Capítulo 7
El bautismo y el don del Espíritu Santo
“El bautismo de agua, si no lo acompaña el bautismo de fuego y del Espíritu Santo, no tiene ningún valor; están unidos necesaria e inseparablemente”.
De la vida de José Smith
En la época de José Smith, el río Susquehanna corría formando grandes recodos a través de bosques de robles y pinos y estaba rodeado de colinas y campos de grano. Era el río más grande de Pensilvania y formaba parte principal del paisaje de los alrededores de Harmony. Por estar el río cerca de su casa y ofrecer lugares tranquilos y aislados, el Profeta iba allí a veces para reflexionar y orar.
Fue en las riberas de ese río que el Profeta y Oliver Cowdery, el 15 de mayo de 1829, oraron sobre la importancia del bautismo. En respuesta a su oración, Juan el Bautista se apareció ante ellos, les confirió el Sacerdocio Aarónico y les mandó bautizarse el uno al otro. La bendición que habían estado buscando podía ahora realizarse de la manera apropiada y con el poder y la autoridad de Dios. Ambos bajaron al río y se bautizaron el uno al otro; José bautizó a Oliver primero, según la instrucción de Juan; después, le puso las manos sobre la cabeza y lo ordenó al Sacerdocio Aarónico, y Oliver hizo lo mismo por él. El Profeta comentó lo siguiente:
“Sentimos grandes y gloriosas bendiciones de nuestro Padre Celestial. No bien hube bautizado a Oliver Cowdery, cuando el Espíritu Santo descendió sobre él, y éste se puso de pie y profetizó muchas cosas que habían de acontecer en breve. Igualmente, en cuanto él me hubo bautizado, recibí también el espíritu de profecía y, poniéndome de pie, profeticé concerniente al desarrollo de esta Iglesia, y muchas otras cosas que se relacionaban con ella y con esta generación de los hijos de los hombres. Fuimos llenos del Espíritu Santo, y nos regocijamos en el Dios de nuestra salvación” (José Smith—Historia 1:73).
Las bendiciones del bautismo en seguida se extendieron a otros creyentes. Hacia fines de mayo, Samuel, el hermano menor del Profeta, fue a Harmony a visitar a José y a Oliver. “Nos… esforzamos por persuadirlo acerca del evangelio de Jesucristo, que ahora estaba a punto de revelarse en su plenitud”, dijo el Profeta. Samuel recibió un testimonio de la obra, y Oliver Cowdery lo bautizó, después de lo cual, Samuel “regresó a casa de su padre, glorificando y alabando a Dios en gran medida y estaba lleno del Espíritu Santo”1. En junio, el Profeta bautizó a su hermano mayor, Hyrum, que desde hacía mucho tiempo creía firmemente en el mensaje del Profeta. “De ahí en adelante hubo muchos creyentes”, escribió José, “y algunos fueron bautizados mientras nosotros continuábamos enseñando y persuadiendo”2.
El Profeta estaba especialmente agradecido de ver bautizado a su padre, Joseph Smith; sentía un amor profundo por él, que había sido el primero en creer en su mensaje después de la primera visita de Moroni. Joseph Smith fue bautizado el 6 de abril de 1830, el día en que se organizó la Iglesia. Lucy Mack Smith, madre del Profeta, relató: “José estaba de pie en la orilla cuando su padre salió del agua, y, al tomarlo de la mano, exclamó: ‘…¡He vivido para ver a mi padre bautizarse en la verdadera Iglesia de Jesucristo!’, y apoyó el rostro en el pecho de su padre y lloró de gozo, tal como lo hizo José de la antigüedad al ver a su padre cuando subió a la tierra de Egipto”3.
El día en que fue organizada la Iglesia muchos santos que ya se habían bautizado recibieron el don del Espíritu Santo por el poder del Sacerdocio de Melquisedec. El profeta José Smith enseñó haciendo hincapié en la necesidad tanto del bautismo como de la imposición de manos para recibir el don del Espíritu Santo. “El bautismo de agua, si no lo acompaña el bautismo de fuego y del Espíritu Santo, no tiene ningún valor” dijo; “están unidos necesaria e inseparablemente. El individuo debe nacer de agua y del Espíritu para poder entrar en el reino de Dios”4.
