La edificación de un refugio espiritual y temporal
La autora vive en Utah, EE. UU.
La pandemia y los consiguientes problemas de escasez, de cierres preventivos y de agitación económica han hecho que muchos de nosotros nos preguntemos: ¿Cómo puedo estar mejor preparado para el futuro?
Se nos ha aconsejado edificar un refugio para nuestra familia, tanto en el aspecto físico como en el espiritual. El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha enseñado: “Como discípulos del Salvador, se nos manda lo siguiente: ‘… preparad todo lo que fuere necesario’ [Doctrina y Convenios 88:119; cursiva agregada]”. Además, enseñó: “También se nos promete que ‘si estáis preparados, no temeréis’ [Doctrina y Convenios 38:30] […]. Durante décadas, los líderes de la Iglesia han proclamado repetidas advertencias para que nos preparemos”1.
A fin de prepararnos, podemos acudir a la guía del Señor. El presidente Russell M. Nelson declaró:
“Durante décadas, los profetas del Señor nos han instado a almacenar alimentos, agua y ahorros financieros para épocas de escasez […]. L[es] insto a tomar medidas para estar preparad[os] en lo temporal, pero me preocupa aún más su preparación espiritual y emocional”2.
Sabemos que los últimos días no serán para los débiles de corazón. El mundo experimentará aun más conmoción, y los fieles serán probados. El presidente Nelson dijo: “Por supuesto, podemos almacenar nuestras propias reservas de alimento, agua y ahorros; pero igual de crucial es nuestra necesidad de llenar nuestro almacén espiritual personal con fe, verdad y testimonio”3.
Será crucial que cada uno de nosotros esté preparado no solo temporal y físicamente para lo que ha de venir, sino también espiritualmente. Los siguientes son algunos sorprendentes paralelismos que existen en nuestra preparación.
El agua potable y el agua viva
En el aspecto físico, una de nuestras necesidades clave es tener agua potable almacenada. Las sequías, las fuentes de agua contaminadas y otros problemas relacionados con el agua han sido la causa de graves inquietudes. En donde resulte posible, es bueno contar con un suministro de agua que pueda durar al menos unos días hasta que se restablezca el acceso al agua potable (Cada persona necesita unos cuatro litros de agua por día para beber y para los servicios sanitarios).
En el aspecto espiritual, también necesitamos el suministro constante del agua viva que da nuestro Salvador Jesucristo (véase Juan 4:10). Fue algo notable que el mensaje principal que dio nuestro profeta cuando surgió la pandemia fuese el de escucharlo a Él; el de escuchar a Jesucristo a través de Su Espíritu y de Sus enseñanzas. El presidente Nelson dijo:
“En las últimas semanas, la mayoría de nosotros hemos experimentado alteraciones en nuestras vidas personales. Terremotos, incendios, inundaciones, plagas y sus secuelas han trastocado la vida diaria y han provocado escasez de alimentos, artículos básicos y ahorros […].
“Al tratar de ser discípulos de Jesucristo, nuestros esfuerzos por escucharle a Él han de ser cada vez con mayor intención. Se requiere un esfuerzo consciente y constante para llenar nuestra vida diaria con Sus palabras, Sus enseñanzas y Sus verdades […].
“Reitero mi súplica de que hagan lo que sea necesario para elevar su capacidad espiritual para recibir revelación personal.
“El hacerlo les ayudará a saber cómo avanzar con su vida, qué hacer en tiempos de crisis y cómo discernir y evitar las tentaciones y los engaños del adversario”4.
El profeta nos ha pedido reiteradamente que aumentemos nuestra capacidad de recibir revelación. Es de suma importancia que cada uno de nosotros haga un profundo esfuerzo espiritual para tener acceso al agua viva cada día, de modo que podamos escuchar y recibir revelación personal, y actuar de acuerdo con ella.
