Jóvenes adultos
Lo que la infertilidad me ha enseñado sobre multiplicar y henchir la tierra
Mientras esperaba a tener hijos, me di cuenta de que podía multiplicar y henchir la tierra de otras maneras.
En el principio, Dios creó al hombre y a la mujer y les dio un mandamiento: “Fructificad y multiplicaos; y henchid la tierra” (Génesis 1:28; Moisés 2:28). Mi esposo y yo llevamos casados cuatro años y medio, pero no tenemos hijos. Puede que haya quienes lean y respondan (y ya he oído de todo):
“Ah, ¡pero todavía eres joven!”.
“¡Simplemente disfruta esta etapa sin hijos!”.
“¡Aprovecha la libertad mientras dure!”.
He aprendido a no ofenderme y a simplemente dejar pasar los comentarios porque sé que quienes hablan no pretenden herirme. Soy consciente de que hay personas que llevan casadas más tiempo y todavía no tienen hijos. Sin embargo, sé que, aunque solo hayan pasado cuatro años, eso no significa que haya sido fácil.
Hay momentos que son fáciles. Los últimos dos años, mi esposo y yo hemos vivido en Europa, y hemos viajado a lugares a los que nunca soñamos que podríamos ir; hemos probado comida deliciosa y hemos hecho muchísimos amigos de todas partes del mundo que han ampliado nuestras ideas, opiniones y puntos de vista. En muchos sentidos, sería absurdo no estar agradecidos por ese tiempo. La relación con mi esposo se ha fortalecido, he aprendido mucho y hemos tenido algunas aventuras increíbles.
Sin embargo, también hemos pasado muchas noches en el sofá viendo películas. Hemos creado recuerdos de los que nuestros futuros hijos no formarán parte. Nuestro barrio solo tiene una pareja joven sin hijos, y —has acertado—, somos nosotros. Y parece que, independientemente de las aventuras que estemos teniendo, el pensamiento de los hijos siempre está ahí.
Durante mis altibajos, a menudo me he visto reflexionando en el mandamiento que se les dio a Adán y a Eva. Creemos que este mandamiento permanece plenamente en vigor hoy en día1 y que se espera que lo sigamos. Sin embargo, mi esposo y yo todavía no hemos podido hacerlo. Pero Adán y Eva tampoco podían, al principio. ¿Y qué es lo que hicieron? Lo único que sabían hacer: cuidaron el jardín. Aunque yo no vivo en el Jardín de Edén, vivo en el jardín de la tierra, el jardín de los Países Bajos, el jardín de mi familia y el jardín de mi barrio. Esos son los jardines que el Señor me ha mandado que multiplique y que hinche. Esas palabras han sido el centro de mi reflexión. Esas palabras me han ayudado a volver a centrarme en mi vida sirviendo a los demás y al Señor. A menudo pienso:
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¿Cómo puedo multiplicar los dones que el Señor me ha dado a mí y a otras personas?
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¿Cómo puedo multiplicar el amor por los hijos de Dios?
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¿Cómo puedo multiplicar mi tiempo y esfuerzo para servir a los demás?
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¿Cómo puedo henchir mi propio pozo espiritual?
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¿Cómo puedo henchir lo que otras personas han perdido, ya sea temporal o espiritual?
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¿Cómo puedo henchir la esperanza y la fe, que parece que muchas personas en el mundo han perdido?
A medida que me he centrado más en estas preguntas, he sido bendecida con oportunidades para responderlas de maneras poderosas. He tenido la oportunidad de servir en la organización de las Mujeres Jóvenes; he tenido la flexibilidad para dejar cualquier cosa que estaba haciendo y ayudar a alguien a hacer la maleta o cuidar a los hijos de mis amigos; he podido dar clases de teatro a niños de todas partes del mundo; he pasado más tiempo estudiando el Evangelio; he sido capaz de soportar las cargas de otras personas y consolar a los que necesitan de consuelo. Y, lo más importante, he adquirido mayor conocimiento, testimonio y comprensión espiritual del Evangelio y del plan que Dios tiene para mí.
No digo que el mandamiento de “multiplicarse y henchir la tierra” no signifique tener hijos. Estamos aquí para criar familias en rectitud, y eso incluye tener hijos, si es posible. No obstante, mientras esperamos la bendición de tener hijos, todavía podemos cumplir ese mandamiento al cuidar los jardines que nos rodean. Así que, cuando me siento triste, molesta, amargada, celosa, enojada o asustada debido a mi infertilidad, siempre trato de preguntarme a mí misma: ¿qué estoy haciendo para cuidar de mis jardines? Y eso marca la diferencia.