Capítulo 8
El sacerdocio sempiterno
“El Sacerdocio de Melquisedec… es el medio por el cual todo conocimiento, doctrina, el plan de salvación y cualquier otro asunto importante es revelado de los cielos”.
De la vida de José Smith
Después de recibir el Sacerdocio Aarónico y la ordenanza del bautismo, José Smith y Oliver Cowdery experimentaron bendiciones de las que nunca habían tenido conocimiento. El Profeta escribió: “Encontrándose ahora iluminadas nuestras mentes, empezamos a comprender las Escrituras, y nos fue revelado el verdadero significado e intención de sus pasajes más misteriosos de una manera que hasta entonces no habíamos logrado, ni siquiera pensado” (José Smith—Historia 1:74). Con esa comprensión adicional, se esforzaron más en su obra de traducir el Libro de Mormón. Pero el Profeta no había recibido todavía una bendición importante, una que le era indispensable tener antes de que pudiera organizar la Iglesia, establecer oficios y quórumes del sacerdocio y conferir el don del Espíritu Santo. Él tenía que recibir el Sacerdocio de Melquisedec.
Como lo había prometido Juan el Bautista, se dio esa bendición a José y a Oliver poco después de que recibieron el Sacerdocio Aarónico. Los antiguos apóstoles Pedro, Santiago y Juan se aparecieron ante ellos en un lugar aislado cercano al río Susquehanna y les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec. Más adelante, José declaró que había oído “¡La voz de Pedro, Santiago y Juan en el yermo despoblado entre Harmony, Condado de Susquehanna, y Colesville, Condado de Broome, en las márgenes del Susquehanna, declarando que poseían las llaves del reino y de la dispensación del cumplimiento de los tiempos!” (D. y C. 128:20).
Durante los años siguientes, José Smith tuvo visitas de muchos otros poseedores del sacerdocio de tiempos antiguos, mensajeros de Dios que vinieron a restaurar llaves del sacerdocio que eran necesarias para que la plenitud de las bendiciones del Evangelio estuviera a disposición de los hijos de Dios. También venían para instruir al Profeta que estaría a la cabeza de la dispensación del cumplimiento de los tiempos.
El presidente John Taylor, tercer Presidente de la Iglesia, explicó esto: “Moisés, Elías el Profeta, Elías y muchos otros personajes importantes que se mencionan en las Escrituras y que desempeñaron su función en las diversas dispensaciones, vinieron y confirieron a José Smith las diversas llaves y los varios poderes, derechos, privilegios y [permisos] que ellos disfrutaban en sus respectivas épocas… Sea cual haya sido la medida de conocimiento, de inteligencia, de sacerdocio, de poderes, de revelaciones que se confirieron a esos hombres en las distintas épocas, fueron una vez más restaurados a la tierra mediante la ministración y por conducto de los que poseyeron el santo sacerdocio de Dios en las diversas dispensaciones en las que vivieron”1.
El presidente Taylor también declaró: “Si fueran a preguntarle a José qué aspecto tenía Adán, él se lo diría sin titubeos; les describiría su tamaño y aspecto y todo lo relativo a él. También habrían podido preguntarle cómo son Pedro, Santiago y Juan, y él se lo hubiera dicho. ¿Por qué? Porque los vio”2.
En septiembre de 1842, el Profeta escribió una carta a la Iglesia expresando su regocijo al contemplar el conocimiento y las llaves del sacerdocio que ahora se habían restaurado a la tierra: “Y además, ¿qué oímos? ¡Alegres nuevas de Cumorah! Moroni, un ángel de los cielos, declarando el cumplimiento de los profetas: el libro que había de ser revelado… ¡Y la voz de Miguel, el arcángel; la voz de Gabriel, de Rafael y de diversos ángeles, desde Miguel o Adán, hasta el tiempo actual, todos ellos declarando su dispensación, sus derechos, sus llaves, sus honores, su majestad y gloria, y el poder de su sacerdocio; dando línea sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro poco allí; consolándonos con la promesa de lo que ha de venir en lo futuro, confirmando nuestra esperanza!” (D. y C. 128:20–21).
Enseñanzas de José Smith
El sacerdocio es eterno y lo han poseído los profetas de toda dispensación.
“Ha existido una cadena de autoridad y poder desde Adán hasta el tiempo presente”3.
