Capítulo 24
La obra de la mujer Santo de los Últimos Días: Una “dedicación desinteresada a esta causa gloriosa”
“No hay límite para el bien que nuestras hermanas pueden hacer”.
De la vida de Joseph Fielding Smith
En la Reunión General de la Sociedad de Socorro del 2 de octubre de 1963, el presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Nosotros, las Autoridades Generales de la Iglesia, honramos y respetamos a nuestras buenas hermanas por su dedicación desinteresada a esta causa gloriosa”1.
Al hacer esa declaración, el presidente Smith hablaba con base en años de experiencia. Había pasado toda una vida prestando servicio junto con fieles mujeres Santo de los Últimos Días. Ese servicio comenzó a finales de la década de 1880, cuando tenía unos diez años de edad. En ese tiempo, se instaba a las mujeres Santo de los Últimos Días a formarse en el campo de la medicina y la atención de la salud. Su madre, Julina L. Smith, siguió el consejo y se capacitó para prestar servicio como partera [matrona] y a menudo lo despertaba en medio de la noche para conducir su carruaje tirado por caballos hasta alguna casa donde hubiera un bebé a punto de nacer. Al prestar servicio con su madre de esa manera, el joven Joseph Fielding Smith vio un ejemplo de la fortaleza y la compasión de las mujeres de la Iglesia2. Más adelante, la hermana Smith sirvió como Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro.
El presidente Smith tenía un gran respeto por la Sociedad de Socorro, de la cual dijo que “es una parte esencial del reino de Dios sobre la tierra”3. Su segunda esposa, Ethel, prestó servicio como integrante de la Mesa General de la Sociedad de Socorro durante 21 años. La hermana Amy Brown Lyman, quien sirvió con Ethel en la Mesa General y más adelante como Presidenta General de la Sociedad de Socorro, dijo: “La hermana Smith fue una de las mujeres más brillantes que he conocido. La consideraba la más extraordinaria escritora y oradora [de la] directuva”4. En ese cargo, Ethel asistía a conferencias de estaca para ofrecer instrucción a las hermanas locales de la Sociedad de Socorro. Ella y el presidente Smith iban a algunas asignaciones de la Iglesia juntos, y a menudo compartían el púlpito para enseñar a los miembros5.
Después que Ethel falleció, el presidente Smith se casó con Jessie Evans. Jessie lo acompañaba casi cada vez que él viajaba para enseñar a los santos. Tenía una hermosa y entonada voz, y el presidente Smith siempre quería que cantara en las reuniones a las que asistían. El élder Francis M. Gibbons, quien prestó servicio como secretario de la Primera Presidencia, escribió: “Cada vez que Joseph Fielding presidía, quería que ella cantara, aunque no fuera por ninguna otra razón excepto que nunca se cansaba de escucharla cantar. Sin embargo, más allá de eso, su diestra voz de contralto al cantar himnos sagrados añadía un especial matiz de espiritualidad a las reuniones, el cual inspiraba a los oyentes y aumentaba la capacidad de él de comunicar la palabra. Más adelante, debido a la persistente y risueña insistencia de su esposa, Joseph de vez en cuando se unía a Jessie para formar un dúo, combinando su magnífica voz de barítono con la ella. En tales ocasiones, por lo general se sentaban juntos en un banco de piano mientras Jessie tocaba el acompañamiento y moderaba su acostumbrada potente voz a fin de no ahogar el canto de su marido”6.
Como Presidente de la Iglesia, Joseph Fielding Smith trabajaba con regularidad con la hermana Belle S. Spafford, la Presidenta General de la Sociedad de Socorro. Más adelante, la hermana Spafford habló sobre su experiencia al trabajar con él: “El presidente Joseph Fielding Smith, un hombre de ternura y gran amor por la gente, mostraba en todo momento un alto grado de comprensión de la labor de las mujeres de la Iglesia, y lo transmitió a la Presidencia de la Sociedad de Socorro en innumerables ocasiones y de muchas formas, ampliando nuestro entendimiento y dirigiendo nuestra manera de proceder”7.
