Llegar a ser como Dios
Reseña
Una de las imágenes más comunes tanto en las religiones orientales como en las occidentales es la de Dios como padre y los seres humanos como hijos Suyos. Miles de millones de personas oran a Dios reconociéndolo como su padre, invocando el carácter de hermanos y hermanas de todas las personas a fin de promover la paz, y tienden una mano al cansado y al atribulado movidos por una profunda convicción de que cada uno de los hijos de Dios tiene un valor inmenso.
Sin embargo, las personas de diferentes religiones entienden la relación padre-hijo entre Dios y los seres humanos de maneras significativamente diferentes. Para algunos la frase “hijo de Dios” es un título honorario reservado solo para quienes creen en Dios y aceptan Su guía como aceptarían la de un padre. Muchos ven las descripciones de la relación padre-hijo de Dios con los seres humanos como metáforas que expresan Su amor por Sus creaciones y la dependencia de estas de Su sostén y protección.
Los Santos de los Últimos Días ven a todas las personas como hijos de Dios en un sentido total y completo, y consideran que cada persona tiene un origen, una naturaleza y un potencial divinos. Cada uno de nosotros tiene un núcleo eterno y es “un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales”1. Cada uno posee semillas de divinidad y debe escoger vivir en armonía o en tensión con dicha divinidad. Por medio de la expiación de Jesucristo, todas las personas pueden “progresar hacia la perfección y finalmente lograr su destino divino”2. Tal como un niño puede desarrollar los atributos de sus padres con el tiempo, la naturaleza divina que heredan los seres humanos puede desarrollarse igualmente para llegar a ser como la de su Padre Celestial.
El deseo de nutrir la divinidad en Sus hijos es uno de los atributos de Dios que más inspira, motiva y hace sentir humildes a los miembros de la Iglesia. La guía amorosa y el atributo paterno de Dios pueden servir para que cada uno de Sus hijos tenga la disposición y sea obediente para recibir de Su plenitud y Su gloria. Este conocimiento transforma la manera en que los Santos de los Últimos Días ven a sus semejantes. La enseñanza de que los hombres y las mujeres tienen el potencial de ser exaltados en un estado de divinidad se extiende claramente más allá de lo que entienden la mayoría de las iglesias cristianas contemporáneas y expresa para los Santos de los Últimos Días un anhelo, arraigado en la Biblia, de vivir como Dios vive, de amar como Él ama y de prepararse para todo lo que nuestro amoroso Padre Celestial desea para Sus hijos.
¿Qué dice en la Biblia acerca del potencial divino del ser humano?
De varios pasajes bíblicos se deduce que los seres humanos pueden llegar a ser semejantes a Dios. La semejanza de los seres humanos con Dios queda manifiesta en el primer capítulo de Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”3. Después de que Adán y Eva comieron del fruto del “árbol del conocimiento del bien y el mal”, Dios dijo que “[han] llegado a ser como uno de nosotros”4, sugiriendo que ya estaba en marcha un proceso de acercamiento a la divinidad. Más adelante, también en el Antiguo Testamento, en un pasaje del libro de Salmos se expresa: “Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo”5.
Hay pasajes del Nuevo Testamento que también apuntan a esta doctrina. Cuando se acusó a Jesús de blasfemar con el razonamiento de que “tú, siendo hombre, te crees Dios”, Él respondió, haciéndose eco de lo escrito en el libro de Salmos: “¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije: Sois dioses?”6. En el Sermón del Monte, Jesús mandó a Sus discípulos que llegaran a ser “perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”7. A su vez, el apóstol Pedro aludió a las “preciosas y grandísimas promesas” del Salvador para que llegásemos a ser “participantes de la naturaleza divina”8. El apóstol Pablo enseñó que somos “linaje de Dios” e hizo hincapié en que, como tal, “somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo”9. El libro de Apocalipsis contiene la siguiente promesa de Jesucristo: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”10.