“El sacerdocio se dio primeramente a Adán; él recibió la Primera Presidencia y tuvo las llaves de ella de generación en generación. La recibió en la Creación, antes de que se formara el mundo, como se ve en Génesis 1:26, 27 y 28. Se le dio dominio sobre toda criatura viviente; él es Miguel el Arcángel, de quien se habla en las Escrituras. Después se dio a Noé, que es Gabriel; éste sigue a Adán en la autoridad del sacerdocio; él fue llamado de Dios a este oficio y fue el padre de todo ser viviente de sus días y a él le fue dado el dominio. Esos hombres tuvieron las llaves primeramente en la tierra y luego en los cielos.
“El sacerdocio es un principio sempiterno, y existió con Dios desde la eternidad y existirá por la eternidad, sin principio de días ni fin de años [véase Traducción de José Smith, Hebreos 7:3]. Las llaves tienen que ser traídas de los cielos cada vez que se envía el Evangelio; y cuando se revelan de los cielos, se hace mediante la autoridad de Adán.
“Daniel, en el séptimo capítulo, habla del Anciano de días; se refiere al hombre más antiguo, nuestro padre Adán, o Miguel; éste llamará a sus hijos y celebrará un concilio con ellos a fin de prepararlos para la venida del Hijo del Hombre [véase Daniel 7:9–14]. Él (Adán) es el padre de la familia humana y preside los espíritus de todos los hombres, y todos los que han tenido las llaves deben comparecer ante él en ese gran concilio… El Hijo del Hombre se presentará ante él, y se le dará gloria y dominio. Adán entregará su mayordomía a Cristo, aquello que le fue entregado a él, como el poseer las llaves del universo, pero retendrá su posición a la cabeza de la familia humana.
“…El Padre llamó a todos los espíritus delante de Él cuando creó al hombre, y los organizó. Él (Adán) está a la cabeza, y se le mandó multiplicar. Las llaves le fueron dadas a él primeramente, y él las dio a otras personas. Él tendrá que dar cuenta de su mayordomía, y esas personas a él.
“El sacerdocio es sempiterno. El Salvador, Moisés y Elías entregaron las llaves a Pedro, Santiago y Juan en el monte, cuando ellos se transfiguraron ante Él. El sacerdocio es sempiterno, es sin principio de días ni fin de años, sin padre ni madre, etc. Si no hay cambio de ordenanzas, no hay cambio de sacerdocio. Donde se administran las ordenanzas del Evangelio, allí está el sacerdocio.
“¿Cómo ha llegado el sacerdocio a nosotros en los últimos días? Ha descendido en sucesión regular. Pedro, Santiago y Juan lo recibieron, y ellos lo confirieron a otras personas. Cristo es el Gran Sumo Sacerdote; Adán, el siguiente. Pablo declara que la Iglesia se había acercado a una innumerable compañía de ángeles, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo convenio [véase Hebreos 12:22–24]”4.
Los profetas que tenían las llaves del sacerdocio en tiempos antiguos se han unido para que se efectúe la obra de la última dispensación.
“Vi a Adán en el valle de Adán-ondi-Ahmán; él llamó a sus hijos y los bendijo con una bendición patriarcal. El Señor se apareció en medio de ellos, y él (Adán) los bendijo a todos y predijo lo que les acontecería hasta la última generación.
“Esa fue la razón por la que Adán bendijo a su posteridad: quería llevarlos a la presencia de Dios. Porque esperaba la ciudad, etc., [‘cuyo arquitecto y constructor es Dios’— Hebreos 11:10]. Moisés procuró conducir a los hijos de Israel a la presencia de Dios mediante el poder del sacerdocio, mas no pudo. En las primeras épocas del mundo se intentó establecer lo mismo; y fueron llamados algunos al oficio de un Elías, los cuales trataron de restituir esas mismas glorias, mas no las lograron; sin embargo, profetizaron acerca de un día en que sería revelada esta gloria. Pablo se refirió a la dispensación del cumplimiento de los tiempos, cuando Dios ha de reunir todas las cosas en una, etc. [véase Efesios 1:10]; y tendrán que estar allí aquellos hombres a quienes se han entregado esas llaves; y ellos sin nosotros no pueden ser hechos perfectos.