Las enseñanzas de Joseph Fielding Smith
1
Las Escrituras hablan sobre mujeres fieles que han tenido responsabilidades en la Iglesia del Señor
En la Perla de Gran Precio leemos que tras las consecuencias que sobrevinieron a Adán y Eva por la Caída, Eva predicó un mensaje. Es breve, aunque maravillosamente colmado de significado; y es el siguiente:
“…De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes” [Moisés 5:11].
“Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios, e hicieron saber todas las cosas a sus hijos e hijas” [Moisés 5:12; cursiva agregada].
De esto aprendemos que tanto Eva como Adán recibieron revelación y el mandamiento de enseñar a sus hijos en las sendas de la vida eterna8.
Leemos que en los [primeros] días de Israel las mujeres participaban y tenían responsabilidades que desempeñar [véase Éxodo 15:20; Jueces 4–5]9.
En el Nuevo Testamento leemos en cuanto a un gran número de mujeres fieles que procuraban y brindaban consejo. Muchas de ellas seguían al Señor y le ministraban [véase Lucas 8:1–3; 10:38–42]10.
2
En los últimos días, las hermanas de la Sociedad de Socorro desempeñaron funciones esenciales en la Iglesia de Jesucristo restaurada.
El día 17 de marzo de 1842, el profeta José Smith se reunió con cierto número de hermanas de la Iglesia en Nauvoo y las organizó bajo una sociedad a la cual se dio el nombre de “La Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo”… No hay duda alguna de que dicha organización se creó por revelación. Esa verdad ha quedado demostrada ampliamente a lo largo de los años, y hoy su valor y necesidad se evidencian de manera abundante11.
Ciertamente, la Iglesia de Jesucristo no habría quedado completamente organizada si esa maravillosa organización no se hubiese creado … Esta restauración no hubiera estado completa sin la Sociedad de Socorro en la que las hermanas son capaces de llevar a cabo un servicio divinamente decretado tan esencial para el bienestar de la Iglesia12.
El profeta José Smith organizó la “Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo” con la ayuda del élder John Taylor. El Señor había revelado que las mujeres de la Iglesia debían estar organizadas en una sociedad, puesto que había una obra importante que ellas habían de hacer a efectos de contribuir a “sacar a luz y establecer la causa de Sión” [D. y C. 6:6]. Dicha labor de las hermanas era principalmente para el beneficio, el ánimo y el progreso de las mujeres de la Iglesia a fin de que estuvieran preparadas en todas las cosas para obtener un lugar en el reino celestial. También se les dio la responsabilidad de ayudar en la obra de compasión y alivio de las tribulaciones y del sufrimiento de los pobres, enfermos y afligidos de toda la Iglesia. A lo largo de los años desde que se llevó a cabo aquella organización, las hermanas de esta sociedad han sido leales a su llamamiento y han dado la talla en su fidelidad en esa obra. Ninguna tarea asignada ha sido demasiado difícil; ninguna responsabilidad se ha desatendido, y mediante sus ministraciones han sido bendecidas millares de personas13.
La Sociedad de Socorro… ha progresado hasta ser una potencia en la Iglesia. Es absolutamente necesaria; nos referimos a ella como una organización auxiliar, lo cual significa una ayuda, pero la Sociedad de Socorro es más que eso. Es necesaria14.
Deseo felicitar a las hermanas de esta gran organización por su integridad y fidelidad, las cuales se han manifestado constantemente desde los días de Nauvoo15.
El Señor está complacido con su labor. Ustedes, a través de su servicio, han ayudado a edificar y fortalecer el reino de Dios. La labor de la Sociedad de Socorro es tan necesaria en la Iglesia como —¿he de decirlo?— la de los quórumes del sacerdocio. Ahora bien, algunas personas podrían opinar que expreso esto con demasiado énfasis, pero mi parecer es que la obra que hacen ustedes, nuestras buenas hermanas, tiene su lugar y es igualmente importante en la edificación de este reino, fortaleciéndolo, haciendo que se extienda, poniendo los cimientos sobre los que todos podemos edificar, como lo es la de los hermanos que poseen el sacerdocio de Dios. Nosotros no podemos arreglárnoslas sin ustedes16.
