2000–2009
Consejo a los Hombres Jóvenes
Abril 2009


2:3

Consejo a los Hombres Jóvenes

Las certezas del Evangelio, la verdad, una vez que la entiendan, los ayudará a superar estos tiempos difíciles.

Los jóvenes hablan del futuro porque no tienen pasado y los ancianos hablan del pasado porque no tienen futuro. Yo soy un hombre anciano, pero les hablaré a los jóvenes del Sacerdocio Aarónico acerca de su futuro.

El Sacerdocio Aarónico que ustedes poseen fue restaurado por un mensajero angelical. “La ordenación se efectuó bajo las manos de un ángel, quien declaró ser Juan, el mismo que es llamado Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. El ángel explicó que obraba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, los Apóstoles de la antigüedad, quienes poseían las llaves del sacerdocio mayor, que era conocido como el Sacerdocio de Melquisedec”1.

“El poder y la autoridad del sacerdocio menor, o sea, el de Aarón, consiste en poseer las llaves del ministerio de ángeles y en administrar las ordenanzas exteriores, la letra del evangelio, el bautismo de arrepentimiento para la remisión de pecados, de acuerdo con los convenios y los mandamientos”2.

Se les ha ordenado a un oficio del sacerdocio de Dios y se les ha dado la autoridad divina que los reyes, los magistrados y los grandes hombres de la tierra no poseen ni pueden poseer a menos que se humillen y entren por la puerta que conduce a la vida eterna.

Hay muchos relatos en las Escrituras de jóvenes que prestaron servicio: Samuel sirvió en el tabernáculo con Elí3; David era un joven muchacho cuando enfrentó a Goliat4; Mormón comenzó a prestar servicio a los 10 años5; José Smith tenía 14 años cuando recibió la Primera Visión6 y Cristo tenía 12 años cuando lo encontraron en el templo enseñando a los doctores de la ley7.

Pablo le dijo al joven Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud”8.

Cuando comencé mi carrera como maestro, el presidente J. Reuben Clark, hijo, Primer Consejero de la Primera Presidencia, había hablado a los maestros; sus palabras me llegaron al corazón y desde entonces han influido en mí.

El presidente Clark describe a los jóvenes y dice que “tienen hambre de las cosas del Espíritu, y están ansiosos por aprender el Evangelio”. Él dijo que lo quieren en su forma “más pura y clara. Quieren saber en cuanto a… nuestras creencias; quieren obtener un testimonio de [su] veracidad. No son jóvenes con dudas, sino con interrogantes, buscadores de la verdad”.

El presidente Clark continuó: “No tienen que ubicarse detrás de estos [jóvenes] que tiene[n] experiencia espiritual a fin de susurrarle[s] la religión al oído; pueden ubicarse delante [de ellos], cara a cara, y hablar con [ellos]… pueden presentar[les] estas verdades con franqueza de manera natural… No hay necesidad de [acercamientos] graduales”9.

Desde entonces, he enseñado a los jóvenes de la misma manera que a los adultos.

Hay algunas cosas que ustedes deben entender.

El sacerdocio es algo que no pueden ver, ni oír, ni tocar, pero es una autoridad real y un poder real.

Cuando tenía cinco años, enfermé gravemente. Resultó ser polio, una enfermedad que el médico del pueblo desconocía completamente. Estuve postrado varias semanas en un catre de la Primera Guerra Mundial en la sala del frente de la casa, junto a un calentador de carbón. Después no podía caminar; recuerdo muy vívidamente que me deslizaba en el piso de linóleo y me agarraba de las sillas para aprender a caminar de nuevo. Fui más afortunado que otras personas. Un amigo caminó toda la vida con muletas y sujetadores de metal en las piernas.

Al comenzar a ir a la escuela, descubrí que tenía músculos flácidos; estaba acomplejado, y sabía que nunca podría ser un atleta.

No me ayudó mucho leer acerca de un hombre que fue al médico para encontrar una cura para su complejo de inferioridad. Después de examinarlo con cuidado, el médico le dijo: “Tú no tienes un complejo, ¡realmente eres inferior!”.

Con ese aliento, seguí adelante con mi vida y tomé la determinación de compensar mi debilidad de otras formas.

Hallé esperanza en mi bendición patriarcal. El patriarca, a quien nunca había visto antes, me confirmó que los patriarcas en verdad tienen inspiración profética. Me dijo que yo tenía el deseo de venir a la tierra y que estaba dispuesto a enfrentar las pruebas que acompañarían a la vida en el cuerpo mortal. Dijo que se me había dado un cuerpo de un tamaño y condición física tal que permitiría que mi espíritu funcionara a través de él sin limitaciones de impedimentos físicos. Eso me dio ánimo.

Aprendí que siempre debemos cuidar de nuestro cuerpo; no consuman nada que lo perjudique, como hemos aconsejado en la Palabra de Sabiduría: té, café, licor, tabaco ni ninguna otra cosa que cree hábito, adicción o que sea dañina.

