2010–2019
¿Podéis sentir esto ahora?
Octubre 2012


15:45

¿Podéis sentir esto ahora?

Algunos en la Iglesia creen que no pueden responder a la pregunta de Alma con un rotundo “sí”; no “sienten eso ahora”.

Presidente Monson, ¡lo amamos, honramos y sostenemos! Este anuncio históricamente importante con respecto al servicio misional es inspirador. Recuerdo el entusiasmo que sentimos en 1960 cuando la edad para que los hombres jóvenes sirvieran se redujo de los 20 años a los 19. Cuando llegué a las Misión Británica como misionero nuevo tenía 20 años; el primer joven de 19 años en nuestra misión fue el élder Jeffrey R. Holland, una adición increíble; le faltaban pocos meses para cumplir los 20 años. Después, a lo largo del año, llegaron muchos más jóvenes de 19 años. Tengo la seguridad de que se logrará una cosecha aún mayor ahora a medida que misioneros rectos y dedicados cumplan con el mandamiento del Salvador de predicar Su evangelio.

Bajo mi punto de vista, ustedes, los de la nueva generación, están mejor preparados que cualquier otra generación anterior. Su conocimiento de las Escrituras es particularmente sorprendente. Sin embargo, los desafíos que su generación enfrenta al prepararse para servir son similares a los que enfrentan todos los miembros de la Iglesia. Todos somos conscientes de que la cultura en la mayor parte del mundo no conduce a la rectitud y al compromiso espiritual. A lo largo de la historia, los líderes de la Iglesia han advertido al pueblo y han enseñado el arrepentimiento. En el Libro de Mormón, Alma, hijo, estaba tan preocupado por la iniquidad y la falta de compromiso que renunció a su puesto como juez superior, o líder del pueblo de Nefi, y concentró todos sus esfuerzos en su llamamiento profético1.

En uno de los versículos más profundos de las Escrituras, Alma proclama: “Si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?”2.

Los líderes locales de todo el mundo informan que, considerados en conjunto, los miembros de la Iglesia, en especial los jóvenes, jamás han sido más fuertes. Sin embargo, casi siempre plantean dos preocupaciones: primero, el desafío de la creciente iniquidad en el mundo; y segundo, la apatía y falta de compromiso de algunos miembros. Ellos procuran consejo sobre cómo ayudar a los miembros a seguir al Salvador y a lograr una conversión profunda y duradera.

La pregunta “¿Podéis sentir esto ahora?” resuena a través de los siglos. Con todo lo que hemos recibido en esta dispensación, incluso la restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo, el derramamiento de dones espirituales y las indiscutibles bendiciones del cielo, el reto de Alma jamás ha sido más importante.

Inmediatamente después de que se llamara a Ezra Taft Benson como apóstol en 1943, el presidente George Albert Smith3 aconsejó: “Su misión [es]… advertir a las personas… de un modo tan afable como sea posible que el arrepentimiento será el único remedio para todos los males de este mundo”4. Cuando se hizo esa declaración, estábamos en medio de la conflagración de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, el deterioro moral se ha intensificado. Hace poco, un escritor prominente dijo: “Todos saben que la cultura es dañina y nadie espera que eso cambie”5. La manifestación constante de la violencia y la inmoralidad en la música, el entretenimiento, el arte y otros medios de comunicación en nuestra cultura cotidiana no tiene precedentes. Un teólogo bautista muy respetado lo describió de manera cruda al decir: “Se ha dañado el sistema inmunológico espiritual de toda una civilización”6.

No es de sorprender que algunos miembros de la Iglesia crean que no pueden responder a la pregunta de Alma con un rotundo “sí”; no “sienten eso ahora”. Sienten que están en una sequía espiritual; otros están enojados, dolidos o desilusionados. Si esas descripciones se aplican a ustedes7, es importante evaluar por qué no “sienten eso ahora”.

Muchas personas que están en una sequía espiritual y a quienes les falta dedicación, no han participado necesariamente en pecados ni transgresiones graves, pero han tomado decisiones poco sabias. Algunas son negligentes en la observancia de los convenios sagrados; otras dedican la mayoría de su tiempo en forma devota a causas menores. Algunas permiten que firmes opiniones culturales o políticas debiliten su lealtad al evangelio de Jesucristo. Algunas se han sumido en materiales de internet que aumentan, exageran y, en algunos casos, inventan defectos de los primeros líderes de la Iglesia, y entonces sacan conclusiones incorrectas que pueden afectar su testimonio. Cualquiera que haya tomado esas decisiones puede arrepentirse y ser renovado espiritualmente.

