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Vivir el Evangelio

Cada uno de nosotros puede tener historias diferentes

08/09/23 | 1 min de lectura
¡Pero podemos estar unidos como seguidores de Cristo!

En la época de Pablo, algunos de los santos de Roma eran judíos que se habían convertido al cristianismo. Habían dejado atrás las prácticas de la ley de Moisés que se habían cumplido mediante la expiación del Salvador. Los demás eran gentiles que nunca habían seguido la ley de Moisés. Algunos habían adorado a varios dioses, como era común en esa parte del mundo en aquella época.

Entonces, cuando Pablo escribió su carta a los miembros de la Iglesia en Roma, estaba hablándoles a personas de orígenes muy diversos, con diferentes experiencias de vida y actitudes. Los judíos habían sido llamados el “pueblo escogido” de Dios durante siglos, por lo que algunos de los conversos judíos aparentemente pensaban que eso les daba una ventaja sobre los conversos gentiles.

Pablo dijo (básicamente): ¡No lo piensen más!

“[P]orque ya hemos comprobado que, tanto judíos como gentiles, todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:9–10).

En otras palabras, todos somos seres mortales imperfectos que a veces pecan. Dios no se centra solo en el linaje, sino en lo que puede ayudarnos a llegar a ser.

Pablo dijo: “Porque no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:11). ¡Eso no significa que Dios no nos acepte! En el lenguaje moderno, podríamos decir: “Dios no ama más a algunas personas que a otras”. En el mundo, a veces las personas reciben un trato especial porque son ricas, famosas, atractivas o poderosas, o porque tienen conexiones con alguien que lo es. Pero esas cosas no le importan a Dios, quien “mira el corazón” (1 Samuel 16:7).

Ejemplos de hoy

¿En qué ocasión has visto un ejemplo de personas de diferentes culturas que se unen para hacer la obra de Dios?
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