El ejercicio de equilibrio de la perseverancia
Del discurso “These Are Your Days”, pronunciado en un devocional de la Universidad Brigham Young–Idaho, el 9 de junio de 2015. Para leer el texto completo en inglés, visita web.byui.edu/devotionalsandspeeches.
Testifico que podemos “disfrutar hasta el fin” si seguimos las impresiones del Espíritu Santo, si elegimos el bien en lugar del mal y si mantenemos el equilibrio en nuestras responsabilidades.
Recientemente hablé con mis hijos, mis sobrinas y un joven amigo para poder hacerme una idea de las preguntas, los desafíos, las frustraciones y los triunfos que los jóvenes adultos afrontan hoy en día. He meditado y orado sobre lo que compartieron conmigo y lo he resumido en algunos puntos que ahora comparto con la esperanza de que puedan ayudarles a dar respuesta a algunas de esas preguntas y desafíos.
Escuchen al Espíritu Santo
Contrariamente al modo en que algunos de ustedes puedan sentirse a veces, declaro que nuestro Padre Celestial contesta nuestras oraciones a Su manera. Piensen en los siguientes pasajes de las Escrituras:
“Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (3 Nefi 14:8).
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
“… he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón” (D. y C. 8:2).
Entonces, ¿cómo recibimos respuestas y revelación? ¿Cómo sabemos que es el Espíritu Santo y no simplemente nuestros propios pensamientos? Comparto dos experiencias de mi vida que se han convertido en patrones.
Después de que la hermana Teh y yo salimos juntos por algún tiempo, se hizo obvio que deseaba pasar la eternidad con ella. Naturalmente hice de ello objeto de ayuno y oración sincera, pero eso no produjo ningún cambio particular en mis sentimientos. No sentí un ardor en el pecho. No obstante, continué sintiéndome bien con mi decisión, así que perseveré. La hermana Teh recibió la misma respuesta, y aquí estamos. A raíz de aquella experiencia he tomado muchas de mis decisiones de manera similar (véase D. y C. 6:22–23).
Comparen esto con las experiencias que tengo actualmente en cuanto a las asignaciones concretas del Cuórum de los Doce Apóstoles de llamar a un nuevo presidente de estaca. Al asumir esta asignación con espíritu de ayuno y oración, he sido bendecido con claras impresiones que me ayudan a saber a quién se ha de llamar. Las impresiones a veces llegan antes, a veces durante y a veces incluso después del proceso de entrevistas. Siempre siento un ardor en el pecho. Desde entonces he reconocido que esa es la manera en que el Espíritu Santo me guía en tales asignaciones.
¿Por qué esa diferencia en el modo en que el Espíritu Santo se comunica conmigo? No lo sé. Lo importante es que he aprendido a reconocer esos patrones como maneras en que recibo revelación personal. La siguiente admonición me brinda consuelo y confianza: “Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones” (D. y C. 112:10).
Elijan el bien en lugar del mal
Algunas personas creen que cada vez es más difícil distinguir el bien del mal. Parece que cada vez hay más “zonas grises”. Muchas de las incorrectas pero populares opiniones de hoy en día parecen tener sentido si se miran solo a través de un prisma limitado. Pero la vieja basura cubierta con un nuevo envoltorio y apoyada por una publicidad creativa sigue siendo basura.
Discernir entre lo correcto y lo incorrecto no tiene por qué ser complicado. Incluso antes de recibir el don del Espíritu Santo se nos bendice con la luz de Cristo:
“Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios.
“Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces sabréis, con un conocimiento perfecto, que es del diablo; porque de este modo obra el diablo, porque él no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno” (Moroni 7:16–17).
Una de las mayores pruebas de nuestros días es sostener al profeta viviente. La mayoría de nosotros dirá: “Oh, eso es fácil. Yo ya lo hago”.
