Conferencia de maestros de religión del SEI
Los nutrientes fundamentales del Evangelio


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Los nutrientes fundamentales del Evangelio

Conferencia de maestros de religión del SEI, junio de 2024

Mis queridos hermanos y hermanas, agradezco la oportunidad de dirigirme a los maestros de religión en esta transmisión mundial. Gracias por dedicar tiempo y gracias por todo lo que hacen para ayudar a hacer avanzar la obra del Señor. Sepan que su éxito “se mide principalmente por su compromiso de ayudar a los hijos de Dios a convertirse en fieles discípulos de Cristo”. Su éxito no está determinado por cuántos de sus alumnos lleguen a ser fieles discípulos del Salvador; no depende de la forma en que ellos decidan responder a la enseñanza, las invitaciones o los actos sinceros de bondad de ustedes. La responsabilidad que ustedes tienen es enseñar con claridad y poder para que ellos puedan tomar una decisión bien fundada que los bendiga. Cada persona tiene albedrío. Por lo tanto, les diré lo que el profeta José Smith dijo a los primeros misioneros de la Iglesia en esta dispensación: “Si cumplen con su deber, les irá tan bien como si todos los hombres abrazaran el Evangelio”.

En 1916, el élder David O. McKay dijo: “Ningún hombre [o mujer] puede tener una responsabilidad más grande que la de ser maestro de los hijos de Dios”. Lo mismo ocurre en la actualidad. Un maestro que tiene fe, y enseña en cuanto a la fe, es fundamental en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, especialmente para la nueva generación.

Dentro de un momento leeré una cita del presidente Jeffrey R. Holland y podrán ver la conexión. Pero he invitado a varios voluntarios a ayudarme. Vamos a pedir a los Reese y a los Ashton que vengan aquí y les vamos a dar un pastelillo a cada uno. Como saben, estos pastelillos están hechos con vainilla y están rellenos con crema. Quiero que abran su pastelillo y que empiecen a comérselo. Vamos a dar una servilleta a cada uno e intentaré establecer la conexión.

El presidente Jeffrey R. Holland, en 1998, destacó la importancia de centrarse en enseñar los elementos fundamentales del Evangelio. En su discurso enseñó: “Debemos revitalizar y volver a dar un lugar preeminente a la enseñanza superior en la Iglesia: en el hogar, desde el púlpito […] y, sin duda, en el salón de clases. […]

“Cuando surjan crisis en nuestra vida […], las filosofías de los hombres entrelazadas con algunas Escrituras y poemas simplemente no serán suficientes. ¿Estamos en verdad enseñando a nuestros [alumnos] de tal modo que eso les sirva de sostén cuando lleguen los reveses de la vida? ¿O les estamos dando un pastelillo teológico —calorías espiritualmente vacías?”.

Ahora que ha comido un poco, rector Reese, ¿cuántos gramos de fibra dietética cree que contiene su pastelillo? De hecho, no contiene nada de fibra.

Hermana Reese, ¿cuántos miligramos de calcio cree que hay en ese pastelillo? De hecho, no contiene nada de calcio.

Y hermana Ashton, ¿cuántos microgramos de vitamina A cree que contiene? De hecho, no contiene nada de vitamina A.

Hermano Ashton, ¿cuántos miligramos de vitamina C cree que contiene? Sí, se sigue un patrón. No contiene nada de vitamina C.

Cuando era joven, me encantaban estos pastelillos. Si mis padres me lo hubieran permitido, no habría comido nada más que pastelillos en el desayuno, el almuerzo y la cena. Pero si mis padres me hubieran permitido hacer eso, ¿saben lo que estarían contemplando ahora? La verdad es que yo sería un hombre ciego, estreñido, con osteoporosis y escorbuto. Nada agradable.

Agradecemos a nuestros voluntarios. En realidad, no vine aquí para hablar sobre el impacto de las carencias nutricionales en nuestra salud física. Los pastelillos quizás sean deliciosos, pero no contienen nutrientes. Pero sí vine aquí para hablar de la nutrición espiritual que están ofreciendo a sus alumnos.

