de 1830 se hizo a partir del manuscrito del impresor. La tipografía de la sexta parte restante se hizo a partir del manuscrito original (Royal Skousen, “Editor’s Preface”, en The Book of Mormon: The Earliest Text, pág. XXX).

  13. 1 Reyes 19:11–12.

  14. Hechos 9:1–8; 12:7–9.

  15. Hechos 11:4–17; 16:9–10; Éxodo 28:30; Levítico 8:8; Números 21:9.

  16. Michael Hubbard MacKay, Gerrit J. Dirkmaat, Grand Underwood, Robert J. Woodford y William G. Hartley, editores, Documents, Volume 1: July 1828–June 1831, tomo I de la serie “Documents” de The Joseph Smith Papers, editado por Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin, Richard Lyman Bushman y Matthew J. Grow, Salt Lake City: Church Historian’s Press, 2013, pág. XXIX.

  17. Mosíah 28:14–15, 20; véanse también Mosíah 8:13, 19; y Éter 4:5. Parece ser que José Smith utilizó indistintamente los términos “intérpretes” y “lentes” durante los primeros años de la Iglesia. Nancy Towle, una predicadora metodista itinerante, relató que José Smith le habló de “un par de ‘intérpretes’ (tal y como él los llamaba) que parecían unas lentes, y que al mirar por ellos podía leer lo que estaba grabado en las planchas, aunque estaba escrito en una lengua desconocida para él” (Nancy Towle, Vicissitudes Illustrated in the Experience of Nancy Towle, in Europe and America , Charleston: James L. Burges, 1832, págs. 138–139). En la historia de José redactada en 1832 se hace referencia a “anteojos” (Joseph Smith History [Historia de José Smith], aprox. verano de 1832, en Joseph Smith Histories, pág. 16). En enero de 1833, el periódico de los Santos de los Últimos Días The Evening and the Morning Star, editado por William W. Phelps, equiparó “anteojos” e “intérpretes” con el término “Urim y Tumim”: el Libro de Mormón “fue traducido por el don y el poder de Dios por un hombre inculto con la ayuda de un par de intérpretes, o anteojos (conocidos quizás en la antigüedad como terafín, o Urim y Tumim)” (“The Book of Mormon”, The Evening and the Morning Star, enero de 1833, [pág. 2]). Hacia 1835 José Smith usaba con frecuencia el término “Urim y Tumim” al hablar de la traducción, y rara vez, si acaso, empleaba los términos “intérpretes” o “anteojos” (Joseph Smith, Journal, Nov. 9–11, 1835, en Journals: Volume 1: 1832–1839, pág. 89; Joseph Smith, History, 1834–1836, en Davidson et al., Histories, Volume 1, pág. 116; John W. Welch, “The Miraculous Translation of the Book of Mormon”, en John W. Welch, editor, con Erick B. Carlson, Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844, Provo, UT, y Salt Lake City: Brigham Young University Press y Deseret Book, 2005, págs. 123–128).

  18. Es probable que José Smith tuviera más de una piedra vidente. Parece ser que encontró una de las piedras mientras cavaba un pozo allá por el año 1822 (Richard L. Bushman, Joseph Smith and the Beginnings of Mormonism, Urbana: University of Illinois Press, 1984, págs. 69–70).

  19. Según Martin Harris, un ángel mandó a José Smith que abandonara esas actividades; José lo hizo por el año 1826 (véase Bushman, Joseph Smith and the Beginnings of Mormonism, págs. 64–76; y Richard Lloyd Anderson, “The Mature Joseph Smith and Treasure Searching”, BYU Studies, tomo XXIV, nro. 4, otoño de 1984, págs. 489–560). José no ocultó su participación en la búsqueda de tesoros durante esos primeros años, algo que era bien sabido. En 1838 publicó respuestas a preguntas que se le planteaban con frecuencia. Una de las preguntas era: “¿No fue José Smith un buscador de dinero?”. “Sí”, contestó José, “pero nunca fue un trabajo demasiado lucrativo para él, ya que solo conseguía catorce dólares al mes por ello” (selecciones de Elders’ Journal, julio de 1838, pág. 43, disponible en josephsmithpapers.org). Para más información sobre un contexto cultural más amplio, véase Alan Taylor, “The Early Republic’s Supernatural Economy: Treasure Seeking in the American Northeast, 1780–1830”, American Quarterly, tomo XXXVIII, nro. 1, primavera de 1986, págs. 6–33.

