El Manifiesto y la finalización del matrimonio plural
Durante gran parte del siglo XIX, un número significativo de miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días practicó el matrimonio plural: el casamiento de un hombre con más de una mujer. Tanto el comienzo como la terminación de esta práctica fueron dados por revelación mediante los profetas de Dios. El mandato inicial de practicar el matrimonio plural vino mediante José Smith, el profeta fundador y Presidente de la Iglesia. En 1890, el presidente Wilford Woodruff expidió el Manifiesto, con el cual se dio fin a la práctica del matrimonio plural en la Iglesia.
Poner fin al matrimonio plural demandó gran fe y, en ocasiones, tomar decisiones muy personales, complicadas y dolorosas por parte de los miembros y los líderes de la Iglesia. Al igual que al comienzo del matrimonio plural en la Iglesia, finalizar esta práctica fue más bien un proceso que un simple acontecimiento. La revelación vino “línea por línea, precepto por precepto”1.
Leyes contra la poligamia y desobediencia civil
Durante medio siglo, comenzando a principios de la década de 1840, los miembros de la Iglesia consideraron el matrimonio plural como un mandato de Dios, un mandamiento que contribuía a “levantar” una posteridad en rectitud para el Señor2. Aunque no se esperaba que todos los miembros practicaran el matrimonio plural, quienes lo hacían creían que serían bendecidos por su participación. Desde los años 1850 y 1880, muchos Santos de los Últimos Días vivieron en familias de matrimonios plurales tanto como esposos, esposas o hijos3.
En muchos lugares del mundo, la poligamia era socialmente aceptable y permitida legalmente, pero en los Estados Unidos, la mayoría de las personas pensaban que esta práctica era moralmente incorrecta. Estas objeciones llevaron a adoptar leyes para dar fin a la poligamia. A partir de 1862, el gobierno de Estados Unidos promulgó una serie de leyes para forzar a los Santos de los Últimos Días a abandonar el matrimonio plural4.
Ante estas medidas, los Santos de los Últimos Días sostuvieron que el matrimonio plural era un principio religioso protegido bajo la Constitución de los Estados Unidos. La Iglesia presentó una fuerte defensa legal en todas las instancias hasta llegar a la Corte Suprema de los Estados Unidos. En el caso Reynolds versus los Estados Unidos, en 1879, la Corte Suprema dictaminó en contra de los Santos de los Últimos Días: las creencias religiosas estaban protegidas por la ley, pero no así las prácticas religiosas. Según el criterio de la corte, el matrimonio era un contrato civil regulado por el Estado. La monogamia era la única forma de matrimonio aprobada por el Estado. La “poligamia”, expresó la Corte, “siempre se ha considerado como detestable entre las naciones nórdicas y occidentales de Europa”5.
Los Santos de los Últimos Días sinceramente deseaban ser ciudadanos leales de los Estados Unidos, al cual ellos consideraban como una nación divinamente establecida. Aunque también aceptaban el matrimonio plural como un mandamiento de Dios y creían que la corte era injusta al privarles del derecho de seguir los mandamientos de Dios.
Enfrentados a estas lealtades opuestas, los líderes de la Iglesia alentaron a los miembros a obedecer a Dios antes que al hombre. Muchos Santos de los Últimos Días emprendieron el curso de la desobediencia civil en la década de 1880 al continuar viviendo como matrimonio plural y al contraer nuevos matrimonios plurales6. El gobierno federal respondió promulgando leyes cada vez más severas.
Entre 1850 y 1896, Utah era un territorio del gobierno de los Estados Unidos, por lo cual los oficiales federales de Washington D. C. ejercían gran control sobre los asuntos locales. En 1882, el Congreso de los Estados Unidos promulgó la Ley Edmunds que penalizaba la convivencia ilegal (que comprende a un hombre que convive con más de una esposa) con seis meses de cárcel y una multa de $300. En 1887, el Congreso aprobó la Ley Edmunds Tucker para penalizar a la Iglesia como un ente, no sólo a sus miembros. La ley ordenaba la disolución de la corporación de la Iglesia y que todas sus propiedades superiores a $50.000 fuesen confiscadas por el gobierno.
