2018
Cómo aprendió Eric a confiar en Dios
Agosto de 2018


Cómo aprendió Eric a confiar en Dios

Este joven adulto de Ghana sabe que, aunque parezca que no hay esperanza, siempre puedes confiar en el Padre Celestial.

kneeling in prayer

Lejos de su hogar, Eric se envuelve en una manta de Ghana mientras ora. “La manta me recuerda mi hogar en esta tierra”, dice Eric, “y la oración me recuerda mi hogar en los cielos”.

Cuando Eric Ayala, un joven de veintiún años, de Techiman, Ghana, tenía tres años, él y su madre se encontraban en un mercado callejero, y un automóvil se salió de control y los atropelló.

“Primero golpeó a mi madre y le rompió una pierna”, dice Eric. “Luego me arrastró a mí un largo trecho antes de que mi cuerpo rodara hasta la cuneta. Fui declarado muerto y llevado a la morgue. El director de la funeraria estaba preparando mi cuerpo cuando descubrió que aún seguía vivo. Me llevaron a toda prisa a un hospital”.

Al quedar parapléjico, Eric hizo frente a un desafío tras otro a medida que iba creciendo sin poder mover las piernas. Con el tiempo adquirió unos refuerzos ortopédicos que le permitían estar de pie, pero pronto le quedaron pequeños y no pudo costearse otros. Le dieron una pequeña silla de ruedas, pero también le quedó pequeña. Las piernas se le atrofiaron y a veces sufrían espasmos, y los pies se le deformaron.

En Ghana, las personas con esas discapacidades con frecuencia se consideran una carga. La familia de Eric tenía poco dinero, no el suficiente para pagar un tratamiento médico. Cuando Eric tenía unos diez años de edad, le salieron úlceras por presión a causa de la falta de movimiento y por estar sentado sobre madera y cemento. Las úlceras se infectaron, supuraban constantemente y olían terriblemente mal.

shed

El cobertizo al aire libre donde Eric vivió durante años sigue en pie detrás de la casa familiar.

Como resultado de ello, Eric vivía afuera, en la banca de un cobertizo al aire libre. Su madre, Lucy, y sus hermanas le llevaban comida, lavaban su ropa y le ayudaban a bañarse. A menudo Eric se empapaba con la lluvia y temblaba de frío por la noche. Aprendió a amar el sol de la mañana porque le daba calor. Al ser demasiado pobre para ir a la escuela, e incapaz de trabajar, pasó años en aquel cobertizo, aventurándose de vez en cuando por el vecindario en su silla de ruedas.

Comenzar a creer

En lugar de volverse resentido, Eric dice: “comencé a amar y a creer en Dios”. “Nadie me enseñó sobre Él, pero podía ver Sus creaciones, y podía ver el bien y el mal en las personas. Algunas veces es difícil creer en Él cuando la vida es dura, pero entonces veía que algo bueno llegaba a mi vida, y yo decía: ‘Mira, Dios está aquí, y es maravilloso’”.

A Eric no le habían enseñado formalmente a orar, pero comenzó a acudir a Dios. Recibía respuestas: cuando estaba enfermo, una inesperada oportunidad de ir al médico; cuando pedía recibir alivio de sus úlceras, estas desaparecían; cuando su pequeña silla de ruedas se le quedó pequeña, un amable desconocido le dio una más grande. “Dios hizo muchas cosas buenas en mi vida”, dice.

Aun así, a veces Eric se desanimaba. Cuando estaba dolorido o hambriento, lloraba. “Decidí que, si había de ser feliz, eso dependía de mí”, recuerda. “Me obligaba a sonreír. Si no lo hacía, temía acabar recurriendo a algo malo”. Concretamente, veía a sus amigos consumir alcohol y drogas, y “mi corazón me decía que eso estaba mal”.

Entonces, en lo que pareció un milagro, Eric fue admitido en la escuela a los catorce años de edad. Su madre, cocinando para otras personas, había juntado el dinero suficiente para comprarle un uniforme y pagar los libros y la matrícula. En la escuela, “no podía salir ni hacer ejercicio con los demás”, explica, “así que me quedaba dentro y estudiaba todo el tiempo”. Dejaba a su maestro asombrado al sacar las notas más altas en matemáticas, lectura y escritura.

Una monja católica del hospital donó un nuevo triciclo para que Eric pudiera pedalear con las manos, lo cual hacía que fuera más fácil para él ir a la escuela. Pero de tanto ir y venir, a Eric se le volvieron a abrir las úlceras por presión. La infección regresó, junto con el olor putrefacto cuando las heridas supuraban. Los alumnos se quejaban de las moscas que constantemente revoloteaban alrededor de Eric. Tenía diecisiete años cuando el maestro le dijo que se fuera a casa y se recuperase, o no podría volver a la escuela.

El padre de Eric tenía una pequeña granja fuera del país, y se había llevado a la familia a trabajar en ella, pero Eric se quedó en casa, solo, en su cobertizo. Mientras tanto, las úlceras se convirtieron en enormes heridas, y la infección le llegó a los huesos, una enfermedad potencialmente fatal llamada osteomielitis.

Hablando con un obruni

A los dieciocho años, Eric vio a su amigo Emmanuel Ofosu-hene hablando inglés con un obruni (un hombre blanco). El obruni era un misionero mormón, el élder Old. “Yo solo hablaba twi, pero Emmanuel fue mi intérprete: ‘Estoy tan enfermo que creo que moriré. ¿Pueden ayudarme a saber qué tengo que hacer para poder ir al cielo?’.

