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Un cálculo sencillo para acercarse al Señor
Tomado de un discurso dirigido a los alumnos de Ensign College, en Salt Lake City, Utah, EE. UU., el 1.º de diciembre de 2020. Lee el texto completo en ensign.edu.
Desarrollar nuestra relación con el Señor no tiene por qué ser complicado.
Después del año pasado, con todos sus altibajos y giros inesperados, sería prudente evaluar si estamos aprendiendo las lecciones que deberíamos y podríamos aprender de esta pandemia y de otros eventos recientes. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, publicó este mensaje al reflexionar sobre lo que está aprendiendo en este momento tan inusual:
“Espero que cuando las cosas vuelvan a la normalidad, sea lo que sea lo normal, no se me olviden los sentimientos y experiencias que he tenido durante estos meses de reflexión y soledad […].
“Sería una tontería perder esta oportunidad sagrada de escudriñar nuestras almas, arrepentirnos un poco y buscar cómo podemos ser mejores y más amables1.
Con ese pensamiento como fundamento, tengamos una pequeña lección de matemáticas. Me encantan las matemáticas, con su lógica, precisión y factores predecibles, pero la mantendremos básica, ¡porque la matemática básica es todo lo que puedo hacer últimamente! Vamos a sumar, restar, multiplicar y dividir.
Sumar
Con todo el bullicio que nos rodea, con todas las voces divergentes que claman por nuestra atención y lealtad en nuestros teléfonos, en nuestras pantallas e incluso dentro de nuestros hogares, necesitamos sumarle [agregar] un lugar sagrado a nuestras vidas. Piensa en el lugar donde vives; imagínalo en tu mente.
¿Estás en un apartamento?
¿Vives en casa con tu familia?
¿En un sótano?
¿Con o sin compañeros de cuarto?
¿A dónde vas en busca de quietud, para orar, para conectarte con Dios? ¿Te resulta bien?
Cualquiera sea tu situación, puedes agregarle un lugar santo: un espacio donde encuentres quietud para escuchar la voz de Dios; para escucharlo, como nuestro profeta nos ha aconsejado que lo hagamos2; para estar en comunión y encontrar orientación y dirección para tu vida.
¿A qué parte del espacio donde vives puedes sumarle [agregar] un lugar sagrado? Trata de encontrar un lugar específico o un mueble que pueda ser tu lugar sagrado. Tal vez sea la colcha de tu dormitorio una vez que tu compañero de cuarto se vaya por el día, o una cierta silla junto al respiradero de la calefacción por donde sale el aire caliente durante los meses de invierno. Tal vez sea una alfombra mullida que encuentras en internet y la colocas junto a tu cama para arrodillarte. Ese lugar santo puede convertirse en un santuario para ti. Por alguna razón, y hablo por experiencia personal, puedes recibir la fortaleza y el consuelo al saber que tu colcha, tu silla, tu alfombra mullida, lo que sea, representa tu lugar sagrado que has planificado a propósito y es donde suceden cosas santas. Apaga el ruido. ¡Crea quietud, con toda intención, para poder escucharlo a Él! Jesús enseñó: “Porque toda carne está en mis manos; quedaos tranquilos y sabed que yo soy Dios” (Doctrina y Convenios 101:16).
El presidente Russell M. Nelson ha dicho: “Los invito a que […] hagan de su apartamento, su dormitorio universitario, su hogar o su cuarto un lugar santo donde puedan permanecer a salvo de las oscuras distracciones del mundo”3.
Restar
Luego viene la resta. Piensa en cómo pasas las 24 horas que recibes todos los días. Muchas de esas horas las pasas durmiendo (¡probablemente no tantas como te gustaría!), y muchas de esas horas se pasan en clase y estudiando. Muchas horas se dedican a trabajar y a ganar dinero para vivir. A las horas (¡o minutos!) que te quedan después de tus diversos compromisos con el estudio, el trabajo y la familia podrías llamarles “tiempo disponible”. Ese es el tiempo en el que tienes pleno poder de decisión. ¿Cómo decides pasar ese tiempo?
Haz una lista mental de la forma en que has utilizado tu tiempo disponible durante los últimos días. Luego, piensa en lo que debes restar [eliminar] de lo que haces durante ese tiempo disponible. ¿Existen pasatiempos, opciones de medios sociales o pérdidas de tiempo que sería mejor descartar por completo o al menos limitar? ¿Qué debes restar de tu vida? ¡Esa podría ser una pregunta para que medites y le preguntes al Padre Celestial cuando estés en ese lugar santo que vas a sumarle [o agregar]!
Restemos cualquier cosa de nuestras vidas, especialmente de nuestro tiempo disponible, que ofenda al Espíritu, ya sean actividades, comportamientos o hábitos reales, o ya sean pensamientos, actitudes o el lenguaje que a veces utilizamos. Si ofende al Espíritu, réstalo [elimínalo]. Déjalo de lado. Sácalo de tu vida y súmale más cosas santas.
Multiplicar
Pasemos a la multiplicación. ¿Qué queremos multiplicar en nuestras vidas? ¿Qué cosas te gustaría tener más en tu vida, y quiero decir, mucho más? ¡Probablemente lo primero que te vino a la mente fue el dinero! ¿No sería buenísimo multiplicar el saldo de tu cuenta bancaria o el cheque que recibes del trabajo, aunque solo sea por dos o tres?
Piensa realmente. ¿Qué desearías multiplicar en tu vida? ¿Qué tal el amor y las relaciones significativas? ¿Qué tal los sentimientos de paz y alegría? ¿Qué del perdón y de la sanación? ¿No queremos todos mucho más de esas cosas? Podemos poner todo esto bajo el título de “bendiciones”. ¿No queremos simplemente multiplicar nuestras bendiciones, todas las cosas buenas de nuestras vidas?
