Hasta que nos volvamos a ver
Ruego que recordemos siempre lo que hemos escuchado durante esta conferencia… Los exhorto a estudiar los mensajes y a meditar en sus enseñanzas y, después, a aplicarlos en su vida.
Mis queridos hermanos y hermanas: Mi corazón está rebosante y mis sentimientos se enternecen al concluir esta grandiosa conferencia general.
Hemos sido ricamente bendecidos al haber escuchado el consejo y los testimonios de los que se han dirigido a nosotros. Creo que todos tenemos una mayor determinación de vivir los principios del evangelio de Jesucristo.
Expreso mi sincero agradecimiento a cada uno de los que participaron en la conferencia, entre ellos los hermanos que ofrecieron las oraciones.
La música ha sido excepcional. Cuán agradecido estoy por los que han sido bendecidos con talentos musicales, que están dispuestos a compartir sus talentos con los demás. Acude a mi mente el pasaje de las Escrituras que se encuentra en Doctrina y Convenios: “Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza”1.
Ruego que recordemos siempre lo que hemos escuchado durante esta conferencia. Les recuerdo que los mensajes se imprimirán en los ejemplares de Ensign y Liahona del mes próximo. Los exhorto a estudiar los mensajes y a meditar en sus enseñanzas y, después, a aplicarlos en su vida.
Quiero que sepan lo mucho que amo y aprecio a mis devotos consejeros, el presidente Henry B. Eyring y el presidente Dieter F. Uchtdorf. Son hombres de sabiduría y entendimiento. Su servicio es de valor incalculable. Amo y doy mi apoyo a las autoridades del Quórum de los Doce Apóstoles. Durante esta conferencia sostuvimos a un nuevo miembro de ese Quórum. Él está completamente dedicado a la obra del Señor, y testifico que es el hombre que nuestro Padre Celestial desea que ocupe ese puesto en este momento.
Expreso mi amor a los miembros de los Setenta y del Obispado Presidente, quienes sirven de manera desinteresada y tan eficazmente. De igual manera, rindo homenaje a los oficiales generales de las organizaciones auxiliares. En conformidad con nuestra norma de rotación, hemos sostenido a las presidencias generales de los Hombres Jóvenes y de la Escuela Dominical. Esperamos con ansias trabajar con ellos. Agradecemos a aquellos que fueron relevados de esos puestos en esta conferencia y que sirvieron de manera tan fiel en sus respectivos llamamientos.
Mis hermanos y hermanas, ruego que nos esforcemos por vivir más cerca del Señor; que recordemos “orar siempre, no sea que [entremos] en tentación”2.
A ustedes, padres, expresen su amor a sus hijos; oren por ellos a fin de que puedan soportar las maldades del mundo; oren para que crezcan en la fe y el testimonio; oren para que lleven una vida de bondad y de servicio a los demás.
Hijos, digan a sus padres lo mucho que los aman; exprésenle lo mucho que agradecen todo lo que han hecho y siguen haciendo por ustedes.
Ahora bien, una advertencia para todos, jóvenes y mayores, hombres y mujeres. Vivimos en una época en la que el adversario se vale de todo medio posible para atraparnos en su red de engaños y trata desesperadamente de hacernos caer junto a él. Hay muchos senderos por los cuales nos tienta a ir, senderos que nos pueden llevar a la destrucción. Los adelantos en muchos campos, que se pueden usar para el bien, también se pueden usar para llevarnos apresuradamente a lo largo de esos atroces senderos.
Siento que debo mencionar uno en particular, y es internet. Por un lado, proporciona oportunidades casi ilimitadas para adquirir información útil e importante; por medio de él, podemos comunicarnos con otras personas alrededor del mundo. La Iglesia misma tiene un sitio maravilloso en la red, lleno de información valiosa y edificante, así como de recursos de gran valor.
