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Jesucristo, el divino Redentor del mundo


Capítulo 3

Jesucristo, el divino Redentor del mundo

“La salvación no podría venir al mundo sin la mediación de Jesucristo”.

De la vida de José Smith

Años antes de que naciera José Smith, su abuelo paterno sintió la inspiración de que en su familia iba a suceder algo “que revolucionaría el mundo”1. En la historia de José Smith leemos: “Mi abuelo, Asael Smith, predijo hace mucho tiempo que en su familia se levantaría un profeta, y mi abuela estaba plenamente convencida de que la predicción se había cumplido en mí. Mi abuelo Asael murió en East Stockholm, Condado de St. Lawrence, Nueva York, después de haber recibido el Libro de Mormón y de haberlo leído casi todo, y declaró que yo era aquel profeta que por tanto tiempo él supo que nacería en su familia”2.

Una de las responsabilidades más importantes de José Smith como el Profeta de la Restauración era testificar de Jesucristo. Él fue bendecido para tener un conocimiento personal de la divinidad de Jesucristo y para entender Su misión como Redentor del mundo. Ese conocimiento comenzó con la Primera Visión, en la cual el joven José vio al Padre Celestial y a Jesucristo y oyó al Padre decir: “Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (José Smith—Historia 1:17). En esta experiencia sagrada, José Smith tuvo el privilegio de recibir instrucciones del Salvador del mundo.

Casi doce años después, el 16 de febrero de 1832, el Profeta, junto con Sidney Rigdon como escribiente, traducía la Biblia en casa de John Johnson, en Hiram, Ohio. Después de que el Profeta tradujo Juan 5:29, donde se describe la resurrección de los que son buenos y de los que son malos, se abrió una visión ante ambos hombres, y vieron al Salvador y conversaron con Él:

“Fueron abiertos nuestros ojos e iluminados nuestros entendimientos por el poder del Espíritu, al grado de poder ver y comprender las cosas de Dios, aun aquellas cosas que existieron desde el principio, antes que el mundo fuese, las cuales el Padre decretó por medio de su Hijo Unigénito, que estaba en el seno del Padre aun desde el principio, de quien damos testimonio, y el testimonio que damos es la plenitud del evangelio de Jesucristo, que es el Hijo, a quien vimos y con el cual conversamos en la visión celestial…

“Y vimos la gloria del Hijo, a la diestra del Padre, y recibimos de su plenitud; y vimos a los santos ángeles y a los que son santificados delante de su trono, adorando a Dios y al Cordero, y lo adoran para siempre jamás.

“Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive!

“Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre; que por él, por medio de él y de él los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios” (D. y C. 76:12–14, 20–24).

José Smith volvió a ver al Salvador el 3 de abril de 1836. Él y Oliver Cowdery se habían retirado junto al púlpito oeste en el Templo de Kirtland, donde se inclinaron en una oración solemne; después de lo cual el Salvador se apareció ante ellos. El Profeta dijo:

“El velo fue retirado de nuestras mentes, y los ojos de nuestro entendimiento fueron abiertos. Vimos al Señor sobre el barandal del púlpito, delante de nosotros; y debajo de sus pies había un pavimento de oro puro del color del ámbar. Sus ojos eran como llama de fuego; el cabello de su cabeza era blanco como la nieve pura; su semblante brillaba más que el resplandor del sol; y su voz era como el estruendo de muchas aguas, sí, la voz de Jehová, que decía: Soy el primero y el último; soy el que vive, soy el que fue muerto; soy vuestro abogado ante el Padre” (D. y C. 110:1–4).

Gracias a esas experiencias, el Profeta obtuvo conocimiento personal y llegó a ser un testigo especial de la divinidad del Salvador.

Las enseñanzas de José Smith

En todas las dispensaciones, el pueblo de Dios ha confiado en la expiación de Cristo para la remisión de sus pecados.

“La salvación no podría venir al mundo sin la mediación de Jesucristo”3.

“Dios… preparó un sacrificio en el don de Su propio Hijo que sería enviado en el debido tiempo para preparar el camino o abrir la puerta por la cual el hombre podría entrar en la presencia del Señor, de la cual había sido echado por su desobediencia. De cuando en cuando, en distintas épocas del mundo, estas buenas nuevas llegaron a los oídos de los hombres hasta la venida del Mesías.

