Las ordenanzas del templo y la senda del Evangelio
Participar en las ordenanzas del templo es una parte maravillosa e importante de su compromiso de seguir a Jesucristo. También es un paso esencial para algún día volver a vivir con Él y con nuestro Padre Celestial. Mientras se prepara para esas experiencias sagradas, usted querrá hacer todo lo posible para asegurarse de estar listo. Su preparación debe incluir el estudio con espíritu de oración del evangelio de Jesucristo y la aplicación de esas enseñanzas en su vida. El honrar con exactitud los convenios sagrados que ya ha hecho será la base de su preparación para el templo.
Jesús enseñó: “… estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13–14). El “camino” que seguimos es Su evangelio y la “puerta” por la que entramos es el bautismo. El bautismo es la primera ordenanza del Evangelio y un paso necesario en su camino de regreso a Dios.
Después del bautismo, habrá otras ordenanzas esenciales del Evangelio que marcarán su camino, como recibir el Espíritu Santo, ser ordenado al Sacerdocio de Melquisedec (los varones), recibir la investidura del templo y ser sellado en el templo. Estas ordenanzas sagradas del sacerdocio conducen a la bendición más grande que nuestro Padre Celestial ofrece a Sus hijos: la oportunidad de vivir nuevamente con Él y con nuestra familia después de esta vida terrenal.
Al prepararse para recibir las ordenanzas del templo, puede que se sienta inseguro, incluso abrumado. Antes de su primera visita es lógico que se pregunte cómo serán las ceremonias del templo. Sí, hay algunas cosas que serán nuevas para usted, pero la mayor parte de lo que sucede en el templo le resultará muy familiar.
Cuando vaya al templo, no se requerirá que usted sepa o recuerde todo. Siempre habrá obreros del templo que le ayudarán durante todo el proceso. Esos obreros son amorosos y atentos; están ahí para ayudarle a sentirse bienvenido y cómodo en la Casa del Señor.
Por medio de su propio bautismo, usted ya ha aprendido algunas cosas sobre las ordenanzas y los convenios. Por ejemplo, sabe que en su bautismo hubo ceremonias simbólicas de significado espiritual. Usted se vistió de blanco y entró en el agua; un poseedor del sacerdocio levantó su brazo y pronunció las palabras de la ordenanza, y luego usted fue “sepultado” en el agua y salió de ella como una persona “nueva”, limpio, puro y listo para continuar su vida como fiel discípulo de Jesucristo. Después recibió el don del Espíritu Santo cuando le fueron impuestas las manos sobre su cabeza.
Cuando se bautizó, usted hizo un convenio con Dios: prometió tomar sobre sí el nombre de Jesucristo, recordarle siempre, guardar Sus mandamientos y servirle hasta el fin. Como miembro de Su Iglesia, usted renueva simbólicamente su convenio bautismal y todos los demás convenios por medio de la ordenanza de la Santa Cena.
Las ordenanzas del templo también son sencillas, sagradas y simbólicas. Usted se vestirá de blanco, se le enseñará acerca del plan de Dios y participará en ceremonias sagradas en las que se le prometerán bendiciones a medida que usted se compromete a seguir las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo.
Recuerde que todas las cosas en el templo señalan hacia el Salvador y nos acercan más a Él y a nuestro Padre Celestial. Todo está pensado para que sea edificante e inspirador.
Limpio de manos y puro de corazón
En el libro de Salmos se nos pregunta: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón” (Salmo 24:3–4). El “monte” de Jehová es Su templo y se mencionan dos requisitos para los que desean entrar en él: ser limpios de manos y puros de corazón.
Al hablar sobre estos versículos, el élder David A. Bednar dijo: “Permítanme sugerir que las manos se limpian mediante el proceso de despojarnos del hombre natural y de vencer el pecado y las malas influencias de nuestra vida por medio de la expiación del Salvador. El corazón se purifica al recibir Su poder fortalecedor para hacer el bien y llegar a ser mejores. Todos nuestros deseos dignos y buenas obras, aunque son muy necesarios, no producen manos limpias y un corazón puro. La expiación de Jesucristo es la que proporciona tanto el poder limpiador y redentor que nos ayuda a vencer el pecado como el poder santificador y fortalecedor que nos ayuda a ser mejores de lo que seríamos si dependiésemos solo de nuestra propia fuerza. La expiación infinita es tanto para el pecador como para el santo que cada uno de nosotros lleva en su interior” (Limpios de manos y puros de corazón, Liahona, noviembre de 2007, pág. 82).
Al prepararse para ir al templo, usted tendrá la oportunidad de hablar con su obispo y luego con su presidente de estaca si va a recibir su investidura o a contraer matrimonio. Cada uno le hará una entrevista de recomendación para el templo. Usted podrá compartir sus pensamientos y sentimientos con ellos, y ellos le ofrecerán consejo inspirado. Al responder las preguntas que ellos le hagan, usted también afirmará ser “limpio de manos y puro de corazón”; en otras palabras, que es digno y está dispuesto a entrar en el templo, participar en ordenanzas sagradas y honrar sus convenios.
