El solo de hermanas
La autora vive en Utah, EE. UU.
“Que Él escucha con amor, brindándome su luz” (Himnos, nro. 146).
Le resultaba difícil escuchar cada nota. ¿Tendría Sophie el valor suficiente para cantar?
A Sophie le encantaba cantar. Cantaba en la escuela, en las casas de sus amigas y en su casa. Su lugar favorito para cantar era la Iglesia.
“Mamá”, dijo Sophie un día, “quiero aprender a cantar mejor. ¿Crees que podría tomar clases?”.
“Parece una idea divertida”, dijo su mamá. “Déjame ver qué puedo encontrar”.
Para Sophie no siempre era fácil cantar; no oía y le era difícil escuchar la mayoría de los sonidos. Tenía un pequeño dispositivo especial detrás de las orejas que le ayudaba a oír. A ella le sonaban las cosas de manera un poco diferente que a otras personas. Pero, aún así, a Sophie le encantaba cantar.
“¡Buenas noticias, Sophie!”, dijo su mamá unos días más tarde. “Encontré una clase a la que puedes asistir. Es un coro de niños que están aprendiendo a cantar juntos. “¡La maestra dijo que puedes empezar mañana!”.
Sophie se puso a bailar; ¡estaba tan contenta!
Pero esa noche, comenzó a ponerse nerviosa.
“¿Estás emocionada por la clase de mañana?”, le pregunto Kayla, su hermana mayor.
Sophie asintió. “Sí, pero también tengo un poco de miedo. Quisiera no tener que ir sola”.
“¡Tú puedes hacerlo!”, dijo Kayla, “pero ¿te ayudaría si voy contigo? Podemos aprender a cantar juntas”.
Sophie abrazó a Kayla. “Me encantaría”.
A la mañana siguiente, Sophie y Kayla se levantaron temprano para ir a la clase de canto. Mientras subía al auto, a Sophie le pasaban pensamientos nerviosos por la mente. ¿Qué pasaría si no podía entenderle a la maestra? ¿Qué pasaría si no hacía amigos? ¿Y si las personas se le quedaban viendo?
La mamá estacionó el auto y se dio vuelta para mirar a Sophie, quien se deslizó en el asiento.
“Ya no estoy segura de que quiero ir”, dijo.
“¿Qué pasó?”, preguntó la mamá. “Estabas tan contenta antes”.
Sophie no dijo nada; simplemente bajó la mirada y movió los pies hacia adelante y hacia atrás.
La mamá sonrió. “No tienes que ir si no lo deseas; pero si te sientes nerviosa, puedes orar al Padre Celestial ¡y Él te ayudará! Además, Kayla también estará allí”.
Kayla tomó la mano de Sophie. “¡Podemos hacerlo!”, dijo.
Sophie tragó saliva; sentía que tenía el estómago lleno de mariposas, pero de todas formas salió del auto. Tomó con fuerza la mano de Kayla mientras caminaban hacia el salón de clases.
Durante los primeros días de clases, Sophie siempre se sentaba junto a Kayla. Un día, Sophie se fijó en una niña que siempre se sentaba sola; tal vez ella también tenía miedo. Sophie fue a sentarse a su lado.
“¡Hola!”, dijo Sophie. “¿Me puedo sentar aquí?”. La niña asintió. Al poco tiempo, estaban riendo y cantando juntas. Sophie estaba feliz de haber tenido el valor suficiente para hacer una nueva amiga.
¡Era tan divertido cantar con el grupo! A Sophie le encantaba aprender las notas y marcar con el pie el ritmo de la música. Incluso pudo enseñar a algunos niños a decir palabras en la lengua de señas.
Un día, la maestra hizo un anuncio emocionante. Todos en la clase tendrían que cantar tres solos en un programa especial. Sophie y Kayla se esforzaron mucho en casa para practicar los solos. Sophie no tardó en cantar sus dos primeros solos, ¡pero el último era muy difícil! No podía oír todas las notas. ¿Cómo podría cantarlo sola enfrente de tantas personas?
Sophie recordó lo que su mamá dijo acerca de orar al Padre Celestial para pedir ayuda. Se puso de rodillas. “Padre Celestial, la última canción es muy difícil para mí. ¿Podrías ayudarme a encontrar la manera de cantarla sin ponerme tan nerviosa?”.
En la clase siguiente, la maestra se acercó a Sophie. “Sé que el tercer solo te pone nerviosa. ¿Te gustaría cantarlo con Kayla? ¡Podría ser un solo de hermanas!”.
Sophie sonrió; se sintió animada y feliz. Sabía que el Padre Celestial estaba contestando su oración.
En la presentación, Sophie cantó los dos primeros solos con confianza. Cuando llegó el momento del tercer solo, se levantó de un brinco y tomó la mano de Kayla. Caminaron hacia el escenario y cantaron el solo de hermanas con fuerza y entusiasmo. ¡Sophie no se sentía para nada nerviosa ni asustada! El Padre Celestial había contestado su oración de una manera que ella no esperaba, pero se sentía muy agradecida de que Él siempre la escuchara.