¿Por qué razón debo contribuir el diezmo?
Todo lo bueno que usted tiene en la vida es una dádiva de su amoroso Padre Celestial. Cuando a cambio de ello usted contribuye el diez por ciento, le expresa a Él su amor, fe y gratitud. Le demuestra a Dios que lo seguirá a pesar de que pueda ser difícil; le demuestra que confiará en Él en vez de confiar en el dinero o en las cosas materiales. Debido a su fidelidad, su Padre Celestial le promete bendiciones que son mucho más grandes que cualquier cosa de la que se tenga que privar.
A pesar de que a algunas personas les es difícil pensar que puedan contribuir una décima parte de sus ingresos, las personas que son fieles en el pago de sus diezmos se dan cuenta de que no pueden permitirse el no pagarlos. De manera muy real y maravillosa se abren las ventanas de los cielos y se derraman bendiciones sobre ellos. Tal como una madre viuda le explicó a su hijo: “…no puedo [criar a mis hijos] sin las bendiciones del Señor, y recibo esas bendiciones al pagar un diezmo íntegro. Cuando pago mi diezmo, tengo la promesa del Señor de que Él nos bendecirá, y necesitamos esas bendiciones para arreglárnoslas para vivir”(véase Dallin H. Oaks, “El diezmo”, Liahona, julio de 1994, pág. 39).
El confiar en el Señor brinda fortaleza espiritual. A medida que hacemos frente a las graves tribulaciones de la vida necesitamos mayor fe, inspiración y valor. Esas bendiciones se pueden derramar de las ventanas de los cielos como resultado de la obediencia a la ley del diezmo.
Además, muchas personas se dan cuenta de que a causa de que pagan sus diezmos con fidelidad se encuentran en mejores condiciones de administrar sus finanzas y satisfacer sus necesidades. El pago del diezmo nos ayuda a controlar nuestros deseos por cosas materiales y a ser honrados con nuestro prójimo. Aprendemos a confiar que lo que se nos ha dado, mediante las bendiciones del Señor y nuestros propios esfuerzos diligentes, es suficiente para nuestras necesidades.
No importa cuál sea la cantidad de su ingreso, usted será bendecido al pagar su diezmo. Cuando Jesucristo vio a una mujer depositar unas monedas en el arca del templo, dijo a Sus discípulos: “…esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta… echó todo lo que tenía” (Marcos 12:43–44).