El matrimonio, el dinero y la fe
El autor vive en la región de Ashanti, Ghana.
Mi prometida y yo teníamos poco tiempo antes de la boda e incluso menos dinero, pero teníamos algo aun más importante: fe.
Asistí a la conferencia de jóvenes adultos solteros de Kumasi, Ghana, no porque necesitara una novia —yo estaba comprometido ya—, sino porque sentí que necesitaba más motivación y sentí que la conferencia sería el lugar adecuado para hallarla. En efecto, mis oraciones recibieron respuesta en la conferencia, después que la hermana Call, una misionera mayor a la que se había asignado trabajar con los jóvenes adultos solteros, habló sobre la importancia del matrimonio en el templo.
Hacia el final de la charla, de repente, le cambió el semblante y dijo: “No necesitan dinero para casarse; todo lo que necesitan es fe”. Sentí como si me hablara directamente, pero no pensé que aquello en verdad pudiera aplicarse a mí, ya que teníamos que comprar varios artículos en preparación para la boda. Me dije a mí mismo: “¿Cómo puede ser que no necesite dinero, sino fe solamente?”.
Pensé en ello una y otra vez durante toda la semana. Mientras tanto, me preguntaba: “¿Tiene límites Dios en cuanto a lo que puede hacer?”. Al principio, pensé que no, pero al pensarlo de nuevo, pensé que sí; aunque entonces me surgió otra pregunta: “¿Cómo podría tener límites si es Todopoderoso?”. El Espíritu me enseñó la respuesta: las bendiciones de Dios dependen de nuestra obediencia a Él. Dios no está limitado en Su capacidad para bendecirnos, pero nosotros debemos invitar dichas bendiciones al ejercer la fe para hacer lo que Él quiere que hagamos.
Luego, llamé a mi prometida, Priscilla, para hablar sobre los planes que proponíamos para la boda. A pesar de nuestra falta de dinero, decidimos fijar la fecha de casamiento, aunque no podíamos decidirnos en cuanto a un día en particular. Acordamos que ella preguntaría al obispo qué fechas había disponibles en el calendario de barrio y en el de estaca. De las dos fechas que ofreció, elegimos el 27 de septiembre de 2014, ¡lo que significaba que teníamos apenas siete semanas hasta el día de la boda!
Priscilla preguntó: “Obim [que significa “corazón mío” en idioma igbo], ¿tienes algo de dinero? Tenemos poco tiempo”.
Yo contesté: “No, pero tengo un poco de fe”.
Ella rio y dijo: “Está bien. Ayunemos y oremos”. Parafraseando 1 Nefi 3:7, añadió: “El Señor nos preparará la vía, porque Él nos ha mandado casarnos”.
En el plazo de esa semana se me pagó un trabajo que había realizado hacía meses. Luego Priscilla me dijo que iba a comenzar un negocio para reunir más fondos. Con el dinero que yo había ganado, compró bolsos de mujer usados y los revendió. Después de comprar algunos de los artículos de su lista de necesidades, todavía tenía más del doble del dinero que yo le había entregado.
Durante ese tiempo, no surgió ningún trabajo para mí; cada empleo que se me había prometido se malogró. Nos quedaban dos semanas y todavía necesitábamos comprar cosas. Mi prometida sugirió que pospusiéramos la fecha. Todo lo que dije fue: “Sucederá un milagro”.
Apenas dos días antes de la fecha de la boda, el milagro ocurrió: Se me pagó un trabajo que había realizado hacía más de dos semanas. También aprendí que, con fe y trabajo arduo, el Señor nos bendeciría a fin de que lográramos nuestras metas rectas.
Fuimos al banco a cobrar el cheque y de allí a la tienda para comprar el resto de lo que se necesitaba en medio de una lluvia torrencial, la cual percibimos como la aprobación del cielo de nuestro acto de fe.
Menos de 24 horas después, estábamos casados. Cuando se nos pidió que intercambiáramos los votos matrimoniales, lo que sentí fue diferente de cualquier cosa que hubiera sentido en mi vida. Sentí que habíamos logrado tanto que pensé que podría hacer todas las cosas, por medio de la fe, desde aquel momento en adelante. Posteriormente nos sellamos en el Templo de Accra, Ghana.
Aunque tal vez necesites algo de dinero a fin de prepararte para el matrimonio, lo más importante que necesitas es la fe.