Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
El martirio: El Profeta sella su testimonio con su sangre


Capítulo 46

El martirio: El Profeta sella su testimonio con su sangre

“Vivió grande y murió grande a los ojos de Dios y de su pueblo”.

De la vida de José Smith

La época del invierno y de la primavera de 1844 fue de mucha tensión en Nauvoo porque los enemigos de José Smith aumentaron sus esfuerzos por destruir tanto a él como a la Iglesia. Sabiendo que su ministerio terrenal llegaría pronto a su fin, el Profeta se reunía frecuentemente con miembros del Quórum de los Doce Apóstoles con el objeto de instruirlos y otorgar las llaves del sacerdocio indispensables para gobernar la Iglesia. Esos preparativos culminaron en marzo de 1844, en una reunión con los Apóstoles y con algunas otras personas cercanas a él. En ese consejo extraordinario, el Profeta encomendó a los Doce que gobernaran la Iglesia después de su muerte, explicándoles que les había conferido todas las ordenanzas, la autoridad y las llaves necesarias para hacerlo. “Paso de mis hombros a los suyos la carga y la responsabilidad de dirigir esta Iglesia”, declaró. “Ahora, preparen sus hombros y sobrellévenlas como hombres, porque el Señor me permitirá descansar un poco”1.

El 10 de junio de 1844, José Smith, que era alcalde de Nauvoo, y el consejo municipal ordenaron la destrucción del Nauvoo Expositor y de la imprenta en la cual se imprimía ese periódico antimormón que calumniaba al Profeta y a los santos y que promovía la anulación de la Carta Constitucional de Nauvoo. Los funcionarios de la ciudad temían que la publicación provocara que la chusma entrara en acción. Como resultado de esa medida que el alcalde y el consejo municipal tomó, las autoridades de Illinois emitieron contra el Profeta, su hermano Hyrum y otros funcionarios civiles, una acusación infundada de disturbio. Thomas Ford, gobernador de Illinois, ordenó que los hombres fueran a juicio en Carthage, Illinois, sede del condado, y les prometió protección. José sabía que si iba a Carthage, su vida estaría en gran peligro debido a los populachos que lo amenazaban.

Convencido de que las turbas estaban interesadas sólo en ellos, José y Hyrum decidieron partir para el oeste a fin de proteger su vida. El 23 de junio cruzaron el río Misisipí, pero ese mismo día, más tarde, unos hermanos de Nauvoo encontraron al Profeta y le dijeron que las tropas iban a invadir la ciudad si no se rendía a las autoridades de Carthage. Él accedió a hacerlo, con la esperanza de calmar tanto a los funcionarios del gobierno como a los populachos. El 24 de junio, José y Hyrum Smith se despidieron de sus respectivas familias y salieron a caballo para Carthage con otros funcionarios de la ciudad, entregándose voluntariamente al día siguiente a los funcionarios del condado, en Carthage. Después que habían dejado libres a los hermanos bajo fianza por la primera acusación, los acusaron falsamente de traición al estado de Illinois, los arrestaron y los encerraron en la cárcel de Carthage en espera de un juicio. Los élderes John Taylor y Willard Richards, que eran los únicos miembros de los Doce que no estaban en ese entonces en una misión, los acompañaron voluntariamente.

En la tarde del 27 de junio de 1844, el pequeño grupo de hermanos se hallaba sentado en la cárcel, en silencio y desconsolados. Uno de los hombres pidió al élder Taylor que les cantara, pues tenía una hermosa voz de tenor. En seguida se elevó su voz, cantando: “Un pobre forastero vi por mi camino al pasar; él me rogó con tanto afán que no lo pude rechazar”2. El élder Taylor comentó después que el himno “estaba muy de acuerdo con lo que sentíamos en aquel momento, porque nuestros espíritus estaban deprimidos, desanimados y sombríos”3.

Poco después de las cinco de la tarde, un grupo grande de atacantes asaltó la prisión disparando sus armas a los hombres que estaban dentro. En pocos minutos, dieron fin a su infame acción: Hyrum Smith fue el primero al que se le disparó y murió casi inmediatamente; la herida del élder Richards fue milagrosamente superficial, y élder Taylor, aunque fue gravemente herido, sobrevivió y llegó a ser el tercer Presidente de la Iglesia. José Smith corrió hacia la ventana, donde recibió heridas mortales. El Profeta de la Restauración y su hermano Hyrum habían sellado su testimonio con su sangre.