Compenetrarse en las Escrituras es esencial para nutrirse espiritualmente8. La palabra de Dios inspira a comprometerse y actúa como un bálsamo curativo para los sentimientos heridos, la ira o la desilusión9. Cuando nuestra dedicación disminuye por cualquier razón, parte de la solución es el arrepentimiento10. El compromiso y el arrepentimiento están estrechamente ligados.

C. S. Lewis, el pragmático escritor cristiano, expresó el asunto elocuentemente. Afirmó que el cristianismo les dice a las personas que se arrepientan y les promete el perdón, pero no es sino hasta que éstas saben y sienten que lo necesitan que el cristianismo les habla. Manifestó: “Cuando sepas que estás enfermo, escucharás al médico”11.

El profeta José Smith señaló que antes del bautismo se puede estar en un terreno neutral entre el bien y el mal, mas “al [unirnos] a la Iglesia, [nos] [alistamos] para servir a Dios; y al hacerlo, [salimos] del terreno neutral y jamás [podemos] volver a él”. Su consejo fue que nunca debemos abandonar al Maestro12.

Alma enfatiza que mediante la expiación de Jesucristo “se extienden los brazos de misericordia” a quienes se arrepienten13. Luego plantea preguntas profundas y fundamentales como: ¿Estamos preparados para comparecer ante Dios? ¿Nos conservamos sin mancha?. Todos debemos contemplar esas preguntas. La propia experiencia de Alma al no seguir a su fiel padre y luego alcanzar un entendimiento drástico de lo mucho que necesitaba el perdón y lo que significaba cantar la canción del amor que redime es elocuente y persuasiva.

Si bien todo lo que debilita la dedicación es de importancia, hay dos problemas relevantes que son frecuentes y significativos. La primera es la falta de bondad, la violencia y el abuso en el hogar; la segunda es la inmoralidad sexual y los pensamientos impuros. Éstos a menudo preceden y son la causa por la que se escoge estar menos comprometidos.

La forma en que tratamos a las personas más cercanas a nosotros es de importancia fundamental. La violencia, el abuso, la falta de cortesía y de respeto en el hogar no son admisibles; ni en los adultos ni en los de la nueva generación. Mi padre no era activo en la Iglesia, pero era un ejemplo extraordinario, en especial en el trato hacia mi madre. Solía decir: “Los hombres tendrán que responder ante Dios por cada lágrima que hagan derramar a sus esposas”. El mismo concepto se recalca en “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”; declara: “[Quienes] abusan de su cónyuge o de sus hijos… un día deberán responder ante Dios”14. Independientemente de la cultura en la cual se nos haya criado o de que nuestros padres nos hayan maltratado, no debemos abusar de nadie ni física, ni emocional ni verbalmente15.

La necesidad de cortesía en la sociedad jamás ha sido más importante. El fundamento de la amabilidad y la cortesía comienza en nuestro hogar. No es de sorprender que el trato entre las personas haya decaído en igual medida que la desintegración de la familia. La familia es el cimiento para el amor y para mantener la espiritualidad; proporciona un ámbito donde puede florecer la observancia religiosa. Ciertamente, qué “grato todo es cuando… el amor el lema es”16.

La inmoralidad sexual y los pensamientos impuros quebrantan la norma establecida por el Salvador17. Al principio de esta dispensación se nos advirtió que la inmoralidad sexual tal vez sería el mayor reto18. Si no nos arrepentimos, esa conducta causará una sequía espiritual y una falta de compromiso. El cine, la televisión e internet a menudo comunican mensajes e imágenes degradantes. El presidente Dieter F. Uchtdorf y yo estuvimos recientemente en un pueblo de la selva amazónica y notamos antenas parabólicas aun en algunas de las pequeñas cabañas más simples. Nos alegramos por la maravillosa información que está disponible en esa área remota; pero también entendimos que prácticamente no hay lugar de la tierra que no se vea afectado por imágenes lascivas, inmorales y sugestivas. Ésa es una de las razones por las que la pornografía ha llegado a ser una plaga en nuestros días.

Hace poco tuve una reveladora conversación con un poseedor del Sacerdocio Aarónico que tiene quince años. Él me ayudó a entender lo fácil que es en esta era de internet que los jóvenes queden expuestos, casi sin advertirlo, a imágenes impuras e incluso pornográficas. Manifestó que para la mayoría de los principios que la Iglesia enseña, hasta cierto punto la sociedad en general reconoce que el transgredirlos tiene efectos devastadores en la salud y el bienestar. Mencionó los cigarrillos, el uso de drogas y el consumo de alcohol por parte de los jóvenes; pero indicó que no existe reconocimiento similar ni tampoco advertencia significativa de parte de la sociedad en general sobre la pornografía ni la inmoralidad.