“Estos hombres se hallan en los cielos, pero sus hijos están en la tierra. Sus entrañas se conmueven por nosotros. Dios envía a hombres por esa razón. ‘Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad’ (Mateo 13:41). Todas esas personas autorizadas descenderán y ayudarán a efectuar esta obra.
“El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza. El grano de mostaza es pequeño, pero produce un árbol grande, y las aves anidan en sus ramas [Véase Marcos 4:30–32]. Las aves son los ángeles. De manera que los ángeles descienden, se unen para congregar a los hijos, y los congregan. No podemos perfeccionarnos sin ellos, ni ellos sin nosotros. Cuando se realicen estas cosas, el Hijo del Hombre descenderá, el Anciano de días se sentará, y nosotros podremos llegar a la compañía de millares de ángeles, comunicarnos con ellos y recibir sus instrucciones”5.
Las ordenanzas del sacerdocio se han establecido desde el principio y deben mantenerse en la forma en que Dios lo ha decretado.
“Adán… fue el primer hombre, de quien se dice en Daniel que es el ‘Anciano de días’ [Daniel 7:9], o en otras palabras, el primero y mayor de todos, el grandioso y gran progenitor, de quien se dice en otros lugares que es Miguel, porque fue el primero y el padre de todos, no sólo en cuanto a progenie, sino el primero en poseer las bendiciones espirituales; a quien se reveló el plan de las ordenanzas para la salvación de su posteridad hasta el fin; a quien Cristo se reveló primeramente; y por medio de él, Cristo ha sido revelado desde los cielos y seguirá revelándose desde ahora en adelante. Adán tiene las llaves de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, es decir, mediante él se ha revelado y se revelará la dispensación de todos los tiempos, desde el principio hasta Cristo, y desde Cristo hasta el fin de las dispensaciones que se han de revelar…
“…[Dios] determinó que las ordenanzas fuesen las mismas para siempre jamás, y puso a Adán para velar por ellas, para revelarlas desde los cielos al hombre o enviar ángeles que las revelasen. ‘¿No son todos espíritus ministradores, enviados para ministrar a favor de los que serán herederos de la salvación?’ [Hebreos 1:14].
“Esos ángeles se hallan bajo la dirección de Miguel o Adán, y él obra bajo la dirección del Señor. Por el versículo que se acaba de citar, vemos que Pablo entendía perfectamente los fines de Dios en lo que concernía a Su relación con el hombre, y ese orden glorioso y perfecto que Él estableció en Sí mismo, por medio del cual envió poder, revelaciones y gloria.
“Dios no reconocerá lo que Él no haya llamado, ordenado ni escogido. En el principio, Dios llamó a Adán con Su propia voz. ‘Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí’ [Génesis 3:9–10]. Adán recibió mandamientos e instrucciones de Dios; ese fue el orden desde el principio.
“No se puede impugnar el hecho de que él recibió revelaciones, mandamientos y ordenanzas en el principio; de otro modo, ¿cómo empezaron a ofrecer sacrificios a Dios de una manera aceptable? Y si ofrecieron sacrificios, deben de haber sido autorizados para ello por ordenación. En Génesis [4:4] leemos que Abel llevó de las primicias del rebaño y de su grosura, y que el Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda…
“Ésta, pues, es la naturaleza del sacerdocio; cada hombre tiene la presidencia de su dispensación, y un hombre tiene la presidencia de todas ellas, a saber, Adán; y Adán recibe su presidencia y autoridad del Señor, mas no puede recibir la plenitud sino hasta que Cristo haya presentado el reino al Padre, que será al fin de la última dispensación.
“El poder, la gloria y las bendiciones de este sacerdocio no podían permanecer con los que recibieron la ordenación, sino sólo si su rectitud continuaba; pues a Caín también se le autorizó ofrecer sacrificio, pero al no ofrecerlo con rectitud, fue maldecido. Significa, pues, que se deben observar las ordenanzas precisamente como Dios lo ha señalado; de lo contrario, su sacerdocio les será por maldición en lugar de bendición”6.
El Sacerdocio de Melquisedec es el conducto por medio del cual Dios se revela a Sí mismo y revela Sus propósitos.