Las enseñanzas de José Smith

Dios protegió a José Smith hasta que terminó su misión terrenal.

En agosto de 1842, José Smith dijo: “Siento en la actualidad que si el Señor Todopoderoso me ha preservado hasta hoy, continuará protegiéndome, por medio de la fe y las oraciones unidas de los santos, hasta que haya cumplido cabalmente mi misión en esta vida y haya establecido firmemente la dispensación de la plenitud del sacerdocio en los últimos días, para que todos los poderes de la tierra y del infierno jamás prevalezcan contra ésta”4.

En octubre de 1843, el Profeta dijo: “Desafío a todo el mundo a que destruya la obra de Dios; y profetizo que jamás tendrán el poder para matarme sino hasta que se haya cumplido mi obra, y esté listo para morir”5.

En mayo de 1844, el Profeta dijo: “Dios me protegerá siempre hasta que se cumpla mi misión”6.

En junio de 1844, el Profeta manifestó: “No me importa mi propia vida; estoy listo para ofrecerme como sacrificio por este pueblo, porque, ¿qué pueden hacer nuestros enemigos? Sólo matar el cuerpo y ahí se acaba su poder. Permanezcan firmes, amigos míos, no vacilen nunca. No traten de salvar su vida, porque el que teme morir por la verdad perderá la vida eterna. Resistan hasta el fin, y seremos resucitados y llegaremos a ser como Dioses, y reinaremos en reinos celestiales, principados y dominios eternos”7.

A tempranas horas del 27 de junio de 1844, en la cárcel de Carthage, José Smith escribió una carta rápida a Emma Smith donde decía: “Me hallo completamente resignado a mi suerte, sabiendo que estoy justificado y que he hecho lo mejor que podía hacerse. Da mi amor a los niños y a todos mis amigos… en cuanto a traición, sé que no he cometido ninguna, y no podrían probar ni la apariencia de nada semejante, por lo que no debes temer que suframos ningún daño por ese motivo. Que Dios los bendiga a todos. Amén”8.

Antes de su muerte, José Smith confirió a los Doce Apóstoles cada una de las llaves del sacerdocio y el poder que el Señor había sellado sobre él.

Wilford Woodruff, el cuarto Presidente de la Iglesia, comentó: “[José Smith] pasó el último invierno de su vida, unos tres o cuatro meses, enseñando al Quórum de los Doce Apóstoles. No eran tan sólo unas pocas horas dedicadas a administrarles las ordenanzas del Evangelio, sino que pasó día tras día, semana tras semana y mes tras mes enseñándoles, a ellos y a unos cuantos más, las cosas del reino de Dios”9.

Wilford Woodruff dijo lo siguiente en cuanto a una reunión que José Smith tuvo con los apóstoles en marzo de 1844: “Recuerdo el último discurso que [José Smith] nos dio antes de su muerte… Estuvo de pie durante unas tres horas. El cuarto estaba lleno de lo que parecía un fuego inextinguible, su rostro era tan claro como el ámbar y se hallaba revestido con el poder de Dios. Nos explicó nuestro deber; nos presentó la plenitud de esta gran obra de Dios, y en sus palabras nos dijo: ‘Se han sellado sobre mi cabeza toda llave, todo poder, todo principio de vida y salvación que Dios haya dado a cualquier hombre que haya vivido sobre la faz de la tierra. Y estos principios y este sacerdocio y poder corresponden a esta grande y última dispensación que el Dios del cielo ha puesto Su mano para establecer en la tierra. Ahora’, dijo, dirigiéndose a los Doce, ‘he sellado sobre su cabeza toda llave, todo poder y todo principio que el Señor ha sellado sobre mi cabeza’. A continuación, dijo: ‘He vivido mucho tiempo, hasta el presente, he estado en medio de este pueblo y en la gran obra y labor de la redención. He deseado vivir para ver este templo construido, pero nunca viviré para verlo terminado; pero ustedes sí, ustedes sí’…

“Después de hablarnos de esa manera, dijo: ‘Les digo que la carga de este reino descansa ahora sobre sus hombros; deben llevarlo adelante a todo el mundo, y si no lo hacen serán condenados’ ”10.