Las enseñanzas de José Smith
La ordenanza del bautismo es necesaria para la exaltación
“Dios ha puesto muchas señales en la tierra, así como en los cielos; por ejemplo, el roble del bosque, el fruto del árbol y la hierba del campo, todos son señales de que allí se ha plantado una semilla, porque el Señor ha decretado que todo árbol, toda planta y hierba que lleve semilla debe reproducir su propia especie, y no puede nacer de acuerdo con ninguna otra ley ni principio.
“Conforme al mismo principio, yo declaro que el bautismo es una señal ordenada por Dios que el creyente en Cristo debe tomar sobre sí a fin de entrar en el reino de Dios, porque según dijo el Salvador, “el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” [véase Juan 3:5]. Ésta es una señal y un mandamiento que Dios le ha dado al hombre para entrar en Su reino. Los que intenten entrar de alguna otra manera, lo intentarán en vano, porque Dios no los recibirá ni los ángeles aceptarán sus obras como muestra de reconocimiento, porque no han obedecido las ordenanzas ni han hecho caso de las señales que Dios ordenó para la salvación del hombre, a fin de prepararlo para la gloria celestial y darle un título en ella; y Dios ha decretado que todos los que no obedezcan Su voz no se librarán de la condenación del infierno. ¿Qué es la condenación del infierno? Ir con aquellos que no han obedecido Sus mandamientos.
“El bautismo es una señal para Dios, para los ángeles y para los cielos de que cumplimos con la voluntad de Dios; y no hay otro modo bajo los cielos que Dios haya ordenado para que el hombre venga a Él y sea salvo y entre en Su reino, sino por la fe en Jesucristo, el arrepentimiento y el bautismo para la remisión de los pecados, y cualquier otro camino es en vano; y entonces tienen la promesa del don del Espíritu Santo”5.
“Al examinar las páginas sagradas de la Biblia, buscando en las palabras de los profetas y de los apóstoles, no encontramos ningún tema tan estrechamente conectado con la salvación como el del bautismo… Entendamos que la palabra bautizar deriva del verbo griego baptiso, que significa sumergir…
“…No estaría mal presentar las instrucciones y los mandatos de Jesús mismo con respecto a este tema: Él dijo a los Doce, que eran once en aquel momento: ‘Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado’. Así está registrado por Mateo [Mateo 28:19–20]. En Marcos encontramos estas importantes palabras: ‘Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado’ [Marcos 16:15–16]…
“…‘Nicodemo, un principal entre los judíos… vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios’ [Juan 3:1–5].
“Esa respuesta firme y positiva de Jesús en cuanto al bautismo de agua resuelve la pregunta: Si Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre, no es de extrañar que haya sido tan firme en esta gran declaración: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado’ [Marcos 16:16]. No había ningún otro nombre bajo el cielo ni ninguna otra ordenanza aceptada por la que los hombres pudieran ser salvos. No causa sorpresa el hecho de que el Apóstol haya hablado de ser ‘sepultados con él en el bautismo’ y, aun así, de ser ¡resucitados de los muertos! [Véase Colosenses 2:12]. Ni tampoco es de sorprender que Pablo haya tenido que levantarse y bautizarse para lavar sus pecados [véase Hechos 9:17–18]”6.
En todas las dispensaciones, los santos se han bautizado en el nombre de Jesucristo.