Cuando tenemos alumnos entusiastas frente a nosotros, debemos nutrirlos con la buena palabra de Dios y no con pastelillos espirituales que carecen de nutrición espiritual. Es poco probable que aquellos que se nutren con pastelillos espirituales lleguen a ser discípulos de Jesucristo de por vida: personas que han crecido en el Señor y han recibido “la plenitud del Espíritu Santo”. Al ser alimentados por pastelillos espirituales, es más probable que crezcan siendo espiritualmente tercos, incrédulos y desorientados.

Para combatir la desnutrición espiritual, nuestros alumnos necesitan, por lo menos, cuatro alimentos básicos metafóricos y enriquecidos con nutrientes. El primero es un testimonio del Padre Celestial y de Su plan, de Jesucristo y Su Expiación y de la restauración de la plenitud del Evangelio de Jesucristo en estos últimos días. Para conseguirlo, debemos enseñar la verdad restaurada y dar testimonio de esas verdades.

Permítanme compartir un ejemplo de ello. Hace años, una médica china llamada Grace pasó dieciocho meses visitando instituciones médicas en Salt Lake City. Ella vino para aprender los aspectos médicos de los trasplantes de corazón. Mi familia forjó una amistad con ella y la incluimos en muchas actividades. Un día de Navidad que caía en domingo, la invitamos a asistir a la reunión sacramental en la capilla. Esperábamos que los mensajes enseñaran sobre Jesucristo y recalcaran las razones de las celebraciones navideñas. Yo prestaba servicio como presidente de estaca y me senté en el estrado durante la reunión, y mi esposa y mi hija se sentaron con Grace entre la congregación.

Después de la Santa Cena, el primer discursante relató una historia bien conocida, pero ficticia, de un cuarto rey mago. La narró de manera hermosa, evocando el sentimentalismo. El siguiente discursante basó sus palabras en la historia de tres árboles antropomorfizados. Uno quería ser un hermoso cofre, pero en cambio se convirtió en una caja de alimento para los animales, un pesebre en Belén en el que se colocó a un bebé. El segundo quería convertirse en un velero admirado. En cambio, se convirtió en una barca sin nada especial, utilizada por pescadores comunes y corrientes en el mar de Galilea. Durante una furiosa tormenta, un hombre al que los demás llamaban “Maestro” dijo: “Paz”, y la tormenta se calmó. El tercer árbol quería que lo transformaran en algo que pudiera ser admirado desde lejos. En cambio, se convirtió en maderos sobre los cuales un hombre fue crucificado en una colina llamada Calvario. De nuevo, otro relato navideño ficticio, pero sentimental.

Me decepcionó el contenido de la reunión y sentí que no podía permitir que terminara así para Grace. Aunque se había acabado el tiempo, me incliné hacia el obispo y le pregunté: “¿Va a arreglar esta reunión usted o quiere que yo lo haga?”. Me respondió que él se encargaría, fue hasta el púlpito y dedicó cinco minutos a explicar quién era el Niño de Belén y lo que Él llegaría a lograr. El obispo dio un poderoso testimonio de Jesucristo como el Salvador de toda la humanidad. Anunció el último himno y la oración, y se sentó.

Mientras se cantaba el último himno, Grace se acercó a mi esposa y dijo: “Ruth, cuando habló el obispo, ¡algo cambió en la reunión!”. Así había sido. Los discursantes tenían buena intenciones, pero habían presentado pastelillos teológicos, calorías espiritualmente vacías, expresiones anémicas de fe y testimonios que estaban desprovistas del poder de la palabra de Dios y, por consiguiente, del Espíritu.

El testimonio sincero del obispo se basaba en las verdades que se enseñan en las Escrituras y en las enseñanzas de los profetas del Señor: eso es lo que invitó al Espíritu a la reunión. Llegué a la conclusión de que al Espíritu le resulta difícil dar testimonio de la veracidad de un relato ficticio. Independientemente de lo que hayamos hecho al enseñar, siempre debemos volver a dirigir nuestra enseñanza a Jesucristo y Su Expiación, al Padre Celestial y Su plan, y a la restauración de Su Evangelio. Por supuesto que está bien usar relatos, incluso relatos ficticios, para captar la atención de los alumnos. Yo utilicé pastelillos para captar la atención de ustedes. Sin embargo, una vez que tenemos la atención de nuestros alumnos, debemos darles el alimento que cambia vidas. Supongo que después de los pastelillos tendría que haberles dado palitos de zanahoria, brócoli o humus, pero no lo hice.

