Esfuerzos institucionales para amplificar los mensajes proféticos
Conferencia de maestros de religión del SEI, junio de 2024
Hermano Kelly Haws: Élder Gilbert, muchas gracias. Gracias por hablar de una manera tan personal y gracias por enseñarnos. Estamos agradecidos por su guía y por la guía de la mesa directiva, y nos alegramos de estar hoy aquí con ustedes. Gracias. Gracias de corazón de parte de todos nosotros. Todos leeremos y releeremos sus palabras y las palabras del élder Renlund de esta noche, por supuesto, y nos comprometemos a seguir mejorando en estas cosas. Gracias.
Señores rectores, estamos muy agradecidos de estar aquí con ustedes. No sé si uno puede ponerse cómodo aquí, pero ¿les importa si me muevo un poco para poder verlos un poco mejor? Y, Chad, ¿podría moverse un poco para que pueda verlo? Esperaba ver al rector Kauwe aquí. ¡Oh, ahí está! Rector Kauwe, ¿puede oírnos? Sí. Hola, Keoni. Qué gusto verlo.
Estamos aquí, en una fría mañana estival en Salt Lake y Provo, y ustedes están en Laie. Tal vez un año de estos nos reuniremos todos allí, rector Kauwe. De parte de todos, les doy las gracias. Gracias por su extraordinario liderazgo, por su fe, por su fortaleza, por su voluntad de permanecer fieles y dar testimonio y liderar tanto cuando es fácil como cuando resulta difícil. De parte de todos los que estamos aquí, los amamos. Y de parte de los rectores, ustedes conocen a todos los presentes. Creo que todos ustedes conocen a todos los que se hallan en esta sala, y conocen a la mayoría de las personas que están viendo esta transmisión. Así que, en su nombre, señores rectores, creo que hablo en nombre de todos cuando les digo lo profundamente agradecidos que sé que estos líderes están por ustedes. Y, como dijo el élder Gilbert, por la diferencia que marcan en las vidas que cambian gracias a su enseñanza, a su servicio dentro y fuera del salón de clases y a su capacidad de invitar al Espíritu Santo a testificar del Señor. Así que, en nombre de los rectores, las palabras se quedan cortas, pero gracias.
Nos alegramos de estar aquí y de poder conversar en grupo sobre el modo de expandir las prioridades proféticas. Estoy deseando escuchar sus comentarios. Rector Reese y hermano Webb, ¿podríamos comenzar con ustedes? Tal vez usted, rector Reese, si no le importa ser el primero, y a continuación el hermano Webb. ¿Podría hablar de alguna experiencia o reflexión sobre el impacto, el crecimiento y los milagros que ha observado en la educación religiosa, en los alumnos, gracias a la educación religiosa en las familias? Alguna idea que quiera compartir con nosotros, para empezar, sobre la diferencia y el impacto que está notando. ¿Rector Reese? Gracias a todos los que me han precedido y bienvenidos a la Universidad Brigham Young.
Rector Shane Reese: Claro. Antes que nada, me gustaría saber si el rector Kauwe lleva pantalones cortos en el ángulo que no capta la cámara. No lo sé.
Rector John S. K. Kauwe: ¡Claro! Incluso me he puesto zapatos.
Rector Reese: ¡Vaya! Es un gran día. Estamos agradecidos de estar aquí. Kelly, gracias por su liderazgo en la oficina del Comisionado. Élder Gilbert, estamos agradecidos por usted y por su liderazgo. Y creo, Kelly, que lo que dijo al principio es importante. Estoy agradecido por nuestros maestros de religión, por la diferencia que marcan en la vida de nuestros alumnos. Mientras pensaba en este asunto… En honor a la verdad, Kelly nos envió las preguntas por adelantado, para que no nos tomen por sorpresa.
Me quedé pensando en el importante encargo que recibimos aquí, en la Universidad Brigham Young, por parte del élder Christofferson, de que esta debía ser la universidad insignia del Sistema Educativo de la Iglesia; pero, y quizás sea lo más importante, el encargo de que esta universidad se convierta en lo que profetas, videntes y reveladores han predicho que llegaría a ser. Hablamos en esta universidad de llegar a ser BYU. Hablamos de la importancia de lo que eso significa, que es, literalmente, llegar a ser una universidad centrada en Cristo, la universidad de la profecía, dirigida proféticamente.
Y para que no haya ningún malentendido sobre el uso de las palabras “dirigida proféticamente” y “de la profecía”, el presidente Kimball pronunció un extraordinario discurso en este campus, titulado “The Second Century Address” [El discurso del segundo siglo]. Cuando hablamos de la universidad de la profecía, nos remitimos directamente a la notable visión y al enfoque del presidente Kimball sobre el futuro de esta universidad y su segundo siglo.
Las palabras “dirigida proféticamente” describen lo que significa tener una mesa directiva compuesta por aquellos a quienes sostenemos como profetas, videntes y reveladores. Al hablar de lo que significa para nosotros y los maestros de religión de BYU —para todo el cuerpo docente de BYU— llegar a ser esa universidad, eso significa, en parte, abrazar nuestra doble herencia: estar tan familiarizados con nuestra disciplina como lo estamos con las cosas del Espíritu. Debemos conocer ambos aspectos.
