Lo escucho por medio de la oración sincera y la reflexión
Cuando pienso en las maneras en que “lo escucho”, recuerdo las diversas maneras en que mis compañeros del Cuórum de los Doce Apóstoles reciben la voz del Señor por medio del Espíritu. Si alguien tuviera una conversación extensa con los miembros del Cuórum, se daría cuenta de que la voz del Señor se escucha de muchas maneras.
El élder David A. Bednar dice que lo escucha en las Escrituras. El élder Dieter F. Uchtdorf habla acerca de sentir el amor del Salvador. La hermana Joy D. Jones escucha nombres en su mente. Muchos de nosotros tenemos esas mismas experiencias al recibir revelación. A veces el Espíritu Santo es tan inolvidable que el recuerdo puede persistir por siempre. El presidente M. Russell Ballard habló de una impresión especial que sintió cuando fue misionero hace 70 años y que nunca ha olvidado. Esos son recuerdos poderosos y decisivos. Muchas veces es así como se recibe la guía celestial. Otras veces es rápido y seguro, pero no tan intenso.
A continuación hay algunas maneras en las que yo lo escucho actualmente:
Lo escucho cuando estoy dispuesto a cambiar
Uno de mis pasajes favoritos de las Escrituras es: “Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones” (Doctrina y Convenios 112:10). Me doy cuenta de que lo escucho con más fuerza cuando me acerco a Él con humildad, verdadera honestidad, la disposición de dejar que Él prevalezca, y el deseo de llegar a ser más de lo que soy mediante el cambio y el arrepentimiento.
He descubierto que en mi propia vida, cuando un ser querido o un amigo sugiere cosas que debo cambiar, el hombre natural que está dentro de mí a veces responde primero: “No lo estás viendo desde mi punto de vista. ¿Quién eres tú para juzgar?”. Sin embargo, cuando me arrodillo humildemente ante mi Padre Celestial y pregunto con suma sinceridad: “Padre, ¿qué necesito cambiar? ¿Dónde estoy fallando?”, me viene un sentimiento de calma. Y en el momento apropiado, lo escucho a Él y la verdad penetra en mi corazón. A veces resulta incómodo; pero si no rechazo la impresión espiritual y escucho Su honestidad para conmigo, eso me permite ser honesto conmigo mismo.
El verdadero cambio rara vez ocurre en un día, pero con el tiempo, podemos llegar a ser más como queremos ser. Él derrama Su Espíritu y Su aprobación sobre mí, al escucharlo y actuar de acuerdo con la guía espiritual que recibo de Él. No hay nada mejor que sentir Su Espíritu y Su aprobación.
Lo escucho por medio de la oración sincera y la reflexión
Hace muchos años tuve una experiencia difícil. En ese entonces, yo trabajaba con el presidente James E. Faust, quien era miembro de la Primera Presidencia. Le planteé mi problema a él, porque sabía que podría resolverlo. Después de pedirle su consejo sobre el problema, en lugar de simplemente darme la respuesta, me dijo: “Bueno, Neil, ¿has orado al respecto?”. Le dije que había orado al respecto. Luego hizo una pausa como si yo no lo comprendiera y dijo: “¿Has orado toda la noche como Enós oró?”. Tuve que admitir que no había hecho eso. Y él dijo: “Cuando hagas eso, tendrás tu respuesta”. Él tenía razón, cuando oré por un largo período de tiempo, la respuesta llegó claramente.
Trato de orar cada mañana: “Padre Celestial, si hay algo que yo pueda hacer por Ti, por favor permíteme hacerlo”. Después, en el transcurso del día, presto atención a las cosas que me rodean. Podría ser alguien que necesite ayuda económica o alguien que solo necesite una buena palabra de aliento, o simplemente un agradecimiento. El saber que el Señor me dará una indicación me mantiene más atento a escuchar a ese Espíritu dentro de mí, para que realmente haga las cosas que se me indique hacer.
Lo escucho por medio de la influencia de mi esposa
También recibo impresiones al escuchar el consejo espiritual de mi esposa. Yo tuve un presidente de misión que se refería a su esposa como su “pasaporte eterno”. Eso también es cierto para mí, porque mi esposa, Kathy, está muy influenciada por el poder del Espíritu Santo y sería insensato de mi parte no escucharla con atención. He descubierto que el tener el Espíritu del Señor conmigo depende mucho de cómo interactúo con mi preciada y querida compañera. Si deseo sentir fuertemente el Espíritu del Señor en mi vida, entonces debo ser receptivo a ella, presto para escucharla y lento para ser impaciente con ella. Ahora que llevamos 46 años casados, lo he aprendido cabalmente. Lo supe después de haber estado casados durante un año, pero después de 46 años, eso ya está en mi ADN. Mi relación con Kathy ha influido en mi capacidad de tener el Espíritu conmigo y de escucharlo más que cualquier otra cosa de mi vida.
Lo escucho por medio del arrepentimiento y el progreso eterno
Ninguno de nosotros es perfecto y todos cometemos errores en esta vida. Todos tenemos debilidades y llegar a ser como el Salvador es una montaña alta para escalar. Mi experiencia es que, aunque el Señor es muy honesto conmigo, Él también está muy dispuesto a perdonarme. Así que cuando recibo una corrección, no puedo esperar el perdón en seguida. Sé que si estoy apesadumbrado y arrepentido por lo que he hecho, el Señor rápidamente derrama Su amor sobre mí y me hace saber que voy en la dirección correcta. Una de las cosas que aprendo acerca de la Trinidad, al llegar a conocerlos bien, es que Su amor va mucho más allá de nuestro amor y Su capacidad de perdonar va mucho más allá de nuestra capacidad de perdonar. Su deseo de brindarnos felicidad supera con creces nuestra disposición de brindar felicidad a los demás.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Nada es más liberador, más ennoblecedor ni más crucial para nuestro progreso individual que centrarse con regularidad y a diario en el arrepentimiento”1. En mis oraciones, trato de repasar los acontecimientos de mi día y me pregunto: ¿Revelaron mis acciones honestidad y generosidad? ¿Qué pensamientos y emociones debo controlar de una mejor manera? ¿Cómo podría haber sido más amable, más amoroso, más indulgente y misericordioso, más útil para los necesitados? También trato de hacer las preguntas positivas: ¿Dónde vi la mano del Señor en mi vida? ¿De qué manera progresé? ¿De qué manera seguí el ejemplo del Salvador? Luego hago una pausa y escucho en silencio. El Espíritu Santo me confirma el amor de nuestro Padre Celestial por mí y me asegura de que mis pequeños pasos de progreso me están ayudando a venir a Él.
Las oraciones honestas, sinceras y personales abren la ventana a la revelación de nuestro Padre Celestial. Parece que el tratar de escuchar las silenciosas impresiones del Espíritu, prometiendo a mi Padre Celestial que estaré más atento a esas cosas, me confiere una mayor capacidad para escucharlo.
Nota
1. Russell M. Nelson, “Podemos actuar mejor y ser mejores”, Liahona, mayo de 2019, pág. 67.
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