“Por la fe en esta Expiación o plan de redención, Abel ofreció a Dios un sacrificio aceptable de las primicias del rebaño. Caín ofreció del fruto de la tierra, y no fue aceptado, porque no pudo hacerlo con fe; no podía tener fe ni podía ejercer una fe que se opusiera al plan celestial. Para expiar por el hombre, era necesario el derramamiento de la sangre del Unigénito, porque así lo disponía el plan de redención; y sin el derramamiento de sangre no había remisión; y en vista de que se instituyó el sacrificio como símbolo mediante el cual el hombre habría de discernir el gran Sacrificio que Dios había preparado, no se podría ejercer la fe al ofrecer un sacrificio contrario, porque la redención no se pagó de esa manera, ni se instituyó el poder de la Expiación según ese orden. Por consiguiente, Caín no pudo haber tenido fe, y, lo que no se hace por la fe, es pecado. Pero Abel ofreció un sacrificio aceptable mediante el cual recibió testimonio de que era justo, y Dios mismo le testificó de sus dones [véase Hebreos 11:4].

“Ciertamente, verter la sangre de un animal no beneficiaría a nadie, a menos que se hiciese como imitación o símbolo o explicación de lo que se iba a ofrecer por medio del don de Dios mismo; y esto debería hacerse fijando su vista hacia adelante, con fe en el poder de ese gran Sacrificio para la remisión de los pecados…

“…No podemos creer que los antiguos de todas las épocas no hayan tenido ningún conocimiento del sistema celestial, como muchos suponen, porque todos los que se han salvado, se salvaron mediante el poder de este gran plan de redención, tanto antes de la venida de Cristo como después; si no fuera así, Dios habría puesto en marcha diferentes planes (si podemos decirlo) para llevar a los hombres a morar otra vez con Él; y eso no podemos creerlo, pues no ha habido cambio en la constitución del hombre desde que cayó, y la ordenanza o la institución de ofrecer sangre en sacrificio tenía por objeto continuar sólo hasta que Cristo fuese ofrecido y derramara Su sangre, como ya se dijo, a fin de que el hombre pudiera esperar con fe esa época…

“Podemos deducir, según estas notables palabras de Jesús a los judíos, que la ofrenda del sacrificio tenía por objeto orientar los pensamientos hacia Cristo: ‘Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó’ [Juan 8:56]. De manera que el hecho de que los antiguos ofrecieran sacrificios no les impedía escuchar el Evangelio; antes bien servía, como hemos dicho, para abrirles los ojos y permitirles fijar su vista hacia el tiempo de la venida del Salvador y regocijarse en Su redención… concluimos que cuando el Señor se revelaba a los hombres en los días antiguos y les mandaba que le ofrecieran sacrificios, lo hacía para que mirasen con fe hacia el tiempo de Su venida, y confiasen en el poder de esa Expiación para la remisión de sus pecados. Y eso es lo que han hecho los miles que nos han precedido, cuyos vestidos están sin mancha, e igual que Job, esperan con una convicción semejante a la de él, que en su carne lo verán en el postrer día sobre la tierra [véase Job 19:25–26].

“Podemos concluir que, aunque hubo diferentes dispensaciones, sin embargo, todas las cosas que Dios comunicó a Su pueblo se diseñaron para orientar sus mentes hacia el gran propósito y enseñarles a confiar sólo en Dios como el Autor de su salvación, tal como se hallaba en Su ley”4.

Debido a que Jesucristo se levantó de los muertos, todos los seres humanos resucitarán.

“Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y de los profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de eso. Pero en relación con esos principios creemos en el don del Espíritu Santo, en el poder de la fe, en disfrutar de los dones espirituales de acuerdo con la voluntad de Dios, en la restauración de la casa de Israel y en el triunfo final de la verdad”5.

“ ‘Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados’; todos resucitarán de los muertos [1 Corintios 15:22]. El Cordero de Dios ha llevado a cabo la Resurrección, a fin de que todos se levanten de los muertos”6.

