Súbanse a la ola
Doy gracias a Dios y a Su Hijo Jesucristo por la Restauración y por el poder que ésta tiene para propulsar una magnífica ola de verdad y rectitud por toda la tierra.
Queridos hermanos y hermanas, uno mi voz a la del presidente Thomas S. Monson y a los demás para felicitar a quienes han respondido al llamado del profeta de que tengamos más misioneros dignos. En este momento una ola de entusiasmo sin precedentes por la obra misional se está extendiendo por toda la tierra. Desde el histórico anuncio del presidente Monson del pasado mes de octubre, miles de élderes, hermanas y matrimonios han sido llamados; y muchos más se están preparando1. Ahora nos hacen preguntas como: “¿Qué harán con todos esos misioneros?”. La respuesta es simple: ellos harán lo que los misioneros siempre han hecho. ¡Predicarán el Evangelio! ¡Bendecirán a los hijos del Dios Todopoderoso!
Una mayor cantidad de ustedes, jóvenes y jovencitas, se subirán a esta ola al procurar vivir dignos de recibir llamamientos misionales. Vean esta ola como una ola de verdad y rectitud; vean su oportunidad de estar en la cresta de esa ola.
Adolescentes, aprovechen el nuevo programa de estudio y enséñense unos a otros la doctrina de Jesucristo. Éste es el momento que tienen para prepararse a fin de enseñar a los demás acerca de la bondad de Dios.
Jóvenes y jovencitas, su formación académica es muy importante, tanto para nosotros, como para ustedes y para Dios. Siempre que sea posible, si quieren ir a un colegio universitario o a la universidad después de su misión, los instamos a que se postulen para ser admitidos en la institución que prefieran antes de comenzar la misión. Muchas instituciones de estudios superiores darán la oportunidad a los futuros misioneros de comenzar sus estudios de 18 a 30 meses después. Eso les permitirá a ustedes, élderes y hermanas, servir sin preocuparse por dónde cursarán sus estudios superiores. ¡Agradecemos a los funcionarios de las instituciones educativas que hacen posible esta planificación!
Ustedes, padres, maestros y demás, se suben a la ola al preparar a la generación actual para ser dignos del servicio misional. Mientras tanto, sus vidas ejemplares atraerán el interés de sus amigos y vecinos. Estén preparados para responder a quienes les pregunten por qué viven como lo hacen. Estén preparados para explicar la razón de la esperanza que ven en ustedes2. Cuando les hagan esas preguntas quizás podrían responder diciendo: “¡Vamos a preguntarles a los misioneros, ellos pueden ayudarnos! Y si quieres, yo estaré a tu lado cuando los misioneros te respondan y te enseñen”.
Ustedes, adultos, se suben a la ola al ayudar en la preparación espiritual, física y económica de futuros misioneros. Juntar monedas para las alcancías pasa a formar parte de su rutina. Ustedes, matrimonios mayores, hagan planes para el día en que puedan servir en la misión; estaremos muy agradecidos por su servicio. Hasta que llegue ese momento, quizás algunos de ustedes podrían enviar su dinero a la misión al contribuir al Fondo Misional General, como lo sugirió el presidente Monson otra vez esta mañana3.
Un mayor número de hombres selectos y sus queridas compañeras se suben a la ola cuando se les llama a presidir misiones de la Iglesia. En ese servicio, moldearán el destino de generaciones que ya han nacido y que están por nacer. Los presidentes de misión tienen las llaves de la responsabilidad sobre el bienestar, la seguridad y el éxito de sus misioneros. Después de consultar con los presidentes de estaca y de distrito de su misión, cada presidente de misión asigna a los misioneros para que sirvan en estacas, barrios y ramas específicos.
Los presidentes de estaca y los obispos se suben a la ola al pasar más y más horas entrevistando a futuros misioneros. Estos líderes del sacerdocio tienen las llaves de la responsabilidad de la obra misional en sus unidades e inspiran a los miembros a participar.
Los hermanos y las hermanas de cada uno de los consejos de barrio están comenzando a subirse a la ola. En ese consejo está el líder misional del barrio4. Me gustaría dirigirme específicamente a cada uno de ustedes, líderes misionales. Ustedes han sido llamados por su obispo para dirigir la obra misional del barrio, y algunos de ustedes tienen tanto éxito que se ha llamado a un asistente para que los ayude. Junto con los otros miembros del consejo de barrio, ustedes determinan quiénes son los miembros menos activos, las familias donde no todos son miembros y los vecinos que estén interesados. Se reúnen con frecuencia con los misioneros de tiempo completo que les han asignado y aconsejan y asisten a los misioneros. Tengan la bondad de ayudarlos a llenar sus agendas con oportunidades de enseñar bien enfocadas y que sean provechosas; ésa es la responsabilidad de ustedes; su función es verdaderamente crucial para el éxito de esta obra. Si se suben a la ola con fe y entusiasmo, los demás también lo harán. Ustedes, como líderes misionales, son el vínculo conector entre los miembros y los misioneros en esta obra sagrada de rescatar a los hijos de Dios5.
Nuestros inquisitivos amigos y vecinos que no son de nuestra religión también pueden subirse a la ola. Los animamos a que conserven todo lo que sea bueno y verdadero en su vida, y los invitamos a recibir más, en especial, la gloriosa verdad de que por medio del plan eterno de Dios, las familias pueden estar juntas para siempre6.