El apóstol Pablo declaró: “Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. Luego, Pablo hizo una serie de preguntas que nos ayudan a entender la importancia de que un maestro autorizado enseñe este principio básico: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?”. Luego Pablo ofreció esta conclusión: “Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. A fin de que sus alumnos desarrollen fe en Jesucristo y en Su función central en el plan del Padre, es fundamental que les enseñen acerca del Padre Celestial y de Jesucristo. El lema de esta conferencia lo dice todo: “Buscar a este Jesús de quien han escrito los profetas y apóstoles”.

Thomas Chalmers, el famoso reformador religioso y predicador escocés, escribió acerca de sus experiencias al aprender este principio. Chalmers vivió entre 1780 y 1847. Al final de su vida, se dio cuenta de que había llevado a cabo un experimento no planeado en su predicación. Durante años, había predicado contra toda forma de inmoralidad y defectos de carácter; se había centrado en la conducta externa de sus feligreses, básicamente enseñando los Diez Mandamientos. El resultado fue decepcionante. Descubrió que sus palabras “tenían [todo] el peso de una pluma en los hábitos morales” de los feligreses. Se dio cuenta de que, aunque hubiera convencido a alguien de que no debía robar, el alma de ese hombre permanecía inalterada; el hombre no había cambiado interiormente, a pesar de abstenerse de la mala conducta. En otras palabras, ustedes pueden cambiar la conducta de un alumno sin cambiarle el corazón.

Entonces Chalmers comenzó a predicar la reconciliación con Dios y el perdón de los pecados por medio de la sangre de Cristo. No fue sino hasta que enseñó a sus feligreses de esta manera, que ellos reformaron su vida. La gran lección que aprendió es que “predicar en cuanto a Cristo es la única manera eficaz de predicar la moralidad”. Se dio cuenta de su error anterior: que se había esforzado por cambiar la conducta, no los corazones. Ahora se esforzaba por cambiar el corazón; la conducta cambiaba de manera natural y simultánea.

Saber que Jesús es el Cristo, que Él es mi Salvador y Redentor, me ha cambiado la vida y el corazón. Este conocimiento ha cambiado mi conducta como ninguna otra cosa podría hacerlo. Sé que he sido el beneficiario de Su infinito sacrificio expiatorio. Ese conocimiento es lo que realmente cambia vidas.

El segundo alimento espiritual básico y enriquecido con nutrientes para los alumnos es una relación personal con ustedes. Esto se debe a que una relación personal con ustedes puede facilitar que los alumnos se sientan atraídos hacia el Salvador. Él siempre será la verdadera fuente de nutrición espiritual. Pero la relación entre el maestro y los alumnos ayuda a los alumnos a ser receptivos a las palabras del Salvador. Incluso años después de que finalice su enseñanza formal a los alumnos, su relación puede continuar ejerciendo una influencia positiva en la vida de ellos. Su influencia duradera se deberá a que, por causa de un profundo amor y preocupación por su bienestar, los han dirigido al Señor y a Su doctrina, y no a ustedes.

He experimentado eso. Una de mis maestras de la Primaria, Becky, ejerció ese tipo de influencia en mí. Cuando era niño, en lugar de insistir en mis errores obvios, Becky me sorprendía haciendo algo bueno, me apretaba la mejilla, me daba una palmadita en la cabeza y decía: “Dale, eres un muchacho muy bueno”. Eso no me parecía degradante; al contrario, esperaba con ilusión las ocasiones en las que eso sucedía. Más adelante, cuando era joven y ya no estaba en la Primaria, mi familia regresó a ese barrio después de vivir durante años en Finlandia y Suecia. Becky se me acercó después de que repartí la Santa Cena, me apretó la mejilla, me dio una palmadita en la cabeza y dijo: “Dale, eres un muchacho muy bueno”. Cuando regresé de la misión, después de hablar sobre mis experiencias misionales en una reunión sacramental, Becky se me acercó, me apretó la mejilla, me dio una palmadita en la cabeza y dijo: “Dale, eres un muchacho muy bueno”. Durante las décadas que siguieron, tomé mejores decisiones de las que habría tomado en otras circunstancias, en parte porque Becky me había dirigido hacia el Salvador y no quería decepcionarla.