Pero es asombroso ver cómo algunas personas que supuestamente sostienen al profeta viviente reaccionan ante algunas de las opiniones populares de esta época. Cuando hacemos frente a la presión social, algunos de nosotros actuamos como si no supiéramos que hay un profeta viviente, o adoptamos opiniones que lo sugieren.
Busquen el equilibrio correcto
¿Tienen tantas cosas que hacer que sienten que se requiere que estén en todas partes? ¿Saben qué? Eso solo irá a más. Así que la pregunta es: ¿Cómo encontrar el equilibrio correcto?
Hagan de la naturaleza eterna de nuestros espíritus y de su identidad como hijos o hijas de Dios su guía. Centren su energía en esa verdad y en lo que significa. Todo lo demás saldrá de su vida, o bien ocupará su lugar1. Dos pasajes de las Escrituras pueden servir como principios directrices:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (3 Nefi 13:33).
“… haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:20–21).
Lo crean o no, una vez estuve en su lugar. Hubo un momento en mi vida en que tenía un trabajo a tiempo completo, iba a la escuela en horario de noche y tenía un segundo empleo a tiempo parcial después de la escuela hasta altas horas de la madrugada, mientras la hermana Teh y yo criábamos a nuestra joven familia. Durante dos meses solo pude dormir unas horas algunos días de la semana. Por si eso fuera poco, prestaba servicio en el obispado del barrio.
Esa fue una de las épocas más productivas de mi vida. Creo que nunca he utilizado veinticuatro horas al día de una manera tan eficaz como lo hice durante aquella época.
El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) nos recordó que tenemos una responsabilidad hacia nuestra familia, hacia nuestro empleador, hacia el Señor y hacia nosotros mismos.
¿Cómo mantenemos el equilibrio en esas responsabilidades? El presidente Hinckley dijo: “No creo que sea difícil. He prestado servicio en muchos llamamientos en esta Iglesia. Soy padre de cinco hijos, que eran pequeños y crecieron mientras yo servía en esos llamamientos… Disfrutamos de la vida. Teníamos nuestras noches de hogar. Simplemente, hicimos lo que la Iglesia esperaba que hiciéramos”2.
Disfruten hasta el fin
Perseverar hasta el fin no consiste en cumplir con una lista de tareas relacionadas con el Evangelio y luego decir: “Estoy bien. Ahora todo lo que tengo que hacer es seguir tranquilo y mantenerme así”. Más bien consiste en aprender y progresar constantemente. El evangelio de Jesucristo consiste en arrepentimiento y cambio constantes; es una escalada cuesta arriba más que un paseo por el parque.
El rey Benjamín dijo: “Y mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten” (Mosíah 4:27).
Algunos Santos de los Últimos Días aprovechan este versículo para justificar su falta de disposición para tratar con más ahínco de hacer todo lo que pueden. El problema es que se enfocan solamente en la primera mitad del versículo.
Esta es la segunda mitad: “Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón; por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden”. Las dos mitades juntas aclaran lo que realmente significa hacer las cosas con prudencia y orden.
Un joven atleta amigo mío me habló de un fenómeno llamado segundo aliento, que es una sensación de energía renovada que te da la fuerza para continuar, aun cuando estás cansado.
En cuanto a encontrar el segundo aliento en otros aspectos de su vida, mi amigo dice: “Como estudiante universitario, sería bastante fácil llegar a casa por la noche y poner la excusa de que estoy demasiado cansado para orar o leer las Escrituras, o incluso para asistir de manera regular al templo. Puede haber muchas excusas para no hacer estas cosas, especialmente para los jóvenes universitarios; pero, al final, debemos encontrar nuestro segundo aliento para hacer todas esas pequeñas cosas”.
Tal vez, en lugar de perseverar hasta el fin, podemos hallar nuestro segundo aliento —nuestro aliento espiritual— y disfrutar hasta el fin. Testifico que podemos hacerlo si seguimos las impresiones del Espíritu Santo, si elegimos el bien en lugar del mal y si mantenemos el equilibrio en nuestras responsabilidades.