¡Esta ola de verdad y rectitud es asombrosa! ¡No está hecha por el hombre! Proviene del Señor, que dijo: “Apresuraré mi obra en su tiempo”7. Esta ola fue facultada por un anuncio divino realizado hace 193 años. Consistió de sólo seis palabras: “Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”8. Expresado por el Dios Todopoderoso, ese anuncio presentó al Señor Jesucristo al joven José Smith. Esas siete palabras iniciaron la restauración de Su evangelio. ¿Por qué? ¡Porque nuestro Dios viviente es un Dios amoroso! ¡Él quiere que Sus hijos lo conozcan a Él y a Jesucristo, a quien ha enviado!9 ¡Y quiere que Sus hijos obtengan la inmortalidad y la vida eterna!10.
Para ese glorioso propósito, nuestros misioneros enseñan sobre la Restauración. Saben que hace unos 2.000 años, el Señor estableció Su Iglesia. Después de Su crucifixión y la muerte de Sus apóstoles, los hombres cambiaron la Iglesia y su doctrina. Entonces, después de generaciones de oscuridad espiritual, y como lo habían predicho profetas anteriores11, el Padre Celestial y Jesucristo restauraron la Iglesia, su doctrina y su autoridad del sacerdocio. Gracias a esa restauración, el conocimiento y las ordenanzas esenciales para la salvación y la exaltación están disponibles una vez más para todas las personas12. ¡En última instancia, esa exaltación permite a cada uno de nosotros vivir con nuestras familias en la presencia de Dios y de Jesucristo para siempre!
No puedo hablar de la Restauración sin sentir gran entusiasmo. ¡Ese hecho de la historia es totalmente extraordinario! ¡Es increíble! ¡Es imponente! ¿Acaso no es asombroso que mensajeros del cielo vinieran a dar autoridad y poder a esta obra?
Nuestro Padre Eterno y Jesucristo se le aparecieron varias veces al profeta José Smith13. Bajo la dirección de Ellos, vinieron otros mensajeros celestiales, cada uno con un propósito específico. Por ejemplo:
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El ángel Moroni le reveló el Libro de Mormón14.
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Juan el Bautista restauró el Sacerdocio Aarónico15.
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Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio de Melquisedec16.
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Moisés otorgó las llaves del recogimiento de Israel17.
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Elías confirió las llaves del conocimiento en cuanto a Abraham18.
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Elías el Profeta restauró la autoridad para sellar19.
Además, la Restauración trajo un conocimiento suplementario al que los santos tenían en la antigüedad. El Señor proporcionó un nuevo libro de Escrituras. A la Santa Biblia añadió el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo. Éste es un registro de profecías y del ministerio del Señor resucitado entre el pueblo de la antigua América. Explica el gran plan de felicidad de Dios20, es decir, el Plan de Salvación21. El Libro de Mormón está en completa armonía con la Biblia. Los dos registros sagrados confirman la verdad del evangelio de Jesucristo y la importancia de Su expiación22.
La Restauración cumple muchas de las profecías bíblicas. Por ejemplo, Isaías profetizó que la casa de Jehová se establecería en la cima de los montes23. El éxodo de los pioneros mormones a las montañas del oeste de los Estados Unidos es una odisea de sacrificio y fe con la que se cumplió esa profecía. Isaías también predijo que Dios llevaría a cabo “una obra maravillosa y un prodigio”24, y se está cumpliendo ahora mediante la obra sagrada de nuestro creciente ejército de misioneros.
Se han restaurado las enseñanzas del Antiguo Testamento en cuanto a los diezmos25; como resultado de ello, más pagadores de diezmos son bendecidos por su obediencia. Las referencias en cuanto a Melquisedec se clarifican mediante las Escrituras de la Restauración26. Se han cumplido las profecías de que el palo de José (el Libro de Mormón) y el palo de Judá (la Biblia) serían uno solo en las manos de Dios27.
La Restauración también clarifica pasajes del Nuevo Testamento. Sus referencias en cuanto al bautismo por los muertos ahora se entienden mejor28. ¡Las ordenanzas por nuestros antepasados fallecidos ahora se efectúan de forma vicaria en 141 templos alrededor del mundo! ¡No hay otra manera de ofrecer la salvación a nuestros antepasados que murieron sin el conocimiento del Evangelio!29 La visión de Juan el Revelador, donde vio “a otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra”, predijo la misión del ángel Moroni y el Libro de Mormón30.
El Libro de Mormón es el centro de la Restauración. Fue escrito, preservado y transmitido bajo la dirección del Señor. Fue traducido “por el don y el poder de Dios”31. El libro de Doctrina y Convenios contiene muchas revelaciones adicionales dadas al profeta José Smith. Por medio de él hemos recibido más hojas de Escrituras que de cualquier otro profeta. En lo que debe haber sido un momento nostálgico, dijo a los santos de Nauvoo, Illinois: “Nunca les dije que yo era perfecto; pero no hay error en las revelaciones que he enseñado”32.
Juntos, los miembros y los misioneros invitan a todos a aprender acerca de Dios, de Jesucristo y de Su evangelio. Cada persona inquisitiva debe buscar sinceramente y orar fervientemente para confirmar que estas cosas son verdaderas. La verdad se manifestará por el poder del Espíritu Santo33.
Doy gracias a Dios y a Su Hijo Jesucristo por la Restauración y por el poder que ésta tiene para propulsar una magnífica ola de verdad y rectitud por toda la tierra. Que cada uno de nosotros se suba a esa ola y cumpla con el mandamiento del Señor de llevar el Evangelio “a toda nación, tribu, lengua y pueblo”34. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.