Los integrantes del Quórum de los Doce Apóstoles escribieron: “Nosotros, [los Doce]… estuvimos presentes en un consejo que tuvo lugar en la ciudad de Nauvoo, a fines de marzo pasado [1844]…

“En ese consejo, José Smith parecía un tanto deprimido en espíritu, y tomó la decisión de abrirnos su corazón…: ‘Hermanos, el Señor desea que apresure la obra en la que nos hallamos embarcados… Pronto tendrá lugar un suceso importante; puede ser que mis enemigos me maten. Y en caso de que lo hagan, y que no se hayan impartido a ustedes las llaves y el poder que descansan en mí, éstas desaparecerían de la tierra. Pero si logro tener éxito en conferirlas sobre su cabeza, entonces que caiga víctima de manos asesinas si Dios así lo permite, y me iré con todo gozo y satisfacción sabiendo que mi obra ha terminado y que están colocados los cimientos sobre los cuales se edificará el reino de Dios en esta dispensación del cumplimiento de los tiempos.

“ ‘Sobre los hombros de los Doce de ahora en adelante debe descansar la responsabilidad de dirigir esta Iglesia hasta que ustedes nombren a otros que sean sus sucesores. Sus enemigos no pueden matar a todos ustedes a la vez, y si mataran a uno de ustedes, podrán imponer las manos sobre otros para llenar el quórum. De ese modo, ese poder y esas llaves se perpetuarán en la tierra’…

“Nunca olvidaremos sus sentimientos ni sus palabras en esa ocasión. Después de habernos hablado así, continuó caminando dentro del cuarto, y dijo: ‘Desde que me he quitado esa carga de los hombros, me siento tan liviano como un corcho. Siento que estoy libre. Le agradezco a mi Dios esta liberación’ ”11.

Parley P. Pratt, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “Aquel grande y buen hombre fue guiado, antes de su muerte, para convocar a los Doce a reunirse, de cuando en cuando, e instruirlos en todo lo pertinente al reino, a las ordenanzas y al gobierno de Dios. A menudo observó que él colocaba los cimientos, pero que el fin de la edificación quedaría en manos de los Doce. Y dijo: ‘No sé el porqué, pero por alguna razón se me exige apresurar mis preparativos y a conferir a los Doce todas las ordenanzas, las llaves, los convenios, las investiduras y las ordenanzas selladoras del sacerdocio, y a establecer ante ellos el modelo de todas las cosas pertinentes al santuario [el templo] y a la investidura allí’.

“Al haber hecho eso, se regocijó en extremo, porque, dijo: ‘el Señor está por colocar la carga sobre sus hombros y me permitirá descansar un tiempo; y si me matan’, continuó, ‘el reino de Dios seguirá adelante, puesto que ahora he terminado la obra que se me encomendó al entregarles todo lo necesario para edificar el reino, de acuerdo con la visión celestial y con el modelo que se me mostró desde el cielo’ ”12.

Brigham Young, el segundo Presidente de la Iglesia, enseñó esto: “Antes de que lo arrebataran de entre nosotros, José confirió sobre nuestra cabeza todas las llaves y todos los poderes pertinentes al Apostolado que él mismo poseía; ningún hombre ni grupo de hombres puede interponerse entre José y los Doce, ni en este mundo ni en el venidero. ¡Cuántas veces dijo José a los Doce: ‘He colocado el cimiento y ustedes deben edificar sobre él, porque sobre sus hombros descansa el reino!’ ”13.

El profeta José Smith y su hermano Hyrum vivieron con grandeza y murieron con grandeza por su testimonio del Evangelio.

Mientras prestaba servicio como miembro del Quórum de los Doce, John Taylor escribió lo siguiente, tal como está registrado en Doctrina y Convenios 135:1–6: “Para sellar el testimonio de este libro y el Libro de Mormón, anunciamos el martirio de José Smith el Profeta y de Hyrum Smith el Patriarca. Ambos fueron agredidos a tiros en la cárcel de Carthage, el 27 de junio de 1844, cerca de las cinco de la tarde, por una turba de entre ciento cincuenta y doscientas personas armadas, con la cara pintada de negro. Hyrum recibió los primeros disparos y con calma cayó, exclamando: ¡Soy hombre muerto! José saltó por la ventana y, al intentarlo, fue muerto a balazos mientras exclamaba: ¡Oh Señor, Dios mío! Muertos ya, dispararon sobre ellos de brutal manera y ambos recibieron cuatro balas.