Esta oposición gubernamental fortaleció la resolución de los santos de hacer resistencia a lo que ellos consideraban leyes injustas. Los hombres polígamos se ocultaron, a veces hasta por años, yendo de casa en casa, quedándose con amigos o familiares. Otros adoptaron seudónimos y se mudaron a regiones alejadas en el sur de Utah, Arizona, Canadá y México7. Muchos escaparon de la persecución; muchos otros, al ser arrestados, se confesaron culpables y se sujetaron al pago de multas y encarcelamiento.
La campaña contra la poligamia generó un gran trastorno en las comunidades mormonas. La ausencia de los esposos hizo recaer en las esposas y en los hijos la atención de las granjas y los negocios, por lo que disminuyeron los ingresos y se produjo una recesión económica. La campaña también creó tensiones entre las familias. Las nuevas esposas plurales tenían que vivir apartadas de sus esposos y, confidencialmente, sólo unos pocos sabían de sus matrimonios. Con frecuencia, las mujeres embarazadas elegían ocultarse, a veces, en regiones apartadas, para no correr el riesgo de ser citadas a testificar en la corte en contra de sus maridos. Los hijos vivían con el temor de que sus familias fuesen desintegradas, o que se les obligase a testificar en contra de sus padres. Algunos hijos se ocultaron y asumieron otra identidad8.
A pesar de las innumerables dificultades, muchos Santos de los Últimos Días estaban convencidos de que la campaña contra la poligamia contribuía a que se lograsen los propósitos de Dios. Ellos testificaron que Dios estaba haciendo que Su pueblo del convenio se humillara y purificara, tal como lo había hecho en el pasado. Myron Tanner, un obispo de Provo, Utah, pensaba que “la mano de opresión que recae sobre los padres, está haciendo más para convencer a nuestros hijos de la verdad del mormonismo como ninguna otra cosa lo podría haber hecho”9. El encarcelamiento por “motivos de conciencia” redundó en la edificación de muchos. George Q. Cannon, Consejero de la Primera Presidencia, salió rejuvenecido de su reclusión de cinco meses en la penitenciaría de Utah, él dijo: “Mi celda me ha parecido un lugar celestial, y pienso que los ángeles han estado allí”10.
La Iglesia terminó de construir y dedicó dos templos durante la campaña contra la poligamia, lo que constituye un gran logro11. Sin embargo, conforme se intensificaba la presión federal, muchos aspectos esenciales de la Iglesia se vieron gravemente restringidos, y la desobediencia civil se hacía cada vez menos sostenible como una solución de largo plazo. Entre 1885 y 1889, la mayoría de los apóstoles y presidentes de estaca estaban ocultos o en prisión. La administración de la Iglesia se tornó más difícil, cuando los agentes federales, actuando de conformidad con la Ley Edmunds-Tucker, comenzaron a incautar propiedades de la Iglesia12.
El Manifiesto
Luego de dos décadas de intentar negociar un cambio en la ley o de evitar sus funestas consecuencias, los líderes de la Iglesia comenzaron a estudiar medidas alternativas. En 1885 y 1886, establecieron comunidades en México y Canadá, fuera de la jurisdicción de las leyes de los Estados Unidos, donde las familias polígamas pudieran vivir en paz. Con la esperanza de que disminuyeran las hostilidades, los líderes de la Iglesia moderaron su posición y aconsejaron a los esposos polígamos que vivieran con sólo una de sus esposas a la vista de los demás, y propuso que no se enseñara el matrimonio plural públicamente. En 1889, las autoridades de la Iglesia prohibieron efectuar nuevos matrimonios plurales en Utah13.
Los líderes de la Iglesia procuraron con espíritu de oración la guía del Señor y se esforzaron por comprender lo que debían hacer. Tanto el presidente John Taylor como el presidente Wilford Woodruff sentían que el Señor les indicaba mantener el curso y no renunciar al matrimonio plural14.
