El recordatorio de HLJ
La autora vive en Kuala Lumpur, Malasia.
Este relato ocurrió en Bulacán, Filipinas.
“Harás lo recto y bueno a los ojos de Jehová” (Deuteronomio 6:18).
“Recuerda quién eres y cuáles son tus valores”, señaló la hermana Aquino.
Raish sonrió mientras salía de la capilla. Escuchó música que venía del pasillo. ¡Era hora de ir a la Primaria!
“Escojamos lo correcto”, cantó Raish con los demás niños. “Debo al Señor seguir”.
Después del tiempo para cantar, la hermana Aquino se puso de pie al frente del salón. “¿Alguien tiene todavía su anillo HLJ?”, preguntó.
Raish levantó la mano. “¡Yo sí!”, respondió. “Lo tengo guardado en un cajón en mi casa”.
“Muy bien, Raish”, dijo la hermana Aquino. “Recuerdo que cuando era pequeña, mi mamá siempre me decía: ‘Recuerda quién eres y cuáles son tus valores’. Espero que todos ustedes hagan su mejor esfuerzo por hacer lo justo”.
Cuando Raish llegó a casa después de la Iglesia, corrió hacia el cajón y sacó el anillo HLJ. Se lo quería poner más a menudo para que le recordara hacer lo justo.
Al día siguiente en la escuela, Raish llevó su almuerzo a la mesa en la que siempre se sentaban sus amigas. ¡Le encantaba conversar con Nadine y Bituin!
Raish y sus amigas se estaban riendo al conversar sobre su programa favorito cuando una nueva niña se acercó a la mesa y se sentó junto a Nadine. “Hola”, susurró. “Me llamo Imelda”.
“Eh, ¡un momento!”, exclamó Nadine. “Esta es nuestra mesa”.
Imelda se puso de pie. “Ah”, respondió con rapidez. “Lo siento”. Bajó la mirada y se alejó.
Raish frunció el ceño. “¿Por qué dijiste eso?”, preguntó a Nadine. “Debemos ser amables con ella. Es nueva y probablemente necesite amigas”.
“Pero, es nuestra mesa”, afirmó Nadine.
“Sí”, coincidió Bituin.
Raish miró hacia su almuerzo. Se sintió mal por Imelda, pero le daba temor decir algo más. ¿Y si Nadine y Bituin se enojaban con ella?
Esa noche, Raish estuvo pensando en Imelda. Decidió ofrecer una oración. “Padre Celestial, te ruego que me ayudes a saber qué hacer con mis amigas. Ayúdame a hacer lo justo”.
En el transcurso de la semana, Raish vio a Imelda todos los días durante el almuerzo y siempre la vio sentada sola. Raish se sentía triste por ella. Tenía el deseo de invitar a Imelda a sentarse en su mesa, pero ¿podría enfrentarse a Nadine y a Bituin? Raish simplemente no sabía qué hacer.
Un día, vio a Imelda pasar por su mesa. “Miren a la niña nueva”, comentó Nadine en voz alta. “Lleva el almuerzo envuelto en hoja de plátano. ¡Qué asco!”.
Bituin se carcajeó. “Su familia ni siquiera tiene dinero para comprar una lonchera”.
Imelda se mordió el labio y comenzó a caminar más rápido.
Raish miró el anillo HLJ que llevaba en el dedo. Ella tenía el deseo de hacer lo justo. Entonces le acudió un pensamiento a la mente. Era lo que la hermana Aquino había dicho en la Primaria: Recuerda quién eres y cuáles son tus valores. Ella siempre quiso ser amable y defender lo justo.
Entonces se volvió hacia sus amigas. “Por favor, ya basta”, dijo. “Imelda no les está haciendo nada. Déjenla en paz”.
Nadine le dio una mirada de enojo.
Raish se puso de pie. “Me voy a sentar con Imelda”, dijo. Llevó su comida a la mesa vacía donde estaba Imelda. Esta parecía sorprendida.
“Hola”, saludó Raish. “Lo siento que no nos hemos portado bien contigo. Quiero ser tu amiga”.
Imelda sonrió. “Gracias”, dijo en voz baja.
Raish también sonrió. Le daba gusto poder ser amiga de Imelda. Estaba contenta de haber hecho lo justo.