  20. Mark Ashurst-McGee, “A Pathway to Prophethood: Joseph Smith Junior as Rodsman, Village Seer, and Judeo-Christian Prophet” (tesis de maestría, Universidad Utah State, 2000).

  21. Por ejemplo, cuando José Smith le mostró una piedra vidente a Wilford Woodruff a finales de 1841, Woodruff escribió lo siguiente en su diario: “He tenido el privilegio de ver, por primera vez en mi vida, el URIM y TUMIM” (Diario de Wilford Woodruff, 27 de diciembre de 1841, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City). Véase también Doctrina y Convenios 130:10.

  22. Cornelius Van Dam, The Urim and Thummim: A Means of Revelation in Ancient Israel, Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1997, págs. 9–26.

  23. Éxodo 7:9–12; 30:25; 40:9; Levítico 8:10–12; Números 21:9; Josué 3:6–8; Juan 9:6.

  24. Prefacio del Libro de Mormón, edición de 1830.

  25. Acta, conferencia de la Iglesia, Orange, Ohio, 25 y 26 de octubre de 1831, en Minute Book 2, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, disponible en josephsmithpapers.org; Welch, “Miraculous Translation”, págs. 121–129.

  26. Prácticamente todos los relatos sobre el proceso de la traducción se reproducen en Welch, “Miraculous Translation”. Dos de ellos, que incluyen el uso de una piedra vidente, fueron escritos por miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles y se han publicado en revistas de la Iglesia. También hay historiadores que han escrito sobre la piedra vidente en publicaciones de la Iglesia, tanto en la revista Ensign como en The Joseph Smith Papers (véase Neal A. Maxwell, “‘By the Gift and Power of God’”, Ensign, enero de 1997, págs. 36–41; Russell M. Nelson, “A Treasured Testament”, Ensign, julio de 1993, págs. 61–63; Richard Lloyd Anderson, “‘By the Gift and Power of God’”, Ensign, septiembre de 1977, págs. 78–85; y Documents, Volume 1: July 1828–June 1831, págs. XXIX–XXXII).

  27. Alma 37:23–24.

  28. “Last Testimony of Sister Emma”, Saints’ Herald, tomo XXVI, 1 de octubre de 1879, págs. 289–290. Algunos relatos externos describen que los anteojos se colocaban en el sombrero durante el proceso de traducción. Un periódico de Palmyra publicó el primer relato conocido sobre la traducción en agosto de 1829: Jonathan Hadley, un impresor de Palmyra que podría haber hablado con José Smith sobre la traducción, afirmó que las planchas se encontraron con un “enorme par de anteojos” y que “al colocar los anteojos en un sombrero y mirar por ellos, Smith podía (al menos eso fue lo que dijo) interpretar esos caracteres” (“Golden Bible”, Palmyra Freeman, 11 de agosto de 1829, [pág. 2]). En el invierno de 1831, en Union Village, Ohio, un miembro de los tembladores habló de “dos piedras transparentes con forma de anteojos”, mediante las cuales el traductor “miraba los grabados; después ponía su rostro en un sombrero y la interpretación fluía a su mente” (Christian Goodwillie, “Shaker Richard McNemar: The Earliest Book of Mormon Reviewer”, Journal of Mormon History, tomo XXXVII, nro. 2, primavera de 2011, pág. 143).

  29. “Last Testimony of Sister Emma”, págs. 289–290.

  30. “One of the Three Witnesses”, Deseret Evening News, 13 de diciembre de 1881, pág. 4. Martin Harris utiliza aquí el término “Urim y Tumim” para referirse a los intérpretes que se hallaron con las planchas.

  31. A. W. B., “Mormonites”, Evangelical Magazine and Gospel Advocate, tomo II, 19 de abril de 1831, pág. 120.

  32. Goodwillie, “Shaker Richard McNemar”, pág. 143. Para más información sobre otros relatos de la traducción dados por alguno de los Tres Testigos, véase David Whitmer Interviews: A Restoration Witness, editado por Lyndon W. Cook, Orem, UT: Grandin Book, 1991.

  33. Joseph Smith History [Historia de José Smith], aprox. verano de 1832, pág. 1, en Histories, Volume 1, 1832–1844, pág. 10; disponible en josephsmithpapers.org. Ortografía modernizada.

  34. Moroni 10:3–5.