Dios dio al profeta Moisés en un lenguaje claro Su mayor deseo para cada miembro de la familia humana: “Porque, he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (véase Moisés 1:39). La manera en que todos podemos recibir esos dones es mediante la obediencia a los mandamientos de Jesucristo. Él es nuestro Salvador, el Único que tiene el poder para salvarnos de los efectos del pecado y la muerte. Al entregarnos totalmente para cambiar nuestro comportamiento para que coincida con Su voluntad —un proceso llamado arrepentimiento— Él puede cambiar nuestras actitudes, darnos fortaleza adicional para hacer lo justo y en última instancia, cambiar nuestra naturaleza. En pocas palabras, Jesucristo puede ayudarnos a llegar a ser como Él.
Dios ha proporcionado un plan claro para que usted y su familia regresen con Él; ese plan es el evangelio de Jesucristo. Debido a que Dios ama a todos Sus hijos, cada persona finalmente tendrá la oportunidad de escuchar y aceptar el Evangelio, ya sea en esta vida o en la próxima. Usted acepta el Evangelio al ejercer la fe en Jesucristo, arrepentirse, recibir ordenanzas sagradas y luego obedecer Sus mandamientos durante toda la vida.
Una ordenanza es una ceremonia religiosa sagrada realizada por alguien que tiene la autoridad de Dios. Cuando usted recibe una ordenanza, muestra su amor a Dios al hacerle promesas sagradas a Él y Él le hace promesas sagradas a usted. Las promesas que usted hace cuando recibe una ordenanza se llaman convenios. Dios ha revelado que el hacer y guardar los convenios son necesarios para recibir el don de la vida eterna que Él quiere dar a cada uno de nosotros.
Una experiencia de la vida de Jacob, un profeta del Antiguo Testamento, ilustra la importancia de los convenios. Cuando Jacob era joven, su padre lo envió a una ciudad distante, con una asignación específica. Él acampó durante su viaje; una noche, tuvo una visión. Vio al Señor y se comunicó con Él. El Señor hizo promesas específicas a Jacob en cuanto a sí mismo y a su posteridad. Después de la visión, Jacob erigió una piedra como señal de lo que le había ocurrido allí. Nombró a aquel lugar Betel, que significa “la casa de Dios”. En relación con este acontecimiento sagrado, también hizo una promesa a Dios de que sería fiel al observar un mandamiento específico (véase Génesis 28).
El presidente Marion G. Romney (1897-1988) comentó lo siguiente con respecto a la experiencia de Jacob: “Cuando viajaba de Beerseba hacia Harán, Jacob tuvo un sueño en el que se vio a sí mismo al pie de una escalera que llegaba hasta el cielo, estando el Señor en lo alto de la misma, y vio ángeles que subían y descendían por ella. Jacob se dio cuenta de que los convenios que había hecho con el Señor representaban los peldaños de la escalera y que tendría que ascender por ella a fin de obtener las bendiciones prometidas, bendiciones que le permitirían entrar al cielo y asociarse con el Señor” (Templos, las puertas del cielo, Liahona, agosto de 1971). Así como Jacob tuvo que subir cada peldaño de la escalera para ascender al cielo, así debemos nosotros recibir y obedecer las ordenanzas y los convenios del templo para regresar a la presencia de Dios y llegar a ser como Él.
El sendero del convenio conduce al templo
El presidente Boyd K. Packer explicó que el templo es el destino final terrenal de nuestro camino del Evangelio: “Todos los caminos conducen al templo, puesto que es allí donde se nos prepara en todas las cosas para hacernos merecedores de entrar en la presencia del Señor” (Acordaos de Mi: Guía de estudio personal de la Sociedad de Socorro 1, pág. 121).
Las ordenanzas y los convenios del templo no son simplemente importantes para nuestra exaltación, son esenciales. El presidente Packer más adelante explicó: “Las ordenanzas y los convenios llegan a ser nuestras credenciales para ser admitidos en Su presencia. El recibirlos dignamente es la meta principal de la vida; el cumplir con ellos a partir de ese momento es el desafío de la vida terrenal” (véase “Estar bajo convenio”, Conferencia General de abril de 1987). El obedecer fielmente los convenios hechos con Dios es la meta más importante que podemos seguir en esta vida. En las palabras del presidente Russell M. Nelson: “El mayor cumplido que uno puede recibir aquí en esta vida es que se le considere alguien que guarda sus convenios. Las recompensas para quien guarde sus convenios vendrán tanto aquí como en la vida venidera” (“Convenios”, Conferencia General de octubre de 2011).
Aprender del Señor a través de las ordenanzas y los convenios
En una visión, el profeta del Antiguo Testamento, Isaías, vio los templos que se construirían en el futuro, así como también a los fieles que entrarían en esas casas sagradas de adoración. Él profetizó:
“Y acontecerá en los postreros días que será establecido el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.
Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará acerca de sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová” (Isaías 2:2-3).