Lean la sección 89 de Doctrina y Convenios; encontrarán grandes promesas:

“…todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo obediencia a los mandamientos, recibirán salud en el ombligo y médula en los huesos;

“y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos;

“y correrán sin fatigarse, y andarán sin desmayar”.

Y luego esta promesa: “Y yo, el Señor, les prometo que el ángel destructor pasará de ellos, como de los hijos de Israel, y no los matará”10.

Tal vez vean a otras personas a quienes aparentemente se les ha dado un cuerpo más perfecto que el de ustedes. No caigan en la trampa de sentirse mal por su estatura, su peso, su fisonomía, su color de piel o su raza.

Ustedes son hijos de Dios; vivían en una existencia preterrenal como hijos espirituales e individuales de padres celestiales. Al nacer, recibieron un cuerpo mortal de carne, sangre y hueso para pasar por la experiencia de la vida en la tierra. Ustedes serán probados en la medida en que se preparen para regresar con su Padre Celestial.

Les pregunto lo mismo que Pablo preguntó a los Corintios: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”11.

El sexo de ustedes se determinó en la existencia preterrenal; nacieron varones; deben atesorar y proteger la parte masculina de su naturaleza; deben tener una actitud de respeto y protección hacia todas las mujeres y las niñas.

No abusen de ustedes mismos. Nunca permitan que otros toquen su cuerpo de manera indigna ni toquen a nadie de manera indigna.

Eviten los venenos mortales de la pornografía y las drogas adictivas. Si ya son parte de su vida, ¡cuidado!; si permiten que continúen, los destruirán. Hablen con sus padres, hablen con su obispo; ellos sabrán cómo ayudarlos.

No decoren sus cuerpos con tatuajes ni lo perforen para colocarse joyas. Aléjense de eso.

No se junten con amigos que preocupen a sus padres.

La influencia de Lucifer y su legión de ángeles está presente en todas partes. Ellos los tientan a hacer, a decir y a pensar las cosas que los destruirán. Resistan todo impulso que turbe el espíritu de ustedes12.

No deben temer. El profeta José Smith enseñó que “todos los seres que tienen cuerpo poseen potestad sobre los que no lo tienen”13; y Lehi enseñó que “los hombres son suficientemente instruidos para discernir el bien del mal”14. Recuerden: el poder espiritual de la oración los protegerá.

Recuerdo cuando me “[bautizaron] por inmersión para la remisión de los pecados” 15. Fue conmovedor; supuse que todos mis errores del pasado habían desaparecido y que si nunca cometía otro error en mi vida, estaría limpio. Eso fue lo que decidí hacer; pero, por alguna razón, no resultó. Me di cuenta de que cometía errores, no intencionalmente, pero los cometía. Una vez, tontamente pensé que quizás me había bautizado demasiado pronto. No entendía que la ordenanza de la Santa Cena que ustedes, los del Sacerdocio Aarónico administran, es, de hecho, la renovación del convenio del bautismo y la restitución de las bendiciones relacionadas con él. No veía, como lo dice la revelación, que podía “reten[er] la remisión de [mis] pecados”16.

Si son culpables de algún pecado o mala conducta, deben aprender acerca del poder de la Expiación, de cómo funciona y, con un arrepentimiento sincero y profundo, pueden liberar ese poder; éste puede limpiar las pequeñas cosas, y al remojar y frotar a fondo, se borrará la transgresión seria. No hay nada de lo que no puedan ser limpios.

Con ustedes, siempre está el Espíritu Santo, el cual se les confirió en el tiempo de su bautismo y confirmación.

Yo era presbítero en el Sacerdocio Aarónico cuando estalló la Segunda Guerra Mundial; se me ordenó élder cuando se nos envió a todos a la guerra.

Soñaba con seguir a mi hermano mayor, Leon, que en ese entonces piloteaba los bombarderos B-24 en la batalla de Inglaterra; entonces, me ofrecí como voluntario para entrenarme como piloto de la fuerza aérea.

No pasé el examen escrito por un punto; entonces el sargento recordó que había preguntas que valían dos puntos y que si tenía la mitad correcta en dos de ellas podría pasar.

Parte del examen era de selección múltiple. Una pregunta era: ¿Para qué se usa el etilenglicol? Si no hubiese trabajado en la estación de servicio de mi papá, no hubiera sabido que se utilizaba como anticongelante para los automóviles, así que pasé el examen con lo que precisaba.

Oré en cuanto al examen físico y resultó ser de rutina.

Ustedes, jovencitos, no deberían quejarse de sus estudios; no se enfoquen tanto en lo técnico al punto de dejar de aprender lo práctico. Todo lo práctico que aprendan, en la casa, en la cocina, en el jardín, les será de beneficio; nunca se quejen de sus estudios; estudien bien y asistan siempre.