Estos pasajes pueden interpretarse de diferentes maneras; aunque viéndolos a través del prisma esclarecedor de las revelaciones que recibió José Smith, los Santos de los Últimos Días consideran estos pasajes de las Escrituras como declaraciones directas sobre la naturaleza y el potencial divinos del ser humano. Muchos otros cristianos interpretan los mismos pasajes de forma más metafórica debido a su visión de la Biblia a través de las distintas interpretaciones doctrinales posteriores al período que se describe en el Nuevo Testamento.
¿Cómo han cambiado las ideas sobre la divinidad a lo largo de la historia del cristianismo?
Las creencias de los Santos de los Últimos Días habrían resultado más familiares para las primeras generaciones de cristianos que para muchos cristianos de la actualidad. Muchos padres de la iglesia (teólogos y maestros influyentes de los albores del cristianismo) se refirieron afirmativamente a este concepto de que los seres humanos podrían convertirse en seres divinos. Un erudito moderno menciona “la ubicuidad de la doctrina de la deificación” —la enseñanza de que los seres humanos podrían llegar a ser dioses— como algo muy presente en los primeros siglos después de la muerte de Cristo11. Ireneo, uno de los padres de la iglesia, fallecido en el año 202 d. C., afirmó que Jesucristo “por medio de Su amor trascendente, llegó ser como nosotros a fin de llevarnos a ser cómo Él es”12. Clemente de Alejandría (aprox. 150–215 d. C.) escribió que “la Palabra de Dios se hizo hombre para que tú puedas aprender del hombre cómo este puede llegar a ser Dios”13. Basilio el Grande (330–379 d. C.) también celebra esta perspectiva: no solo “ser hecho semejante a Dios”, sino “mucho más que eso: ser hecho Dios”14.
Lo que los padres de la Iglesia primitiva quisieron decir exactamente cuando hablaban de llegar a ser Dios queda abierto a interpretaciones15, pero está claro que las referencias a la deificación se vieron más impugnadas hacia finales del período romano y ya eran escasas en la Edad Media. La primera objeción conocida de un padre de la iglesia a que se enseñara la deificación data del siglo V16. Para el siglo VI, las enseñanzas en cuanto a “llegar a ser Dios” tienen un ámbito más reducido, como ocurre en la definición que propone Pseudo Dionisio Areopagita (aprox. 500 d. C.): “La deificación… es la consecución de la similitud con Dios y la unión con Él, en la medida de lo posible”17.
¿Por qué estas creencias perdieron prominencia? Tal vez las perspectivas cambiantes sobre la creación del mundo contribuyeron a una variación gradual hacia puntos de vista más limitados del potencial humano. Los primeros comentarios judíos y cristianos que se conocen sobre la Creación asumían que Dios había organizado el mundo con materiales que ya existían, haciendo hincapié en Su bondad para dar forma a un orden capaz de sostener la vida18. Pero la incursión de nuevas ideas filosóficas en el siglo II derivaron en el desarrollo de la doctrina de que Dios creó el universo ex nihilo, es decir, “de la nada”. Finalmente, esta se convirtió en la enseñanza sobre la Creación predominante en el mundo cristiano19. A fin de hacer hincapié en el poder de Dios, muchos teólogos razonaron que nada podía haber existido por tanto tiempo como Él. Llegó a ser importante en los círculos cristianos afirmar que, originalmente, Dios había estado completamente solo.
La creación ex nihilo ampliaba la brecha percibida entre Dios y los seres humanos. Cada vez se fue haciendo menos habitual enseñar que las almas de los hombres habían existido antes del mundo o que en el futuro podían heredar y desarrollar atributos divinos en su totalidad20. Gradualmente, a medida que se hacía mayor hincapié en la depravación del género humano y en la inmensa distancia entre el Creador y Sus criaturas, el concepto de deificación fue desapareciendo del cristianismo de occidente21, aunque permaneció como un pilar de la ortodoxia de oriente, una de las tres ramas principales del cristianismo22.