“En las Escrituras se habla de dos sacerdocios, a saber, el de Melquisedec y el de Aarón o Levítico. Sin embargo, aunque hay dos sacerdocios, el Sacerdocio de Melquisedec incluye el Aarónico o Levítico, y es la cabeza principal y tiene la autoridad más alta que pertenece al sacerdocio, así como las llaves del reino de Dios en todas las épocas del mundo hasta la última posteridad que habrá sobre la tierra; y es el medio por el cual se revela de los cielos todo conocimiento, doctrina, plan de salvación y cualquier otro asunto importante.
“Quedó instituido desde antes de la fundación de esta tierra, antes que alabaran todas las estrellas del alba y se regocijaran todos los hijos de Dios [véase Job 38:4–7], y es el sacerdocio mayor y más santo, y es según el orden del Hijo de Dios; y todos los demás sacerdocios son únicamente partes, ramificaciones, poderes y bendiciones pertinentes que éste posee, gobierna y dirige. Es el conducto mediante el cual el Todopoderoso comenzó a revelar Su gloria al principio de la creación de esta tierra, y por el cual ha seguido revelándose a los hijos de los hombres hasta el tiempo actual, y es el instrumento por el que dará a conocer Sus propósitos hasta el fin del tiempo”7.
“El poder del Sacerdocio de Melquisedec es tener el poder de ‘vidas eternas’, porque el convenio sempiterno no se puede quebrantar… ¿Qué era el poder de Melquisedec? No era el Sacerdocio de Aarón que administra las ordenanzas exteriores y el ofrecer sacrificios. Los que poseen la plenitud del Sacerdocio de Melquisedec son reyes y sacerdotes del Dios Altísimo, y tienen las llaves del poder y de las bendiciones. De hecho, este sacerdocio es una ley perfecta de la teocracia, y actúa como Dios para expedir leyes al pueblo y administra vidas sin fin a los hijos e hijas de Adán…
“ ‘Sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre’ [Hebreos 7:3]. El derecho del Sacerdocio de Melquisedec proviene del Dios eterno y no por descendencia de padre ni de madre; y dicho sacerdocio es tan eterno como Dios mismo, pues no tiene principio de días ni fin de vida…
“…el Sacerdocio Levítico [Aarónico], integrado por sacerdotes que administran las ordenanzas exteriores… es sin juramento; pero el Sacerdocio de Melquisedec es por juramento y convenio”8.
“El Sumo Sacerdocio de Melquisedec no es otra cosa que el Sacerdocio del Hijo de Dios… hay ciertas ordenanzas que pertenecen al sacerdocio, de las cuales proceden ciertos resultados… Un gran privilegio del sacerdocio es recibir revelaciones en cuanto a la mente y la voluntad de Dios; también tiene el privilegio de reprender, corregir y exhortar, así como de recibir revelación”9.
“Todo sacerdocio es de Melquisedec, pero éste tiene diferentes partes o grados… Todos los profetas tuvieron el Sacerdocio de Melquisedec”10.
“…Aconsejo a todos que sigan adelante hacia la perfección y que escudriñen más y más profundamente los misterios de la Divinidad. El hombre nada puede hacer por sí mismo a menos que Dios lo dirija por el camino debido; y el sacerdocio es para ese propósito”11.
Un hombre debe ser autorizado por Dios y ordenado al sacerdocio para administrar las ordenanzas de la salvación.
Los Artículos de Fe 1:5: “Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas”12.
“Creemos que ningún hombre puede administrar la salvación por medio del Evangelio a las almas de los hombres, y en el nombre de Jesucristo, a menos que esté autorizado por Dios, por revelación o por haber sido ordenado por alguien a quien Dios haya enviado por revelación, como lo escribe Pablo en Romanos 10:14–15: ‘¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?’. Y yo pregunto: ¿Cómo pueden ser enviados sin revelación o sin alguna otra manifestación visible de Dios? También está en Hebreos 5:4: ‘Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón’. Y yo pregunto: ¿Cómo fue llamado Aarón si no fue por revelación?”13.