[Las hermanas de la Sociedad de Socorro] son miembros de la más grandiosa organización de mujeres del mundo, una organización que es parte vital del reino de Dios sobre la tierra y cuyo diseño y funcionamiento ayuda a sus miembros fieles a obtener la vida eterna en el reino de nuestro Padre…
La Sociedad de Socorro fue establecida por el espíritu de inspiración y dicho espíritu la ha guiado [desde entonces], y ha infundido en el corazón de un sinnúmero de nuestras buenas hermanas esos deseos de rectitud que han sido gratos para el Señor17.
3
Las hermanas de la Sociedad de Socorro ayudan a velar por el bienestar temporal y espiritual de los hijos de Dios
En Su sabiduría el Señor ha llamado a nuestras hermanas para servir de ayuda al sacerdocio. Por causa de su compasión, la ternura de su corazón y su bondad, el Señor las contempla y les concede la responsabilidad y el deber de ministrar a los necesitados y afligidos. Él les ha indicado la senda que deben seguir y les ha dado esta gran organización en la que ellas tienen la autoridad para servir bajo la dirección de los obispos de los barrios y en armonía con ellos, procurando el bienestar tanto espiritual como temporal de nuestro pueblo.
Y el Señor puede pedir a nuestras hermanas que vayan a los hogares a consolar a los necesitados, a ayudar y asistir a los afligidos, a arrodillarse y orar con ellos, y el Señor escuchará las oraciones de las hermanas cuando éstas se ofrezcan sinceramente a favor de los enfermos, así como escuchará las de los élderes de la Iglesia18.
El propósito y los deberes de la Sociedad de Socorro son muchos …Mi padre, el presidente Joseph F. Smith, [dijo]: “Esta organización fue establecida por el profeta José Smith y es, por lo tanto, la organización auxiliar más antigua de la Iglesia, y tiene suprema importancia. No sólo tiene que atender a las necesidades del pobre, del enfermo y del menesteroso, sino que parte de su deber —la parte principal— es velar por el bienestar espiritual y la salvación de las madres e hijas de Sión; asegurarse de no descuidar a ninguna, sino que todas sean protegidas de los infortunios, las calamidades, los poderes de las tinieblas y los males que las amenazan en el mundo. Las hermanas de la Sociedad de Socorro tienen el deber de velar por su propio bienestar espiritual y el de todas las mujeres miembros de la Iglesia”19.
La Sociedad de Socorro no sólo tiene el deber de velar por sus miembros, sino que su labor debe extenderse más allá de esos límites. Doquiera que alguien esté en problemas, necesite ayuda, se halle en dificultades, enfermo o afligido, hacemos un llamado a la Sociedad de Socorro … Pueden realizar una obra grandiosa y magnífica al dar ánimo a los descarriados, ayudándolos, trayéndolos de nuevo a la actividad, ayudándoles a superar debilidades o pecados e imperfecciones, y llevándolos al entendimiento de la verdad. Yo pienso que no hay límite para el bien que nuestras hermanas pueden hacer.
…No sé lo que harían nuestros presidentes de estaca y obispos en los barrios si no tuvieran a estas buenas hermanas de la Sociedad de Socorro de quienes pueden depender; de cuyo servicio pueden disponer, muchas veces, para ocuparse de situaciones que serían muy delicadas —es decir, para nuestros hermanos del sacerdocio— pero que nuestras hermanas pueden llevar a cabo del modo más provechoso. Sería algo maravilloso que todos los miembros de la Iglesia fueran perfectos. Si tal fuera el caso, todos tendríamos menos responsabilidades, tanto los hombres como las mujeres, mas ese tiempo no ha llegado. Tenemos miembros entre nuestras hermanas que necesitan aliento, un poco de ayuda de índole tanto espiritual como temporal, y nadie puede hacerlo mejor que nuestras hermanas que pertenecen a esta grandiosa y magnífica organización.