¿Cómo se introdujeron las ideas de la deificación entre los Santos de los Últimos Días?
Los primeros Santos de los Últimos Días procedían de una sociedad dominada por protestantes de habla inglesa, la mayoría de los cuales aceptaba la creación ex nihilo y la definición de la Confesión de Fe de Westminster de que Dios era un ser “sin cuerpo, partes ni pasiones”23. Probablemente sabían muy poco, o nada, de la diversidad de creencias cristianas de los primeros siglos posteriores al ministerio de Jesucristo o en cuanto a los primeros escritos cristianos sobre la deificación. Pero las revelaciones recibidas por José Smith diferían de las ideas predominantes de su época y enseñaban doctrina que, para algunos, supuso el reinicio de los debates sobre la naturaleza de Dios, la creación y el género humano.
Las primeras revelaciones que recibió José Smith enseñaban que los seres humanos son creados a imagen de Dios y que Él se preocupa profundamente por Sus hijos. En el Libro de Mormón, un profeta “vio el dedo del Señor” y quedó asombrado al saber que la forma física del ser humano estaba ciertamente hecha a la imagen de Dios24. En otra de las primeras revelaciones, Enoc (quien “caminó… con Dios” como consta en la Biblia25) presenció cómo Dios lloraba por Sus creaciones. Cuando Enoc preguntó: “¿cómo es posible que llores”, aprendió que la compasión de Dios por el sufrimiento del ser humano es una parte integral de Su amor26. José Smith también aprendió que Dios desea que Sus hijos reciban la misma clase de existencia exaltada que Él tiene. Dios declaró: “Esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”27.
En 1832, José Smith y Sidney Rigdon recibieron una visión de la vida eterna. En ella, ambos aprendieron que tanto los justos como los injustos iban a recibir la inmortalidad mediante una resurrección universal, pero solo los que “vencen por la fe, y son sellados por el Santo Espíritu de la promesa” recibirían la plenitud de la gloria de Dios y serían “dioses, sí, los hijos de Dios”28. Otra revelación confirmó poco después que “los santos serán llenos de la gloria de él, y recibirán su herencia y serán hechos iguales con él”29. Los Santos de los Últimos Días utilizan el término exaltación para describir la recompensa de gloria que consiste en recibir una herencia plena como hijos de nuestro Padre Celestial, la cual está disponible por medio de la expiación de Cristo mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio30.
Esta impresionante visión del potencial futuro de cada ser humano vino acompañada de enseñanzas reveladas sobre el pasado de la humanidad. A medida que José Smith seguía recibiendo revelaciones, aprendió que la luz o inteligencia que conforma la esencia de cada alma humana “no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser”. Dios es el Padre de cada espíritu humano y dado que solo “espíritu y elemento [materia], inseparablemente unidos, reciben una plenitud de gozo”, presentó un plan para que los seres humanos recibieran un cuerpo físico y progresaran por medio de su experiencia terrenal hacia una plenitud de gozo. Así pues, el nacimiento terrenal no es el comienzo de la vida de una persona: “También el hombre fue en el principio con Dios”31. Igualmente, José Smith enseñó que el mundo material tiene raíces eternas, rechazando así por entero el concepto de creación ex nihilo. “La tierra, el agua, etc., todos ellos existían en un estado elemental desde la eternidad”, dijo en un sermón en 183932. Dios organizó el universo con elementos que ya existían.
José Smith siguió recibiendo revelaciones sobre la naturaleza divina y la exaltación en los últimos dos años de su vida. En una revelación registrada en julio de 1843, que vinculaba la exaltación con el matrimonio eterno, el Señor declaró que los que guardan sus convenios, entre ellos el del matrimonio eterno, heredarían “toda altura y toda profundidad”. “Entonces —dice la revelación—, serán dioses, porque no tendrán fin”. Recibirán “una… continuación de las simientes por siempre jamás”33.