Así que he estado pensando en esto, y me temo que van a recibir la respuesta de un estadístico. Permítanme ponerme un poco técnico. He pensado en ello teniendo en cuenta las percepciones de nuestros alumnos, porque todo comienza y acaba con los alumnos en mente. Y así es para todos en esta sala, ya que, si no fuera así, ustedes no estarían aquí. La nueva generación significa mucho para todos nosotros, y por eso observamos la percepción que ellos tienen de lo que sucede en el salón de clases y cómo se sienten en cuanto al desarrollo del aspecto intelectual de la clase, por un lado, y el fortalecimiento del aspecto espiritual del curso, por otro. Si tuviera que marcar cada clase de cada una de las disciplinas de este campus en un gran diagrama de dispersión, la imagen tendría forma de banana, pero el objetivo es el mismo para todas nuestras clases. Si tuviera que numerar los cuadrantes de este diagrama de dispersión, el número “uno” sería el cuadrante inferior izquierdo: “No se están fortaleciendo mucho espiritualmente ni desarrollando mucho intelectualmente”; y si vamos al cuadrante superior derecho, este sería “Se están fortaleciendo mucho espiritualmente y desarrollando mucho intelectualmente”.
Estoy muy agradecido por los maestros de religión de este campus y estoy seguro de que eso se extiende a quienes enseñan en todo el Sistema Educativo de la Iglesia. Ustedes, sin excepción, entran en ese cuadrante superior. Para mí, este es un logro extraordinario, porque demuestra que los están estimulando. Los están guiando a formular las preguntas de las que el élder Gilbert habló en términos de formación del testimonio, hacerse cargo de su testimonio, y lo hacen de tal manera que estimulan su intelecto. Porque sabemos que la gloria de Dios es la inteligencia, pero ustedes también fortalecen su fe en el Evangelio restaurado de Jesucristo. ¡Qué resultado tan extraordinario! Para mí, no solo se trata de impacto o crecimiento; lo considero un milagro.
También veo milagros extraordinarios —y, Chad, terminaré mi intervención en un segundo—, pero veo milagros extraordinarios en la capacidad de respuesta de nuestros maestros de religión a la invitación del élder Gilbert a hacer hincapié en los mensajes proféticos. Eso es lo que hacen cuando desarrollan los cursos de estudio en sus clases, en las que han expandido las palabras de profetas, videntes y reveladores a lo largo de todo el curso; en su plan de estudios y cuando hablan cada día con los alumnos en clase. Es lo que hacen cuando responden a la invitación del presidente Nelson a hacer del templo el centro de su vida.
Permítanme dedicar un instante a compartir una de las experiencias más conmovedoras de mi vida. Les hablaré del día en que me reuní con los oficiales de nuestra mesa directiva y el presidente Nelson, que cambió por completo el curso de la conversación cuando nos invitó a mi esposa y a mí a servir en esta posición sagrada. Él dijo: “Quiero que miren por la ventana. Lo que ven ahí es cómo se están fortaleciendo los cimientos del templo. Ustedes deben hacer que estos alumnos fortalezcan sus cimientos centrándose en el templo”.
He visto a los maestros de religión de este campus señalar a nuestros alumnos hacia el templo. Los he visto responder a la invitación del profeta de fortalecer su capacidad de recibir revelación personal en lo que respecta a su vida personal y, lo más importante para mí, la relación que esto tiene con sus alumnos y el modo en que pueden bendecir su vida. Por eso estoy agradecido a nuestros maestros de religión y a su capacidad de respuesta a las invitaciones que han recibido.
Hermano Haws: Gracias, rector Reese. Sus palabras son realmente esclarecedoras e inspiradoras. Por si sirve de algo, hace poco estuve en el campus —creo que usted y yo íbamos a tener una reunión—. Llegué temprano y me detuve en la oficina de una de sus maestras de religión, unos treinta minutos antes de que comenzara su clase. Cuando llegué, la vi inmersa en las Escrituras, y ella dedicó unos minutos a decirme lo profundamente comprometida que está con ayudar a sus alumnos a hacerse cargo de sus testimonios. Eso fue una evidencia de los milagros que están sucediendo en la educación religiosa aquí. Así que gracias, hermano Webb.
Hermano Chad H Webb: Sí, gracias. Solo dos ideas breves. Primero, creo que debo hacer hincapié en algo que dijo el élder Gilbert y que usted, Kelly, también mencionó hace un minuto. Creo que está sucediendo un milagro en la unidad que se está produciendo en la educación de la Iglesia. Hay algo poderoso en el hecho de que seamos un sistema, no seis entidades. Les hemos expresado nuestro amor y ustedes han expresado su amor, y yo siento lo mismo. Amo a estos rectores —y también me caen bien—, así como al élder Gilbert. Y me gusta la dirección que él está tomando para crear este sistema. Creo que hay poder en ello, no simplemente en las organizaciones, sino en cada persona que participa en la educación de la Iglesia para que estemos unidos en una causa común, con la meta común de bendecir a los hijos del Padre Celestial.
Pienso en la gran oración intercesora que se encuentra en Juan 17, cuando el Salvador rogó que fuéramos uno. “El Padre en mí, y que todos puedan ser uno en mí”. La razón que Él da para hacer esta súplica por la unidad es que el mundo crea que el Padre envió a Cristo para redimir al mundo. Este es un requisito previo para tener el poder que necesitamos, para tener el Espíritu que necesitamos, para cambiar vidas y dar testimonio de tal manera que transforme a las personas. Creo que la unidad está aumentando, y estoy muy agradecido de ver este gran milagro, aquí juntos en esta mesa redonda, en nuestro Comité de Maestros de Religión —al que el élder Gilbert se refirió— y en todos los maestros del mundo. Cuando las personas hacen a un lado sus deseos y agendas y se centran en la misión central de la educación de la Iglesia, se genera unidad y poder, que están aumentando. Puedo verlo.