“Dios ha señalado un día en que juzgará al mundo, y ha confirmado esto en que levantó a Su Hijo Jesucristo de los muertos. Ese es el punto sobre el cual fundan su esperanza de futura felicidad y gozo todos aquellos que creen en el registro inspirado; porque ‘si Cristo no resucitó’, dijo Pablo a los corintios, ‘vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron’ [1 Corintios 15:17–18]…

“Cristo ciertamente ha resucitado de los muertos; y si se ha levantado de los muertos, Él, por Su poder, hará que todos los hombres comparezcan ante Él; porque si Él se ha levantado de los muertos, las ligaduras de la muerte temporal se han desatado y no hay victoria para el sepulcro. Luego, si no hay victoria para la tumba, aquellos que guardan las palabras de Jesús y obedecen Sus enseñanzas no sólo reciben la promesa de que resucitarán de los muertos, sino la afirmación de que serán admitidos en Su reino glorioso; porque Él mismo dice: ‘Donde yo estuviere, allí también estará mi servidor’ [Juan 12:26]”7.

“Los que han muerto en Jesucristo pueden esperar recibir toda la plenitud de gozo, al salir de la tumba, que tuvieron o que esperaron tener aquí… Me regocija tener el privilegio de comunicarles algunas de estas cosas que, si con atención se entienden, serán una ayuda en el fragor de los terremotos, cuando se junten los nubarrones, brillen los relámpagos y las tormentas estén a punto de caer sobre ustedes con el estruendo de los truenos. Cíñanse a estas cosas y no dejen que sus rodillas ni sus coyunturas tiemblen ni su corazón desfallezca; entonces, ¿qué podrán hacerles los terremotos, las guerras y los tornados? Nada. Todas sus pérdidas se les compensarán en la resurrección si continúan siendo fieles. Lo he visto mediante la visión del Todopoderoso…

“Dios ha manifestado a Su Hijo desde los cielos, y también la doctrina de la resurrección; y tenemos el conocimiento de que a aquellos a quienes sepultemos aquí, Dios los volverá a levantar revestidos y vivificados por el Espíritu del gran Dios; ¿y qué importa que nosotros los sepultemos o que nos sepulten con ellos cuando no podemos tenerlos con nosotros por más tiempo? Dejemos que estas verdades ahonden en nuestros corazones a fin de que aun aquí empecemos a disfrutar de aquello que allá existirá en su plenitud”8.

Mediante la expiación de Cristo y la obediencia al Evangelio, podemos llegar a ser coherederos con Jesucristo.

“Creo en la divinidad de Jesucristo y en que Él murió por los pecados de todos los hombres, que habían caído debido a Adán”9.

Los Artículos de Fe 1:3: “Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”10.

“Después que Dios había creado los cielos y la tierra, el sexto día descendió y dijo: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen’. ¿A la imagen de quién? A la imagen de los Dioses los crearon, varón y hembra, inocentes, inofensivos y sin mancha, con la misma naturaleza y la misma imagen de los Dioses [véase Génesis 1:26–27]; y al caer, el hombre no la perdió sino que retuvo la imagen de su Creador. Cristo, que es la imagen del hombre, también es la imagen misma de la sustancia de Su Padre [véase Hebreos 1:3]… Mediante la expiación de Cristo y la resurrección, y la obediencia al Evangelio, seremos hechos nuevamente a la imagen de Su Hijo Jesucristo [véase Romanos 8:29]; entonces habremos llegado a tener la imagen, la gloria y la naturaleza de Dios”11.

“El Padre de nuestros espíritus [proveyó] un sacrificio para Sus criaturas, un plan de redención, un poder de expiación, un proyecto de salvación, que tiene como gran objeto llevar a los hombres de nuevo a la presencia del Rey de los cielos y coronarlos en la gloria celestial, y hacerlos herederos, junto con el Hijo, de esa herencia que es incorruptible, pura y que nunca se disipa”12.

“En las Escrituras se nos dice que los que obedecen los mandamientos serán herederos de Dios y coherederos con Jesucristo… ‘El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él en la carne, para que juntamente con él seamos glorificados’ [véase Romanos 8:16–17]”13.

“Es un gran consuelo para los que lloran, cuando tienen que separarse de un esposo, o esposa, de un padre, de una madre, de un hijo o de un pariente amado, saber que aunque el cuerpo terrenal es sepultado y se deshace, nuevamente se levantarán para morar en fuegos eternos en una gloria inmortal, para nunca más volver a afligirse, sufrir o morir, sino que serán herederos de Dios y coherederos con Jesucristo”14.

Jesucristo es perfecto, puro y santo, y nos ha llamado a ser como Él.