Los convenios sagrados son personales y poderosos
Conforme avanza en la senda del Evangelio hacia el templo, usted irá entendiendo mejor las bendiciones de los convenios sagrados en su vida. Estas son algunas cosas que debe recordar cuando piense en la importancia de los convenios:
1. Los convenios hacen más profunda su relación con el Padre Celestial y Jesucristo.
Un convenio se define a menudo como una promesa sagrada entre Dios y Sus hijos. Aunque esta definición es correcta, no es completa. Un convenio es más que un contrato; es un compromiso personal que define y hace más profunda nuestra relación con Dios. Los convenios crean un vínculo sagrado entre Dios y Sus hijos. Renuevan nuestro espíritu, transforman nuestro corazón y nos ayudan a llegar a ser unidos con Él. Si se mantiene fiel a sus convenios, su devoción a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo aumentará; sus sentimientos de gratitud se incrementarán; su capacidad para amar y servir a los demás crecerá y las bendiciones prometidas en el templo fluirán más abundantemente en su vida diaria.
2. Los convenios le ayudan a centrarse en las cosas que más importan.
Durante toda su vida tendrá que tomar decisiones que requieran de su tiempo, energía y recursos, y muchas decisiones buenas competirán con otras que valen la pena. ¿Cómo elegir?
El élder Dallin H. Oaks aconsejó: “… el solo hecho de que algo sea bueno, no es razón suficiente para hacerlo… Algunas cosas son mejores que buenas, y merecen que les demos prioridad… Algunos usos del tiempo individual y familiar son mejores, y otros son excelentes. Debemos abandonar algunas cosas buenas a fin de elegir otras que son mejores o excelentes porque desarrollan la fe en el Señor Jesucristo y fortalecen a nuestra familia” (Bueno, mejor, excelente, Liahona, noviembre de 2007, págs. 104, 107).
Por medio de los convenios, Dios nos ayuda a entender principios, prácticas y promesas que Él considera importantes. Ciertamente obtenemos una perspectiva más inspirada en cuanto a las prioridades y tomamos decisiones más sabias cuando nos centramos primero en esos sagrados compromisos que hemos hecho con Dios.
3. Las ordenanzas y los convenios del templo le bendicen a usted y a los demás.
Como todas las ordenanzas del Evangelio, las ordenanzas del templo son algo que primero recibirá usted específica e individualmente. Esto es particularmente cierto si va a recibir su investidura o a ser sellado. Tenga en cuenta que, el día que reciba estas ordenanzas, saldrá del templo con promesas que el Señor le hace directamente a usted; no promesas hechas a algún profeta o pueblo de la antigüedad, sino promesas que se le hacen a usted. Debe procurar entenderlas y comprender la importancia que tienen en su vida.
Después de recibir las ordenanzas del templo para usted mismo, puede regresar al templo y recibir las ordenanzas en favor de otras personas. Su servicio bendecirá la vida de esas personas y también le recordará a usted sus propias promesas y bendiciones.
Esfuércese por recordar y regresar
Al prepararse para participar en las ordenanzas del templo, recuerde que Dios es su Padre Eterno y que Jesucristo es su Redentor. Ellos lo conocen personalmente Ellos lo aman por completo. A medida que honre con exactitud los convenios que ha hecho con Ellos, las sagradas ordenanzas del templo traerán bendiciones en esta vida y en la venidera.
¿Recuerda alguna ocasión en que se sintió particularmente cerca del Padre Celestial y Jesucristo? Esos sentimientos crecerán cuando regrese al templo tan a menudo como le sea posible. El templo está apartado de las distracciones, las tensiones y las influencias negativas de la vida. En este santo lugar se le recordará que usted y sus seres queridos están aquí por un grande y noble propósito. Encontrará mayor paz, consuelo, guía y esperanza.
Se dará cuenta de que las bendiciones del templo entran en su corazón y elevan su alma. Si desea seguir a Dios y a Jesucristo, con cada visita entenderá más cosas acerca de Ellos y de Su amor por usted y por los demás. Aun después de salir del templo y regresar a su vida cotidiana, el Espíritu Santo seguirá enseñándole, recordándole lo que experimentó, lo que sintió y cómo puede vivir como Dios desea que viva.
Al prepararse para entrar en el templo, recuerde que Dios desea que usted esté cerca de Él, y ha puesto Su templo como un lugar especial para que se acerque más a Él. Su gozo eterno es también el gozo de Él, quien nos dio las bendiciones del templo para guiarnos de regreso a Él. Pida Su ayuda a medida que se prepara y comparte el trayecto con Él. Él lo guiará, le inspirará y le ayudará a lo largo del camino.