Encontrar respuestas: De hermana a hermana
Con el mundo cada vez más oscuro, ¿cómo podemos tener esperanza y gozo?
Una pregunta que han formulado muchas hermanas fieles, incluso yo.
Tengo el mal hábito de decirle al Padre Celestial las cosas con las que pienso que puedo o no puedo lidiar. Recuerdo que, de niña, una vez le dije que no deseaba estar viva durante los últimos días porque sabía que no sería capaz de enfrentar tiempos de tanta maldad e iniquidad.
A medida que ha transcurrido la vida, todavía me encuentro afirmando que no puedo soportar la creciente oscuridad en el mundo.
Aunque parezca extraño, mi bendición patriarcal dice que hallaré gozo en esta vida. A menudo me he preguntado de qué manera Dios espera que encuentre gozo en un mundo donde cada vez más personas escogen, apoyan y fomentan la iniquidad.
¿Cómo se supone que una persona encuentre esperanza o gozo duradero en un mundo como este?
Esa aparente discrepancia entre lo que mi bendición patriarcal dice que es posible y lo que sucede en el mundo actual me ha llevado a estudiar la función que desempeñan la esperanza y el gozo en el evangelio de Jesucristo.
Esperanza
Al comenzar a aprender acerca de la esperanza, encontré una declaración del élder Steven E. Snow, Setenta Autoridad General emérito: “Nuestra esperanza en la Expiación [de Jesucristo] nos concede el poder de una perspectiva eterna. Dicha perspectiva nos permite ver más allá del aquí y ahora, hacia la promesa de las eternidades. No tenemos que estar atrapados en los estrechos confines de las caprichosas expectativas de la sociedad”1.
Me di cuenta de que había experimentado esa poderosa verdad de primera mano hacía algunos años. Justo antes de terminar mi misión en el sur de Francia, unos terroristas atacaron París provocando gran conmoción en todo el país. A la semana siguiente, cuando nos acercábamos a las personas, a menudo nos preguntaban cómo aún teníamos fe cuando Dios había permitido que sucediera algo tan terrible. Compartíamos relatos de las Escrituras con ellas y les enseñábamos acerca del amor de Dios y del plan de felicidad. Las personas que pudieron hallar esperanza otra vez fueron aquellas que escucharon nuestro mensaje y se esforzaron por tener una perspectiva eterna.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Si no hay esperanza en Cristo, no se reconoce la existencia de un plan divino para la redención de la humanidad. Sin tal conocimiento, las personas creen erróneamente que a la vida de hoy le sigue la extinción el día de mañana; que la felicidad y las relaciones familiares solo son efímeras”2.
Si la falta de esperanza en Cristo provoca la desesperación que tan a menudo vemos en el mundo, con seguridad el aumentar nuestra fe y esperanza en Él puede ayudarnos a tener más esperanza en la vida. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha confirmado lo siguiente: “Puesto que la Restauración reafirmó la verdad fundamental de que Dios sí obra en este mundo, podemos tener esperanza, debemos tener esperanza, aun al afrontar las dificultades más insuperables”3.
A veces, incluso el saber que deberíamos poner nuestra esperanza en Cristo no lo hace más fácil, especialmente con la oscuridad creciente en el mundo que nos rodea. Cuando empiezo a sentirme desanimada, me agrada pensar en el sabio consejo de Kevin J Worthen, rector de la Universidad Brigham Young:
Si queremos fortalecer nuestra esperanza, debemos centrarnos más en el Salvador, en especial cuando nos sentimos desesperanzados. Una de las maneras más sencillas pero más poderosas de hacerlo es seguir Su ejemplo al servir a los demás. Al hacerlo, nos centraremos más en las demás personas que en nosotros mismos y comenzaremos a desear su bienestar. Entonces, esa esperanza se suma a la seguridad de que Cristo puede ayudarles y que Él lo puede hacer por medio de nosotros. Ese agregado de fe a nuestros deseos rectos puede transformar nuestra esperanza pequeña e incipiente en una forma de fe perdurable, poderosa y más excelente que puede cambiarnos a nosotros y a los demás4.
Al hacer simplemente las cosas que nos acercan a Cristo, podemos encontrar mayor esperanza en nuestro futuro sin importar lo que pueda suceder en el mundo que nos rodea. A medida que fortalezcamos nuestra relación con Él, aprenderemos a ver la vida con una perspectiva eterna y a reconocer que las adversidades y pruebas que afrontemos en esta vida “no serán más que por un breve momento” (Doctrina y Convenios 121:7).
Gozo
¿Y qué sucede con el gozo? ¿No estamos aquí para que tengamos gozo? (Véase 2 Nefi 2:25). ¿Cómo podemos hallar gozo cuando las cosas son desalentadoras y estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo para tener la esperanza de un futuro mejor?
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, definió así el gozo: “… nuestra perspectiva del Evangelio nos ayuda a comprender que el gozo es más que un sentimiento o emoción fugaz; más bien, es un don espiritual y un estado de ser y de llegar a ser”5.
Cuando lo oí decir eso, cambié la forma en que abordaba la búsqueda del gozo. Hasta ese punto, había estado buscando un sentimiento de felicidad pura, algo que nunca se terminara y que sofocara todos los sentimientos de tristeza o dolor. Pero la definición del élder Bednar me hizo ver que tal vez no encontraba el gozo que se me había prometido porque estaba buscando lo incorrecto.
En lugar de procurar sentir gozo, debí haber estado procurando llegar a ser gozosa.
¿Cómo se llega a ser una persona gozosa? No tenía idea.
El élder Bednar agregó: “El gozo se recibe al ejercer fe en el Señor Jesucristo, recibir y honrar de manera digna y fiel las ordenanzas y convenios sagrados, y al esforzarnos por llegar a estar profundamente convertidos al Salvador y a Sus propósitos”6.
El presidente Nelson también enseñó:
“… el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene mucho que ver con el enfoque de nuestra vida […].
“El gozo es un don para los fieles; es el don que proviene de tratar de vivir, de forma intencional, una vida de rectitud, como enseñó Jesucristo”7.
Eso despertó mi entendimiento al encontrar más verdades acerca de la fuente del gozo.
¿Fe en Jesucristo? ¿Llegar a estar profundamente convertidos a Él y a Sus propósitos? Esas eran cosas que había oído toda mi vida. ¿Eran en verdad la clave para cambiar cómo me sentía acerca de vivir en el mundo durante esta época de oscuridad?
¡Sí!
Al reflexionar en los momentos de mi vida en los que sentí la esperanza y el gozo más grandes, me doy cuenta de que casi siempre son momentos en los que estaba más centrada en fortalecer mi relación con Cristo y en esforzarme por llegar a ser más como Él.
Aunque tal vez todavía enfrento momentos de pesar o desesperación, tengo esperanza y fe de que si continúo acercándome a Cristo, Él estará ahí para ayudarme con mis debilidades. Tengo la esperanza de que algún día obtendré una plenitud de gozo y de que, al buscar la luz del Salvador y procurar regocijarme a pesar de las circunstancias difíciles, encontraré la clase de gozo que se me prometió en mi bendición patriarcal y que se promete a todos nosotros, que “ su gozo [sea] completo para siempre” (veáse 2 Nefi 9:18).