Oración dedicatoria

Templo de Buenos Aires, Argentina, 17 de enero de 1986

Oh Dios, nuestro Padre Eterno, Tú, gran Elohim, Creador de los cielos, de la tierra y de todo lo que en ellos hay, venimos ante Ti en este sagrado y bendito día con la cabeza inclinada, con el corazón embargado de emoción y con espíritu de sumisión.

Oramos a Ti, Padre nuestro, en el nombre de Tu Hijo Amado, Tu Unigénito en la carne, nuestro Redentor y nuestro Salvador Jesucristo, el Señor. Nuestros pensamientos se vuelven hacia Ti al meditar en Tu bondad para con nosotros, en Tus infinitas misericordias, en Tu solícito amparo y en la dádiva de tu Hijo Amado. Sabemos que mediante la obediencia a Tus mandamientos divinos, podemos volver a Ti y ser bendecidos con la vida eterna en Tu exaltada presencia.

Estamos agradecidos por esta ocasión largamente esperada en la que Tu casa se ha terminado. El sacrificio de Tus santos a lo largo de años de paciente espera y constante esfuerzo ha servido para dar cumplimiento a este maravilloso día de dedicación. Permite que reine la paz al elevar nuestras voces en cantos de alabanza y en palabras de oración por Tus caritativas bendiciones a nosotros.

Te damos gracias por la restauración de Tu glorioso Evangelio. Nos maravillamos ante Tus doctrinas salvadoras. Nos regocijamos en Tu plan de salvación. A Ti elevamos nuestras voces en acción de gracias por la vida y el ministerio del profeta José Smith y todos los presidentes de Tu Iglesia que le han sucedido aquí en la tierra. Bendice con salud y sabiduría a Tu siervo, el presidente Ezra Taft Benson, a quien Tú has llamado para guiar Tu Iglesia en este tiempo. Revélale Tu mente y Tu voluntad concernientes al crecimiento y al progreso de Tu obra entre los hijos de los hombres. Le amamos y le apoyamos de todo corazón. Al rogar por el presidente Benson también lo hacemos por sus consejeros y por todas las Autoridades Generales, por los oficiales de estaca y de misión, de barrio y de rama, y por los maestros de todas partes.

En particular Te damos gracias, Padre nuestro, por los fieles misioneros que han servido y que continúan trabajando actualmente tanto en ésta como en tierras aledañas, que enseñan Tu verdades y que guían a Tus hijos con Tu luz sempiterna. Recordamos que fue en esta misma ciudad de Buenos Aires, el día de Navidad del año 1925, hace justo 60 años, cuando el élder Melvin J. Ballard, apóstol del Señor, dedicó toda Sudamérica para la predicación del Evangelio. Que es el cumplimiento de una oración inspirada es evidente en el día de hoy. Estacas de Sión se han organizado en números que han ido en aumento constante, templos se elevan por la tierra y la fe es ejemplificada en la vida diaria de los miembros de la Iglesia.

Tus hijos e hijas han orado fervientemente por la terminación de ésta, Tu Santa Casa. Nuestras lágrimas de gratitud fluyen copiosamente al prever los valiosos lavamientos y unciones, la santa investidura y los sagrados sellamientos que aguardan a los dignos. Saber que tendremos el privilegio y la oportunidad de llevar a los seres queridos que se han ido de esta vida mortal las mismas bendiciones tan esenciales para la exaltación provoca los sollozos silenciosos que nos estremecen.

Bendice a todos, amado Padre, los que han trabajado en la construcción de este templo, los que han aportado de sus medios y esfuerzos para el progreso de Tu obra. Bendice a los fieles pagadores de diezmos de todo el mundo que han hecho realidad este sueño. Rogamos que cada uno de ellos sea reconfortado y bendecido.

Ahora, en el sagrado nombre de Jesucristo y con la autoridad del Santo Sacerdocio que se nos ha conferido, y por asignación de Tu profeta en este día, dedicamos a Ti, nuestro Padre, y a Tu Amado Hijo Jesucristo, éste, el Templo de Buenos Aire, Argentina, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Lo consagramos para los sagrados propósitos para los cuales se ha edificado. Lo dedicamos a Ti como una casa de oración, una casa de Dios. Dedicamos el terreno sobre el cual se encuentra. Dedicamos los arbustos, la flores y la vegetación que brindan belleza, dan fragancia, dan la bienvenida e invitan a la santa meditación y al inspirado pensamiento. Dedicamos esta sagrada estructura desde los más profundos cimientos hasta la aguja más elevada. Dedicamos todas las salas y los salones, todo el mobiliario y los artefactos, todos los elementos, todo el equipo que se ha reunido para formar Tu casa.

Vela por este magnífico edificio. Protégelo, rogamos, de las tempestades de la naturaleza, de los estruendos de la tierra, de los estragos del tiempo y de las malas intenciones de los hombres.

Acepta nuestra ofrenda, santifícala con Tu Santo Espíritu y protégela con Tu poder. Rogamos que este templo siempre se mantenga como un faro de rectitud, señalando a todos el camino de la vida eterna. Al dedicar este templo, dedicamos también nuestras mismas vidas. Deseamos dejar a un lado todo lo que sea insignificante o sórdido y llegar a Ti en oración y súplica diarias, para que nuestros pensamientos sean puros, nuestros corazones y nuestras manos limpios y nuestras vidas estén en conformidad con Tus enseñanzas.

Te imploramos, Padre nuestro, que continúes bendiciendo a la descendencia de Abraham, de Isaac y de Jacob, y asimismo a los descendientes de Lehi y de Nefi, para que las promesas que se encuentran en la Santa Biblia y en el Libro de Mormón se cumplan y nuestros hogares y nuestras familias sean bendecidos abundantemente.

Rogamos que todos los que entren en ésta, Tu casa, tengan el privilegio de decir, como dijo el salmista de antaño: AQue juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios (Salmos 55:14).

Te expresamos nuestro amor constante. Deseamos honrarte a Ti y a Tu Hijo cada día de nuestras vidas. Rogamos que nuestra posteridad siga el ejemplo de Tu Hijo y Acre[zca] en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2:52).

Te rogamos que aceptes nuestra ofrenda y que santifiques esta casa que hemos construido. Bendice nuestras vidas. Magnifica nuestro servicio y prospera Tu obra.

Que nosotros, Tus hijos, seamos puros y santos ante Ti, siendo, debido a eso, dignos de Tus generosas bendiciones y de Tu amorosa protección, rogamos, en el nombre de Tu Amado, sí, el nombre de Jesucristo, el Señor. Amén.