Hermano Haws: Gracias.
Hermano Webb: La otra idea, muy rápidamente, podría referirse a cualquier maestro de religión y a cualquier maestro de Seminario e Instituto del mundo, pero ocurren milagros todos los días. En mi intervención, hablaré un poco del alcance y el crecimiento en Seminario e Instituto, aunque igual de impresionante es el impacto que se está produciendo. Hay personas que sirven en misiones porque estuvieron en sus clases; que van al templo, se casan en el templo, eligen permanecer activos en la Iglesia, eligen seguir las enseñanzas proféticas, amar a los demás y seguir al Salvador. Esto sucede todos los días. Casi se da por hecho este gigante dormido que es la educación de la Iglesia, que está bendiciendo a las personas.
Esta mañana recibí un mensaje de un alumno de Filipinas a quien, en una clase de Instituto, le preguntaron si iba a servir en una misión y él dijo: “Soy el único miembro de la Iglesia en mi familia. No estoy seguro. Mi familia no querría que sirviera. Mi decisión está en un cincuenta-cincuenta”. Y otro alumno de esa clase dijo: “A mí me pasa lo mismo, pero realmente deseo ir a una misión porque eso va a bendecir a mi familia, y quiero ser un ejemplo para ellos”. El primer alumno replicó: “Bueno, puede que ahora esté en un sesenta-cuarenta”. Y una joven añadió: “Yo acabo de volver a casa de la misión. Fue una experiencia increíble”. A lo que él dijo: “Bueno, ahora tal vez setenta-treinta”. Habló de todo lo que pasó hasta concluir diciendo: “Voy a estudiar y a orar de verdad al respecto. Creo que quizás sí quiero ir a una misión”. Y esto se repite miles de veces cada semana en el mundo, a medida que las personas se reúnen, estudian las Escrituras, se apoyan unos a otros, aprenden de amorosos maestros que rebosan del Espíritu y de una fe que bendice vidas todos los días.
Hermano Haws: Podríamos cerrar los ojos en cualquier momento e imaginar que, en algún lugar del mundo, hay una clase, ya sea en un campus, en línea o en algún edificio con una clase de Seminario en la que está pasando precisamente eso. Coincido con usted en sus comentarios acerca de la unidad. Todos hemos aprendido desde el púlpito de la conferencia general y otros púlpitos, todos hemos aprendido de las Escrituras y todos hemos aprendido en otros lugares sagrados que el Señor requiere unidad para que podamos beneficiarnos plenamente de la influencia del Espíritu Santo en nuestras clases. Gracias por hablar de ello y por invitarnos a todos a continuar en esa senda. Gracias.
Rector Ashton, usted y yo, desde que nos conocemos, a menudo nos hemos sentado a leer las Escrituras juntos. Me encanta hablar con usted acerca de las Escrituras y la doctrina, y sé que eso está en su ADN, tal como está en el de cada uno de nosotros. Rector Ashton, ahora, al hablar de expandir las prioridades proféticas, al escuchar al élder Gilbert y ahora al rector Reese y al hermano Webb, al responder a este llamado y meditar en cómo y por qué debemos responder a este llamado, ¿podría explicarnos cuál es la base doctrinal de esto? ¿Cuál es el fundamento doctrinal? Solo tiene tres minutos, porque ya sé que usted podría pasarse una hora hablando de esto, pero ¿podría compartir algunas ideas con nosotros?
Rector Brian K. Ashton: Ojalá tuviéramos una hora. Hay mucho que decir, pero mencionaré algunas ideas.
Lo primero, obviamente, es que el profeta habla las palabras del Señor, como leemos en Doctrina y Convenios 1:38. Ya saben: “sea por mi propia [boca] o por la [boca] de mis siervos, es lo mismo”.
También está Doctrina y Convenios 43, versículos 2 y 3:
“Porque he aquí, de cierto, de cierto os digo, que habéis recibido un mandamiento que será por ley a mi iglesia, por conducto de aquel a quien os he nombrado para recibir mandamientos y revelaciones de mi mano.
“Y esto sabréis con certeza, que no se os ha nombrado a ningún otro para que reciba mandamientos y revelaciones”.
Así que, si deseamos escuchar la palabra del Señor, una de las cosas fundamentales que tenemos que hacer es escuchar al profeta. Es decir, no hay otra manera. Y recibimos muchas bendiciones por ello. Si vamos a Doctrina y Convenios 21, que habla del profeta José Smith y de todos sus sucesores, el Señor dijo: “Porque recibiréis su palabra […] como si viniera de mi propia boca”. Disculpen, a partir del versículo 4: “Por tanto, vosotros, es decir, la iglesia, daréis oído a todas sus palabras y mandamientos que os dará según los reciba, andando delante de mí con toda santidad”. Seguir al profeta es un mandamiento. “Porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca”.
A veces no sabemos; en ocasiones, se requiere paciencia y fe para aprender que lo que él dice es la palabra del Señor. Pero testifico que así es. Y luego viene la bendición: “Porque si hacéis estas cosas, las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros”. Claro que, si no hacemos esas cosas, ¿significa eso que las puertas del infierno prevalecerán contra nosotros? Si no compartimos las palabras de los profetas con los alumnos, ¿prevalecen las puertas del infierno contra ellos? “Sí, y Dios el Señor dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros” —¿quién no desea eso? —, “y hará sacudir los cielos para vuestro bien y para la gloria de su nombre”.