“El élder Old y su compañero africano se sentaron conmigo y me enseñaron. Por alguna razón, comenzaron con la Palabra de Sabiduría. Supe que hablaban la verdad porque yo ya sabía que el café y el tabaco eran malos”. También le dieron a Eric un folleto sobre el evangelio restaurado de Jesucristo, y lo invitaron a ir a la Iglesia.

“Cuando fui, vi que esta Iglesia era diferente”, dice. “Era reverente”. A pesar de que le costaba una hora ir a la Iglesia en su silla de ruedas, a Eric le encantaban las reuniones. “Quería ir al frente y estar con la gente”, dice, “pero me quedaba atrás porque sabía que olía mal”.

Eric les dijo a los misioneros: “Lo que estoy aprendiendo es verdad”. También les dijo que quería bautizarse, pero los médicos le habían advertido que no debía mojarse las heridas. “Confiaré en que Dios me dará las respuestas”, dijo. Asistió a la Iglesia durante aproximadamente un año, pero luego se puso demasiado débil y enfermo para poder ir solo.

La madre de Eric, Lucy, conoció a los misioneros, estudió el Evangelio y se bautizó en 2015; pero dado que su pierna rota nunca llegó a curarse del todo, le resultaba muy doloroso caminar. Para ella también era un desafío asistir a las reuniones.

Con el tiempo, Eric ingresó de nuevo en el hospital. En Ghana, los pacientes tienen que llevar su propia agua, comida, ropa de cama, sus medicinas y sus vendas. Si no tienen dinero, no reciben tratamiento. La madre y las hermanas de Eric hacían lo que podían. Eric recibía alimentos y atención médica con poca frecuencia, de modo que se fue debilitando cada vez más.

Una visita inesperada

Entonces Eric recibió la visita de unas personas inesperadas. Las misioneras, las hermanas Peprah y Nafuna, habían visto su fotografía en la Iglesia y habían ido a verle al hospital y a llevarle comida. Hacía un año que no iba a la Iglesia, pero les dijo que todavía quería bautizarse.

Unos días después, la hermana de Eric lo visitó y lo encontró muy enfermo. Ella corrió a su casa y se lo dijo a su madre. Aunque su madre había sufrido un daño permanente en la pierna, en el accidente con Eric, caminó al hospital, retorciéndose de dolor con cada paso. “Debes venir a casa”, le dijo a Eric. “Si vas a morir, al menos quiero tenerte cerca”.

A la mañana siguiente, las hermanas misioneras fueron a la casa. “No estabas en el hospital”, dijo la hermana Peprah. “Así que vinimos aquí”. Con ellas estaban el élder y la hermana Wood, un matrimonio misionero de Nueva Zelanda. Ellos hicieron una lista de sus necesidades y prometieron volver.

Unos días más tarde, el padre de Eric se volvió a llevar a la familia a la granja, excepto a Eric, que se encontró de nuevo solo, sin comida ni agua. Cuando el élder y la hermana Wood regresaron y encontraron a Eric solo y hambriento, le llevaron comida y agua. Al día siguiente volvieron y vieron que un líquido le recorría la pierna, y le encontraron una enorme úlcera abierta en el muslo. Inmediatamente lo llevaron de vuelta al hospital.

El élder y la hermana Wood se enteraron de que un equipo médico de ayuda humanitaria proveniente de los Estados Unidos iría a Ghana. Ese equipo operaría a Eric sin costo alguno. El cirujano trató la úlcera de la pierna de Eric, pero cuando vio la gravedad de sus heridas, además de la osteomielitis, determinó que no podía realizar todos los procedimientos necesarios en Ghana. Basándose en su recomendación, la organización humanitaria inició un proceso que con el tiempo llevaría a Eric a los Estados Unidos para recibir tratamiento adicional y cerrar permanentemente sus heridas. Además, un refugio en Winneba, Ghana, gestionado por miembros de la Iglesia, accedió a que Eric viviera allí a su regreso para que pudiera asistir a la escuela y completar su educación.

Eric in front of Salt Lake Temple

Estando en Utah para someterse a una cirugía, Eric visita el espejo de agua cerca del Templo de Salt Lake. Eric dice que le encanta el sentimiento de paz que encuentra en el Templo de Salt Lake.

El Señor proveyó

El élder Wood, ingeniero de profesión, reparó el triciclo que Eric manejaba con las manos, e hizo una reparación similar en la silla de ruedas. También se reunió con el presidente Cosgrave, de la Misión Ghana Kumasi, que era doctor en medicina. Ellos sintieron que Eric podía ser bautizado si se tomaban las precauciones adecuadas.

Eric with his tricycle

Eric muestra a su madre y hermanos el triciclo que repararon los misioneros mayores.

“El élder Wood me envolvió el cuerpo en plástico, con cinta adhesiva alrededor”, explica Eric. “Luego me llevó a la pila bautismal llena de agua y tratada con desinfectante. Me bauticé el 26 de junio de 2016”. Eric había confiado en el Señor, y el Señor había provisto la manera.

Hoy, Eric estudia para llegar a ser técnico en informática, pero también siente que puede influir en otras personas a través de la música: le gusta rapear en twi. Su mensaje optimista habla del modo en que Dios lo rescató. Uno de sus pasajes favoritos de las Escrituras dice: “[Acude] a Dios para que vivas” (véase Alma 37:47). Él todavía dice: “Veo a Dios en todas las cosas”,

y añade: “No quiero que nadie piense que la manera en que el Padre Celestial me ha bendecido es idéntica a la manera en que Él les bendecirá a ellos. Pero Él bendecirá a quienes confíen en Él. Cuando tengas que hacer frente a cosas difíciles, ora y confía en Dios”.

Eric smiling

Eric mira con esperanza hacia un futuro brillante. Está estudiando para ser técnico en informática, y también siente que puede inspirar a los demás con la música.