Oración dedicatoria

Templo de Montreal, Quebec, 4 de junio de 2000

Nuestro Eterno Padre que estás en los cielos, nosotros, Tus hijos del convenio, venimos ante Ti en solemne oración. Éste es un día que por mucho tiempo permanecerá en la memoria de Tus fieles santos en esta parte escogida de Tu viña. Nos encontramos reunidos para dedicar a Ti, Tú, gran Elohim, y a Tu Hijo, nuestro Redentor, éste, el Templo de Montreal, Quebec, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es nuestro obsequio a Ti, amado Padre; es una expresión de nuestro amor por Ti y por Tu Hijo divino.

Actuando por medio de la autoridad del sacerdocio sempiterno, ese sacerdocio que es un valioso conferimiento que proviene de Ti, y en el nombre de nuestro Redentor, el Señor Jesucristo, dedicamos y consagramos esta santa casa, el terreno en la que se levanta y todas las instalaciones de este templo. Bendice la estructura a fin de que pueda resistir las tormentas de la naturaleza y cualquier acto de manos impías. Consagramos a Ti la hermosa pila bautismal, las salas de la investidura, el salón celestial, las salas de sellamiento con sus altares sagrados y todos los demás espacios e instalaciones que aquí se encuentren.

Rogamos que todos los que entren por los portales de Tu Casa sean dignos de venir como Tus invitados y disfrutar de Tus ricas y abundantes bendiciones. Ésta es una casa de salvación y exaltación para los vivos y los muertos, las cuales han sido posible por medio de la Expiación del Salvador del mundo. Toda ordenanza que aquí se lleve a cabo, toda bendición que se conceda será eterna en sus consecuencias.

Esta casa se convierte en el cumplimiento de la promesa que de que Tú, en Tu poder, “revelar[ás] el sacerdocio, por conducto de Elías el profeta, antes de la venida del grande y terrible día del Señor.

"Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá hacia sus padres.

"De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada a su venida" (D. y C. 2).

Cuán maravillosos son Tus caminos, amado Padre. Grandes son Tus promesas, y seguro es su cumplimiento. Esas llaves eternas han sido restauradas por medio del profeta Elías y las ejercerán aquí aquellos que poseen la plenitud del sacerdocio sempiterno. Increíble es nuestra gratitud por las bendiciones de este sagrado edificio.

Alabamos Tu santo nombre y dirigimos palabras de agradecimiento a Ti por Tus generosas bendiciones. En este lugar entraremos en un convenio Contigo. Aquí nuestras familias serán selladas juntas bajo la autoridad divina que el tiempo no puede quebrantar ni la muerte puede destruir. Aquí nos embarcaremos en una maravillosa obra en beneficio de los muertos, para extender a ellos las asombrosas bendiciones que nosotros hemos recibido.

Oh Dios, nuestro misericordioso Padre, Te damos las gracias y nos inclinamos con reverencia ante Ti. Bendícenos para ser siempre dignos de venir a ésta, Tu casa. Líbranos del mal y de la duda. Bendícenos con rectitud y fe. Rogamos que todos los que se encuentren dentro de estas paredes sientan Tu santo Espíritu; que los ancianos tengan sueños y que los jóvenes vean visiones al contemplar la maravilla y la majestad de Tu plan divino y eterno para la salvación y exaltación de Tus hijos e hijas de todas las generaciones.

Oramos por todos aquellos que presten servicio aquí, ya sean obreros o participantes. Oramos por la presidencia del templo, por la directora de las obreras y sus ayudantes, y por todos los que trabajen en Tu servicio. Rogamos que se aligeren sus cargas; que tengan fortaleza y energía; que la alegría corone sus esfuerzos.

Te damos gracias por los fieles pagadores de diezmos entre Tu pueblo a través de todo el mundo; son ellos quienes han hecho todo esto posible. Bendíceles por su fe y prémiales por sus consagraciones. Bendice Tu reino por toda la tierra a fin de que progrese, se multiplique y llene la tierra con rectitud.

En este día histórico, Te rendimos alabanzas, amado Padre; enunciamos palabras de agradecimiento; elevamos la mirada a Ti y rogamos que Tú sonrías y nos mires con benevolencia.

Tenemos siempre presente que Tú eres nuestro Dios, el Padre de nuestro espíritu, el gobernador Todopoderoso del universo, el juez de las naciones. Cuán agradecidos estamos de que podemos acudir a Ti en oración, con la confianza de que Tu escucharás y contestarás. Esto suplicamos en este día de dedicación al renovar nuestra fe y fortalecer nuestros convenios, en el nombre de Aquel que es nuestro Redentor, nuestro Salvador, nuestro Señor y nuestro Rey, sí, Jesucristo. Amén.