Un domingo, después de ser llamado a los Doce, regresé al barrio donde crecí. Becky aún vive en ese barrio. Me senté al final del estrado, hablé brevemente en la reunión sacramental y tomé asiento. Después de la última oración, Becky, quien entonces tenía más de ochenta años, a hurtadillas me atacó por sorpresa. Se acercó a los asientos del coro detrás de mí, me apretó la mejilla, me dio una palmadita en la cabeza y dijo: “Dale, eres un muchacho muy bueno”.

Cada alumno necesita una o más Beckys en su vida: maestros que tengan una relación para toda la vida con ellos, alguien que los haya dirigido al Salvador, alguien que influya en su modo de pensar y su conducta, alguien a quien no quieran decepcionar. Cuando los alumnos se sientan heridos por crisis que sin duda experimentarán, ustedes pueden proporcionarles un lugar seguro al que puedan acudir en busca de amor y consuelo. Es cierto que quizás haya algunos que se resistan a sus intentos de conocerlos, pero eso no impide que ustedes los amen. Es posible que ustedes tengan una mayor influencia de lo que creen en los alumnos reticentes.

Un tercer alimento básico metafórico y enriquecido con nutrientes que cada alumno necesita es la capacidad de abordar las preguntas e inquietudes que puedan tener sobre la Iglesia. Hace ocho años, el élder M. Russell Ballard aconsejó a los maestros de religión:

“Atrás han quedado los días en los que un alumno hacía una pregunta sincera y el maestro respondía: ‘¡No te preocupes por eso!’. Atrás han quedado los días en los que un alumno expresaba una preocupación sincera y el maestro compartía su testimonio como respuesta para evitar hablar del asunto. Atrás han quedado los días en los que se protegía a los alumnos de la gente que atacaba a la Iglesia. […]

“Antes de [enviar] [a sus alumnos] al mundo, [vacúnenlos] proporcionándoles una interpretación fiel, profunda y exacta del Evangelio, de las Escrituras, de nuestra historia y de esos temas que a veces se malinterpretan”.

Maestros, pueden ayudar a sus alumnos al enseñarles lo que significa combinar el estudio y la fe a medida que aprenden. Pueden enseñarles demostrando esa habilidad y ese método en clase.

El Evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en nuestros días por medio de la revelación. Por lo tanto, sabemos cómo regresar a nuestro hogar celestial, pero es posible que todavía tengamos preguntas e inquietudes para las que sinceramente desearíamos tener respuestas. Sus alumnos observarán cómo responden a las preguntas difíciles. Esquivar o ignorar las preguntas sinceras generará más preguntas. Deben estar preparados para guiar a otras personas en su búsqueda de respuestas y ayudarlas a edificar la fe en el Señor y en Sus fuentes divinas de verdad. El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El hacer preguntas no es señal de debilidad; es un precursor del crecimiento”. Con ese fin, la Iglesia ha compilado un recurso maravilloso y confiable para las personas que buscan respuestas a sus propias preguntas y para otras personas que se esfuerzan por ayudarlas. Nuestra meta es ayudar a fortalecer la fe en Jesucristo, incluso al proporcionar sugerencias sobre cómo abordar temas complejos y, a veces, difíciles.

Este recurso se puede encontrar tanto en el sitio web LaIglesiadeJesucristo.org como en la aplicación Biblioteca del Evangelio. Si no están familiarizados con estos recursos, permítanme mostrarles dónde se encuentran en la aplicación Biblioteca del Evangelio. Abran la aplicación Biblioteca del Evangelio. En la página de inicio, vayan hasta la biblioteca. Pulsen el título “Temas y preguntas”. Aquí verán una sección llamada “Cómo buscar respuestas a sus preguntas”, otra sección llamada “Cómo ayudar a los demás con sus preguntas” y una lista ordenada alfabéticamente de muchos temas de posible interés.