El siguiente mes de abril, sintiendo que “su relación con Dios nunca había sido tan cercana como en ese momento”34, José Smith habló sobre la naturaleza de Dios y el futuro de la humanidad a los santos que se habían reunido para una conferencia general de la Iglesia. En parte, aprovechó la ocasión para reflexionar sobre la muerte de un miembro de la Iglesia llamado King Follett que había fallecido inesperadamente el mes anterior. Soplaba el viento cuando se levantó para hablar, por lo que pidió a los presentes que prestaran su más “profunda atención” y “[orasen] para que el [Señor] fortalezca mis pulmones” y detuviera el viento hasta comunicar todo su mensaje35.
“¿Qué clase de ser es Dios?”, preguntó. Los seres humanos necesitan saber, argumentó, porque “si los hombres no comprenden la naturaleza de Dios, no se comprenden a sí mismos”36. Con esa frase, el Profeta cerró la brecha que siglos de confusión había abierto entre Dios y el género humano. La esencia de la naturaleza humana es divina. Dios “fue una vez como uno de nosotros” y “todos los espíritus que Él envió al mundo” eran igualmente “susceptibles de engrandecimiento” [capaces de crecer como Él]. José Smith predicó que mucho antes de la formación del mundo, Dios se hallaba “Él mismo en medio” de estos seres y “consideró propio instituir leyes por las que el resto pudiera tener el privilegio de avanzar como Él mismo”37 y ser “exaltado” con Él38.
José dijo a los santos allí presentes: “Ustedes tienen que aprender a ser dioses”39. Para ello, los santos necesitaban aprender piedad, o ser más como Dios. Este sería un proceso continuo que requeriría paciencia, fe, arrepentimiento continuo, obediencia a los mandamientos del Evangelio y confianza en Cristo. Así como se asciende por una escalera de mano, las personas necesitan aprender los “primeros principios del Evangelio” y continuar más allá de los límites del conocimiento terrenal hasta que puedan “aprender los últimos principios del Evangelio” cuando se presente la ocasión40. “No se espera que lo entiendan todo en este mundo”, dijo José41. “Entender todo en su totalidad requerirá mucho tiempo después de la tumba”42.
Esa fue la última vez que el Profeta habló en una conferencia general, pues tres meses más tarde un populacho irrumpió en la cárcel de Carthage y lo martirizó a él y a su hermano Hyrum.
¿Qué se ha enseñado en la Iglesia desde José Smith acerca de la naturaleza divina?
Desde ese sermón, conocido como el discurso del funeral de King Follett, en la Iglesia se ha enseñado la doctrina de que los seres humanos pueden progresar hacia la exaltación y la divinidad. Lorenzo Snow, quinto Presidente de la Iglesia, acuñó un pareado bastante conocido: “Así como el hombre es, Dios una vez fue. Así como Dios es, el hombre puede llegar ser”43. Poco se ha revelado sobre la primera mitad del pareado y, en consecuencia, poco se enseña al respecto. Cuando en 1997, un periodista le preguntó sobre esto a Gordon B. Hinckley, Presidente de la Iglesia, este respondió: “Ese tema toca cierta teología bastante profunda de la que no sabemos mucho”. Cuando se le preguntó sobre la creencia en el potencial divino del género humano, el presidente Hinckley respondió: “Bueno, como Dios es, el hombre puede llegar a ser. Creemos en el progreso eterno. Muy enfáticamente”44.
