Jóvenes adultos
En busca de apoyo espiritual después de unirme a la Iglesia solo yo
El autor vive en Virginia, EE. UU.
Jamás me había sentido tan distante de mis padres, pero el Padre Celestial envió ángeles para fortalecerme.
Para mí, unirme a la Iglesia solo, sin el testimonio tranquilizador de mis amigos y de mi familia, fue una decisión difícil y solitaria.
Encontrar la Iglesia fue la anhelada respuesta a mis oraciones para comprender mejor a mi Salvador y vivir mi vida como Él lo hizo. Sin embargo, yo procedía de un familia devota y activa en una iglesia bautista, y mi decisión de convertirme en Santo de los Últimos Días se malinterpretó y se rechazó agresivamente.
Mis padres querían lo que pensaban que era mejor para mí y creían que el hecho de que yo abandonara la crianza religiosa de nuestra familia destruiría mi fe.
Las cosas se volvieron aun más difíciles cuando mi padre falleció de cáncer justo antes de que yo fuera bautizado. Lidiar con la pérdida de mi amoroso padre mientras tenía que elegir entre la voluntad de Dios y la de mi familia fue casi inaguantable.
Sentía que me estaban presionando hasta el límite.
Los ángeles del Padre Celestial
Cuando Jesucristo padecía en Getsemaní, Dios envió a un ángel para fortalecerlo (véase Lucas 22:43). Creo que ese ángel fue enviado a socorrer a Cristo como una expresión del amor inquebrantable del Padre Celestial. Del mismo modo, Él envió ángeles para fortalecerme.
Entre esos ángeles estaban la hermana Neff y la hermana Smallcomb, las primeras misioneras que me enseñaron. Tenían el testimonio y el intelecto para guiarme a través de mis intensas preguntas. Y cuanto más presenciaba el amor de Cristo por medio de ellas, mayor era mi amor por el Evangelio.
Años después de mi bautismo, hablé con la hermana Smallcomb y le agradecí que siguiera estando dispuesta a responder mis preguntas. Le expresé, además, que esperaba que no estuviera molestándola.
“Marcus”, me respondió entre risas, “puedes enviarme preguntas sobre el Evangelio por el resto de para siempre”.
Fue muy reconfortante saber que tenía a alguien a quien podía acudir en busca de respuestas. En cierto sentido, la hermana Neff y la hermana Smallcomb fueron mis mentoras en el Evangelio, guiándome en el camino de mi conversión y ayudándome a entender lo que significa ser miembro de la Iglesia.
Sin embargo, no serían las únicas que me guiarían.
En busca de otros mentores
Me encantaba tener conversaciones espirituales con mi familia, pero cuando me uní a la Iglesia, fue imposible—al menos por un tiempo— tener esas pláticas. Las conversaciones espirituales con mi familia me dejaban exhausto en vez de vigorizado.
Vivir el Evangelio sin mi familia no era una prueba que yo pudiera sobrellevar solo. Afortunadamente, mi Padre Celestial y el fiel obispo de mi barrio de jóvenes adultos solteros estaban ahí para ayudarme.
Sin importar de qué hablara con mi obispo, yo siempre crecía espiritualmente. Sentía el apoyo y el amor que necesitaba.
Tal vez tus necesidades espirituales no se satisfagan por medio de un obispo, pero un maestro de Instituto, un presidente de misión, un matrimonio misionero, un hermano o una hermana ministrante, un amigo y muchas otras personas pueden darte su apoyo.
¿Cómo encontramos esos mentores en nuestra vida? Uno de los pasos más importantes es hacer todo lo posible por continuar viviendo el Evangelio. Y puedes confiar en que un Padre Celestial perfecto puede guiar y guiará a muchas personas semejantes a Cristo para que te ayuden.
También puedes encontrar un mentor al ponerte en situaciones positivas. Llevar a cabo una asignación de ministración, magnificar un llamamiento, ofrecer comidas a los misioneros y acompañarlos en las lecciones, asistir a Instituto y compartir tu testimonio son maneras de crear oportunidades de desarrollar buenas relaciones.
Confiar en el Padre Celestial
A lo largo de mi trayecto, cada vez que me sentía solo, el Padre Celestial siguió enviando ángeles para consolarme y fortalecerme.
Me di cuenta de que jamás me encontré en una situación en la que no tuviera apoyo. El Padre Celestial siempre me guio hacia quienes pudieran ayudarme, en especial cuando el ambiente en casa era tenso. Todo lo que tenía que hacer era conservar mi fe en Él y mantener abiertos mis ojos y oídos espirituales para recibir Su guía y Sus bendiciones. Testifico solemnemente que las palabras del Salvador son verdaderas:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Con amor, te aliento a mantenerte activo en el Evangelio, orando al Padre Celestial para que te guíe hacia las relaciones beneficiosas y los mentores que te ayudarán a permanecer en la senda de los convenios y regresar a Él.