Sin embargo, por otro lado —y esto es muy alarmante— están las noticias de la cantidad de personas que están utilizando internet para propósitos inicuos y degradantes, siendo el ver pornografía uno de los más prevalentes. Mis hermanos y hermanas, el participar en ello literalmente destruirá el espíritu. Sean fuertes; sean limpios; eviten a toda costa este tipo de material degradante y destructivo, ¡no importa lo que sea! Hago esta advertencia a todos, dondequiera que estén. Quiero agregar, en especial para los jóvenes, que esto incluye las imágenes pornográficas que se transmiten por teléfonos celulares (móviles).
Mis amados amigos, no permitan bajo ninguna circunstancia caer en la trampa de ver pornografía, uno de los señuelos más eficaces de Satanás. Y si ahora participan en este tipo de conducta, dejen de hacerlo ya mismo. Busquen la ayuda que necesitan para superarlo y cambiar el rumbo de su vida. Tomen los pasos necesarios para volver al camino angosto y estrecho, y después permanezcan en él.
Que digamos, con Josué, de antaño: “…escogeos hoy a quién sirváis;… pero yo y mi casa serviremos a Jehová”3.
Ahora bien, mis hermanos y hermanas, hemos edificado templos por el mundo y seguiremos haciéndolo. A los que sean dignos y les sea posible asistir al templo, les exhorto a que vayan con frecuencia. El templo es un lugar donde podemos encontrar paz. Allí recibimos una renovada dedicación al Evangelio y una redoblada determinación de guardar los mandamientos.
Qué privilegio es poder ir al templo, donde podemos sentir la influencia santificadora del Espíritu del Señor. Se brinda un gran servicio cuando se llevan a cabo ordenanzas vicarias por aquellos que han pasado más allá del velo. En muchos casos no conocemos a las personas por quienes efectuamos la obra. No esperamos que nos den las gracias, ni tenemos la seguridad de que aceptarán lo que les ofrecemos; sin embargo, prestamos servicio, y en ese proceso obtenemos lo que no se puede obtener de ninguna otra manera: literalmente llegamos a ser salvadores en el monte de Sión. Así como nuestro Salvador dio Su vida como sacrificio vicario por nosotros, así también nosotros, en una pequeña medida, hacemos lo mismo cuando llevamos a cabo la obra vicaria en el templo por aquellos que no tienen la manera de seguir adelante a menos que los que estamos aquí en la tierra hagamos algo por ellos.
Estoy profundamente agradecido porque, como Iglesia, continuamos extendiendo ayuda humanitaria donde hay gran necesidad. Hemos hecho mucho al respecto y hemos bendecido a miles y miles de los hijos del Padre que no son de nuestra fe, al igual que a aquellos que lo son. Pensamos seguir ayudando dondequiera que ésta se necesite. Les expresamos a ustedes nuestra gratitud por sus aportaciones en este respecto.
Cuán agradecido estoy, mis hermanos y hermanas, por la restauración del Evangelio en esta dispensación y por todas las bendiciones que han llegado a mi vida y a la de ustedes como consecuencia de ello. Somos un pueblo bendecido porque tenemos el conocimiento seguro de que Dios vive y de que Jesús es el Cristo.
Ruego que las bendiciones del cielo los acompañen; ruego que sus hogares estén llenos de armonía y amor; ruego que constantemente nutran su testimonio a fin de que sean una protección para ustedes contra el adversario.
Como humilde siervo de ustedes, deseo con todo mi corazón hacer la voluntad de Dios y servirle a Él y a ustedes.
Y ahora, mis hermanos y hermanas, la conferencia ha terminado. Que al volver a nuestros hogares, lo hagamos a salvo.
Les amo; oro por ustedes. Ruego que en sus oraciones se acuerden de mí y de todas las Autoridades Generales. Hasta que nos volvamos a ver en otros seis meses, ruego que las bendiciones del Señor estén con todos nosotros y lo hago en el nombre de Jesucristo, el Señor, nuestro Salvador. Amén.