Oración dedicatoria

Templo de Montevideo, Uruguay, 18 de marzo de 2001

Nuestro amado Padre que estás en los cielos, Tú, gran Elohim, que de todos eres el más grande, venimos ante Ti, en el nombre de Tu Amado Hijo, en este día de dedicación. Venimos con reverencia, amor y súplica.

Tú eres nuestro Padre y nuestro Dios. Hemos edificado esta santa casa con el fin de cumplir con los propósitos que Tú has trazado para las bendiciones eternas de Tus hijos e hijas de todas las generaciones.

Aquí llevaremos adelante una gran obra que abrirá las puertas de la vida eterna y de las bendiciones más ricas de la exaltación. Aquí prestaremos servicio como representantes de quienes se han ido antes que nosotros y no han tenido la oportunidad de efectuar para su propio beneficio las ordenanzas que les permitirán seguir adelante bajo Tu grandioso y glorioso plan. Es en verdad algo extraordinario y maravilloso, sin igual en sus consecuencias para la bendición de Tus hijos.

Todo esto proviene de las revelaciones y la autoridad dadas al profeta José Smith, por cuya vida y obra estamos profundamente agradecidos. Elías, el Profeta, se le apareció y le confirió las llaves del sacerdocio, por medio de las cuales se efectúa esta obra. El corazón de los hijos se está volviendo hacia sus padres con respeto y amor por ellos, y un gran deseo irresistible de hacer en beneficio de ellos lo que éstos no pueden hacer por sí mismos.

Por eso, en este día histórico, actuando por la autoridad del divino sacerdocio y en el nombre de Tu Amado Hijo, el Señor Jesucristo, dedicamos y consagramos a Ti y a Él, éste, el Templo de Montevideo, Uruguay, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Lo dedicamos como Tu casa para cumplir Tus propósitos divinos. Lo dedicamos como un lugar de santidad, la Casa de Dios, un lugar donde puedas venir y un lugar donde Tu Santo Espíritu pueda morar en todo momento y bajo toda circunstancia; un lugar donde Tus hijos se reúnan con reverencia hacia Ti y lleguen a conocer Tu amor eterno al prestar servicio en favor de sus antepasados.

Querido Padre, acepta este templo como una dádiva de Tus hijos e hijas; se ha logrado mediante el pago fiel de los diezmos de Tus santos de todo el mundo. Rogamos que sea de beneficio para este país. Que la nación del Uruguay sea bendecida gracias a su presencia en esta tierra; que se destaque como testimonio al mundo del conocimiento de Tu pueblo concerniente a las cosas eternas de Dios.

Te rogamos que Tú lo protejas con Tu poder, que Tu solícito amparo esté sobre él y sobre todas sus instalaciones, desde los cimientos hasta la estatua de Moroni en lo alto de la aguja. Protégelo de las tempestades de la naturaleza y de cualquier mano impía que se sienta inclinada a profanarlo o dañarlo de cualquier forma. Dedicamos las instalaciones interiores, el Bautisterio, las salas de investidura, el hermoso salón celestial, las salas de sellamiento con sus altares sagrados y todos los demás salones, pasillos y lugares que sean parte de esta sagrada estructura.

Rogamos que todos los que entren por sus portales lo hagan dignamente y que Tú los bendigas mientras presten servicio aquí, que Tú los bendigas en sus hogares, en sus trabajos y en todos los aspectos de sus vidas, para que la fe de ellos sea abundantemente recompensada.

Bendice a quienes sean llamados como misioneros, para que ellos vengan a Tu templo para ser investidos con poder de lo alto antes de ir a las naciones como Tus mensajeros consagrados. Haz prosperar a sus familias al sacrificar ellas sus medios económicos para mantener a sus hijos e hijas en esta obra sagrada y divina.

Rogamos por quienes presidan aquí, para que tengan la fortaleza y la energía para hacer lo que se espera de ellos. Suplicamos por todos los que presten servicio, para que lo hagan con espíritu de dedicación y amor. Imploramos por quienes vengan como representantes, para que ellos sean motivados por un testimonio viviente de ésta, Tu obra divina.

Derrama Tus bendiciones sobre Tu Iglesia y reino, dondequiera que esté establecido. Te suplicamos que crezca y prospere por todo el mundo. Bendice a quienes han sido llamados para prestar servicio en cargos de responsabilidad general para que se multipliquen sus años de vida y su fe llegue a ser como agua viva, esa agua de la cual habló el Salvador cuando anduvo sobre la tierra.

Ahora bien, querido Padre, te amamos. Te adoramos en espíritu y en verdad. Deseamos hacer Tu voluntad. Amamos a Tu Amado Hijo, nuestro Redentor y Señor. Acudimos a Él como nuestro Rey y nuestro Líder.

Y ahora, en este día de dedicación, nos rededicamos a Tu obra, al honor y a la gloria de Tu santo nombre, y lo hacemos todo en el nombre de nuestro Maestro, sí, el Señor Jesucristo. Amén.