“John Taylor y Willard Richards, dos miembros del Quórum de los Doce, eran las únicas personas que estaban en el cuarto en esa ocasión; aquél resultó gravemente herido con cuatro balas, pero ya se ha restablecido; éste, mediante la providencia de Dios, escapó sin un agujero siquiera en la ropa.

“José Smith, el Profeta y Vidente del Señor, ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él, exceptuando sólo a Jesús. En el breve espacio de veinte años ha sacado a luz el Libro de Mormón, que tradujo por el don y el poder de Dios, y lo ha hecho publicar en dos continentes; ha enviado la plenitud del evangelio sempiterno, que el libro contiene, a los cuatro ángulos de la tierra; ha publicado las revelaciones y los mandamientos que integran este libro de Doctrina y Convenios, así como muchos otros sabios documentos e instrucciones para el beneficio de los hijos de los hombres; ha congregado a muchos miles de los Santos de los Últimos Días; ha fundado una gran ciudad y ha dejado un nombre y una fama que no pueden fenecer. Vivió grande y murió grande a los ojos de Dios y de su pueblo; y como la mayoría de los ungidos del Señor en tiempos antiguos, ha sellado su misión y obras con su propia sangre; y lo mismo ha hecho su hermano Hyrum. ¡En vida no fueron divididos, y en su muerte no fueron separados!

“Al partir José para Carthage, para entregarse a los supuestos requisitos de la ley, dos o tres días antes de su asesinato, dijo: ‘Voy como cordero al matadero; pero me siento tan sereno como una mañana veraniega; mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres. Moriré inocente, y aún se dirá de mí: fue asesinado a sangre fría’. Esa misma mañana, Hyrum, después de haberse preparado para ir —¿a la matanza, diremos?, sí, porque así fue— leyó el siguiente párrafo, cerca del fin del capítulo doce de Éter, en el Libro de Mormón, y dobló la hoja:

“Y sucedió que le imploré al Señor que diera gracia a los gentiles, para que tuviesen caridad. Y aconteció que el Señor me dijo: Si no tienen caridad, es cosa que nada tiene que ver contigo; tú has sido fiel; por tanto, tus vestidos se hallan limpios. Y porque has visto tu debilidad, serás fortalecido, aun hasta sentarte en el lugar que he preparado en las mansiones de mi Padre. Y ahora… me despido de los gentiles; sí, y también de mis hermanos a quienes amo, hasta que nos encontremos ante el tribunal de Cristo, donde todos los hombres sabrán que mis vestidos no se han manchado con vuestra sangre [Éter 12:36–38]. Los testadores ahora han muerto, y su testamento está en vigor.

“En febrero de 1844, Hyrum Smith cumplió cuarenta y cuatro años, y en diciembre de 1843, José Smith cumplió treinta y ocho; y desde ahora sus nombres serán contados entre los de los mártires de la religión; y el lector de toda nación tendrá presente que costó la mejor sangre del siglo diecinueve publicar el Libro de Mormón y este libro de Doctrina y Convenios de la iglesia, para la salvación de un mundo perdido; y que si el fuego puede marchitar el árbol vivo para la gloria de Dios, cuánto más fácil consumirá los árboles secos para purificar la viña de toda corrupción. Vivieron por la gloria; murieron por la gloria; y la gloria es su recompensa eterna. De generación en generación sus nombres pasarán a la posteridad como joyas para los santificados”14.

José Smith cumplió su misión terrenal y selló su testimonio con su sangre.

Brigham Young declaró: “Aunque el enemigo tuvo poder para matar a nuestro Profeta, es decir, matar su cuerpo, ¿acaso en sus días no logró todo lo que deseaba lograr en su corazón? Lo hizo, lo sé ciertamente”15.

Además, Brigham Young enseñó: “¿Quién liberó a José Smith de las manos de sus enemigos hasta el día de su muerte? Fue Dios, aunque él estuvo al borde de la muerte una y otra vez hasta el punto de que en la perspectiva humana no había posibilidad de que se salvara. Cuando estuvo encarcelado en Misuri y nadie pensaba que podría escapar de las manos de sus enemigos, yo tenía la fe de Abraham y dije a los hermanos que como el Señor Dios vivía, él se libraría de sus manos. Aunque él había profetizado que no llegaría a la edad de cuarenta años, todos teníamos una encarecedora esperanza de que ésa fuese una profecía falsa, y de que pudiéramos tenerlo entre nosotros para siempre. Pensábamos que nuestra fe la invalidaría, pero estábamos equivocados; él cayó al fin como mártir de su religión. Yo dije: ‘Está bien; ahora el testimonio está en plena vigencia; él lo ha sellado con su sangre’ ”16.