Mis queridos hermanos y hermanas, el análisis de ese joven es correcto. ¿Cuál es la respuesta? Durante años, los profetas y apóstoles han enseñado la importancia de la observancia religiosa en el hogar19.

Padres, ya han pasado los días en que la participación activa y regular en las reuniones y los programas de la Iglesia, aunque esenciales, suplen la sagrada responsabilidad que ustedes tienen de enseñar a sus hijos a llevar una vida moral y recta, y de andar rectamente delante del Señor. En vista del anuncio del presidente Monson de esta mañana, es esencial que esto se cumpla fielmente en hogares que sean un lugar de refugio donde prevalezcan la bondad, el perdón, la verdad y la rectitud. Los padres deben tener el valor de filtrar o controlar el acceso a internet, la televisión, las películas y la música; deben tener la valentía de decir no, de defender la verdad y de testificar con poder. Sus hijos necesitan saber que ustedes tienen fe en el Salvador, que aman a su Padre Celestial y que sostienen a los líderes de la Iglesia. La madurez espiritual debe florecer en nuestro hogar. Mi esperanza es que nadie salga de esta conferencia sin comprender que los problemas morales de nuestros días deben abordarse en la familia. Los obispos y los líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares deben apoyar a las familias y asegurarse de que se enseñen los principios espirituales. Los maestros orientadores y las maestras visitantes pueden ayudar, en especial, con los niños que tienen un solo progenitor.

El joven que mencioné preguntó con fervor si los apóstoles sabían la edad a la que se debe comenzar a enseñar y proteger contra la pornografía y los pensamientos impuros. Indicó enfáticamente que, en algunos lugares, no estaría mal hacerlo antes de que los niños se gradúen de la Primaria.

A los jóvenes que han estado expuestos a imágenes inmorales a una edad muy temprana les aterroriza pensar que quizás ya no sean dignos para el servicio misional y los sagrados convenios. Como resultado, su fe puede verse seriamente afectada. Quiero asegurarles a ustedes, jóvenes, que tal como Alma enseñó, mediante el arrepentimiento pueden llegar a ser dignos de todas las bendiciones del cielo20. De eso se trata precisamente la expiación del Salvador. Por favor, hablen con sus padres o con un asesor de confianza y consulten con su obispo.

En cuanto a la moralidad, algunas personas adultas creen que el dedicarse a un único e importante proyecto o principio humanitario elimina la necesidad de cumplir con las enseñanzas del Salvador. Se dicen a sí mismas que la mala conducta sexual es “algo menor… [si soy] una persona bondadosa y caritativa”21. Esa idea es un burdo engaño a sí mismos. Algunos jóvenes me informan que en nuestra cultura actual no es “buena onda” esforzarse demasiado en muchos aspectos, entre ellos el vivir en estricta conformidad con principios rectos22. Por favor, no caigan en esa trampa.

Al bautizarnos, prometemos tomar sobre nosotros “el nombre de [Jesucristo], teniendo la determinación de servirle hasta el fin”23. Tal convenio requiere un esfuerzo osado, un compromiso e integridad, si hemos de continuar cantando la canción del amor que redime y permanecer realmente convertidos.

Un histórico ejemplo para todas las edades sobre el compromiso de ser firme e inmutable lo dio un atleta olímpico británico que compitió en los Juegos Olímpicos de 1924 en París, Francia.

Eric Liddell era hijo de un misionero escocés en China, un hombre devotamente religioso. Enfureció a los directivos británicos de los juegos olímpicos al negarse, aun bajo enorme presión, a correr en una carrera de cien metros preliminar que se hacía un domingo. Al final, salió victorioso en la carrera de cuatrocientos metros. El ejemplo de Liddell de negarse a correr el domingo fue particularmente inspirador.

Descripciones y conmemorativos en su honor han hecho referencia a las inspiradoras palabras de Isaías: “Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”24.

La conducta admirable de Liddell influyó mucho en la decisión de nuestro hijo menor de no participar en deportes los domingos y, lo que es más importante, de apartarse de conductas inicuas y mundanas. Él usó la cita de Isaías como aporte para el anuario escolar. Eric Liddell dejó un ejemplo poderoso de determinación y de compromiso a un principio.

Conforme nuestros jóvenes sigan el consejo del presidente Monson al prepararse para servir en misiones, y conforme todos vivamos los principios que el Salvador enseñó y nos preparemos para comparecer ante Dios25, ganaremos una carrera mucho más importante26. Tendremos al Espíritu Santo como nuestro guía para dirigirnos espiritualmente. Para todas las personas cuyas vidas no estén en orden, recuerden: nunca es demasiado tarde para hacer de la expiación del Salvador el fundamento de nuestra fe y de nuestra vida27.