Creemos en un Dios de abundancia, un Dios de capacidad y recursos eternos e infinitos: amor, sabiduría y bondad. Él no quiere nada más que multiplicar misericordiosamente nuestras bendiciones, pero debemos acercarnos a Él a través de un estilo de vida de arrepentimiento y de guardar Sus mandamientos. A medida que multiplicamos nuestra búsqueda activa de la luz, el servicio y los atributos de Jesucristo en nuestra vida, conforme multiplicamos nuestra búsqueda del arrepentimiento y la obediencia, nuestro Padre multiplica milagrosamente nuestras bendiciones. Es una simple ecuación.
Y esas bendiciones se multiplican nuevamente al compartir nuestro gozo, fe y paz con los demás. Nosotros ayudamos a multiplicar sus bendiciones y lo bueno en sus vidas cuando brindamos nuestro amor y nuestro deseo de hacer el bien, edificar a los demás y aliviar el sufrimiento. Todo eso vuelve a multiplicarse cuando unimos fuerzas con otras personas cuyos objetivos son los mismos que los nuestros. De esa manera, la multiplicación de bendiciones se repite y una y otra vez.
Dividir
Ahora pasemos a la división. Detengámonos un momento. ¿Queremos división en nuestras vidas? Jesús nos enseñó claramente que si no somos uno, si no estamos unidos, no somos Suyos. Él quiere que seamos uno con los demás, para crear una unidad poderosa a partir de nuestra hermosa diversidad, para que seamos uno con Él. Para lograr ese tipo de unidad y unanimidad, sí, hay algunas cosas de las que debemos dividirnos o separarnos.
Jesús enseñó: “Aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo, que es el padre de la contención, y él irrita los corazones de los hombres, para que contiendan con ira unos con otros.” (3 Nefi 11:29). Por lo tanto, debemos dividirnos de la contención, de ser incitados a la ira contra los que nos rodean.
Jesús también enseñó: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (3 Nefi 12:44). Incluso para comenzar a seguir ese mandamiento cristiano, tenemos que dividirnos de nuestro orgullo, de nuestro egoísmo, de nuestro prejuicio, de cualquier animosidad hacia grupos diferentes a nosotros, y específicamente de cualquier forma de racismo. Estoy seguro de que todos recordamos lo que sentimos al escuchar al presidente Nelson decir: “Me llena de pesar que nuestros hermanos y hermanas de raza negra de todo el mundo estén sufriendo los dolores del racismo y el prejuicio. Hago un llamado a nuestros miembros de todas partes para que pongan el ejemplo de abandonar las actitudes y acciones de prejuicio”4. Por eso debemos dividirnos de la contención, del orgullo y del racismo.
Inverso
Hay una operación matemática más que quiero explorar: el inverso. Si toman el número 5, por ejemplo, que en realidad es 5/1, el inverso es 1/5. ¿Lo recuerdan? Es algo así como lo opuesto: simplemente se da vuelta al número. Por lo tanto, cuando enfrentas adversidad, que de una manera u otra ocurre casi todo el tiempo, ¡aplica el inverso y dale la vuelta! En lugar de preguntar: “¿Por qué yo? ¿Por qué me está pasando esto tan difícil?”, intenta preguntar, “¿Por qué no yo? ¿Qué puedo aprender de esto? ¿Qué puedo cambiar? ¿Cómo puedo progresar a través de la fe en Jesucristo?”. Hay mucho poder en esto.
Cuando enfrentes un problema que te haga dudar de tu fe, aplica el inverso. Por supuesto, analiza completamente las preguntas que tengas, pero dale vuelta al cinismo y aborda tus preguntas desde un punto de vista de fe, desde una perspectiva eterna, reconociendo que los caminos de Dios son más altos que los tuyos, y Sus pensamientos son más altos que tus pensamientos, o los pensamientos de cualquier otra persona, (véase Isaías 55:8–9).
¡Seguramente podrás determinar otras formas en que podrías aplicar el inverso y darle vuelta a una perspectiva que presenta menos fe!
Que Dios prevalezca
Todos recordamos la invitación del presidente Nelson de dejar que Dios prevalezca en nuestras vidas. Él hizo una serie de preguntas: “¿Estás dispuesto a dejar que Dios prevalezca en tu vida? ¿Estás dispuesto a permitir que Dios sea la influencia más importante en tu vida? ¿Permitirás que Sus palabras, Sus mandamientos y Sus convenios influyan en lo que haces cada día? ¿Permitirás que Su voz tenga prioridad sobre cualquier otra? ¿Estás dispuesto a permitir que todo lo que Él necesite que hagas tenga prioridad sobre cualquier otra ambición? ¿Estás dispuesto a que tu voluntad sea absorbida en la de Él?”5.
¡Dejar que Dios prevalezca en nuestras vidas es aplicar el inverso cuando enfrentamos la adversidad y la incertidumbre y decididamente les damos la vuelta!
Entonces, para repasar, esta lección de matemáticas nos ha enseñado a
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sumar un lugar santo y escucharlo a Él;
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restar cualquier cosa que ofenda al Espíritu;
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multiplicar nuestras bendiciones acercándonos al Señor mediante el arrepentimiento y la obediencia;
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dividirnos de la contención, del orgullo, del egoísmo, del prejuicio y del racismo;
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y aplicar el inverso y permitir que Dios prevalezca.
Jesús, el Matemático Maestro, es nuestro Salvador y Rey. Su amor perfecto por ti es real, te cambia la vida y te salva. Deja que Él prevalezca en tu vida y encontrarás gozo indescriptible.