Wilford Woodruff testificó: “Antes, tenía sentimientos peculiares sobre su muerte y la forma en que le quitaron la vida. Pensaba que si… José hubiera visto cumplido su deseo, habría dirigido el camino hacia las Montañas Rocosas. Pero desde entonces me he reconciliado completamente con el hecho de que todo estuvo de acuerdo con el plan; que, como cabeza de esta dispensación, se le requirió sellar su testimonio con su sangre y, a continuación, ir al mundo de los espíritus, poseyendo las llaves de esta dispensación, para abrir la misión que se lleva a cabo actualmente de predicar el Evangelio a ‘los espíritus que están en prisión’ ”17.

Joseph F. Smith, sexto Presidente de la Iglesia, enseñó lo siguiente: “¿Qué nos enseña el martirio [de José y Hyrum Smith]? La gran lección de que ‘donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador’ (Hebreos 9:16) para hacerlo válido. Más aún, que la sangre de los mártires es ciertamente la simiente de la Iglesia. El Señor permitió el sacrificio para que el testimonio de aquellos hombres virtuosos y rectos permanezca como testigo contra un mundo perverso y pecaminoso. Y, además, fueron ejemplos del asombroso amor del cual habla el Redentor: ‘Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos’ (Juan 15:13). Ese maravilloso amor lo manifestaron a los santos y al mundo, porque antes de empezar su viaje a Carthage, ambos se dieron cuenta y expresaron la convicción de que iban hacia su muerte… Su valor, su fe, su amor por la gente no tenían límite, y dieron todo lo que poseían por su pueblo. Tal devoción y amor no dejó duda en la mente de los que gozaban de la compañía del Santo Espíritu de que aquellos hombres buenos y verídicos eran ciertamente siervos autorizados del Señor.

“Ese martirio ha sido siempre una inspiración para los del pueblo del Señor. Les ha ayudado en sus pruebas individuales; les ha dado valor para seguir el camino de la rectitud y para conocer la verdad y vivir de acuerdo con ella; y lo tendrán presente como memoria sagrada los Santos de los Últimos Días que han aprendido las grandiosas verdades que Dios ha revelado por medio de Su siervo José Smith”18.

George Albert Smith, octavo Presidente de la Iglesia, declaró: “José Smith cumplió su misión; y cuando le llegó el momento de enfrentarse cara a cara con la muerte, dijo: ‘Voy como cordero al matadero, pero me siento tan sereno como una mañana veraniega. Mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres. Y si llegan a tomar mi vida, moriré siendo un hombre inocente, y mi sangre clamará desde la tierra pidiendo venganza, y aún se dirá de mí: Fue asesinado a sangre fría’ [Véase D. y C. 135:4]. No tenía miedo de encontrarse ante el agradable tribunal de nuestro Padre Celestial y responder de sus acciones en la carne. No tuvo miedo de enfrentar las acusaciones que se le habían hecho de que engañaba al pueblo y lo trataba injustamente. No tuvo miedo del resultado de la misión de su vida, ni temía por el triunfo final de la obra que él sabía que era de origen divino y por la cual dio la vida”19.

Gordon B. Hinckley, decimoquinto Presidente de la Iglesia, testificó, diciendo: “Tan seguro estaba [José Smith] de la causa que dirigía, tan seguro de la divinidad del llamamiento que había recibido, que consideraba todo ello más importante aún que su propia vida. Con la presciencia de su muerte inminente, se puso a disposición de quienes lo entregarían indefenso en manos del populacho; selló su testimonio con la sangre de su vida”20.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Considere estas ideas al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñarlo. Si necesita más ayuda, consulte las páginas VII–XIII.

  • Poco antes de que mataran a José y a Hyrum Smith, el élder John Taylor cantó “Un pobre forastero” (pág. 564). Lea o cante las palabras de ese himno (Himnos, Nº 16), y piense qué relación tienen con la vida del profeta José Smith. ¿Por qué sería apropiado para las circunstancias?