En esta obra las hermanas pueden prestar su ayuda al alentar y ayudar a la descarriada, a la indiferente y a la negligente, del mismo modo en que se llama a los hermanos del sacerdocio a hacerlo en beneficio de los descarriados, negligentes e indiferentes de entre los hermanos. Todos debemos trabajar para efectuar justicia y esforzarnos por traer de nuevo a la actividad a quienes se han apartado y han desatendido las responsabilidades de la Iglesia20.
Hemos visto crecer esta Sociedad desde [sus] humildes comienzos en las condiciones más difíciles, cuando el número de miembros de la Iglesia era pequeño … Jamás se sabrá con precisión el bien que se ha efectuado en la atención del menesteroso, del enfermo y del afligido, y de quienes padecen necesidades físicas, mentales o espirituales … Todo eso se ha logrado mediante un espíritu de amor de conformidad con el verdadero espíritu del evangelio de Jesucristo21.
4
El Señor espera que las mujeres procuren luz y verdad a fin de que tengan derecho a la gloria celestial
El Evangelio tiene un significado tan grande para las hermanas como lo tiene para los hermanos. A ellas les atañe tanto como a los hermanos. Y cuando el Señor dijo al profeta José Smith: “Escudriñad estos mandamientos porque son verdaderos y fidedignos, y las profecías y promesas que contienen se cumplirán todas” [D. y C. 1:37], no limitó dicho mandamiento a los miembros varones de la Iglesia … Es tan importante que nuestras hermanas comprendan el Plan de Salvación como el que los hombres lo hagan. Es igualmente esencial que guarden los mandamientos. Ninguna mujer se salvará en el reino de Dios sin el bautismo para la remisión de los pecados y la imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo…
…Cuando el Señor dijo que nadie puede salvarse en la ignorancia [véase D. y C. 131:6], pienso que quiso decir tanto las mujeres como los hombres, y pienso que las mujeres de la Iglesia están bajo la obligación de estudiar las Escrituras22.
El Señor requiere que las mujeres, así como los hombres de la Iglesia, conozcan Su voluntad divina y tengan un testimonio firme en el corazón de la verdad revelada en lo pertinente a la salvación en el reino de Dios. El Señor no reveló el Libro de Mormón para beneficio de quienes poseen el sacerdocio solamente, sino para toda alma que busque la verdad; varones y mujeres por igual23.
El Señor espera que las hermanas estén dotadas de un testimonio de la verdad para entender las doctrinas de la Iglesia, tal como lo hace con quienes poseen el sacerdocio. Si alcanzamos la exaltación, la cual esperamos obtener, es necesario que nos preparemos por medio del conocimiento, de la fe, de la oración. Y cuando el Señor dijo: “…buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” [Mateo 6:33; 3 Nefi 13:33], no se dirigía solamente a un grupo de hombres; se trataba de una congregación mixta24.
Los élderes imponen las manos en la cabeza de toda mujer que se bautiza en la Iglesia para comunicarle el don del Espíritu Santo a fin de que pueda tener la guía de dicho Espíritu en toda verdad. La voluntad del Señor es que ninguna persona esté sin la guía divina que le revelará la verdad y la facultará para discernir la luz de las tinieblas y, de ese modo, se fortalecerá y le será dado poder para resistir todas las doctrinas, las teorías y los conceptos falsos que en la actualidad son tan predominantes en el mundo25.
Nuestras hermanas tienen tanto derecho a la inspiración del Santo Espíritu en lo referente a sus necesidades como los hombres; el mismísimo derecho. Tienen derecho al don de profecía en lo concerniente a los asuntos que sería esencial que conozcan … Cuando oren, deben hacerlo fervientemente, con la anticipación de que tendrán la respuesta a sus oraciones. El Señor las escuchará, si son sinceras, ciertamente como escuchará a los hermanos26.
El Señor ha prometido a todos, varones y mujeres por igual, el don del Espíritu Santo a condición de la fidelidad, la humildad y el verdadero arrepentimiento. Se requiere que estudien y conozcan las verdades del Evangelio, y que se preparen mediante el estudio, la fe y la obediencia a todos los mandamientos a fin de procurar luz y verdad para poder tener derecho a la gloria celestial27.