“La gloria de Dios es la inteligencia o, en otras palabras, luz y verdad. La luz y la verdad desechan a aquel inicuo”. Además, “esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. Si seguimos las palabras del profeta, ayudamos a nuestros alumnos a hacer lo mismo. Ayudamos a Dios a ayudarlos a obtener la vida eterna.
Por último, permítanme concluir con este versículo, aunque podríamos seguir indefinidamente. Pero esto es lo que leemos en Doctrina y Convenios 90, versículo 5: “Y quienes reciban los oráculos de Dios” —tanto las revelaciones como los profetas; los profetas son los oráculos, y también lo son las revelaciones—, “tengan cuidado de cómo los estiman, no sea que los menosprecien”. Si no enseñamos a nuestros alumnos las palabras de los profetas, y en particular las palabras del profeta actual, los estamos menospreciando. Y escuchen lo que sucede: “Y con ello incurran en la condenación, y tropiecen y caigan cuando desciendan las tempestades y soplen los vientos y vengan las lluvias, y den con ímpetu contra su casa”.
Nuestros alumnos no son los únicos que tendrán esas consecuencias si no les enseñamos. Si, como maestros de religión, no les enseñamos, menospreciamos la palabra de Dios y, por tanto, incurrimos en la condenación, y tropezaremos y caeremos cuando desciendan las tempestades y soplen los vientos y vengan las lluvias, y den con ímpetu contra nuestra casa. Demos testimonio de que no podemos ayudar a los alumnos a obtener la vida eterna si no tienen las palabras del Señor. No pueden ser discípulos de Jesucristo si no tienen Sus palabras.
Hermano Haws: Gracias, Brian. Quiero decir, rector. Todos tenemos la oportunidad de reunirnos con la mesa directiva y nos gustaría que pudieran estar allí con nosotros, pero cuando uno observa a la Primera Presidencia dirigiendo el Sistema Educativo de la Iglesia, resulta aleccionador e inspirador pensar que su palabra debe ser recibida “como si viniera de mi propia boca”. Me alegra mucho que diga eso. Y la idea que compartió de que vincularnos al profeta nos protegerá del adversario es un concepto brillante y verdaderamente importante de la doctrina. Me alegro de que lo haya mencionado.
Como dijo el rector Reese, preparé algunas preguntas… Discúlpenme por salirme un segundo del guion, pero al hablar del fundamento doctrinal de estas cosas —y Brian se ha referido elocuentemente a dos o tres versículos—, ¿hay algo que quieran compartir con respecto al fundamento doctrinal, algún concepto doctrinal que sea fundamental y fundacional para que nos comprometamos con esto? Obviamente, esto es algo que nuestra audiencia ya comparte, porque todos ellos lo sienten en lo más profundo, pero ¿hay alguna otra idea que quieran mencionar?
Hermano Webb: Me gustaría agregar brevemente que, de hecho, elegimos un lema para esta conferencia, de Éter, donde se habla de buscar a este Jesús de quien los profetas testificaron. Creo que, en el mundo, muchas personas no están interesadas en buscar a Jesús. Algunos lo están en buscar a alguien que se adapte a sus propios deseos y esperanzas. Hemos de buscar a este Jesús de quien los profetas testifican a fin de conocer Su verdadera naturaleza, Sus verdaderos atributos y características, para que podamos tener verdadera fe. Es algo extraordinario. Es una importante función que los profetas desempeñan en todo el plan para enseñarnos acerca de la verdadera naturaleza de Dios.
Hermano Haws: Gracias, gracias.
Rector Bruce C. Kusch: Acabamos de leer en Ven, sígueme acerca de Alma, hijo, quien renunció al asiento judicial a fin de poder predicar. Alma habla de rescatar a esos santos descarriados “con la fuerza de un testimonio puro”. Puede que algunas de las personas con las que trabajamos se hayan descarriado, pero otras quizás estén buscando. Y el poder de compartir un testimonio puro y lo que sabemos y sentimos puede tener un enorme impacto.
Hermano Haws: Gracias, rector Kusch. ¿Podría continuar con la siguiente pregunta? Sabiendo que todos estamos comprometidos con esto, ¿cómo cree que nosotros, como rectores y líderes, así como en nuestras diversas funciones, podríamos mejorar nuestra capacidad y deseo de expandir las enseñanzas del profeta?
Rector Kusch: Sí. Creo que la capacidad y el deseo son dos palabras interesantes. El élder Gilbert enseñó con poder en cuanto al uso del albedrío, y creo que el deseo que tengamos de expandir las palabras del profeta hará que ejerzamos el albedrío y que lo hagamos de la manera correcta. También creo que el recto ejercicio del albedrío nos hará merecedores del don espiritual de una mayor capacidad de expandir las palabras de los profetas. Creo que ese será el resultado de un esfuerzo sincero por ejercer el albedrío.
En la sección 68 de Doctrina y Convenios, el Señor nos da una extraordinaria revelación dirigida a Orson Hyde y a otras personas que se están preparando para predicar el Evangelio. Él dijo:
“Y esta es la norma para ellos: Hablarán conforme los inspire el Espíritu Santo.
“Y lo que hablen cuando sean inspirados por el Espíritu Santo será Escritura, será la voluntad del Señor, será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios para salvación”.