  • Repase las declaraciones donde se testifica que José Smith confirió las llaves del sacerdocio a los Doce Apóstoles (págs. 566–569). ¿Por qué considerarían los Apóstoles que era tan importante testificar de esa experiencia? ¿Qué testimonio tiene en cuanto a la sucesión en la Presidencia de la Iglesia?

  • Estudie el relato de John Taylor sobre el martirio de José y Hyrum Smith (págs. 569–571). ¿Cómo defendería la declaración de que José Smith “ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él, exceptuando sólo a Jesús”? Antes de ir a la cárcel de Carthage, Hyrum leyó Éter 12:36–38 y dobló la hoja. ¿En qué sentido se aplicaba ese pasaje a José y a Hyrum? ¿Qué siente al pensar en los sacrificios que José y Hyrum Smith hicieron por su testimonio de Jesucristo?

  • Lea los testimonios de los profetas de los últimos días en las páginas 571–573. ¿Qué palabras de gratitud y testimonio puede usted agregar a las de ellos?

Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema: Hebreos 9:16–17; D. y C. 5:21–22; 98:13–14; 112:30–33; 136:37–40.

Notas

  1. Citado en la declaración de los Doce Apóstoles (borrador sin fecha), informe de una reunión de marzo de 1844; en “Brigham Young, Office Files 1832–1878”, Archivos de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Salt Lake City, Utah.

  2. “Un pobre forastero”, Himnos, Nº 16.

  3. John Taylor, citado en History of the Church, 7:101; tomado de “The Martyrdom of Joseph Smith”, en la Oficina del Historiador, “History of the Church”, aprox. 1840–1880, pág. 47, Archivos de la Iglesia.

  4. History of the Church, 5:139–140; tomado de un discurso de José Smith, 31 de agosto de 1842, Nauvoo, Illinois; informe de Eliza R. Snow; véase también el apéndice, pág. 598, artículo 3.

  5. History of the Church, 6:58; tomado de un discurso de José Smith, 15 de octubre de 1843, Nauvoo, Illinois; informe de Willard Richards; véase también el apéndice, pág. 598, artículo 3.

  6. History of the Church, 6:365; tomado de un discurso de José Smith, 12 de mayo de 1844, Nauvoo, Illinois; informe de Thomas Bullock.

  7. History of the Church, 6:500; tomado de un discurso de José Smith, 18 de junio de 1844, Nauvoo, Illinois. Los compiladores de History of the Church combinaron en un discurso los informes verbales de varios testigos que estaban presentes.

  8. Carta de José Smith a Emma Smith, 27 de junio de 1844, cárcel de Carthage, Illinois; Archivos de La Comunidad de Cristo, Independence, Misuri; copia en los Archivos de la Iglesia.

  9. Wilford Woodruff, Deseret News: Semi-Weekly, 21 de diciembre de 1869, pág. 2.

  10. Wilford Woodruff Deseret Semi-Weekly News, 15 de marzo de 1892, pág. 2; puntuación actualizada.

  11. Declaración de los Doce Apóstoles (borrador sin fecha), informe de una reunión de marzo de 1844; en “Brigham Young, Office Files 1832–1878”, Archivos de la Iglesia.

  12. Parley P. Pratt, “Proclamation to The Church of Jesus Christ of Latter–day Saints”, Millennial Star, marzo de 1845, pág. 151.

  13. Brigham Young, citado en History of the Church, 7:230; alteración en la división de párrafos; tomado de un discurso de Brigham Young, 7 de agosto de 1844, Nauvoo, Illinois.

  14. Doctrina y Convenios 135:1–6.

  15. Brigham Young, Deseret News, 30 de abril de 1853, pág. 46; cursiva eliminada.

  16. Brigham Young, discurso pronunciado el 1º de agosto de 1852, Salt Lake City, Utah; en la Oficina del Historiador, “Reports of Speeches”, aprox. 1845–1885, Archivos de la Iglesia.

  17. Wilford Woodruff, Deseret News, 28 de marzo de 1883, pág. 146.

  18. Joseph F. Smith, “The Martyrdom”, Juvenile Instructor, junio de 1916, pág. 381; puntuación actualizada; alteración en la división de párrafos.

  19. George Albert Smith, en Conference Report, abril de 1904, pág. 64.

  20. Gordon B. Hinckley, Liahona, octubre de 1995, pág. 5.