Bienvenidos a la conferencia
Mis hermanos y hermanas, me complace informarles que la Iglesia está muy bien; la obra del Señor continúa avanzando en forma ininterrumpida.
Mis queridos hermanos y hermanas, al comenzar esta Conferencia General Anual Nº 179, notamos con tristeza la ausencia del élder Joseph B. Wirthlin, del Quórum de los Doce Apóstoles. Lamentamos su fallecimiento, lo echamos de menos y hacemos extensivo nuestro amor a su familia. No tengo duda alguna de que él se encuentra trabajando en esta gran obra del otro lado del velo.
Debido al fallecimiento del élder Wirthlin, existe una vacante en el Quórum de los Doce Apóstoles. Después de mucho ayuno y oración, hemos llamado al élder Neil Linden Andersen para llenar esta vacante. Les presentamos su nombre a ustedes esta mañana para el voto de sostenimiento. Todos aquellos que sientan que pueden sostenerle en este sagrado llamamiento, tengan a bien manifestarlo levantando la mano. Si alguien desea oponerse, puede manifestarlo por la misma señal.
Les agradecemos su voto de sostenimiento. El nombre del élder Andersen se incluirá cuando se lean los nombres de los oficiales de la Iglesia esta tarde.
Élder Andersen, le invitamos a tomar su lugar en el estrado con los miembros del Quórum de los Doce. Esperamos escucharle en la sesión de la conferencia del domingo por la mañana.
Desde que nos reunimos hace seis meses, mis hermanos y hermanas, he viajado a la Ciudad de México con el presidente Henry B. Eyring y la hermana Eyring para rededicar el templo allá, que durante muchos meses había pasado por extensas renovaciones.
La noche antes de la rededicación se llevó a cabo un magnífico espectáculo cultural en el Estadio Azteca. Hubo aproximadamente ochenta y siete mil espectadores que se aglomeraron en el estadio al aire libre; y un elenco formado por más de ocho mil jóvenes que participaron en el programa, el cual presentó ochenta minutos de música, danzas e historia de México.
Al presidente Eyring y a mí nos regalaron un sarape y un sombrero para cada uno. Vestido con esas prendas típicas, no pude resistirme a cantar al grupo una versión espontánea de “Allá en el rancho grande”, que aprendí en la clase de español del noveno grado; aunque hoy no la cantaré.
Cada una de las dos sesiones dedicatorias que se realizaron al día siguiente estuvo llena del Espíritu del Señor.
Hace sólo dos semanas, en doce sesiones, dedicamos el Templo de Draper, Utah, un magnífico edificio anidado en la ladera de las montañas del sur del Valle del Lago Salado. Hubo unas seiscientas ochenta y cinco mil personas que asistieron al programa de puertas abiertas, tanto miembros como otras que no lo son. Más de trescientos sesenta y cinco mil miembros asistieron a las sesiones dedicatorias, incluso las que se transmitieron por satélite a varios centros de estaca. El Espíritu del Señor se hizo sentir abundantemente mientras se dedicaba el templo.
En un futuro cercano, dedicaremos el Templo del Monte Oquirrh, Utah, y luego, en los próximos meses y años habrá muchas dedicaciones más. Esperamos con anhelo esas ocasiones. Hay algo sobre la dedicación de un templo que nos impulsa a revaluar nuestro propio desempeño y a tener el deseo de mejorar aún más.
Ahora bien, mis hermanos y hermanas, me complace informarles que la Iglesia está muy bien; la obra del Señor continúa avanzando en forma ininterrumpida.
Tenemos actualmente unos cincuenta y tres mil misioneros prestando servicio en trescientas cuarenta y ocho misiones por todo el mundo. Tomamos muy en serio el mandato del Salvador cuando dijo: “…id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”1. Sentimos profunda gratitud por las labores de nuestros misioneros y por los sacrificios que ellos y su familia hacen para que puedan prestar servicio.
Además, contamos con innumerables voluntarios y misioneros en actividades que no son de proselitismo. Por lo general, se trata de personas maduras que donan su tiempo y talentos a fin de adelantar la obra del Señor y de bendecir a los hijos de nuestro Padre Celestial. ¡Cuán agradecidos estamos por los invalorables servicios que ellos rinden!
El Fondo Perpetuo para la Educación, establecido en 2001, continúa avanzando. Desde sus comienzos, ha habido treinta y cinco mil seiscientos jóvenes de ambos sexos que se han matriculado en el programa y se han capacitado para mejorar sus aptitudes y sus posibilidades de empleo. Hasta ahora, dieciocho mil novecientos han completado la capacitación. En promedio, con los 2,7 años de educación que obtienen, sus ingresos aumentan entre tres y cuatro veces. ¡Es una gran bendición la que reciben! En verdad, éste es un programa inspirado.
Mis hermanos y hermanas, les agradezco su fe y su devoción al Evangelio. Les agradezco el amor y el interés que se demuestran el uno al otro. Les doy las gracias por el servicio que prestan en sus barrios y ramas, y en sus estacas y distritos. Ese servicio es lo que permite al Señor lograr Sus propósitos aquí en la tierra.
Les expreso mi gratitud por sus bondades para conmigo dondequiera que vaya y les agradezco sus oraciones en mi favor. He percibido esas oraciones y estoy sumamente agradecido por ellas.
Ahora, mis hermanos y hermanas, estamos deseosos por escuchar los mensajes que se nos presentarán durante estos dos días, para enseñarnos e inspirarnos, y para que tengamos una determinación renovada de vivir el Evangelio y de servir al Señor. Los que nos hablarán han procurado la ayuda y la guía del cielo al preparar sus discursos, y han recibido impresiones con respecto a lo que compartirán con nosotros.
A aquellos de ustedes que son nuevos en la Iglesia, les damos la bienvenida. A aquellos que estén luchando con dificultades o desilusiones o pérdidas, sepan que oramos por ustedes. Nuestro Padre Celestial ama a cada uno de nosotros y conoce nuestras necesidades. Que seamos llenos de Su Espíritu al escuchar lo que se nos presente. Ese es mi ruego esta mañana al dar comienzo a esta gran conferencia. Deseo también agregar un cariñoso recuerdo hacia el presidente Gordon B. Hinckley, quien me precedió como Presidente de la Iglesia. Estoy seguro de que está sirviendo bien en el otro lado. En el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Amén.