5
Por medio del sacerdocio, Dios ofrece a Sus hijas todos los dones y las bendiciones espirituales que pueden obtener Sus hijos.
Pienso que todos sabemos que las bendiciones del sacerdocio no se limitan a los hombres solamente. Dichas bendiciones también se derraman… sobre todas las mujeres fieles de la Iglesia. Esas buenas hermanas pueden prepararse para las bendiciones de la Casa del Señor al guardar los mandamientos y servir en la Iglesia. El Señor ofrece a Sus hijas todos los dones y las bendiciones espirituales que pueden obtener Sus hijos, puesto que ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón en el Señor [véase 1 Corintios 11:11]28.
Todos sabemos que el Señor le dijo a Abraham que sería padre de muchas naciones y que su descendencia sería en número como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar, pero lo que no debemos pasar por alto es que a Sara se le hicieron las mismas promesas.
“Dijo también Dios a Abraham: A Sarai, tu esposa, no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré y también te daré de ella un hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos saldrán de ella” [Génesis 17:15–16]29.
Esto es lo que dijo el Señor al referirse al sacerdocio y al poder de éste, y a las ordenanzas de la Iglesia que recibimos por medio del sacerdocio: “Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios”
… Permítanme leerlo otra vez: “Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios. Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad. Y sin sus ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, el poder de la divinidad no se manifiesta a los hombres en la carne; porque sin esto, ningún hombre puede ver la faz de Dios, sí, el Padre, y vivir” [D. y C. 84:19–22].
Al leer cosas de esta naturaleza, todo hombre de entre nosotros que posea el sacerdocio debe regocijarse al pensar que tenemos esa gran autoridad mediante la cual podemos conocer a Dios. No sólo los hombres que poseen el sacerdocio conocen esa gran verdad, sino que por motivo de ese sacerdocio y sus ordenanzas, todos los miembros de la Iglesia, varones y mujeres por igual, pueden conocer a Dios30.
Sugerencias para el estudio y la enseñanza
Preguntas
-
¿Qué podemos aprender de las experiencias que se relatan en la sección “De la vida de Joseph Fielding Smith”? ¿Qué experiencias semejantes ha tenido usted?
-
El presidente Smith se refirió a mujeres de diferentes épocas que han desempeñado importantes responsabilidades en el reino de Dios (véase la sección 1). ¿De qué manera ha visto que las mujeres han contribuido a fortalecer sus familias y la Iglesia?
-
¿De qué modo ha visto usted que el servicio de la Sociedad de Socorro es “esencial para el bienestar de la Iglesia”? (véase la sección 2). ¿En qué maneras las hermanas de la Sociedad de Socorro y los poseedores del sacerdocio trabajan en conjunto para edificar el reino de Dios?
-
¿Cómo vela la Sociedad de Socorro por el bienestar espiritual de las mujeres Santo de los Últimos Días? ¿Cómo trasciende la influencia de las hermanas de la Sociedad de Socorro más allá de su organización? (Para consultar algunos ejemplos, véase la sección 3).
-
El presidente Smith hizo hincapié en que todas las mujeres y todos los hombres debían comprender las doctrinas del Evangelio, fortalecer su testimonio y recibir revelación (véase la sección 4). ¿Por qué cree que es importante que todos procuremos esos dones?
-
El presidente Smith enseñó que las bendiciones del sacerdocio “se derraman… sobre todas las mujeres fieles de la Iglesia” (sección 5). ¿Por qué las mujeres necesitan las bendiciones del sacerdocio para desempeñar sus responsabilidades en el hogar y la Iglesia? ¿Qué ejemplos ha visto de mujeres que han recibido dones espirituales?
Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema
Ayuda didáctica
“Suele ser muy provechoso que empiece a pensar acerca de una futura lección tan pronto como haya enseñado la anterior. Quizás esté más consciente de sus alumnos y perciba mejor sus necesidades e intereses inmediatamente después de haber estado con ellos” (La enseñanza: El llamamiento más importante, 2000, pág. 109).