“¿Quién, entre todos los santos en estos últimos días, puede considerarse tan bueno como nuestro Señor? ¿Quién tan perfecto?, ¿tan puro?, ¿tan santo como Él? ¿Se podrá hallar alguno? Él nunca transgredió ni violó un mandamiento o ley celestial, no hubo engaño en Su boca ni falsedad en Su corazón… ¿Dónde hay uno semejante a Cristo? No se le puede hallar en la tierra”15.

“El hombre, no por su propia voluntad, fue sujeto a la vanidad, mas Cristo lo sujetó en esperanza [véase Romanos 8:20]; todos están sujetos a la vanidad mientras andan por entre los caminos torcidos y las dificultades que los rodean. ¿Dónde está el hombre que se halle libre de la vanidad? Nadie jamás fue perfecto, sino Jesús; ¿y por qué fue perfecto? Porque era el Hijo de Dios, y tenía la plenitud del Espíritu y mayor poder que cualquier hombre”16.

“Aun desde niño, [Jesucristo] ya tenía toda la inteligencia necesaria para permitirle reinar y gobernar el reino de los judíos, y podía razonar con los más sabios y profundos doctores de la ley y de la teología, y hacer que las teorías y prácticas de ellos parecieran insensatas comparadas con la sabiduría que Él poseía”17.

“Esperamos que tengan los mandamientos de nuestro Señor en el corazón, meditándolos constantemente, y que éstos les enseñen no sólo Su voluntad de proclamar el Evangelio, sino también Su mansedumbre y Su andar perfecto ante todos, aun en los tiempos de persecuciones y de maltrato encarnizados con los que una generación mala y adúltera lo abrumó a Él. Recuerden, hermanos, que Él los ha llamado a la santidad y, está demás decirlo, a ser puros como Él. ¡Cuán sabios, cuán santos, cuán castos y cuán perfectos debemos conducirnos ante Su vista!; y recuerden también que Su mirada está continuamente sobre ustedes”18.

“Al considerar la santidad y la perfección de nuestro gran Maestro, que ha abierto un camino por el cual podamos venir a Él, aun con el sacrificio de Sí mismo, nuestro corazón se enternece ante Su condescendencia. Y al reflexionar también en el hecho de que Él nos ha llamado a ser perfectos en todas las cosas, a fin de que estemos preparados para reunirnos con Él en paz cuando venga en Su gloria, con todos Sus santos ángeles, sentimos que debemos exhortar con intrepidez a nuestros hermanos a ser humildes y devotos, a andar ciertamente como hijos de luz y del día, para que reciban gracia a fin de resistir toda tentación y vencer todo mal en el noble nombre de nuestro Señor Jesucristo. Porque deben estar seguros, hermanos, de que en verdad está cerca el día en que el Maestro de la casa se levantará y cerrará la puerta, ¡y a nadie sino a los que estén vestidos para las bodas se le permitirá disfrutar de un asiento en la cena de bodas! [Véase Mateo 22:1–14.]”19

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Considere estas ideas al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñarlo. Si necesita más ayuda, consulte las páginas VII–XIII.

  • Repase los relatos de las visiones que tuvo José Smith del Salvador (págs. 47–49). ¿Qué piensa y qué siente al meditar sobre esas experiencias?

  • En la antigüedad se ofrecían sacrificios de animales para ayudar al pueblo del Señor a “abrirles los ojos y permitirles fijar su vista hacia el tiempo de la venida del Salvador y regocijarse en Su redención” (pág. 51). ¿Qué le ayuda a usted a pensar en el Salvador?

  • Lea el párrafo que empieza al final de la página 51 y continúa en la 52. Fíjese que un apéndice es una parte que está conectada a algo de mayor importancia, como una rama que se conecta con el tronco del árbol. ¿Por qué los testimonios de los apóstoles y profetas con respecto a la expiación y la resurrección del Salvador son “los principios fundamentales de nuestra religión”? Si tiene en cuenta que todo lo demás son apéndices de estos principios, ¿cómo debe enfocar su servicio en el hogar y en la Iglesia?

  • Repase las enseñanzas del profeta José sobre la Resurrección (págs. 51–54). ¿Qué consuelo le ofrece el saber que “todas sus pérdidas se les compensarán en la resurrección si continúan siendo fieles”. ¿Cómo nos ayuda el conocimiento de la resurrección a que “empecemos a disfrutar de aquello que allá existirá en su plenitud”?