La sección “Cómo buscar respuestas a sus preguntas” enseña principios que pueden guiar nuestro estudio a medida que buscamos sinceramente respuestas a nuestras preguntas, ya sea sobre la fe, la doctrina o la historia de la Iglesia. La introducción de esta sección explica que las preguntas son una parte importante del crecimiento espiritual y que buscar respuestas puede ser algo que dure toda la vida. Los principios que se encuentran en esta sección nos alientan a centrar nuestra vida en Jesucristo porque es en Él donde debemos edificar nuestro fundamento de fe. Se nos recuerda que el Plan de Salvación de Dios brinda perspectiva a nuestras preguntas. Esa perspectiva nos ayuda a distinguir las verdades básicas del Evangelio de las cosas que no son tan esenciales. Para que la fe aumente, debemos escoger tener fe. Luego debemos actuar con fe y aferrarnos a lo que ya sabemos. Al hacerlo, profundizamos nuestra comprensión de Jesucristo y nuestra fe en Él.

Otros principios que se analizan en esta sección nos alientan a ser pacientes con nosotros mismos, con los demás y con el tiempo del Señor. Debemos recordar que la revelación es un proceso que a menudo comienza con preguntas, que suele llegar línea por línea y que, a veces, puede resultarnos difícil. Al buscar respuestas, debemos procurar la guía del Espíritu Santo y esforzarnos por entender el pasado poniendo las cosas en contexto.

La sección “Cómo ayudar a los demás con sus preguntas” sugiere principios que pueden guiarnos al interactuar con otras personas que tienen preguntas. Pase lo que pase, debemos hablar con respeto, escuchar con empatía y mostrar amor cristiano. Escuchen y respondan con amor, procuren comprender y reconocer la experiencia de los demás y eviten ser despectivos o críticos. Al hacerlo, podemos reconocer nuestras limitaciones. Recuerden que, aunque tenemos la plenitud del Evangelio, no tenemos las respuestas a todas las preguntas. Algunas respuestas tendrán que esperar hasta recibir más revelación. En el caso de algunas preguntas y algunos de los que las plantean, simplemente no sabemos lo suficiente sobre la voluntad del Señor y la totalidad de la doctrina de la Iglesia como para satisfacer completamente a los alumnos. En esas situaciones, es posible que no resulte útil intentar persuadir con lógica o razonamiento a quienes hacen las preguntas.

Una trampa en la que muchos maestros podrían caer sin darse cuenta es dar razones o explicaciones que el Señor no ha dado. Cuando eso sucede, la razón o la respuesta dada podría llegar a desmoronarse y, entonces, el alumno podría tener menos fe. Es mejor decir que no sabemos algo que inventar una razón o explicación. Después de todo, la fe es una elección y, a veces, la única respuesta es confiar con fe en el Señor Jesucristo, tener fe en la restauración de Su Evangelio y ser pacientes esperando las respuestas del Señor cuando Él decida revelarlas. Confiamos en el Señor y tratamos de ser una fuente segura y confiable a la que otras personas puedan acudir en busca de ayuda.

Podemos alentar a los alumnos a desarrollar su propio testimonio espiritual del amor de su Padre Celestial y de que Jesucristo efectuó la Expiación por ellos. Recuerden que aunque los alumnos no acepten la totalidad del Evangelio, todavía pueden creer en las palabras de Jesucristo y ser fieles a ellas. Cuando tienen dificultades con un aspecto de la Iglesia, aún pueden tener un testimonio firme de que el Padre Celestial los ama y desea lo mejor para ellos y que Jesucristo es su Salvador.

Verán que muchas de las sugerencias para ayudar a los demás con sus preguntas son más eficaces cuando se hacen individualmente. Creo que esta es la mejor manera de hacerlo. Tal vez no sea prudente que un maestro permita que toda la clase se dedique a responder la pregunta importante de una persona. Las preguntas de los alumnos no deben desviar la atención de los cursos de estudio planificados que se han diseñado para edificar la fe. Recuerden siempre que su objetivo es edificar la fe de toda la clase y no distraerse con unas pocas voces insistentes. Como sucede siempre al enseñar, para abordar las preguntas se requiere la guía del Espíritu.

