Jóvenes adultos
Aprendiendo a ser feliz mientras estoy soltero
Me di cuenta de que había estado saliendo con jovencitas de la manera incorrecta.
“¿Por qué todo el mundo sale en citas y se divierte?”.
“¿Por qué no estoy casado?”.
“¿Qué me pasa?”.
La mayoría de los adultos solteros probablemente se habrán hecho esas preguntas al menos una vez. El desafío de buscar un(a) compañero(a) eterno(a) puede debilitar la fe y la esperanza de incluso los Santos de los Últimos Días más dedicados. Y sí, también en mi caso, salir con jovencitas ha sido especialmente difícil.
El matrimonio siempre me ha parecido una gran aventura, y lo he anhelado desde muy joven, pero me desanimé cuando parecía que el salir con jovencitas no estaba dando resultado en mis años universitarios. Aunque salí en muchas ocasiones, tuve varias relaciones serias y conocí a mujeres exitosas e interesantes, no me casé. Para mí, esas relaciones fallidas eran como una señal de que yo era inferior y poco atractivo.
Mis sentimientos hacia mi soltería no hicieron más que empeorar después de unas cuantas rupturas cuando empecé mi profesión. Me resultaba fácil preguntarme qué había de malo en mí, y qué había de bueno en todos los que se estaban casando. Mi bendición patriarcal, junto con otras bendiciones del sacerdocio, indicaba firme y específicamente que me sellaría a una mujer justa en la vida terrenal. Entonces, ¿por qué no ocurría?
Empecé a preguntarme: “¿He hecho algo para arruinar el plan que Dios tiene para mí?”.
Finalmente, después de “esforzarme mucho” con Dios en oración, el estudio de las Escrituras y la asistencia al templo, recibí revelación sobre mi situación mediante mi amigo y consejero, Brad (el nombre ha sido cambiado). Durante una de nuestras sesiones de terapia, me dijo: “Tu felicidad depende de ti, no de otra persona. Si eres feliz mientras estás soltero, puedes ser feliz en cualquier circunstancia”. Del mismo modo, el presidente Russell M. Nelson enseñó: “El gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene todo que ver con el enfoque de nuestra vida” (“El gozo y la supervivencia espiritual”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 82).
Toda mi perspectiva cambió cuando el Espíritu grabó esas palabras firmemente en mi alma. Me di cuenta de que siempre había salido con jovencitas para satisfacer una necesidad; en mi caso, la necesidad de casarme simplemente para no estar solo.
Definitivamente, ¡esa forma de pensar no me iba llevar a una compañera eternamente amorosa! Mediante Brad, el Señor me enseñó gentilmente que el plan que Él tiene para Sus hijos e hijas no consiste en casarse por necesidad, presión cultural o miedo. El matrimonio se basa en el amor cristiano. Luego me enseñó que mi estado de soltería podría continuar enseñándome a vivir la vida y buscar un matrimonio basado en el amor puro y no en la conveniencia; a buscar el matrimonio por los motivos correctos.
A través de esa experiencia, he aprendido tres verdades a las que recurro cada vez que me siento desanimado con respecto al cortejo:
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Tu valía no depende de tu estado civil. Isaías enseñó que “[los] pensamientos [de Dios] no son [nuestros] pensamientos” (Isaías 55:8). Yo pensaba que estar soltero era un reflejo de mi falta de valía. Sin embargo, Dios me ayudó a ver que estar soltero me prepara para un matrimonio mejor del que podría haber tenido si me hubiera casado cuando yo creía que debía hacerlo. No tenía nada que ver con mi valía.
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La preparación disipa la ansiedad y la preocupación. El Señor nos dice que “si [estamos] preparados, no [temeremos]” (Doctrina y Convenios 38:30). Buscar y luego seguir la voluntad de Dios me ha ayudado a dejar a un lado los temores y las frustraciones con respecto a mi estado civil. También me ha ayudado a centrarme en prepararme para cualquier situación que se me presente en el futuro.
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Hay gozo en estar soltero. Estar soltero me ha bendecido con emocionantes oportunidades para viajar, desarrollo profesional y maneras de servir en la Iglesia. Aunque todavía deseo profundamente un matrimonio e hijos, Dios me ha ayudado a apreciar lo mucho que hay por hacer en Su reino en este momento, ya sea que tenga una compañera a mi lado o no.
¡Todavía no me he casado! Mi esposa no ha aparecido mágicamente ahora que he cambiado mi perspectiva sobre el cortejo y el matrimonio, y sé que a veces seguiré sintiéndome frustrado con el noviazgo en el futuro. Pero gran parte del miedo y de la ansiedad que me provocaba mi estado civil han desaparecido. Y ahora sé que está perfectamente bien estar soltero mientras el Señor y yo trabajamos juntos para cumplir las promesas y bendiciones eternas que Él me ha hecho, tanto las de la vida terrenal como las de la eternidad.