De esto se infiere y se concluye que las palabras de los profetas vivientes se pronuncian bajo la influencia y por la influencia y el poder del Espíritu Santo, y por lo tanto son Escritura. Y debemos estudiar las palabras de los profetas vivientes tal como estudiamos las Escrituras. Acompañan nuestro estudio de las Escrituras y no deben ser una opción secundaria, algo como “ya encontraré tiempo para los discursos de la conferencia o a las cosas que han enseñado”, sino que deben ser una parte integral de nuestro estudio del Evangelio, ya que tenemos esas palabras en el corazón y en el alma, y podemos compartirlas sin reservas.
También pienso que es vital seguir recordando y profundizando nuestra comprensión de la función que desempeñan los profetas y su llamamiento y ordenación singulares. Me encanta el encuentro entre Ammón y Limhi, cuando hablan de las virtudes de los profetas, de lo que Mosíah podía hacer y la inquietud de Limhi en cuanto a la traducción. Leemos este versículo del capítulo 8 de Mosíah:
“Un vidente puede saber de cosas que han pasado y también de cosas futuras; y por este medio todas las cosas serán reveladas, o, mejor dicho, las cosas secretas serán manifestadas, y las cosas ocultas saldrán a la luz; y lo que no es sabido, ellos lo darán a conocer; y también manifestarán cosas que de otra manera no se podrían saber”.
Eso hace que las palabras de los profetas sean tan importantes y vitales cuando las estudiamos y las llevamos a la práctica, reconociendo que aprendemos cosas que no podríamos aprender de ninguna otra manera. Por último, creo que es importante que busquemos todas las oportunidades que tengamos de hablar de lo que sabemos con aquellos sobre los que tenemos influencia —nuestros familiares, aquellos a quienes enseñamos, los compañeros de trabajo— a fin de compartir nuestras experiencias y testimonio de lo que los profetas pueden hacer y de la importancia de sus palabras.
Hermano Haws: Gracias, rector Kusch. Eso es fabuloso. Gracias. Sabemos esto gracias a los mensajes que el élder Gilbert ha dirigido al Sistema Educativo de la Iglesia durante los últimos años y estas prioridades proféticas. Élder Meredith, usted y yo ya hemos comentado esto. ¿Podría explicarnos por qué este mensaje… por qué el élder Gilbert siente la necesidad de instarnos a repetir este mensaje, y cualquier otra idea sobre el hecho de determinar cuáles son los énfasis proféticos?
Élder Alvin F. Meredith III: Bueno, no quiero hablar en nombre del élder Gilbert, pero creo que es muy deliberado cuando habla de la repetición.
Está siguiendo un patrón profético de enseñanza.
Siempre les digo a mis hijos que la repetición es la madre del aprendizaje, y normalmente me reafirmo en ello diciéndolo dos veces. Algunos de estos hermanos nos han remitido a Doctrina y Convenios. En la primera sección de Doctrina y Convenios se define la Iglesia como “verdadera y viviente”. Muchos aspectos de la Iglesia muestran una Iglesia viviente, pero uno de ellos, muy importante, es que la revelación es continua y no cesa. De hecho, la Restauración es continua. Creo que esa es una de las razones por las que el élder Gilbert hace hincapié en esto. De hecho, creo que usa esta frase, habla de que no es tan importante memorizar estos mensajes, y creo que lo que dijo exactamente es que “es seguro que cambiarán”. Y mucho menos importante es que hagamos que nuestros alumnos memoricen estos mensajes, porque cambiarán. Es mucho más importante ayudarlos a desarrollar la memoria muscular espiritual para que recurran al consejo de los profetas vivientes, para que presten atención a lo que han enseñado —y a lo que han enseñado recientemente— y para infundir en ellos la determinación de seguir el consejo de los profetas vivientes.
Hermano Haws: Gracias. Hoy en el auto, cuando veníamos hacia aquí, Connie me preguntó: “Cuéntame de qué vas a hablar”. Y le hablé de los énfasis proféticos. Ella respondió: “Bueno, en la conferencia pasada solo hubo uno. Parece que todo lo que dijeron en la conferencia nos orientaba hacia los convenios y las ordenanzas del templo”. Qué enorme bendición es no solo reconocer estos énfasis proféticos, junto con la invitación del élder Gilbert a incluirlos, sino desarrollar la memoria muscular para escuchar, buscar y aprender a identificar los énfasis proféticos y usarlos. Gracias. Gracias, rector Meredith. Rector Kauwe, ¿puede oírnos?
Rector Kauwe: Sí. Gracias.
Hermano Haws: Dicho esto, rector Kauwe, teniendo en cuenta que estamos tratando de desarrollar esa memoria muscular y escuchar al profeta, ¿por qué cree que esto es tan importante para los jóvenes adultos de hoy en nuestros campus y nuestras clases, con los desafíos que enfrentan y las realidades del mundo que los rodea?
Rector Kauwe: Lo que me viene a la mente cuando pienso en eso es cómo enseñamos a la gente a prestar servicio, y supongo que soy una persona muy práctica, así que pienso en ejemplos prácticos. A menudo, cuando hablamos con alguien de surf o enseñamos a un niño a hacer surf, esa persona no puede controlar la tabla. Y resulta complicado pensar en cómo puede controlar la tabla. Uno lo mira y piensa: “Tienes mal colocado el pie, las caderas están muy altas, los hombros no están bien orientados, las manos no están en el lugar adecuado o el peso está mal distribuido en los dedos de los pies o en los talones”. Puede resultar muy complejo.
