La Gratitud
“Considero que uno de los mas grandes pecados de que somos culpables nosotros, los hijos de nuestro Padre Celestial, es el pecado de la ingratitud.”
El salmista dijo: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tu formaste,
“Digo: ¿Que es el hombre, para que tengas de el memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?
“Le. has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra.
“Le hiciste Señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (Salmos 8:3-6).
Eso pone claramente de relieve la importancia de nosotros, los hijos de Dios, en el plan de la vida terrenal y la vida eterna. También tenemos la palabra del Señor a Job cuando le preguntó:
“¿Dónde estabas tu cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.
“¿Quien ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quien extendió sobre ella cordel ?
“¿Sobre que están fundadas sus basas? ¿O quien puso su piedra angular,
“Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38:4-7)
Hermanos y hermanas, nosotros estuvimos en ese concilio que hubo en los cielos cuando se presentó ese plan, y nos sentimos felices por el privilegio, la oportunidad y la bendición de venir a la tierra a recibir un cuerpo de carne y hueso, lo que nos permitiría enfrentarnos al bien y al mal. Mis hermanos y hermanas, que agradecidos estamos de haber tomado parte en ese plan de redención, en lugar de pensar lo que Pablo dijo a los corintios: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los mas dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19). ¿Estamos dispuestos a dar las gracias por las bendiciones y el conocimiento que hemos recibido?
Considero que uno de los mas grandes pecados de que somos culpables nosotros, los hijos de nuestro Padre Celestial, es el pecado de la ingratitud. En u no de sus discursos, el presidente Joseph F. Smith dijo que cuando vemos a un hombre que ha sido bendecido con dones adicionales o con un intelecto sobresaliente, y da lugar a las alabanzas de sus semejantes, por lo general, ese hombre atribuirá su éxito a sus propios esfuerzos, a su trabajo y a su capacidad intelectual. En lugar de reconocer la mano de Dios en algo relacionado con su éxito, le pasa por alto del todo y se adjudica la gloria a si mismo. (Véase Journal of Discourses, 25:53.)
En lo que toca a __s grandes descubrimientos modernos en el campo científico y en el de la tecnología, así como en todos los adelantos materiales de esta época, el mundo dice: “¡Lo hemos logrado!” La persona dice: “¡Yo lo he realizado!”, sin dar honor ni mérito a Dios. El presidente Smith añadió: “Uno de los mas grandes pecados de que son culpables los habitantes de la tierra en la actualidad es el pecado de la ingratitud …” Journal of Discourses, 25:52) .
Supongo que la mayoría de nosotros no hemos considerado eso un pecado grave. Tenemos la fuerte inclinación, al elevar nuestras oraciones-en nuestras suplicas al Señor-, a pedir mas bendiciones. Pienso que en ocasiones es preciso que dediquemos mas de nuestras oraciones a expresiones de gratitud y de acción de gracias por las bendiciones que hayamos recibido. Naturalmente, necesitamos las bendiciones diarias del Señor; pero si pecamos en lo que respecta a la oración, pienso que es en que no expresamos gratitud por las bendiciones que recibimos a diario. Dios no esta complacido con los habitantes de la tierra, sino que está enojado con ellos porque no reconocen Su mano en todas las cosas.
“Y en nada ofende el hombre a Dios, ni contra ninguno esta encendida su ira, sino contra aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas y no obedecen sus mandamientos” (D. y C. 59:21).
Un clásico ejemplo de ingratitud para con nuestro Salvador se encuentra en el capitulo 17 de Lucas:
“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
“Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
“y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros !
“Cuando el los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
“Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
“y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano.
“Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
“¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
“Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17:11-19).
Públicamente, expreso mi gratitud. Estoy agradecido de poder testificarles hoy que conozco y comprendo el plan de nuestro Padre Celestial, que lo acepto con dedicación y con acción de gracias por conocer el plan y los propósitos por los que estamos aquí en la tierra. Estoy agradecido de que el Señor nos ame tanto que haya permitido que Su Hijo Unigénito se sacrificara por nosotros. También estoy agradecido por José Smith, el Profeta que es, que fue y que siempre será: un Profeta de Dios, que fue ordenado y escogido para estar a la cabeza de la dispensación del cumplimiento de los tiempos con todas las llaves para abrir las puertas para entrar en el Reino de Dios.
Estoy agradecido de que el Señor me haya concedido el gran privilegio y la gran oportunidad de es tar a Su servicio. He procurado dedicarme a Sus santos principios y a Sus hijos aquí en la tierra.
Estoy agradecido por las cosas que he padecido en la carne, las cuales han sido bendiciones que me han enseñado paciencia, resignación, fe y también a ser sensible a las necesidades de los menos afortunados. Estoy agradecido por el patrimonio que tengo, por mis antepasados que se dedicaron a la obra del Señor, que sacrificaron su bienestar y hasta su vida por su creencia en Dios. ¡Que bendecido he sido por los padres dignos que tuve, los que me enseñaron con amor y con cariño los principios de la salvación de palabra y obra!
Estoy agradecido por mi amorosa compañera eterna que ama al Señor y comprende Su plan. Ella es una mujer de gran paciencia y comprensión. Estoy agradecido por mis hijos y por mis nietos que me brindan su apoyo. Como padre de familia, conozco la alegría que me dan mis hijos cuando me expresan su reconocimiento y su cariño por mí. No hubiera podido pedir mejores hijos ni mejores nietos.
Estoy agradecido por la oportunidad de haberme sentado en concilio con los que tienen la responsabilidad del Reino de nuestro Padre Celestial aquí en la tierra. Ellos son grandes hombres, hombres dedicados, hombres que sienten un amor incondicional los unos por los otros y por su Dios.
¡Que bendecido soy por el privilegio de tratar con los santos de todo el mundo! Esto me ha brindado alegría y satisfacción, y ha fortalecido mi testimonio de la forma en que el Señor trabaja.
En realidad, he sido bendecido mucho mas de lo que merezco. En los días venideros, sólo ruego que siempre sea hallado como dijo Abraham Lincoln: “Cuando muera, quisiera que los que me conocieron mejor digan de mi que siempre arranque una mala hierba y que plante una rosa donde el terreno me pareció propicio para cultivarla”. He aprendido en la vida que las pruebas son bendiciones ocultas si las aceptamos con humildad, con fe y con fortaleza. Todo lo que padezcamos y resistamos con paciencia edificara en nuestro interior una persona mas caritativa y mas cariñosa, una vez que hayamos adquirido la preparación que vinimos a recibir a la tierra.
Dios nos ayude a ser agradecidos por las bendiciones que recibimos, a no ser nunca culpables del pecado de la ingratitud y a inculcar esa misma gratitud en nuestros hijos El Señor ha dicho: “Y el que reciba todas las cosas con gratitud será glorificado; y le serán añadidas las cosas de esta tierra, hasta cien tantos, si, y mas” (D. y C. 78:19).
Si hacemos de este gran principio de la gratitud parte diaria de nuestra vida y de nuestras oraciones, nos elevara y será una bendición para nosotros como personas, como miembros de la Iglesia y como padres y familias.
Este testimonio, y con amor sincero a todos los hijos especiales de nuestro Padre Celestial, doy con humildad y en el nombre de Jesucristo. Amén.