“Los antiguos que fueron en realidad los patriarcas de la Iglesia en diferentes épocas, cuando ésta prosperaba sobre la tierra… entraban en el reino por medio del bautismo, puesto que la Escritura nos da esta evidencia: Dios no cambia. El Apóstol dice que el Evangelio es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; también nos dice que la vida y la inmortalidad salieron a luz por el Evangelio [véase Romanos 1:16; 2 Timoteo 1:10]…
“Dando por sentado que las Escrituras dicen lo que dan a entender y dan a entender lo que dicen, tenemos suficiente razón para seguir adelante y probar, según la Biblia, que el Evangelio siempre ha sido el mismo: las mismas ordenanzas, cuyos requisitos hay que obedecer; los mismos oficiales eclesiásticos para oficiar; y las mismas señales y frutos que vienen de sus promesas; por tanto, dado que Noé predicó la rectitud, él debió haber sido bautizado y ordenado al sacerdocio por la imposición de manos, etc. Porque ningún hombre toma para sí la honra sino el que ha sido llamado por Dios, como lo fue Aarón [véase Hebreos 5:4]…
“…Es preciso ver y reconocer que si había pecado entre los hombres, el arrepentimiento era tan necesario en una época del mundo como en otra, y que el hombre no podía establecer otro cimiento que el que ya existía, que es Jesucristo. Entonces, si Abel era un hombre justo, lo era por obedecer los mandamientos; si Enoc era justo hasta el punto de poder entrar en la presencia de Dios y andar con Él, tiene que haber sido por obedecer los mandamientos; y así es con toda persona recta, ya fuera Noé, el predicador de rectitud; o Abraham, el padre de los fieles; o Jacob, el que prevaleció con Dios; o Moisés, el hombre que escribió sobre Cristo y trajo consigo la ley por mandamiento como ayo para traer a los hombres a Cristo; o Jesucristo mismo, que no necesitaba el arrepentimiento porque no había cometido pecado, de acuerdo con la solemne afirmación que hizo a Juan: Ahora, déjame ser bautizado por ti, pues ningún hombre puede entrar en el reino sin obedecer esta ordenanza, porque así conviene que cumplamos toda justicia [véase Traducción de José Smith, Mateo 3:43]. Sin duda, entonces, si convenía a Juan y a Jesucristo, el Salvador, cumplir toda justicia con el bautismo, con seguridad convendrá a toda otra persona que busque el reino de los cielos ir y hacer lo mismo; porque Él es la puerta y si una persona trata de llegar de cualquier otra manera, ¡es un ladrón y un asaltante! [Véase Juan 10:1–2.]
“En las épocas antiguas del mundo, antes que el Salvador viniese en la carne, ‘los santos’ se bautizaban en el nombre de Jesucristo, que iba a venir, porque jamás hubo otro nombre por el cual los hombres pudiesen ser salvos; y después que vino en la carne y fue crucificado, los santos se bautizaron en el nombre de Jesucristo, crucificado, resucitado de los muertos y ascendido a los cielos, a fin de que pudiesen ser sepultados en el bautismo como Él, y ser levantados en gloria como Él; y así como no hubo sino un Señor, una fe, un bautismo y un Dios Padre de todos nosotros [véase Efesios 4:5–6], tampoco hubo más que una puerta a las mansiones de la felicidad”7.
Los niños que mueren antes de la edad de responsabilidad no necesitan el bautismo, porque son redimidos por la expiación de Jesucristo.
“El bautismo es para la remisión de los pecados. Los niños no tienen pecados. Jesús los bendijo y dijo: ‘Haced lo que me habéis visto hacer’. Todos los niños son vivificados en Cristo, y los de edad mayor pueden serlo por medio de la fe y del arrepentimiento”8.
“La doctrina de bautizar a los niños, o rociarlos con agua, para que no sufran en el infierno, es una doctrina falsa, no fundada en las Santas Escrituras, y no concuerda con la naturaleza de Dios. Todos los niños son redimidos por la sangre de Jesucristo, y en el momento en que salen de este mundo son llevados al seno de Abraham”9.
El profeta José Smith describió lo siguiente como parte de una visión que recibió el 21 de enero de 1836, y que más tarde se registró en Doctrina y Convenios 137:1, 10: “Los cielos nos fueron abiertos, y vi el reino celestial de Dios y su gloria… Y también vi que todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino de los cielos”10.