Cuando hablamos de los jóvenes adultos, ellos afrontan esta gran variedad de desafíos complejos. El adversario está socavando su capacidad física, mental y espiritual. Y como padres, maestros y líderes, hacemos todo lo posible, dentro de nuestro conocimiento temporal y espiritual, para ayudarlos a saber qué hacer y para saber qué debemos enseñarles. Y a menudo les ofrecemos lo mejor que podemos, ¿verdad? El equivalente a cómo colocar los pies, dónde colocar las manos, ese tipo de detalles.
Pero la dirección profética puede ser muy diferente. La dirección profética que recibimos se enfoca en los puntos fundamentales. Es exactamente lo que el Señor desea para aquellos que están bajo nuestra mayordomía. Volviendo al ejemplo del surf, a menudo podemos dirigirnos a la persona que lo está practicando y, en lugar de ajustar cada pequeño detalle, podemos decirle: “Mira en la dirección hacia la que quieres ir”. Cuando conocen ese principio fundamental, con frecuencia pueden hacer esos pequeños cambios que eran necesarios de una manera mucho más sencilla y natural.
Nuestros profetas dicen exactamente lo que nuestros jóvenes adultos necesitan que se les enseñe. Dan mensajes que describen exactamente lo que deben aprender y hacer. Y suelen hacerlo de forma muy directa. Así que, a fin de cumplir con nuestra mayordomía, podemos servir y beneficiar a nuestros jóvenes adultos escuchando esos mensajes, expandiéndolos y repitiéndolos de maneras comprensibles para quienes están dentro del ámbito de nuestra mayordomía. Eso es lo que he visto en mis funciones en BYU–Hawái.
Piensen en el discurso del presidente Nelson titulado “Decisiones para la eternidad”; o en el discurso del presidente y la hermana Oaks titulado “Defiende la verdad”. En cada uno de estos discursos se trataron temas en los que yo ya había reparado y que me preocupaban con respecto a mis alumnos, pero proporcionaron patrones claros y correctos en cuanto al modo en que debemos enseñar a los alumnos y qué mensajes fundamentales los dirigirán adonde deben ir. Y para Monica y para mí, se convirtió en una responsabilidad aprender los mensajes, reflexionar sobre ellos y averiguar cómo, en nuestra mayordomía, podemos enseñarlos de manera más precisa a los alumnos; cómo podemos recordarles los mensajes y, especialmente, cómo podemos ayudarlos a entender que elegimos esos mensajes debido a la dirección profética, debido a nuestro deseo de ayudarlos a aprender y a vivir, debido a nuestros profetas. Para mí, esta es una parte importante de nuestra mayordomía: entender esas palabras y determinar cómo podemos enseñarlas a aquellos que se nos han confiado.
Hermano Haws: Me encanta que diga, rector Kauwe, que usted y la hermana Kauwe escogieron deliberadamente sus mensajes a partir de lo que oyeron que los profetas y apóstoles habían enfatizado. Sé que cada uno de ustedes, rectores y administrador, lo hacen así. Gracias por este extraordinario ejemplo. Al preguntar “¿Por qué es importante esto para los alumnos?”, recuerdo una antigua declaración del presidente Henry B. Eyring en una reunión similar a esta, en la que se dirigía a todo el Sistema Educativo de la Iglesia. Sé que no están preparados para esto, pero me gustaría preguntarles si tienen alguna respuesta a lo que él dijo. El presidente Eyring lo dijo así, y está relacionado con algo que dijo usted, Brian:
“Les doy testimonio de que sus jóvenes pueden sentir un profundo impacto por la forma en que ustedes les hablan de cómo son los profetas. Si, cuando lean las palabras de los profetas y describan sus experiencias con las palabras de los profetas, les hablan del gozo que han sentido y del gozo que sienten al saber que Dios habla con [nosotros] por medio de profetas vivientes, testifico que estarán armando a [sus alumnos] con poder para resistir la tentación y para resistir la persecución”. Élder Meredith.
Élder Meredith: Mi esposa y yo hemos sentido tres impresiones muy intensas desde que recibimos esta asignación de servir en BYU–Idaho. La primera es orientar a los alumnos, la nueva generación, hacia el Salvador. La segunda es alentarlos a seguir el consejo de los profetas y apóstoles vivientes. Y la tercera depende de que se hagan las dos primeras, y es enseñar a la nueva generación que vivir el Evangelio de Jesucristo nos llena de gozo. Si no enseñamos acerca del gozo a la nueva generación, vamos a perderlos. Y si ustedes, siguiendo el consejo del élder Gilbert, prestan atención cuando el profeta es repetitivo y nos ruega que hagamos algo, volverán a sus mensajes y verán lo mucho que el presidente Nelson habla del gozo. Eso es lo que debemos mostrarles, y debemos hacerlo con palabras y hechos, especialmente cuando hablamos de la función de los profetas.
Hermano Haws: Gracias. Y sus alumnos lo ven. Muchas gracias. Rector Reese, ¿puede continuar con esto? Y permítame preguntarle algo. En su función de rector, le he visto y escuchado citar y hacer hincapié en las palabras de los profetas como líderes del Sistema Educativo de la Iglesia. ¿Hay contextos que quiera enfatizar? ¿Situaciones u ocasiones en las que nosotros, como líderes, tenemos la oportunidad de expandir estas palabras?