Se recibió esta inspiración cuando las vías para una enmienda legal aún estaban abiertas. Estas vías se cerraron en mayo de 1890, cuando la Suprema Corte de los Estados Unidos ratificó la constitucionalidad de la Ley Edmunds Tucker, permitiendo que se procediera a la confiscación de las propiedades de la Iglesia. El presidente Woodruff vio que ahora los templos de la Iglesia y sus ordenanzas estaban en peligro. Sintiendo el peso de esta amenaza, él oró fervientemente sobre el asunto. Luego dijo: “El Señor me mostró, en visión y por revelación exactamente lo que sucedería si no poníamos fin a esta práctica”, refiriéndose al matrimonio plural. “Todos los templos se [escaparían] de nuestras manos”. Dios “me ha dicho exactamente qué hacer, y cuáles serían las consecuencias si no lo hacíamos”15.
El 25 de septiembre de 1890, el presidente Woodruff escribió en su diario que él estaba “bajo la necesidad de actuar para la salvación temporal de la Iglesia”. Él declaró: “Después de orar al Señor, y sintiéndome inspirado por Su Espíritu, he expedido… una Proclamación”16. Esta proclamación que ahora aparece publicada en Doctrina y Convenios como Declaración Oficial 1, fue dada a conocer al público el 25 de septiembre y se llegó a conocer como el Manifiesto17.
Se redactó el Manifiesto cuidadosamente para tratar el conflicto inmediato con el gobierno de los Estados Unidos. “No estamos enseñando la poligamia o matrimonio plural, ni permitiendo a persona alguna su práctica”, dijo el presidente Woodruff. “Por cuanto el Congreso ha establecido leyes que prohíben el matrimonio plural, y las cuales la Corte Suprema ha sostenido como constitucionales, yo, por la presente, declaro mi intención de sujetarme a dichas leyes, y de ejercer mi influencia en los miembros de la Iglesia a quienes presido para que hagan lo mismo”18.
Los miembros del Quórum de los Doce tuvieron reacciones diversas al Manifiesto. Franklin D. Richards estaba seguro de que era “la obra del Señor”. Francis M. Lyman dijo que “él había respaldado plenamente el Manifiesto desde que lo oyó por primera vez”19. Aunque no todos los Doce aceptaron inmediatamente el documento. John W. Taylor dijo que al principio, él “no se sentía aún del todo bien en cuanto al documento”20. John Henry Smith francamente admitió que “el Manifiesto había inquietado mucho sus sentimientos” y que aún se sentía “un poco inseguro” al respecto21. Sin embargo, en el transcurso de una semana, todos los miembros de los Doce votaron a favor de apoyar el Manifiesto.
El Manifiesto fue presentado formalmente a la Iglesia en la Conferencia General semestral de octubre de 1890, celebrada en el Tabernáculo de Salt Lake. El lunes 6 de octubre, Orson F. Whitney, un obispo de Salt Lake City, se paró en el púlpito y leyó los Artículos de Fe que incluyen el párrafo de que los Santos de los Últimos Días creen en “obedecer, honrar y sostener la ley”. Se sostuvieron estos artículos levantando la mano. Después de lo cual, Whitney leyó el Manifiesto y Lorenzo Snow, Presidente del Quórum de los Doce, propuso que se aceptara el documento como una declaración “autorizada y obligatoria”. Se invitó a los presentes a votar en cuanto a esta proposición. El periódico Deseret News informó que la votación fue “unánime”; la mayoría votó a favor, aunque hubo algunos que se abstuvieron de votar22.
El pueblo Santo de los Últimos Días aceptó el Manifiesto con ciertos grados de reservas. Muchos no estaban preparados para la terminación del matrimonio plural. La Presidenta General de la Sociedad de Socorro, Zina D. H. Young, captando la angustia del momento, escribió en su diario personal el día que se presentó el Manifiesto a la Iglesia: “Hoy fueron probados los corazones de todos, pero hemos puesto la mira en Dios y hemos hecho Su voluntad”23. El Manifiesto produjo incertidumbres en cuanto al futuro de algunas relaciones. Eugenia Washburn Larsen, temiendo lo peor, manifestó sentir una “densa oscuridad” al imaginarse que ella y otras esposas e hijos serían “abandonadas” por los esposos24. Sin embargo, otras esposas de matrimonios plurales reaccionaron al Manifiesto con “gran alivio”25.