“El ángel le dijo al viejo y querido Cornelio que debía enviar en busca de Pedro a fin de saber cómo salvarse [véase Hechos 10:21–22]; Pedro podía bautizar y los ángeles no podían hacerlo mientras hubiese en la carne oficiales legales que poseyeran las llaves del reino, o sea, la autoridad del sacerdocio. Hay una evidencia más con respecto a este punto, y es que el mismo Jesús, cuando se apareció a Pablo en el camino a Damasco, no le dijo cómo podía ser salvo. Él había establecido en la Iglesia primeramente apóstoles, después profetas, para la obra del ministerio, para el perfeccionamiento de los santos, etc. [véase Efesios 4:11–12]; y como la gran regla del cielo, según lo que está en Amós 3:7, es que no se hará nada en la tierra sin que se revele el secreto a Sus siervos los profetas, Pablo no podía aprender del Señor tanto de lo relacionado con su deber en la salvación común del hombre como lo aprendería de uno de los embajadores de Cristo, llamado con el mismo llamamiento celestial del Señor, e investido con el mismo poder de lo alto, a fin de que lo que desataran en la tierra fuera desatado en el cielo y lo que ataran en la tierra fuera atado en el cielo [véase Mateo 16:19]”14.
Magnificar cualquier oficio del sacerdocio es un gran privilegio.
“[El] sacerdocio… se puede ilustrar por medio de la figura del cuerpo humano, que se compone de diversos miembros, cada cual con su función particular; todos son necesarios en su lugar, y el cuerpo no está completo sin todos sus miembros… Si un presbítero entiende su deber, llamamiento y ministerio, y predica por el Espíritu Santo, su gozo es tan grande como si fuese uno de la Primera Presidencia; y las funciones que desempeñe son necesarias al cuerpo, como también son las de los maestros y los diáconos”15.
Eliza R. Snow refirió lo siguiente: “[José Smith dio] instrucciones con respecto a los diversos oficios y a la necesidad de que toda persona actúe en la esfera de responsabilidad que se le haya asignado y cumpla los diferentes oficios para los cuales haya sido nombrada. Habló de la disposición de muchos hombres de considerar sin honor los oficios menores de la Iglesia y de mirar con ojos celosos el puesto de aquellos que han sido llamados a presidirlos; dijo que el aspirar a otras posiciones que no fueran las que Dios les había llamado a ocupar era una necedad y una insensatez del corazón humano; y que era mejor que los individuos magnificaran sus respectivos llamamientos… Toda persona debe aspirar solamente a magnificar su propio oficio y llamamiento”16.
Sugerencias para el estudio y la enseñanza
Considere estas ideas al estudiar el capítulo o prepararse para enseñarlo. Si necesita más ayuda, consulte las páginas VII–XIII.
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Repase el relato sobre Pedro, Santiago y Juan, cuando confirieron el Sacerdocio de Melquisedec a José Smith y a Oliver Cowdery (pág. 107). ¿Qué bendiciones han recibido usted y su familia debido a la restauración del Sacerdocio de Melquisedec?
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A lo largo de este capítulo, José Smith testifica de una cadena de autoridad del sacerdocio que ha pasado por una sucesión de profetas. ¿Por qué sería importante en su época que él enseñara esa doctrina? ¿Por qué debemos entenderla nosotros en la actualidad? La cadena de autoridad del sacerdocio que José Smith describe, ¿cómo se relaciona con la línea de autoridad del sacerdocio que tenga un hombre?
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Al leer este capítulo, fíjese en que José Smith empleó las palabras sempiterno, eterno y eternidad. ¿Qué le indican esas palabras sobre la naturaleza y la importancia del sacerdocio?
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José Smith enseñó que Dios “determinó que las ordenanzas fuesen las mismas para siempre jamás” y que “se deben observar las ordenanzas precisamente como Dios lo ha señalado” (páginas 112–113). ¿De qué manera estas enseñanzas aumentan su entendimiento de las ordenanzas del Evangelio?
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Repase las enseñanzas del profeta José Smith sobre el Sacerdocio de Melquisedec (págs. 113–115). Piense en todos los aspectos del Evangelio en los que se necesita el Sacerdocio de Melquisedec. ¿Qué siente usted al considerar el Sacerdocio de Melquisedec de esa manera?
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Repase los dos últimos párrafos del capítulo (págs. 116–117). ¿Qué hechos le han demostrado que todo miembro de la Iglesia tiene una importante función en la obra del Señor? ¿Cuál podría ser el resultado de “mirar con ojos celosos” a aquellos que han sido llamados para prestar servicio como líderes en la Iglesia? Piense sobre lo que usted pueda hacer para magnificar su propio llamamiento.
Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema: Alma 13:1–12; D. y C. 27:5–14; 84:33–44, 109–110; 107:6–20; 121:34–46.