Rector Reese: Es una pregunta excelente. Básicamente, creo que cuando en lo más profundo entendemos que Russell M. Nelson es el portavoz del Señor, creo que buscamos cualquier oportunidad que tengamos de compartir lo que él ha enseñado de maneras tan notables, concretamente cuando se ha dirigido a nuestros jóvenes. Por ejemplo, en el primer evento que hubo después del COVID, ¡qué multitud! Estuve atascado en la I-15 durante una hora tratando de llegar al Centro de Conferencias. Una multitud de jóvenes que fueron a escuchar la voz del profeta, porque saben quién es, que habla en nombre del Señor y que el seguir sus enseñanzas les dará gozo. Creo que hay que aprovechar todas las oportunidades que tengamos. Y he de decir que he observado con admiración, gratitud y respeto a todos estos compañeros rectores que tenemos aquí por el modo en que lo han hecho. Quisiera decir unas palabras, pero creo que simplemente me haré eco de lo que he visto en mis compañeros. Primero, esto sucede en nuestras reuniones de líderes. Podría ser en una reunión del cuerpo docente o cuando se reúnen con otros maestros; podría ser —y espero que así sea— en nuestras casas, porque es allí donde comienza esto, en nuestras reuniones más privadas. A veces, nosotros, como rectores, tenemos la oportunidad de hacerlo en contextos más públicos.
Y al igual que el rector Kauwe, que acaba de decir que Mónica y él se han comprometido a hacer eso en sus discursos en los devocionales, mi esposa y yo hemos hablado mucho de dónde están nuestras oportunidades de expandir las palabras de los profetas, videntes y reveladores, y ahora en particular las del presidente Nelson. Hemos tratado deliberadamente de impregnar nuestros mensajes de las palabras de los profetas y que esas palabras guíen los temas de los cuales queremos hablar. Es una oportunidad increíble. Siempre que es posible intento, cuando dirijo una reunión, tomar un pequeño fragmento de algo que el presidente Nelson haya enseñado recientemente. Es como lo que explicó el élder Gilbert. Hemos hablado de esos cinco énfasis proféticos, que no están grabados en piedra. El presidente Nelson va a dar un discurso próximamente, puede que sea sencillamente un comentario en las redes sociales, pero eso se convierte en aquello que debemos recalcar. Algunos de ustedes tienen muchísimos seguidores en las redes sociales. Yo tengo unos tres seguidores, pero espero que esos tres seguidores vean el énfasis que hago en las publicaciones en mis redes sociales, porque lo hago deliberadamente. Así que considero esto como algo que forma parte de mi mayordomía, como rector de la Universidad Brigham Young: hacer hincapié en las palabras de los profetas y expandirlas.
Hermano Haws: Gracias, qué hermoso. Y es evidente que lo hace. Yo debo de ser uno de sus tres seguidores.
Rector Reese: Gracias, Kelly.
Hermano Haws: Chad, teniendo un cuerpo docente mundial, ¿cuáles cree que son las oportunidades que tenemos de expandir las enseñanzas de los profetas?
Hermano Webb: Me encanta lo que ha dicho el rector Reese. Las reuniones y devocionales para el cuerpo docente, por ejemplo. Pienso en el nivel de los maestros. Tenemos los cursos de estudio y oportunidades para enseñar lecciones o crear experiencias de aprendizaje en las Escrituras. Siempre podemos buscar oportunidades de ver lo que han dicho los profetas acerca de cualquier principio que estemos enseñando. Nuestros cursos de estudio no siempre pueden estar actualizados. Toma varios años redactarlos, traducirlos y publicarlos. Así que estar al día con los profetas vivientes requerirá que el maestro se sumerja en las enseñanzas de los profetas vivientes, y entonces simplemente hablará de ellas. En las reuniones del cuerpo docente encuentro maestros que no pueden dejar de decir: “Eso me recuerda un discurso de la conferencia general o eso me recuerda lo que dijo el presidente Nelson”. Se sumergen en las enseñanzas de los profetas vivientes. Y es igualmente importante, si no más, que cuando nos sumergimos en las enseñanzas de los profetas, cuando un alumno tiene una pregunta —podría ser en clase, en la oficina, un momento realmente importante para ese joven que fue a su despacho con una pregunta sincera—, si podemos ayudarlos a volverse a los profetas, si podemos responder a sus preguntas con las enseñanzas de los profetas, los bendeciremos profundamente.
Hermano Haws: Qué hermoso. Gracias.
Élder Meredith: ¿Puedo agregar algo? ¿Saben quiénes creo que ejemplifican esto a la perfección? El presidente Oaks, el presidente Eyring y todos los Doce.
Fíjense en cuán a menudo citan al presidente Nelson.
Hermano Webb: De hecho, tengo un ejemplo de eso, espero que sea apropiado. Al prestar servicio en Correlación, una vez escuché al élder Neil L. Andersen decir: “Cuando tengo que dar un discurso, sea cual sea el tema, miro lo que ha enseñado el presidente Nelson, busco un ejemplo del Salvador y doy mi testimonio”. Ese es un modelo muy bueno.