En las palabras de Isaías: “Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”28.

Mi ruego sincero es que cada uno de nosotros dé cualquier paso que sea necesario para sentir el Espíritu ahora a fin de que podamos cantar, de todo corazón, la canción del amor que redime. Testifico del poder de la expiación del Salvador. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Alma 4:15–19.

  2. Alma 5:26.

  3. En ese momento George Albert Smith era Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles; llegaría a ser Presidente de la Iglesia el 21 de mayo de 1945. (Véase Deseret News, 2012, Church Almanac, 2012, pág. 98.)

  4. George Albert Smith, en Sheri L. Dew, Ezra Taft Benson: A Biography, 1987, pág. 184.

  5. Peggy Noonan, “The Dark Night Rises”, Wall Street Journal, 28 y 29 de julio de 2012, pág. A17.

  6. Dr. R. Albert Mohler Jr., presidente, The Southern Baptist Theological Seminary, presentación para líderes eclesiásticos, Ciudad de Nueva York, 5 de septiembre de 2012.

  7. Véase 2 Nefi 2:27.

  8. Véanse Juan 5:39; Amós 8:11; véase también James E. Faust, “Nuestra relación con el Salvador”, Liahona, febrero de 1977, pág. 25.

  9. Véase Alma 31:5.

  10. Véase Alma 36:23–26.

  11. C. S. Lewis, Mere Christianity, 1952, págs. 31–32. Lewis fue profesor de literatura inglesa en la Universidad de Oxford y luego catedrático en inglés del Medioevo y del Renacimiento, en la Universidad de Cambridge.

  12. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 344; véase también Apocalipsis 3:15–16.

  13. Alma 5:33.

  14. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, Nov. 2010, pág. 129.

  15. Véase Richard G. Scott, “Cómo eliminar las barreras que nos separan de la felicidad”, Liahona, julio de 1998, págs. 92–94. Algunos imperativos culturales son contrarios a las enseñanzas del Salvador y pueden descarriarnos. Cuando me hallaba en el Pacífico Sur, conocí a un hombre que había investigado la Iglesia durante años. Dijo que se había conmovido profundamente cuando un líder de la Iglesia enseñó en una conferencia del sacerdocio: “Las manos que antes han usado para golpear a sus hijos deben usarse para bendecirlos”. Recibió las lecciones misionales, se bautizó y ha sido un gran líder.

  16. “Cuando hay amor”, Himnos, N° 194.

  17. Véase Alma 39.

  18. Véase Ezra Taft Benson, “Seamos puros”, Liahona, julio de 1986, pág. 1.

  19. El presidente Gordon B. Hinckley presentó “La Familia: Una Proclamación para el Mundo” en la Reunión General de la Sociedad de Socorro en septiembre de 1995. El presidente Thomas S. Monson presidió los cambios en el primer capítulo del Manual 2: Administración de la Iglesia, 2010, “Las familias y la Iglesia en el plan de Dios”.

  20. Véanse Alma 13:27–30; 41:11–15.

  21. Ross Douthat, Bad Religion: How We Became a Nation of Heretics, 2012, pág. 238; véase también Alma 39:5.

  22. No permitan que una cultura que está llena de violencia e inmoralidad y que critica a quienes viven los principios que el Salvador enseñó perturbe su fe. Tal como el poeta Wordsworth escribiera delicadamente: “[Alimenta] [la mente] con pensamientos nobles, que ni la maledicencia, ni el juicio presuroso ni la sorna del hombre egoísta… prevalezcan jamás… ni perturben [tu] alegre fe” (véase “Lines Composed a Few Miles above Tintern Abbey”, en The Oxford Book of English Verse, ed. Christopher Ricks, 1999, pág. 346.

  23. Moroni 6:3, cursiva agregada; véase también Mosíah 18:13.

  24. Isaías 40:31; véase Robert L. Backman, “Day of Delight”, New Era, junio de 1993, págs. 48–49.

  25. Véase Alma 34:32.

  26. Véase 1 Corintios 9:24–27.

  27. Véase Helamán 5:12. Oliver Wendell Holmes Sr. aconsejó: “He hallado que lo importante en este mundo no es tanto dónde estemos sino la dirección hacia la que nos dirijamos”. Para alcanzar el puerto del Cielo, a veces debemos navegar a favor del viento y a veces en contra, pero debemos navegar, no ir a la deriva ni quedarnos anclados” (The Autocrat of the Breakfast-Table, 1858, pág. 105).

  28. Isaías 1:18.