La comida y el alimento espiritual
El tener una provisión adecuada de alimentos también resulta crucial para sobrevivir en caso de alguna emergencia. Ya sea que la situación fuere la pérdida del empleo, desastres naturales u otras crisis, el almacenamiento de alimentos puede ayudarnos a sobrellevar las pruebas. Los profetas nos han instado a guardar comida, según nos sea posible. Comenzar con un suministro para algunas semanas puede ser un importante paso inicial para llegar a aprovisionarse de suficientes reservas de alimentos para abastecer a la familia en tiempos de necesidad.
También debemos prepararnos al hacer que el alimento espiritual sea parte de nuestra vida cotidiana. El presidente Nelson enseñó: “Nuestro máximo afán en la vida es prepararnos para comparecer ante nuestro Hacedor. Lo hacemos al esforzarnos diariamente por llegar a ser más semejantes a nuestro Salvador Jesucristo; y logramos eso conforme nos arrepentimos todos los días y recibimos Su poder purificador, sanador y fortalecedor. Entonces podemos sentir una paz y un gozo duraderos, incluso en épocas turbulentas”5.
En la parábola de las diez vírgenes se enseña ese principio con claridad. El presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, declaró:
“Los cálculos aritméticos de esta parábola son espeluznantes. Las diez vírgenes obviamente representan a los miembros de la Iglesia de Cristo porque todas fueron invitadas a las fiestas de bodas y todas sabían lo que se requería para ser admitidas cuando el esposo llegara, pero solo la mitad estuvo lista cuando Él llegó […].
“… Tal como se enseña en el Libro de Mormón: ‘… esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios’ (Alma 34:32) […]. ¿Nos estamos preparando?”6. No podemos esperar hasta que el Señor venga para comenzar a nutrirnos espiritualmente.
La comunicación y la oración
Durante las crisis, la necesidad de comunicarse resulta crucial. En los apagones de energía eléctrica o en otras catástrofes, las torres de telefonía móvil se congestionan con rapidez y la posibilidad de comunicarse se ve seriamente afectada. El tener un plan concerniente a las comunicaciones entre los miembros de la familia o del barrio constituye una preparación importante. ¿Cómo nos pondremos en contacto con los integrantes de nuestra familia en caso de que los teléfonos no funcionen o si no podemos llegar a ellos físicamente? El contar con un plan preestablecido ayudará a los miembros de la familia a saber qué hacer para poder comunicarse.
Nuestro Padre Celestial ha establecido Su plan de comunicación al instarnos a orar con regularidad. ¡Qué honor es hablar con nuestro Padre Celestial en cualquier momento y lugar en que lo deseemos! “Sed fieles”, nos manda el Salvador, “orando siempre, llevando arregladas y encendidas vuestras lámparas, y una provisión de aceite, a fin de que estéis listos a la venida del Esposo” (Doctrina y Convenios 33:17).
A través de los esfuerzos que hagamos por orar con sinceridad, llegaremos a sentirnos cómodos al hablar con nuestro Padre Celestial y recibir Su guía, y eso nos brindará una conexión crucial para guiarnos a nosotros y a nuestra familia en los momentos de necesidad.
El resguardarse y el permanecer en lugares santos
A la mayoría de nosotros se nos pidió que nos resguardáramos en casa durante la pandemia. Aprendimos por experiencia propia que contar con un techo donde estar a salvo y con los suministros adecuados es crucial para estar preparados. También es prudente buscar lugares de refugio alternativos en caso de que nuestra casa se torne insegura ante desastres naturales u otras circunstancias que requieran que nos marchemos.
De manera similar, se nos insta a “refugiarnos” en el Evangelio. El presidente Oaks enseñó: “¿Seguimos el mandamiento del Señor de ‘… permaneced en lugares santos y no seáis movidos, hasta que venga el día del Señor; porque he aquí, viene pronto’? (D. y C. 87:8). ¿Cuáles son esos ‘lugares santos?’. Por cierto incluyen el templo y sus convenios que se guardan fielmente; ciertamente incluyen el hogar donde se atesora a los hijos y se respeta a los padres; por seguro los lugares santos incluyen los puestos de deberes asignados por la autoridad del sacerdocio, incluso las misiones y los llamamientos que se cumplen fielmente”7.