Después del bautismo de agua, recibimos el Espíritu Santo por la imposición de manos.
Para la remisión de pecados, el Evangelio requiere el bautismo por inmersión, que es el significado de la palabra original, es decir, sepultar o sumergir… Además, creo en el don del Espíritu Santo por la imposición de manos [que] se puede comprobar por la predicación de Pedro en el día de Pentecostés (Hechos 2:38). Tan provechoso sería bautizar un costal de arena como a un hombre, si su bautismo no tiene por objeto la remisión de los pecados ni la recepción del Espíritu Santo. El bautismo de agua no es sino medio bautismo, y no vale nada sin la otra mitad, es decir el bautismo del Espíritu Santo. El Salvador dice: ‘El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios’ [Juan 3:5]”11.
Daniel Tyler recordó un discurso que el Profeta dio en Springfield, Pensilvania, en 1833: “Durante su breve estadía, él predicó en el hogar de mi padre, una humilde cabaña de troncos; leyó el tercer capítulo de Juan… y al explicar el quinto versículo, dijo: ‘Nacer de agua y del Espíritu’ significa estar sumergido en el agua para la remisión de los pecados y recibir después el don del Espíritu Santo. Y éste se da por la imposición de manos de alguien que tenga la autoridad que haya recibido de Dios”12.
“El nacer de nuevo viene por medio del Espíritu de Dios mediante las ordenanzas”13.
“El bautismo es una ordenanza santa preparatoria para recibir el Espíritu Santo; es el conducto y la llave por medio de los cuales se puede administrar el Espíritu Santo. El don del Espíritu Santo por la imposición de manos no se puede recibir por medio de ningún otro principio que no sea el principio de la rectitud”14.
“Si intentásemos recibir el don del Espíritu Santo por cualquier otro medio que no fuera la señal o manera que Dios nos ha indicado, ¿lo obtendríamos? Seguramente que no; todos los otros medios fracasarían. El Señor dice: Haced esto y esto otro, y yo os bendeciré.
“Hay ciertas palabras clave y señas que pertenecen al sacerdocio, las cuales se deben observar a fin de obtener la bendición de éstas. La seña [que enseñó] Pedro fue arrepentirse y bautizarse para la remisión de pecados, con la promesa del don del Espíritu Santo; y este don no se recibe de ninguna otra manera [véase Hechos 2:38].
“Existe una diferencia entre el Espíritu Santo y el don del Espíritu Santo. Cornelio recibió el Espíritu Santo antes de bautizarse, que para él fue el poder convincente de Dios de la veracidad del Evangelio; mas no podía recibir el don del Espíritu Santo sino hasta después de ser bautizado. De no haber tomado sobre sí esta seña u ordenanza, el Espíritu Santo que lo convenció de la verdad de Dios se habría apartado de él [véase Hechos 10:1–48]. Hasta que obedeciese estas ordenanzas y recibiese el don del Espíritu Santo por la imposición de manos, de acuerdo con el orden de Dios, no habría podido sanar a los enfermos ni mandar a un espíritu malo que saliera de un hombre, ni que le obedeciera; porque los espíritus podrían decirle, así como lo hicieron a los hijos de Esceva: ‘A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?’ [véase Hechos 19:13–15]”15.
En diciembre de 1839, mientras estaban en la ciudad de Washington, D. C., para solicitar indemnización por los daños causados a los santos de Misuri, José Smith y Elias Higbee escribieron lo siguiente a Hyrum Smith: “En nuestra entrevista con el Presidente [de los Estados Unidos], nos preguntó en qué se diferenciaba nuestra religión de las otras religiones en esos días. El hermano José dijo que diferíamos en la forma de bautizar y en el don del Espíritu Santo por la imposición de manos. Consideramos que todos los demás aspectos están comprendidos en el don del Espíritu Santo”16.
El don del Espíritu Santo nos brinda paz, gozo, guía divina y otros dones.