Eliza R. Snow, una líder de la Iglesia y poetisa, se regocijó en la doctrina de que somos, en un sentido pleno y absoluto, hijos de Dios. “Antes te llamaba Padre, / sin saber por qué lo fue”, escribió, “mas la luz del Evangelio / aclaróme el porqué”. A los Santos de los Últimos Días también les emociona el conocimiento de que su linaje divino incluye una Madre Celestial, así como un Padre Celestial. Manifestando esa verdad, Eliza R. Snow preguntó: “¿Hay en los cielos padres solos?”, a lo que respondió con un no rotundo: “la verdad eterna muestra: / madre hay también allá”45. Este conocimiento ocupa un lugar preponderante en las creencias de los Santos de los Últimos Días. El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, escribió: “Nuestra teología empieza con padres celestiales; nuestra mayor aspiración es llegar a ser como ellos”46.
La naturaleza divina del ser humano y su potencial para lograr la exaltación son temas que se han enseñado repetidas veces en discursos de conferencias generales, revistas de la Iglesia y otros materiales de la Iglesia. La “naturaleza divina” es uno de los ocho valores fundamentales del programa de las Mujeres Jóvenes de la Iglesia. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” contiene de manera prominente enseñanzas sobre el linaje divino, la naturaleza y el potencial de los seres humanos. La naturaleza divina y la exaltación son enseñanzas esenciales y apreciadas en la Iglesia.
¿La creencia en la exaltación hace que los Santos de los Últimos Días sean politeístas?
Para algunos observadores, la doctrina de que los seres humanos deben esforzarse por alcanzar la divinidad podría evocar imágenes de panteones antiguos con deidades que competían entre sí; sin embargo, tales imágenes son incompatibles con la doctrina de los Santos de los Últimos Días, pues estos creen que los hijos de Dios lo adorarán siempre a Él. Nuestro progreso nunca cambiará Su identidad como Padre y Dios nuestro. De hecho, nuestra relación eterna y exaltada con Él será parte de la “plenitud de gozo” que desea para nosotros.
Los Santos de los Últimos Días también creen firmemente en la unidad fundamental de la divinidad, pues creen que Dios el Padre, Jesucristo el Hijo y el Espíritu Santo, aunque son seres distintos, están unidos en propósito y doctrina47. Con esta noción es como los Santos de los Últimos Días han entendido la oración de Jesús por Sus discípulos de todas las épocas: “Para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros”48.
Si los seres humanos no viven en armonía con la bondad de Dios, no pueden crecer en Su gloria. José Smith enseñó que “los poderes del cielo… no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de la rectitud”. Cuando los seres humanos abandonan los generosos propósitos y las normas de Dios, “los cielos se retiran [y] el Espíritu del Señor es ofendido”49. El orgullo es incompatible con el progreso; la falta de unidad es imposible entre seres exaltados.
¿Cómo se imaginan los Santos de los Últimos Días la exaltación?
Dado que las concepciones humanas de la realidad están necesariamente limitadas a la vida terrenal, las religiones tienen dificultades para articular una visión adecuada de la gloria eterna. El apóstol Pablo escribió: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman”50. Estas limitaciones facilitan el que las imágenes de la salvación sean caricaturizadas cuando aparecen en la cultura popular. Por ejemplo, expresiones de las Escrituras acerca de la profunda paz y de la inmensa alegría de la salvación a menudo se reflejan en imágenes bien conocidas de personas sentadas sobre sus propias nubes y tocando liras después de morir. La doctrina de los Santos de los Últimos Días acerca de la exaltación suele verse reducida en los medios de comunicación a imágenes caricaturizadas de personas recibiendo sus propios planetas.
Una nube y una lira a duras penas representan una imagen satisfactoria del gozo eterno, aunque muchos cristianos estarían de acuerdo en que la música inspiradora puede ser un pequeño anticipo del gozo de la salvación eterna. Del mismo modo, si bien unos pocos Santos de los Últimos Días se identificarían con la caricatura de tener su propio planeta, la mayoría estaría de acuerdo en que la admiración inspirada por la creación apunta a nuestro potencial creativo en las eternidades.