Después del Manifiesto
Los Santos de los Últimos Días creen que el Señor revela Su voluntad “línea sobre línea; un poco allí, otro poco allá”26. En general, los miembros de la Iglesia de 1890 creían que el Manifiesto fue la “obra del Señor”, según las palabras de Franklin D. Richards. Aunque las implicaciones totales del Manifiesto no fueron visibles al principio; había que determinar su alcance, y las autoridades diferían en cuanto a la mejor forma de proceder. “Hemos sido guiados a nuestra posición actual en forma gradual”, explicó el apóstol Heber J. Grant27. Con el correr del tiempo y esforzándose por recibir revelación continua, los miembros de la Iglesia vieron “gradualmente” la manera de interpretar el Manifiesto en lo sucesivo.
Al principio, muchos líderes de la Iglesia creyeron que el Manifiesto simplemente “suspendía” el matrimonio plural por un tiempo indefinido28. Habiendo vivido, enseñado y sufrido tanto tiempo por el matrimonio plural, resultaba difícil imaginarse un mundo sin él. George Q. Cannon, uno de los Consejeros de la Primera Presidencia, comparó el Manifiesto con la ocasión en que el Señor eximió a los santos de construir templos en Misuri en la década de 1830, luego de que los santos fueron expulsados del estado. En un sermón que dio inmediatamente después de que se sostuvo el Manifiesto en la conferencia general, Cannon citó un pasaje de las Escrituras en el que el Señor exime a quienes procuran diligentemente cumplir con uno de Sus mandamientos mas sus enemigos se lo impiden: “He aquí, me conviene no exigirla más a esos hijos de los hombres, sino aceptar sus ofrendas”29.
No obstante, aún quedaban por resolver muchos asuntos prácticos. El Manifiesto no hacía mención de lo que debían hacer las familias de matrimonios plurales existentes. Por iniciativa propia, algunos matrimonios se separaron o divorciaron como consecuencia del Manifiesto; otros esposos dejaron de convivir con todas sus esposas, salvo una, pero continuaron brindando sostén económico y emocional a todos sus dependientes30. En reuniones a puertas cerradas con líderes locales, la Primera Presidencia condenó a los hombres que habían abandonado a sus esposas utilizando el Manifiesto como excusa. “Yo no prometí, no podría hacerlo ni haría que ustedes abandonaran a sus esposas e hijos”, les dijo el presidente Woodruff a esos hombres. “No pueden hacer esto y a la vez mantener su honor”31.
Basados en la creencia de que los convenios que habían hecho con Dios y con sus esposas tendrían que ser honrados por encima de todo, muchos esposos, inclusive líderes de la Iglesia, continuaron conviviendo con sus esposas plurales y teniendo hijos con ellas hasta bien entrado el siglo XX32. El persistir en la convivencia exponía a estas parejas a la amenaza de la persecución, tal como sucedía antes del Manifiesto, pero estas amenazas disminuyeron notablemente después de 1890. El Manifiesto marcó una nueva relación con el gobierno federal y con la nación: disminuyó la persecución a los polígamos, las esposas plurales salieron de sus escondites y adoptaron sus apellidos de casadas, y los esposos se relacionaban más libremente con sus familias, especialmente después de que el presidente de Estados Unidos, Benjamin Harrison, otorgara una amnistía general a los polígamos mormones en 189333. Tres años más tarde, Utah se convirtió en estado, con una constitución que prohibía la poligamia.