El contenido de esta sección también nos recuerda que debemos nutrir nuestra fe personal al mismo tiempo que ayudamos a los demás. La hermana Tamara W. Runia nos aconsejó no “andar detrás de los seres queridos que se sienten perdidos”. En cambio, al igual que Lehi en la visión del árbol de la vida, “permanezcan donde estén y llámenlos. Vayan al árbol, permanezcan junto a él, sigan comiendo del fruto y, con una sonrisa en el rostro, continúen haciendo señas a aquellos a quienes aman y demuestren con el ejemplo que comer del fruto trae felicidad”.

Los principios que se encuentran en “Temas y preguntas”, y sobre todo los que se enseñan en las secciones “Cómo buscar respuestas a sus preguntas” y “Cómo ayudar a los demás con sus preguntas”, me han ayudado a buscar respuestas a mis propios interrogantes de una manera que ha fortalecido mi fe en el Señor y ha profundizado mi comprensión de Él y de Su obra. Esos principios también me han servido para ayudar a otras personas a resolver sus inquietudes y preguntas. En el futuro se agregará más contenido para ayudar con preguntas y temas específicos, así que consulten a menudo este recurso y nunca piensen: “Ya leí eso”. Estoy seguro de que esas secciones y esos temas les resultarán igualmente útiles a ustedes. Ruego que el uso que hagan de estos materiales los ayude a ustedes y a otras personas a profundizar su fe en el Salvador.

El cuarto y último alimento básico espiritual y metafórico, enriquecido con nutrientes, que me encantaría que todos los alumnos tuvieran, es ese ingrediente fundamental que crea y mantiene un corazón blando. Cuando digo corazón blando me refiero a alguien que es sensible al Espíritu. Un corazón endurecido, lo opuesto a un corazón blando, es letal espiritualmente. Las Escrituras describen con frecuencia los peligros que esperan a quienes tienen el corazón endurecido. Nefi aprendió que “los vapores de tinieblas [que se ven en la visión del árbol de la vida] son las tentaciones del diablo que ciegan los ojos y endurecen el corazón de los hijos de los hombres, y los conducen hacia caminos anchos, de modo que perecen y se pierden”.

Un corazón físico que está rígido o endurecido tiene dificultades para llenarse de sangre. Por lo tanto, cuando se está llenando y se prepara para contraerse, si el corazón está rígido le cuesta ensancharse para dejar que entre la sangre. Esto puede causar un tipo de insuficiencia cardíaca que es tan grave como la insuficiencia cardíaca que se deriva de una disfunción en la contracción. De la misma manera que a un corazón endurecido le cuesta llenarse de sangre, a un corazón endurecido espiritualmente le cuesta llenarse del Espíritu.

En 2 Nefi 33, Nefi especifica que las personas que endurecen el corazón no permiten que el Espíritu Santo lleve las palabras de Dios a su corazón: “Porque cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres”. Nefi continúa así: “Pero he aquí, hay muchos que endurecen sus corazones contra el Espíritu Santo, de modo que no tiene cabida en ellos; por tanto, desechan muchas cosas que están escritas y las consideran como nada”.

El élder David A. Bednar señaló: “Observen que el poder del Espíritu lleva el mensaje al corazón, pero no lo introduce necesariamente en su interior […]; sin embargo, el contenido de un mensaje y el testimonio del Espíritu Santo penetran el corazón solo cuando lo permite el receptor”.

Si nuestros alumnos no tienen el corazón blando, podrían llegar a ser como aquellos que dirían: “[¡]Hemos recibido […] y no necesitamos más […], porque ya tenemos suficiente! A ellos, “así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan: Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren”.

Con el corazón endurecido, nuestros alumnos pueden bloquear la ruta a través de la cual pueden recibir más de la palabra de Dios o respuestas a sus oraciones. Ellos, al igual que nosotros, deben ser receptivos al Espíritu para que se les puedan enseñar todas las cosas que deben hacer. Alma enseñó: “Y a los que endurecen sus corazones les es dada la menor porción de la palabra, hasta que nada saben concerniente a [los] misterios [de Dios]; y entonces el diablo los lleva cautivos y los guía según su voluntad hasta la destrucción”. Los corazones blandos fomentan el resultado que el Salvador prometió: “El que guarda [los] mandamientos [de Dios] recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas”. Sin embargo, los corazones endurecidos hacen posible que el “inicuo v[enga] y despoj[e] de la luz y la verdad”.