Los Santos de los Últimos Días tienden a imaginar la exaltación a través del lente de lo sagrado en la vida terrenal. Ellos ven las semillas de la divinidad en el gozo de dar a luz hijos y criarlos, en el amor intenso que sienten por sus pequeños, en el impulso de tender una mano a los demás por medio del servicio caritativo, en los momentos en los que les sorprenden la belleza y el orden del universo, y en el firme sentimiento de lo que es real gracias a los convenios divinos que hacen y observan. Los miembros de la Iglesia no conciben la exaltación por medio de imágenes de lo que van a conseguir sino mediante la sociabilidad que tienen ahora y la manera en que esta podría ser purificada y elevada. En las Escrituras se nos enseña: “Y la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá; pero la acompañará una gloria eterna que ahora no conocemos”51.
¿Cuán importantes son las enseñanzas sobre la exaltación en el conjunto general de las creencias de los Santos de los Últimos Días?
La enseñanza de que los seres humanos tienen una naturaleza y un futuro divinos describe la forma en que los Santos de los Últimos Días perciben sus doctrinas fundamentales. Tal vez lo más importante sea que esa creencia en la naturaleza divina nos ayuda a apreciar más profundamente la expiación de Jesucristo. Si bien muchos teólogos cristianos han expresado la magnitud de la expiación del Salvador haciendo hincapié en la degeneración o depravación humana, los Santos de los Últimos Días entienden la magnitud de la expiación de Cristo en términos del vasto potencial humano que posibilita. La expiación de Cristo no solo brinda el perdón del pecado y la victoria sobre la muerte, sino que también redime las relaciones imperfectas, sana las heridas espirituales que sofocan el crecimiento, fortalece a las personas y les permite desarrollar los atributos de Cristo52. Los Santos de los Últimos Días creen que solo por medio de la expiación de Jesucristo podemos tener una firme esperanza de gloria eterna; y que solo podemos acceder plenamente al poder de Su Expiación por la fe en Jesucristo, el arrepentimiento, el bautismo, la recepción del don del Espíritu Santo y al perseverar hasta el fin siguiendo la instrucción y el ejemplo de Cristo53. Por lo tanto, a aquellos que lleguen a ser como Dios y entren en la plenitud de Su gloria se les describe como personas que han sido hechas perfectas “mediante Jesús, el mediador del nuevo convenio, que obró esta perfecta expiación derramando su propia sangre”54.
Cobrar conciencia del potencial divino de los seres humanos influye también en la comprensión que los Santos de los Últimos Días tienen de principios del Evangelio tales como la importancia de los mandamientos divinos, la función de los templos y la santidad del albedrío moral personal. La creencia de que los seres humanos son en realidad hijos de Dios también modifica la conducta y las actitudes de los Santos de los Últimos Días. Por ejemplo, aun en las sociedades donde las relaciones sexuales prematrimoniales y casuales se consideran aceptables, los Santos de los Últimos Días conservan una profunda reverencia por los poderes divinos de la procreación y la capacidad unificadora de la intimidad sexual humana y mantienen un compromiso con una norma más elevada en cuanto al uso de esos poderes sagrados. Ciertos estudios sugieren que los Santos de los Últimos Días conceden una prioridad excepcionalmente elevada al matrimonio y al ser padres55, consecuencia en parte de una fuerte creencia en la existencia de unos padres celestiales y el compromiso de esforzarse por alcanzar esa divinidad.
Conclusión
Todos los seres humanos son hijos de padres celestiales amorosos y poseen las semillas de la divinidad en su interior. En Su amor infinito, Dios invita a Sus hijos a que cultiven su potencial eterno por la gracia de Dios y mediante la expiación del Señor Jesucristo56. La doctrina del potencial eterno de los seres humanos de llegar a ser como su Padre Celestial es un pilar del evangelio de Jesucristo e inspira amor, esperanza y gratitud en el corazón de los Santos de los Últimos Días fieles.
La Iglesia reconoce la aportación de eruditos al contenido de este artículo; su trabajo se utiliza con permiso.
Publicado originalmente en febrero de 2014.
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