El Manifiesto declaraba la intención del presidente Woodruff de someterse a las leyes de los Estados Unidos. No decía nada en cuanto a las leyes de otras naciones. Desde el establecimiento de las colonias en México y Canadá, los líderes de la Iglesia habían solemnizado matrimonios plurales en esos países, y después de octubre de 1890, se siguieron celebrando allí matrimonios plurales en forma discreta34. Por regla general, los líderes de la Iglesia no fomentaban estos matrimonios y era difícil obtener aprobación. Tanto uno de los cónyuges, o ambos, que aceptaban estas uniones tenían que acceder a permanecer en Canadá o en México. Bajo circunstancias excepcionales, se efectuó un reducido número de matrimonios plurales en Estados Unidos entre 1890 y 1904, si bien se desconoce si se habían autorizado, o no, efectuar esos matrimonios en los Estados Unidos35.
No se conoce la cantidad exacta de nuevos matrimonios plurales efectuados durante esos años, dentro y fuera de los Estados Unidos. Los registros de sellamientos que se llevaron en este período, por lo general no indicaban si se trataba de un sellamiento monógamo o plural, por lo que se dificulta hacer cálculos exhaustivos. Sin embargo, se puede tener un número aproximado de la magnitud a partir de los registros cronológicos de matrimonios y sellamientos que llevaron los registradores de la Iglesia. Desde finales de 1880 hasta comienzos de 1900, en un tiempo en que había pocos templos y viajar hasta ellos representaba un viaje largo y extenuante, se permitió que las parejas Santos de los Últimos Días pudieran sellarse en matrimonio fuera de ellos.
El registro de “matrimonios y sellamientos solemnizados fuera del templo”, que no es completo, contiene 315 matrimonios efectuados entre el 17 de octubre de 1890 y el 8 de septiembre de 190336. De los 315 matrimonios inscritos en el registro, la investigación revela que 25 (7.9%) eran matrimonios plurales, mientras que 290 eran matrimonios monógamos (92.1%). Casi todos los matrimonios monógamos registrados se efectuaron en Arizona o en México. De los 25 matrimonios plurales, 18 se llevaron a cabo en México, 3 en Arizona, 2 en Utah, 1 en Colorado y 1 a bordo de un buque en el Océano Pacífico. En términos generales, el registro muestra que la práctica del matrimonio plural iba en descenso y que los líderes de la Iglesia estaban actuando de buena fe para sujetarse a los términos del Manifiesto, conforme a su entendimiento de los mismos37.
Aún no está claro el procedimiento exacto por el cual se autorizaron dichos matrimonios. Después del Manifiesto, y durante un tiempo, los matrimonios plurales requerían la aprobación de un miembro de la Primera Presidencia. No existen evidencias definitivas, sin embargo, las decisiones las tomaba la Primera Presidencia en conjunto; el presidente Woodruff, por ejemplo, solía referir las solicitudes para aprobar nuevos matrimonios plurales al presidente Cannon, para su consideración personal38. Hacia finales de 1890, al menos algunos de los hombres que poseían la autoridad para efectuar sellamientos, aparentemente se consideraban libres para aceptar o rechazar solicitudes según su propio criterio, independientemente de la Primera Presidencia. El apóstol Heber J. Grant, por ejemplo, informó que en una visita que hizo en 1890 a las colonias establecidas en México, recibió diez solicitudes de matrimonios plurales en un mismo día. Él las rechazó todas. “Confieso”, le comentó a un amigo, “que siempre ha sido en contra de mis deseos transgredir documentos de este tipo [por ejemplo: el Manifiesto]”39.
El segundo Manifiesto
Al principio, se sabía muy poco acerca de la realización de nuevos matrimonios plurales después del Manifiesto fuera del ámbito de la Iglesia. Una vez que esto se supo, muchos ciudadanos estadounidenses se alarmaron, especialmente después de que el presidente George Q. Cannon declarara en una entrevista con el periódico New York Herald, que se podrían efectuar nuevos matrimonios plurales en Canadá y México40. Luego de resultar elegido B. H. Roberts, miembro del Primer Quórum de los Setenta, para el Congreso de los Estados Unidos, se llegó a conocer que Roberts tenía tres esposas, habiéndose casado con una de ellas después del Manifiesto. Una solicitud respaldada por siete millones de firmas exigió la destitución de Roberts. El Congreso estuvo de acuerdo, y Roberts fue destituido de su cargo41.