El rey Benjamín resumió los componentes de este alimento básico espiritual y metafórico, enriquecido con nutrientes, que crea y mantiene un corazón blando: “Quisiera que recordaseis y retuvieseis siempre en vuestra memoria la grandeza de Dios, y vuestra propia nulidad, y su bondad y longanimidad para con vosotros […], y os humillaseis aun en las profundidades de la humildad, invocando el nombre del Señor diariamente, y permaneciendo firmes en la fe de lo que está por venir”. Estos son los componentes: que siempre recordemos que la redención viene únicamente gracias a Jesucristo, que sin Él nuestra situación es desesperada. Eso nos conduce a humillarnos, hasta alcanzar una profunda humildad, y nos motiva a orar todos los días. Y luego permanecemos firmes en nuestra fe en Jesucristo y en Su Expiación. La consecuencia natural es que “siempre [n]os regocijar[emo]s, y ser[emo]s llenos del amor de Dios y siempre retendr[emo]s la remisión de [n]uestros pecados; y aumentar[emo]s en el conocimiento de la gloria de aquel que [n]os creó”.

Ustedes ayudan a los alumnos a recordar y a retener siempre en la memoria la grandeza de Dios conforme trabajan diligentemente para persuadirlos a creer en Cristo “y a reconciliarse con Dios; [para que] s[epan] que es por la gracia por la que [se] salva[n], después de hacer cuanto p[uedan]”. Así que ustedes y yo “hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo […], para que nuestros [alumnos] sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados”. Ese conocimiento los ayuda a permanecer humildes, lo que los impulsa a invocar el nombre de Dios diariamente y a permanecer firmes en la fe. Los ayuda a mantener el corazón blando, susceptible de ser llenado por el Espíritu Santo.

Los cuatro alimentos básicos enriquecidos con nutrientes de los que he hablado se superponen y se refuerzan mutuamente. Este es un buen día para hacer una autoevaluación de cómo enseñamos. Por favor, pregúntense:

  • ¿Se centra mi enseñanza en Jesucristo?

  • ¿Enseño con testimonio y amor?

  • ¿Busco desarrollar relaciones duraderas con mis alumnos?

  • ¿Ayudo a los alumnos a responder sus propias preguntas sin generarles más preguntas?

  • ¿Doy el ejemplo de un corazón blando, expresando gratitud a Dios y permaneciendo firme en la fe?

  • ¿Qué están aprendiendo mis alumnos de mi ejemplo y de mi enseñanza?

Hermanos y hermanas, gracias por lo que hacen para ayudar a los hijos del Padre Celestial a convertirse en discípulos fieles de Jesucristo, para ayudarlos a mantener el corazón blando, para ayudarlos a dejar que el Espíritu les llegue al corazón y para dirigirlos claramente a Jesucristo, el Redentor del mundo. Tal como escuchamos en la canción, todos nosotros somos propensos a andar errantes, a alejarnos del amor de Dios. Necesitamos que nos recuerden Su bondad, para que esa bondad, como cadenas, ate nuestra alma errante a Dios. Por eso Robert Robinson, cuando escribió esa letra (en inglés), dijo: “Lo que tengo te lo entrego; sella a Ti mi corazón”. Él quería recordarnos por qué sentía que debía cantar la canción del amor que redime cuando a veces no sentía el deseo de cantarla. Lo mismo sucede con nuestra tarea, que es ayudar a nuestros alumnos en esa senda.

Que Dios los bendiga por lo que hacen. Que Dios los bendiga por su bondad, que Dios los bendiga por su fe, su fidelidad y su testimonio. Gracias por servir al Maestro. Gracias por ser Sus amigos, porque Él es nuestro Amigo bondadoso, sabio y celestial. Sé con total certeza que esto es verdad. En el nombre de Jesucristo. Amén.