Prosperar como misionero durante el COVID-19
Tu enfoque marca la diferencia.
Si alguien me hubiera preguntado hace unos meses cómo imaginaba que sería mi misión, nunca habría predicho la travesía que me esperaba. Sin embargo, hay algo que es igual: todavía soy misionera de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero ahora soy misionera durante una pandemia.
Pero ¿qué significa eso?
Significa querer hacer la voluntad del Señor de una manera mucho más profunda. Significa tratar de servir al Señor y a Sus hijos mientras nos enfrentamos a cambios constantes. Significa aprender a adaptarnos rápidamente a nuevas situaciones. Significa aprender a ser mucho más flexibles, tolerantes, pacientes y amorosos cada día.
También significa afrontar mucha incertidumbre y hacerse muchas preguntas, como:
“¿Enviarán a mi compañera a casa mañana?”.
“¿Nos trasladarán a otra zona a causa del virus?”.
“¿Qué pasará con las personas a las que estamos enseñando si tengo que irme?”.
Hemos seguido con nuestra enseñanza del Evangelio a través de las redes sociales, pero no siempre es fácil, y definitivamente no es la experiencia misional que ninguno de nosotros imaginó. Sin embargo, todavía estamos aquí, firmes en nuestra decisión de servir en cualquier lugar, de servir al Señor sin importar la situación o la forma de hacerlo, de llegar al corazón de Sus hijos.
¿Por qué, aun así, escojo servir?
Sí, las dificultades de la vida misional son físicas, mentales y espirituales; todos hemos pasado por al menos una de ellas. Sí, nos hemos enfrentado a muchas batallas y continuaremos enfrentando más desafíos, pero gracias a Jesucristo, quien dio Su vida por nosotros, sabemos que todo esto vale la pena.
Me he dado cuenta de que nuestro Padre Celestial está al tanto de todos nosotros. Él sabía que habría misioneros que no podrían ir al templo ni poner un pie en un centro de capacitación misional antes de salir a la misión. Él sabía que habría jóvenes que nunca tendrían la oportunidad de servir en las tierras a las que fueron llamados. Y, sin embargo, esos misioneros saben que el Señor nos ama y nos protege como siempre lo hará y que nuestros esfuerzos son suficiente a Sus ojos. Todos hemos aprendido realmente que podemos servir al Señor y compartir Su evangelio en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, y que vale la pena.
¿Qué me hace seguir adelante?
En los días difíciles, me he dado cuenta de que hay dos maneras de ver este momento:
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Con una actitud pesimista, esperando impacientemente a que las cosas vuelvan a la normalidad.
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O bien con una nueva perspectiva, fijando metas, planeando positiva y personalmente, utilizando esta situación como una oportunidad para hacer cambios que deseábamos hacer pero posponíamos.
Yo intento escoger la segunda opción. Al pensar en las circunstancias actuales del mundo, me he preguntado si el COVID-19 no es una oportunidad para ayudarnos a apreciar más nuestras relaciones o para animarnos a abrir aún más nuestro corazón hacia nuestro Creador y estar dispuestos a escucharlo, y para priorizar el Evangelio más que nunca.
Este no es un tiempo difícil solo para los misioneros; es difícil para todos. No obstante, así como el capitán Moroni llamó a otras personas para que se unieran a la causa de la libertad (véase Alma 46), a nosotros también se nos llama a levantarnos y no temer, y a reconocer que nuestro Padre Celestial está verdaderamente siempre con nosotros, permitiéndonos servir con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, sin importar lo que pase (véase Doctrina y Convenios 4:2).
Como misioneros del Señor, debemos mantener la vista siempre fija en el Salvador y en nuestra meta eterna. Recordemos que el Padre Celestial ama a todos Sus hijos y quiere que todos regresemos a Él.
En verdad, por muy difícil que sea ser misionero en tiempos de COVID-19, podemos hacer de esta época una de las mejores de nuestra vida. Sinceramente, ¡lo ha sido para mí! Y todo es gracias a mi enfoque, porque siempre trato de recordar mi amor por nuestro Padre Celestial y mi deseo de ayudarle a recoger al Israel disperso. Y sé que Él concederá tiernas misericordias a cada uno de Sus misioneros a medida que hagamos nuestro mejor esfuerzo para cumplir con este llamamiento que Él nos ha dado.