La exclusión de B. H. Roberts hizo que las prácticas matrimoniales de los mormones fueran objeto de investigación nuevamente. El Presidente de la Iglesia, Lorenzo Snow, publicó una declaración aclarando que los nuevos matrimonios plurales habían cesado en la Iglesia, y que la aplicación del Manifiesto era extensible a todas partes del mundo; instrucción que repitió en privado. Aun así, se celebraron algunos nuevos matrimonios plurales, probablemente sin el consentimiento ni la aprobación del presidente Snow. Cuando Joseph F. Smith pasó a ser el Presidente de la Iglesia en 1901, también se efectuaron un reducido número de nuevos matrimonios plurales durante los primeros años de su administración42.
La responsabilidad de la Iglesia en estos matrimonios llegó a ser tema de intenso debate, luego de que Reed Smoot, un apóstol, fuera elegido para el Senado de los Estados Unidos en 1903. Aunque Smoot era monógamo, su condición de apóstol hizo que se cuestionara su lealtad hacia el país. ¿Cómo podría Smoot apoyar las leyes de la Iglesia, siendo que algunos de sus oficiales habían efectuado, consentido o participado en nuevos matrimonios plurales, y al mismo tiempo, apoyar las leyes del país que declaraban ilegales los matrimonios plurales? Durante cuatro años, los legisladores debatieron este asunto en largas audiencias públicas.
El Senado llamó a muchas personas a testificar. El Presidente de la Iglesia, Joseph F. Smith subió al estrado de la cámara del Senado en marzo de 1904. Cuando lo interrogaron, él defendió sus relaciones familiares diciendo al comité que él había convivido con sus esposas y tenido hijos con ellas desde 1890. Él dijo, que sería una deshonra para él romper los sagrados convenios que él había hecho con sus esposas y con Dios. Cuando se le preguntó en cuanto a nuevos matrimonios plurales efectuados desde 1890, el presidente Smith hizo una clara distinción entre las acciones aprobadas por la Iglesia y ratificadas en sus concilios y conferencias, y las acciones emprendidas por los miembros de la Iglesia en forma individual. “Desde el Manifiesto, jamás ha habido un matrimonio plural con el consentimiento, la venia, el conocimiento o la aprobación de la Iglesia”, testificó él43.
En este escenario legal, el presidente Smith procuró proteger a la Iglesia, al tiempo que declaraba la verdad. Su testimonio transmitió la distinción de lo que los líderes de la Iglesia habían comprendido por mucho tiempo: El Manifiesto había retirado el mandamiento divino dado a la Iglesia en forma colectiva de sostener y defender el matrimonio plural; no había, hasta ese momento, prohibido a las personas que continuaran practicando o efectuando matrimonios plurales como un asunto de conciencia religiosa.
Era el momento adecuado para cambiar esta percepción. La mayoría de los matrimonios mormones siempre habían sido monógamos, y desde hacía un tiempo se había dado un giro hacia la monogamia como la única forma aprobada. En 1889, se llamó al Quórum de los Doce a un monógamo de toda la vida; después de 1897, todo nuevo apóstol llamado a los Doce era monógamo al tiempo de su llamamiento, con una sola excepción44. A partir de la década de 1890, a medida que los líderes de la Iglesia instaron a los miembros a permanecer en sus países de origen y “edificar Sion” en esos lugares en vez de migrar a Utah como en años anteriores, se hizo importante que ellos obedecieran las leyes que exigían la monogamia.
Durante su comparecencia en el Senado, el presidente Smith públicamente prometió aclarar la postura de la Iglesia con respecto al matrimonio plural. En la Conferencia General de abril de 1904, el presidente Smith presentó una enérgica declaración, conocida como el Segundo Manifiesto, en el que se incluían sanciones para los que contrajeran matrimonios plurales: “Si un oficial o un miembro de la Iglesia se dispusiera a solemnizar o a contraer esta clase de matrimonio, se le considerará en transgresión contra la Iglesia, será sancionado de acuerdo con las normas y regulaciones de la misma, así como excomulgado de ella”45. Esta declaración había sido aprobada por los consejos que presidían la Iglesia y fue sostenida unánimemente en la conferencia como autorizada y obligatoria para la Iglesia46.