  • Al repasar las páginas 54–55, medite sobre lo que ha hecho el Salvador para que podamos llegar a ser coherederos con Él. Piense en las formas en que usted puede demostrarle gratitud por Su sacrificio expiatorio.

  • En las páginas 55–57 el profeta José Smith menciona muchos de los atributos del Salvador. ¿En qué otros atributos piensa usted al reflexionar sobre la vida y la misión del Salvador? Considere algo que pueda hacer para llegar a parecerse más a Él.

Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema: Isaías 53:1–12; 2 Nefi 9:5–26; D. y C. 20:21–29.

Notas

  1. Informe de George A. Smith, Deseret News, 12 de agosto de 1857, pág. 183.

  2. History of the Church, 2:443; tomado de “History of the Church” (manuscrito), libro B-1, adenda, pág. 5. Archivos de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, Utah.

  3. History of the Church, 5:555; tomado de un discurso de José Smith, 27 de agosto de 1843, en Nauvoo, Illinois; informe de Willard Richards y William Clayton.

  4. History of the Church, 2:15–17; puntuación actualizada, alteración en la división de párrafos; tomado de “The Elders of the Church in Kirtland, to Their Brethren Abroad”, 22 de enero de 1834; publicado en Evening and Morning Star, marzo de 1834, pág. 143.

  5. History of the Church, 3:30; tomado de un editorial publicado en Elder’s Journal, julio de 1838, pág. 44; José Smith era el editor del periódico.

  6. History of the Church, 6:366; tomado de un discurso de José Smith, 12 de mayo de 1844, en Nauvoo, Illinois; informe de Thomas Bullock.

  7. History of the Church, 2:18–19; alteración en la división de párrafos; tomado de “The Elders of the Church in Kirtland, to Their Brethren Abroad”, 22 de enero de 1834; publicado en Evening and Morning Star, marzo de 1834, pág. 144.

  8. History of the Church, 5:361–362; alteración en la división de párrafos; tomado de un discurso de José Smith, 16 de abril de 1843, en Nauvoo, Illinois; informe de Wilford Woodruff y Willard Richards.

  9. History of the Church, 4:78; tomado de una carta de Matthew L. Davis a Mary Davis, 6 de febrero de 1840, Washington D.C., informe de un discurso que José Smith pronunció, 5 de febrero de 1840, en dicha ciudad.

  10. Los Artículos de Fe 1:3.

  11. Citado por James Burgess, en una compilación de selecciones de discursos de José Smith; James Burgess, Journals, 1841–1848, tomo 2, Archivos de la Iglesia.

  12. History of the Church, 2:5; tomado de “The Elders of the Church in Kirtland, to Their Brethren Abroad”, 22 de enero de 1834; publicado en Evening and Morning Star, febrero de 1834, pág. 135.

  13. Citado por George Laub, en una compilación de selecciones de discursos de José Smith, alrededor de 1845; George Laub, Reminiscences and Journal, enero de 1845–abril de 1857, pág. 31, Archivos de la Iglesia.

  14. History of the Church, 6:306; tomado de un discurso de José Smith el 7 de abril de 1844 en Nauvoo, Illinois; informe de Wilford Woodruff, Willard Richards, Thomas Bullock y William Clayton.

  15. History of the Church, 2:23; tomado de “The Elders of the Church in Kirtland, to Their Brethren Abroad”, 22 de enero de 1834; publicado en Evening and Morning Star, abril de 1834, pág. 152.

  16. History of the Church, 4:358; tomado de un discurso de José Smith, 16 de mayo de 1841, Nauvoo, Illinois; referencia de Times and Seasons, 1º de junio de 1841, págs. 429–430.

  17. History of the Church, 6:608; tomado de instrucciones de José Smith desde la cárcel de Carthage, Carthage, Illinois, 27 de junio de 1844; informe de Cyrus H. Wheelock.

  18. History of the Church, 2:13; tomado de “The Elders of the Church in Kirtland, to Their Brethren Abroad”, 22 de enero de 1834; publicado en Evening and Morning Star, marzo de 1834, pág. 142.

  19. Carta de José Smith y de los sumos sacerdotes a los hermanos de Geneseo, Nueva York, 23 de noviembre de 1833, Kirtland, Ohio, Archivos de la Iglesia.