People Talking Together
Blog

Hacer “todas las cosas” que el Señor manda

Jared Knisley
11/19/21 | 5 min de lectura
Ruego que al servir y trabajar junto con otras personas, a menudo de diferentes orígenes e historias de vida, podamos encontrar maneras de regocijarnos por sus esfuerzos. Espero que podamos encontrar más puntos en común y maneras de hacer el bien juntos.

Hace años, cuando trabajaba en una empresa de consultoría de software, tuve una experiencia que me enseñó una valiosa lección. Estaba haciendo malabares con varios proyectos, trabajando durante largas horas, y empecé a sentirme poco valorado. Necesitaba encontrar un nuevo trabajo y empecé a solicitar empleo en otras organizaciones.

En un proyecto, estaba teniendo problemas para seguir el ritmo de los clientes, ya que mi horario simplemente no se ajustaba a sus cronogramas. Le expliqué al cliente cuál era mi horario y lo que pensaba que podía lograr; lamentablemente, mi gerente no estuvo contento.

Mi gerente sintió que había sido demasiado honesto y que había contrariado al cliente. Me sentí muy frustrado y empecé a decirle cómo me sentía en cuanto a su estilo de administración y su actitud hacia los clientes. Escribí un largo correo electrónico explicándole mi proceder y le hice saber que me iría en unas semanas; básicamente, dije: “Que les vaya muy bien, ya estoy harto de ustedes, adiós”.

Tan pronto como hice clic en el botón Enviar me sentí mal y salí a caminar por un largo rato. En el pasado, había sido bueno en ejercer autodominio, pero esta vez dije exactamente lo que sentía exactamente cuando lo sentía y me sentí terrible. Aunque hubiera tenido razón, la forma en que expresé mi frustración no era como querría que se me recordara.

Mi vida ha sido grandemente bendecida, mucho más por lo que no he dicho que por lo que he dicho. En el libro de Santiago se nos enseña que al refrenar nuestra lengua podemos lograr la perfección. En Santiago 3:2 leemos: “Porque todos ofendemos en muchas formas. Si alguno no ofende de palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”.

Tener cuidado de lo que digo y de cómo lo digo puede ser increíblemente difícil. Me enfrento a frustraciones y a ocasiones en las que siento que no se me aprecia ni se me entiende, o en las que me duele lo que otra persona ha dicho o hecho.

A pesar de prestar servicio en llamamientos de liderazgo de la Iglesia, no he sido perfecto. Pero he aprendido que si soy paciente y busco entender a otras personas, a menudo me doy cuenta de que tengo la percepción equivocada de ellos o de su situación.

Con frecuencia he descubierto que, tal vez en contra de mi impresión, muchas personas del barrio han estado ministrando a los demás, cuidándose los unos a los otros y sirviendo al Señor lo mejor que les es posible. Estoy muy agradecido por todos los pensamientos y sentimientos que no he compartido, por refrenar mi lengua y procurar primero entender en lugar de criticar o condenar.

Un buen ejemplo de las Escrituras es Pahorán, el juez superior nefita que sirvió durante los días del capitán Moroni. Pahorán se esforzaba por cumplir con su deber y defender sus leyes, pero en pocos años siguieron surgiendo problemas con quienes se oponían a él. El capitán Moroni, que había estado peleando en la guerra para proteger los derechos y la libertad del pueblo, se enojó mucho por la negligencia y la indiferencia que se estaba mostrando con respecto a su libertad.

Moroni, un líder justo, acusó a Pahorán de descuidar a sus ejércitos y transgredir los mandamientos de Dios, y amenazó con ir contra él con sus ejércitos. ¡Vaya! ¿Hacia dónde podría llevarte esta situación, verdad? Eso probablemente habría sido el final de una relación típica; tal vez no deban ser asignados juntos como compañeros ministrantes.

Pahorán respondió de una manera asombrosa, él respondió con gratitud. Pahorán le dijo a Moroni que se “regocij[aba] en la grandeza de [s]u corazón” (Alma 61:9) y se refirió a él como “mi querido hermano” (Alma 61:14).

¿Alguna vez han visto a alguien en una posición de liderazgo de la Iglesia desahogar la frustración? ¿Le resta importancia eso a sus muchos esfuerzos anteriores en su llamamiento, a su bondad y su capacidad para seguir sirviéndonos? Solo si lo permitimos. Ninguno de nosotros es perfecto. Consideren al capitán Moroni: un líder maravilloso, que estaba teniendo un día muy malo y que no tenía suficiente información sobre una situación.

Actualmente, trato de recordar formas de servir a los demás de una manera más semejante a Cristo, mirando verdaderamente a todos desde la perspectiva eterna que se encuentra dentro del Plan de Salvación. ¿Qué pasaría si pudiéramos ver a quienes servimos como verdaderos hermanos y hermanas? ¿Responderíamos algunas veces de manera diferente en nuestra comunicación? Me recuerdo a mí mismo que Cristo nos enseñó: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). Todos somos hijos de Dios, hermanos y hermanas, esforzándonos por ser uno en Cristo.

Un pasaje extraordinario de las Escrituras que me ayuda cuando estoy experimentando la parte humana de mis hermanos miembros de la Iglesia es Abraham 3:25, que dice: “[Y] con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare”.

Analicen, ¿qué sucede si una de “todas las cosas” que el Señor nos pide mientras estamos aquí en esta tierra es permanecer fieles y obedientes, aun cuando personas imperfectas, tales como nosotros, se encuentren en posiciones de enseñanza y liderazgo sobre nosotros? ¡Qué increíble debe hacer sentir al Padre Celestial el saber que aun cuando personas imperfectas fueron colocadas en puestos de autoridad sobre nosotros, no solo seguimos siendo fieles, sino que también nos acercamos a ellos y dijimos: “Me regocijo en la grandeza de tu corazón, mi querido hermano”.

Mi gerente y yo pudimos hablar con franqueza sobre lo que había sucedido y de la situación más amplia que enfrentaba nuestro equipo y la relación específica con el cliente. Seguimos trabajando juntos después de esta experiencia durante muchos años, y me beneficié enormemente de sus ideas y de su experiencia.

Ruego que al servir y trabajar junto con otras personas, a menudo de diferentes orígenes e historias de vida, podamos encontrar maneras de regocijarnos en sus esfuerzos. Espero que podamos encontrar más puntos en común y maneras de hacer el bien juntos. Necesitamos un diálogo y una cooperación más pacientes si hemos de ser instrumentos para ayudar al Padre Celestial a tener éxito en Su misión de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). El Padre Celestial nos tiene mucha paciencia, así que trato de mostrar un poco más de bondad y aprecio a todos y, al hacerlo, sé que realmente puedo llegar a ser pacificador y un mejor instrumento en las manos del Señor.


Jared Knisley
Jared Knisley vive con su esposa, Talia, y con siete hijos en Tampa, Florida. Trabaja en el área de Tecnología de la Información y disfruta pasar su tiempo libre tocando el piano, haciendo ejercicio y estando con la familia.
Comentarios
0