Isaías habla del pueblo de Dios subiendo a la casa de Dios —el templo—, donde Dios enseña Sus caminos. Las ordenanzas y los convenios del templo nos revelan Su manera de aprender y Sus prioridades para quienes deseen seguirlo. Cuando nos bautizamos, por ejemplo, Dios desea que prestemos especial atención a los mandamientos de “llorar con los que lloran… y a consolar a los que necesitan de consuelo, y ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas” (Mosíah 18:9). Se hace hincapié en esos mandamientos en el momento del bautismo para mostrarnos cómo vivir después de hacer un convenio de seguir a Jesucristo. De manera similar en el templo, Dios dirige nuestra atención a los mandamientos específicos para hacer hincapié en cómo podemos ahondar nuestra relación con Él y con nuestros seres queridos, y para dar lo mejor de nosotros al Señor —en otras palabras, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mateo 22:37).
Servicio vicario en el templo: un regalo para los demás y una oportunidad para el crecimiento continuo
Para entender plenamente el plan de salvación, también debemos comprender el principio del servicio vicario —es decir, que una persona puede actuar en nombre de otra. En otras palabras, una persona puede actuar como un sustituto para el beneficio de otra. El principio del servicio vicario se muestra mejor mediante la expiación de Jesucristo, cuando Él pagó por los pecados y las debilidades de toda la humanidad. El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “No debemos olvidarlo jamás… nuestro Salvador y Redentor, el Hijo de Dios, se entregó en un sacrificio vicario por cada uno de nosotros” (El símbolo de nuestra fe, Liahona, abril de 2005).
El Padre Celestial sabía que muchos de Sus hijos no tendrían la oportunidad de conocer el plan de salvación en esta vida. Él proveyó otra forma para ellos de recibir las ordenanzas y los convenios. En el templo, quienes han muerto pueden recibir el bautismo y las otras ordenanzas en forma vicaria, lo cual significa que una persona con vida recibe esas ordenanzas a favor de ellos. Quienes han muerto pueden decidir si aceptan las ordenanzas efectuadas por ellos. El presidente Gordon B. Hinckley explicó: “Las mismas ordenanzas están disponibles para los que han partido de la mortalidad, por medio de representantes vivos que las reciben en nombre de los que han muerto. En el mundo de los espíritus, estas mismas personas tienen entonces la libertad de aceptar o rechazar las ordenanzas que se hayan efectuado a su favor en la tierra, entre ellas el bautismo, el matrimonio y el sellamiento de los lazos familiares. En la obra del Señor no existe la compulsión, pero sí la oportunidad” (¿Por qué todos estos templos?, Liahona, junio de 1992). Después de recibir las ordenanzas del templo para nosotros, podemos regresar al templo una y otra vez tanto para servir a los que han muerto sin estas oportunidades como para profundizar nuestro propio compromiso a los convenios que hemos hecho allí.
El presidente Russell M. Nelson enseñó cómo nuestro servicio en el templo sigue el ejemplo de Jesucristo: “Las ordenanzas del templo están relacionadas con el progreso personal y también con el progreso de los antepasados que han muerto… El servicio que prestemos en beneficio de ellos nos brindará reiteradas oportunidades de adorar en el templo. Y ese servicio merece que lo incorporemos a nuestros quehaceres. Al hacer por los demás lo que ellos no pueden hacer por sí mismos, seguimos el ejemplo del Salvador, que llevó a cabo la Expiación para bendecir la vida de los demás” (La preparación personal para recibir las bendiciones del templo, Conferencia General de abril de 2001). Las ordenanzas vicarias extienden la gracia salvadora de Jesucristo a todas las personas y son un claro reflejo del amor de Dios para todos Sus hijos.
El presidente Boyd K. Packer más adelante destacó nuestro deber de proporcionar las ordenanzas del templo a nuestros antepasados fallecidos. Él dijo: “Una vez que nosotros y nuestra familia hayamos recibido [las ordenanzas del templo] estamos obligados a realizarlas vicariamente por nuestros parientes muertos y, en realidad, por toda la familia humana” (véase Estar bajo convenio, Conferencia General de abril de 1987). Dios ha prometido que las bendiciones del matrimonio, la familia y la vida eterna estarán disponibles para todos Sus hijos que fielmente acepten y sigan Su plan de felicidad.
Proporcionar ordenanzas a favor de miembros de la familia que han fallecido
Los miembros de la Iglesia dignos desde los 12 años de edad pueden recibir una recomendación para el templo para ser bautizados y confirmados a favor de otras personas que fallecieron sin recibir esas ordenanzas. Los adultos dignos de 18 años en adelante pueden recibir una recomendación para el templo para recibir todas las demás ordenanzas del templo y luego efectuarlas en forma vicaria. Una gran cantidad de recursos está disponible para ayudarle a determinar los nombres y la información esencial de sus antepasados, y para proporcionarles las ordenanzas del templo para ellos. Puede ponerse en contacto con los misioneros en su área, su obispo, un miembro amigo del barrio o visite www.familysearch.org para comenzar.