Pornografía
Afrontándolo juntos


“Afrontándolo juntos”, Ayuda para el cónyuge, 2021

“Afrontándolo juntos”, Ayuda para el cónyuge

Afrontándolo juntos

*La historia de Candice

Antes de casarnos, ya sabía de la adicción de mi esposo a la pornografía, pero nunca me podría haber imaginado el impacto que tendría en cada aspecto de nuestra vida juntos.

Cuando una adicción a la pornografía se combina con una obsesión por los juegos de computadora y el desempleo, se convierte en la receta de la infelicidad. Durante el segundo año de nuestro matrimonio, mi depresión tocó fondo. Me pasaba la mayoría de los días sentada en una mecedora en la habitación de mi hijo recién nacido, meciéndolo y mirando por la ventana mientras lloraba. Decidí que había llegado el momento de dar fin a esta desdicha e hice planes para obtener el divorcio. Estaba lista para proceder, pero sentí que debía hablar con el obispo primero.

Unos días después, mi esposo me dijo que iba a tener un consejo disciplinario de la Iglesia y que podía asistir si lo deseaba, pero que no era una obligación. Se me cayó el alma a los pies. Esto no era lo que debía ser el matrimonio eterno o lo que yo soñaba durante todas aquellas lecciones de las Mujeres Jóvenes en cuanto al matrimonio eterno. Decidí que aquella tarde le hablaría a mi obispo de mi decisión de divorciarme.

Cuando el obispo me llamó a su oficina, me miró directamente a los ojos y me dijo que Satanás casi había destruido mi familia, pero que todavía era posible mantenerla unida. Dijo que todavía existía esperanza para mi familia.

Me fui a casa con la determinación de no permitir que Satanás ganara. Ya había luchado contra él en la existencia preterrenal y ahora lucharía contra él con todo lo que tenía aquí en la tierra. Leí todos los discursos de las conferencias generales acerca del perdón, la Expiación del Salvador, la familia, la esperanza y la manera de superar los desafíos. Leí todos los pasajes de las Escrituras que hablaban del perdón. No sabía si alguna vez podría perdonar todo el dolor y la decepción, pero oré sinceramente para poder perdonar a mi esposo.

Una mañana, me arrodillé y prometí al Padre Celestial que si me sostenía no consideraría el divorcio nunca más. Han transcurrido ocho años desde ese día. La adicción sigue presente, con altibajos, pero seguimos trabajando juntos en nuestro matrimonio.

Mi obispo me dijo varias veces que no estaba sola y que la pornografía era un enorme problema en la Iglesia, pero yo no conocía a nadie cuyo esposo fuera adicto a la pornografía. Cuando el obispo nos dio información acerca del Programa para recuperarse de las adicciones, observé que tenían una reunión de grupo especial para mujeres cuyos cónyuges eran adictos a la pornografía.

Sentí inmediatamente que allí era donde debía ir. Le dije a mi esposo que podía acompañarme si lo deseaba, pero que yo iría de todos modos.

Terminamos yendo juntos, él a la reunión de los hombres y yo a la de las mujeres. Estas reuniones me permitieron ver que había otras mujeres que afrontaban los mismos problemas que yo. Comencé a afrontar los sentimientos que había enterrado. Aprendí a ser feliz, independientemente de las acciones de mi esposo. Sus acciones no tenían por qué controlar mis emociones, acciones, sentimientos o autoestima personales. Aprendí a amar, a perdonar, a aferrarme al Salvador y a llegar a ser independiente de las influencias externas. Mi esposo obtuvo el impulso que necesitaba y sigue asistiendo a reuniones de recuperación.

Como cónyuge, puedo amar y apoyar a mi esposo, pero no puedo solucionar la adicción por él. Es un camino que él debe recorrer, pero yo estaré ahí, animándole a su lado durante todo el tiempo que sea necesario. Nos esforzamos por criar a nuestros hijos en un hogar feliz, y los dos procuramos ser amigos y amarnos mutuamente. Mi esposo es un gran padre para nuestros hijos y ellos lo adoran de verdad. Él es mi mejor amigo.

Me siento agradecida de que el PRA, atentos líderes del sacerdocio y sobre todo nuestro Salvador me hayan enseñado la forma de amar y perdonar. Aunque mi esposo sigue luchando contra esta adicción, gracias al evangelio de Jesucristo puedo sonreír cada día.

*Se ha cambiado el nombre.

Esta historia procede del sitio web del Programa para recuperarse de las adicciones.