Los miembros de la Iglesia sentimos la privación cuando no pudimos reunirnos en nuestras congregaciones ni servir en el templo. No obstante, también hemos aprendido lo esencial que era establecer nuestros hogares como lugares santos. Asistir a las reuniones de la Iglesia, servir en el templo y hacer que nuestros hogares sean santuarios de fe nos fortalecerá a nosotros y a nuestra familia conforme nos preparamos para la Segunda Venida.
Los primeros auxilios y el arrepentimiento
Las provisiones y los conocimientos para prestar primeros auxilios son esenciales para estar preparados temporalmente. Durante la pandemia, el mundo entero estaba buscando mascarillas y suministros médicos de calidad. El almacenamiento de medicamentos y de artículos médicos es una parte importante de estar preparados para los desastres naturales y para otras pruebas que vendrán.
De manera similar, los primeros auxilios espirituales son esenciales. El Señor ha proporcionado una vía para que seamos sanados; el arrepentimiento nos ofrece la oportunidad de corregir nuestra conducta, y de que el bálsamo de Jesucristo y Su expiación nos purifiquen. El élder Hans T. Boom, de los Setenta, declaró: “Algunos de nosotros estamos heridos, pero el botiquín de primeros auxilios del Señor tiene vendas lo bastante grandes como para cubrir todas nuestras heridas”8.
El arrepentimiento frecuente contribuirá a purificarnos en preparación para lo que ha de venir. Al arrepentirnos de modo constante, nos fortaleceremos, seremos mejores y estaremos más en armonía con el Señor. El presidente Nelson enseñó:
“Cuando Jesús nos pide a ustedes y a mí que nos ‘arrepintamos’, nos invita a cambiar nuestra mente, conocimiento, espíritu […].
“Nada es más liberador, más ennoblecedor ni más crucial para nuestro progreso individual que centrarse con regularidad y a diario en el arrepentimiento […]. Cuando lo acompaña la fe, el arrepentimiento despeja el acceso al poder de la expiación de Jesucristo”9.
La fortaleza mental y el testimonio
Muchas personas han tenido problemas de salud mental durante la pandemia. Parte de nuestra preparación incluye el implementar hábitos para promover la buena salud mental. Muchos de nosotros fuimos sometidos a pruebas conforme estas se extendieron y se propagaron con el tiempo. Los líderes de la Iglesia nos han instado a que hagamos que la salud y la fortaleza mental formen parte de nuestra preparación.
En el aspecto espiritual, debemos centrarnos en fortalecer nuestro testimonio de modo que resista las pruebas que sobrevendrán a todos los fieles. El presidente Russell M. Nelson afirmó: “Nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo, llevará a cabo algunas de Sus obras más maravillosas entre ahora y cuando vuelva de nuevo. Veremos indicios milagrosos de que Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, presiden esta Iglesia en majestad y gloria, pero en los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo”10.
Tal como enseñó el Salvador, cada uno de nosotros debe edificar su casa espiritual sobre la roca —lo cual significa vivir en obediencia a Sus enseñanzas— a fin de que tengamos un fundamento firme (véase 3 Nefi 14:24–25). Eso será necesario para sobrevivir a las bofetadas espirituales que ciertamente vendrán.
Al esforzarnos por prepararnos a nosotros mismos y al mundo para la segunda venida de Jesucristo, debemos preparar temporalmente a nuestra familia para lo que se ha predicho concerniente a esos días. Nos esperan desastres naturales, convulsión social y agitación política, tal como lo predijeron nuestros profetas. Esos acontecimientos requerirán una cuidadosa preparación a fin de protegernos físicamente a nosotros mismos, así como a nuestra familia.
Del mismo modo, debemos protegernos a nosotros mismos y a nuestra familia de las iniquidades que podrían destruirnos. El confiar en la revelación personal; el poner en práctica hábitos que nos nutran espiritualmente, incluyendo la oración y el arrepentimiento; y el permanecer en lugares santos nos ayudará a edificar testimonios firmes e inamovibles.
Entonces podremos tener la absoluta seguridad de la promesa del Señor de que si estamos preparados —tanto temporal como espiritualmente— no temeremos (véase Doctrina y Convenios 38:30).