“La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad”17.

“Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección”18.

Debemos aprender de las “cosas que están arriba y cosas que están abajo; cosas que están dentro de la tierra y sobre la tierra y en el cielo”19.

Pueden aprender a arreglar cosas, a pintar e incluso a coser, o cualquier otra cosa que sea práctica. Vale la pena hacerlo y, si no les resulta de utilidad específica para ustedes, los ayudará cuando presten servicio a los demás.

Al final serví en el Oriente piloteando el mismo tipo de bombarderos que mi hermano piloteaba en Inglaterra. Mi misión resultó en enseñar el Evangelio en Japón como soldado.

Tal vez el desafío más grande de la guerra es vivir con incertidumbre, sin saber cómo terminará o si podremos seguir adelante con nuestra vida.

Se me dio un pequeño Libro de Mormón para soldados que cabía en mi bolsillo. Lo llevaba a todos lados; lo leí y llegó a ser parte de mí. Las cosas de las que yo tenía dudas se aclararon.

Las certezas del Evangelio, la verdad, una vez que la entiendan, los ayudará a superar estos tiempos difíciles.

Pasaron cuatro años antes de que pudiésemos volver a nuestra vida regular; pero había aprendido y tenía un testimonio firme de que Dios es nuestro Padre, que nosotros somos Sus hijos y que el evangelio restaurado de Jesucristo es verdadero.

La generación de ustedes está llena de incertidumbre; la vida de diversión, juegos y juguetes caros ha llegado a un abrupto fin. Pasamos de una generación de facilidad y diversión a una generación de trabajo y responsabilidad; y no sabemos cuánto durará esto.

La realidad de la vida es ahora parte de sus responsabilidades del sacerdocio. No les causará daño desear algo y no tenerlo. Existe un periodo de madurez y disciplina que los beneficiará; les asegurará que puedan tener una vida feliz, así como criar a una familia feliz. Estas pruebas vienen con responsabilidad en el sacerdocio.

Algunos de ustedes viven en países donde la mayor parte de lo que coman o que vistan dependerá de lo que produzca la familia. Puede ser que lo que ustedes contribuyan marque la diferencia para que se pague el alquiler o la familia tenga alimento y vivienda. Aprendan a trabajar y a brindar apoyo.

La base de la vida humana, de toda sociedad, es la familia, la que se estableció por el primer mandamiento dado a Adán y Eva, nuestros primeros padres: “…multiplicaos; llenad la tierra”20.

Posteriormente vino el mandamiento “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”21.

Sean miembros responsables de su familia. Cuiden sus posesiones, su ropa, sus pertenencias; no derrochen, aprendan a estar contentos con lo que tienen.

Parecería que el mundo está en conmoción, ¡y lo está! Parecería que hay guerras y rumores de guerra, ¡y los hay! Parecería que el futuro les va a presentar pruebas y dificultades, ¡y lo hará! Sin embargo, el temor es lo opuesto a la fe; ¡No teman!

Hoy, al mediodía, cuatro jovencitos, todos nietos, vinieron a visitarme. Tres de ellos tenían una señorita a su lado: uno vino a hablarme de su boda futura, dos de ellos anunciaron sus compromisos y el otro habló de su llamamiento misional a Japón. Les hablamos acerca del hecho de que un día, cada uno de ustedes llevará una hija pura y preciosa de nuestro Padre Celestial al templo para ser sellados por esta vida y la eternidad. Estos jóvenes nietos deben saber lo que enseñó Alma: que el plan del Evangelio es el “gran plan de felicidad”22 y que la felicidad es el objetivo de nuestra existencia. De esto testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Encabezamiento de D. y C. 13.

  2. D. y C. 107:20.

  3. Véase 1 Samuel 1:24–28.

  4. Véase 1 Samuel 17.

  5. Véase Mormón 1:2.

  6. Véase José Smith—Historia 1:7.

  7. Véase Lucas 2:41–52.

  8. 1 Timoteo 4:12.

  9. Véase J. Reuben Clark Jr., El curso trazado por la Iglesia en la educación (discurso pronunciado el 8 de agosto de 1938 a los líderes de seminario e instituto en Aspen Grove, Utah, 2004) págs. 3 y 10.

  10. D. y C. 89:18–21.

  11. 1 Corintios 6:19.

  12. Véase Moroni 7:17.

  13. Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: José Smith (curso de estudio del sacerdocio de Melquisedec y de la Sociedad de Socorro, 2007,) pág. 222.

  14. 2 Nefi 2:5.

  15. Artículos de Fe 1:4.

  16. Mosíah 4:12.

  17. D. y C. 93:36.

  18. D. y C. 130:18.

  19. D. y C. 101:34.

  20. Génesis 1:28; Abraham 4:28.

  21. Éxodo 20:12.

  22. Alma 42:8.