Hermano Haws: Gracias, Connie también me dijo eso en el auto: “Da la sensación de que se está citando al presidente Nelson más que nunca”. Sí, es un hermoso comentario. Muy brevemente, porque solo tenemos diez minutos; es todo el tiempo que nos queda. En un discurso del élder Gilbert sobre esta cuestión, me gustaría destacar una frase: “Una de las maneras en que podemos decir: ‘Habla, Jehová, que tu siervo escucha’, es al escuchar y estudiar cuidadosamente las palabras del Señor como han sido reveladas por medio de Sus profetas vivientes. Podemos convertirnos” —y estas palabras realmente han calado en mí— en “un eco profético”. Ya sea en los devocionales o en las reuniones del cuerpo docente, o porque los cursos de estudio no estén actualizados, podemos asumir la obligación y la oportunidad de estar al día, y sea cual sea el tema del cual hablemos, convertirnos en un eco profético.
Gracias por esos comentarios. Ojalá tuviéramos más tiempo. Aunque tenemos mucho tiempo por delante, pero no en este estrado. Los amamos y les estamos muy agradecidos. Estamos agradecidos por sus ejemplos y por su liderazgo. Estamos agradecidos por su liderazgo sobre este principio, por la manera notable en que nos dan ejemplo y alientan a los demás a ser un eco profético. Para concluir, quisiera pedirles a dos de ustedes que compartan algunas reflexiones finales y que den su testimonio. Rector Ashton, ¿podría comenzar usted? Y a continuación, élder Meredith, ¿podría compartir unas reflexiones finales y dar su testimonio? Gracias.
Rector Ashton: Solo un comentario y luego mi testimonio. Como rectores, tenemos el privilegio de recibir un avance del SEI una vez al año con el Comité Ejecutivo de la Mesa Directiva. El año pasado, el élder Rasband nos habló y, de hecho, nos invitó a dar testimonio del profeta del Señor cada vez que tuviéramos ocasión. He tratado de hacer esto y puedo decirles que ha cambiado mi forma de pensar. Ha cambiado la forma de pensar de mis hijos. Ha cambiado, espero, la forma de pensar de las personas de BYU–Pathway, y me siento mal cuando no lo hago. Ayer tuve que pronunciar unas palabras finales en una reunión y me olvidé. Me senté y el Espíritu me dijo: “Has cometido un error”. Así que tuve que arrepentirme. Pero puedo dar testimonio de que eso es importante.
Ahora les doy mi testimonio. La salvación viene por medio del Señor Jesucristo. El élder Gilbert ha dado hoy un poderoso testimonio al respecto. Pero la fe en el Señor Jesucristo está conectada con la creencia en Sus palabras, que vienen de los profetas. Escuchen estas palabras del Señor. En Éter 4:12, Él dice: “El que no crea mis palabras, tampoco me creerá a mí: que yo soy”. Permítanme leerlo otra vez: “El que no crea mis palabras, tampoco me creerá a mí: que yo soy”. Hoy en día recibimos la palabra del Señor en gran parte por medio del presidente Nelson y de otros profetas, videntes y reveladores. Si no expandimos sus palabras, es difícil que los alumnos y que nosotros, como maestros, tengamos la clase de fe que conduce a la exaltación, que creamos que Jesucristo vive.
De esa cita del presidente Eyring que leyó Kelly, lo que me llamó la atención fue la bendición: que, si damos nuestro testimonio de cómo el estudiar las palabras de los profetas y ponerlas en práctica en nuestra vida nos ha cambiado, ayudaremos a nuestros alumnos a creer las palabras de Cristo, y así sabrán que Él vive y que es la única fuente de salvación. Doy testimonio de que estamos dirigidos por profetas y apóstoles. El presidente Nelson es el portavoz del Señor. He puesto en práctica sus palabras en mi vida. Sé que es la palabra del Señor y eso me ha traído grandes bendiciones, tanto a mí como a mi familia. Doy testimonio de que el Salvador vive, que es la fuente de toda salvación y de toda bendición. Les dejo estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén.
Rector Kauwe: Amén. Gracias.
Élder Meredith: Justo después de Palabras de Mormón, Alma envió maestros; y en los primeros días de la Iglesia, José envió élderes. En ambos casos el mandato fue el mismo: no enseñar nada sino las cosas que los profetas y apóstoles han enseñado. Los dos son ejemplos de los primeros días de la Iglesia. Habrá momentos en los que tengamos que enseñar otras cosas, pero el principio es el mismo. Si nos anclamos en las enseñanzas de los profetas y apóstoles vivientes, hallaremos seguridad en su función como atalayas en la torre.
Ahora quiero mencionar que soy un eterno optimista. Creo que están sucediendo cosas extraordinarias, no solo en la Iglesia, sino en el mundo. Dicho esto, vivimos en los tiempos peligrosos de los que Pablo profetizó, y cuanto más nos adentremos en esos tiempos peligrosos, más importante será que nos anclemos en las enseñanzas de los profetas y apóstoles vivientes. Estoy agradecido por el testimonio del rector Ashton y por el pasaje de las Escrituras del que nos habló en Éter, porque responde el porqué, por qué esto es tan importante. Porque seguir el consejo de los profetas y apóstoles vivientes nos dirigirá al Salvador, y es por medio de Él que llegan la redención, la salvación y la exaltación.
Tenemos la bendición de ser guiados por profetas hoy en día. Damos gracias a Dios por el profeta. He tenido oportunidades de estar con el presidente Nelson en reuniones como esta, y en otras ocasiones mucho menos concurridas. Quiero darles mi testimonio de él: que es el profeta del Señor viviente sobre la tierra hoy en día y que, si seguimos su consejo y dirigimos a esta nueva generación hacia él, podremos participar de la plenitud de gozo que conlleva vivir el Evangelio de Jesucristo. Dejo este testimonio con ustedes, en el nombre de Jesucristo. Amén.