“Creemos que en la actualidad se disfruta del don del Espíritu Santo tan ampliamente como en los días de los apóstoles; creemos que este don es necesario para constituir y organizar el sacerdocio, y que sin él ningún hombre puede ser llamado a ocupar oficio alguno en el ministerio; también creemos en profecía, en lenguas, en visiones, revelaciones, dones y sanidades, y que no se pueden recibir éstos sin el don del Espíritu Santo. Creemos que los santos hombres de la antigüedad hablaron según fueron guiados por el Espíritu Santo, y que los santos hombres de esta época hablan de acuerdo con el mismo principio; creemos que es un Consolador y un Testigo, que nos hace recordar cosas pasadas, nos guía a toda verdad y nos muestra lo que está por venir; creemos que ‘nadie puede saber que Jesús es el Cristo, sino por el Espíritu Santo’ [véase 1 Corintios 12:3]. Creemos en él [este don del Espíritu Santo] en toda su plenitud, poder majestad y gloria”17.
En febrero de 1847, casi tres años después del martirio del profeta José Smith, él se apareció ante Brigham Young y le dio este mensaje: “Diga a la gente que sea humilde y fiel y se asegure de conservar el Espíritu del Señor, el cual le guiará con rectitud. Que tengan cuidado y no se alejen de la voz apacible; ésta les enseñará [lo que deben] hacer y a dónde ir; les proveerá los frutos del reino. Diga a los hermanos que tengan el corazón dispuesto al convencimiento a fin de que cuando el Espíritu Santo llegue a ellos, su corazón esté listo para recibirlo. Pueden discernir el Espíritu del Señor de cualquier otro espíritu, pues Él susurrará paz y gozo a su alma y les quitará del corazón toda malicia, odio, envidia, contiendas y maldad; y todo su deseo será hacer el bien, fomentar la rectitud y edificar el reino de Dios. Diga a los hermanos que si siguen al Espíritu del Señor, les irá bien”18.
Sugerencias para el estudio y la enseñanza
Considere estas ideas al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñarlo. Si necesita más ayuda, consulte las páginas VII–XIII.
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Repase las páginas 93–95, en donde el profeta José Smith describe sus sentimientos cuando él y Oliver Cowdery se bautizaron y cuando su padre se bautizó. ¿Qué recuerdos tiene de su bautismo o de los de algunos de sus familiares y amigos? Considere la idea de anotarlos en su diario o en la historia de su vida.
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Las declaraciones de José Smith que están en las páginas 96–99 se han tomado de sus mensajes a personas que ya se habían bautizado. ¿Por qué será necesario recordar esas verdades a los que ya son miembros de la Iglesia? ¿Qué ha comprendido mejor usted al estudiar esas enseñanzas?
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¿Qué le diría a un amigo que no crea que el bautismo sea necesario? ¿Qué le diría a alguien que crea que se debe bautizar a los niños pequeños? (Véanse las páginas 99–100 donde hay algunos ejemplos.)
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Lea el tercer párrafo completo de la página 100. ¿Por qué “no vale nada” el bautismo sin el don del Espíritu Santo? José Smith dijo: “Existe una diferencia entre el Espíritu Santo y el don del Espíritu Santo” (pág. 102). Según su propia experiencia, ¿qué bendiciones podemos recibir por tener el don del Espíritu Santo?
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Repase el tercer párrafo de la página 102. ¿Por qué hay una gran diferencia en la forma de bautizar en la Iglesia restaurada y en otras iglesias? ¿Por qué representa el don del Espíritu Santo una diferencia tan importante? ¿En qué sentido se considera “que todos los demás aspectos están comprendidos en el don del Espíritu Santo”?
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Estudie el último párrafo del capítulo (pág. 103). Reflexione sobre la forma en que usted debe vivir para ser digno o digna de recibir y reconocer las impresiones del Espíritu Santo.
Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema: Juan 15:26; Romanos 6:3–6; 2 Nefi 31:13; 3 Nefi 11:18–41; Moroni 8:1–23.