Solo para versión digital: Jóvenes adultos
Hallar esperanza en el epicentro
Cuando el COVID-19 golpeó con fuerza Italia , encontré una razón para aferrarme a la esperanza.
La autora vive en Catanzaro, Italia.
Me encantan las palabras de consuelo que Jesús les dijo a Sus discípulos después de Su resurrección: “¡Paz a vosotros!” (Juan 20:19). ¿No es asombroso que nuestro Salvador siempre haya prometido paz a Sus seguidores? Una experiencia especial que tuve hace poco tiempo me recordó esta verdad.
Con ansiedad y en cuarentena
Una noche, mientras veía la televisión, los locutores hablaban del COVID-19 y de su impacto en Italia, donde resido. Hablaron del alto número de personas que habían fallecido a causa del virus y del número cada vez mayor de casos confirmados. Aunque era alarmante, por aquel entonces no estaba muy preocupada por ello. Sin embargo, unas dos semanas después, las cosas empeoraron mucho, así como mi ansiedad.
En medio de todo aquello, sentía tristeza y pánico. Me preocupaba mucho enfermarme, así que por primera vez en mi vida tuve miedo de ir a trabajar. Tenía que usar guantes y una mascarilla cada vez que salía. Una semana después, todo el país tuvo que estar bajo confinamiento y una estricta cuarentena.
Durante este tiempo no se nos permite salir de nuestras casas excepto para comprar comida una vez a la semana. Estar encerrados en casa ha sido difícil. Todas las reuniones de la Iglesia se han suspendido temporalmente y, aunque eso me entristeció, lo que más devastó mi ánimo fue que los templos se cerraran, porque había estado planeando asistir al sellamiento de una familia a la que enseñé en mi misión. Me sentí desconsolada y desesperada por las circunstancias en el mundo.
Conmovida por la música
Una mañana, mientras leía las Escrituras y escuchaba una canción llamada “Paz en Cristo”, oré y le pregunté al Padre Celestial: “¿Cómo puedo mantener la esperanza en estos tiempos difíciles?”.
Fue entonces cuando empecé a prestar atención a la letra de la canción:
Nos da esperanza,
nos da solaz,
Su fuerza da
cuando hay pesar.
Nos da refugio
en la tempestad.
Si no hay paz aquí,
siempre en Cristo hay paz1.
Sentí que el Espíritu me testificaba que esas palabras eran verdaderas. Eché un vistazo a mi vieja placa misional y oí estas palabras en la mente: “Romina, quiero que tengas la misma paz que diste a los demás en tu misión, al compartir mi mensaje de esperanza. Todo estará bien; no te dejaré sola”.
Así que ahora deseo compartir ese mensaje de esperanza. Aunque he sentido mucho miedo y ansiedad durante esta época de dificultades en el mundo, sé verdaderamente que con Jesucristo, ¡hay esperanza! Acude a Él; escúchalo; síguelo. Podemos hallar paz en Él; hay poder al creer en Él y, cuando lo hagas, Él te dará fuerza para aferrarte a la esperanza (véase Éter12:4).
Aferrarse a la esperanza
Hablando de la esperanza, el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Este tipo de esperanza en Dios, Su bondad y Su poder nos renueva con valor durante desafíos difíciles”2. Por muy aterradores que sean estos tiempos, podemos elegir tener valor y confiar en las promesas del Señor. Cuando la vida sea difícil, no tenemos que pedirle al Padre Celestial que cambie nuestras circunstancias, sino que podemos pedirle que cambie nuestra actitud. Podemos aprender y crecer ante cualquier situación.
Sé que Dios está con nosotros y que ama a Sus hijos, incluso a los que estamos en el epicentro de una pandemia. Sé que por medio de Él, todo estará bien, y sé que siempre puedo aferrarme a la paz que proviene de creer en Jesucristo. Gracias a Su expiación infinita, no tengo que enfrentarme sola a las dificultades.