El Segundo Manifiesto marcó un hito decisivo. Por primera vez, los miembros de la Iglesia fueron advertidos de que los nuevos matrimonios plurales no contaban con la aprobación de Dios ni de Su Iglesia. El Segundo Manifiesto expandió el ámbito y el alcance del primero. “Cuando se dio [el Manifiesto]”, explicó el élder Francis M. Lyman, Presidente del Quórum de los Doce, “éste simplemente informó a los miembros que ya no era necesario que contrajeran matrimonios plurales, pero la acción emprendida en la conferencia efectuada en Salt Lake City el día 6 de abril de 1904 [el Segundo Manifiesto] hizo que ese manifiesto fuera prohibitorio”47.
Los líderes de la Iglesia actuaron con el fin de comunicar la seriedad de esta declaración a los líderes y miembros en todos los niveles. El presidente Lyman envió cartas a cada miembro del Quórum de los Doce, bajo la dirección de la Primera Presidencia, notificándoles que el Segundo Manifiesto “se haría cumplir estrictamente”48. Contraviniendo a esta instrucción, dos apóstoles, John W. Taylor y Matthias F. Cowley, siguieron efectuando y alentando nuevos matrimonios plurales después del Segundo Manifiesto. Al final, ellos fueron retirados del quórum49. Luego, Taylor fue excomulgado de la Iglesia al insistir en que tenía derecho de continuar efectuando matrimonios plurales. A Cowley le fue restringido el uso de su sacerdocio y más tarde admitió haber estado “completamente equivocado”50.
Algunas parejas que contrajeron matrimonios plurales entre 1890 y 1904 se separaron después del Segundo Manifiesto, pero muchas otras continuaron conviviendo discretamente hasta la década de 1930 y más allá51. Los miembros de la Iglesia que rechazaron el Segundo Manifiesto y persistieron en abogar públicamente por el matrimonio plural o por efectuar nuevos matrimonios plurales fueron convocados a consejos disciplinarios de la Iglesia. Algunos de los que fueron excomulgados se agruparon para fundar movimientos independientes y se les llama a veces fundamentalistas. Estos grupos no están afiliados ni apoyados por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Desde la administración del presidente Joseph F. Smith, los Presidentes de la Iglesia continuamente han recalcado que la Iglesia y sus miembros ya no están autorizados a contraer matrimonios plurales, y han puesto énfasis en la sinceridad de sus palabras al instar a los líderes locales a presentar ante los consejos disciplinarios de la Iglesia a los miembros que no cumplan con esto.
Conclusión
La norma de Dios en cuanto al matrimonio es que éste debe ser entre un hombre y una mujer, a menos que Él declare algo diferente, tal como hizo por medio de Su profeta, José Smith. El Manifiesto marcó el comienzo del regreso a la monogamia, que es la norma actual de la Iglesia52. En una conferencia general, poco después de haberse expedido el Manifiesto, el presidente George Q. Cannon comentó sobre el proceso de revelación que dio origen al Manifiesto: “La Presidencia de la Iglesia tiene que andar de la misma manera que ustedes andan”, dijo él. “Ellos tienen que dar pasos, tal como ustedes los dan; y ellos tienen que depender de las revelaciones de Dios conforme las van recibiendo. Ellos no pueden ver el fin desde el principio, como lo ve el Señor”. “Todo lo que podemos hacer”, dijo Cannon, refiriéndose a la Primera Presidencia, “es procurar conocer la mente y la voluntad de Dios, y cuando la recibimos, aunque pueda entrar en contradicción con cada sentimiento que habíamos albergado previamente, no tenemos otra opción que dar el paso que nos señala Dios, y confiar en Él”53.