Elegir la luz
Debemos elegir prestar atención al consejo profético, reconocer y obedecer los susurros espirituales y ser obedientes a los mandamientos de Dios y buscar revelación personal.
No hace mucho, mi esposa y yo decidimos que debíamos experimentar más plenamente la belleza de una región cercana a nuestra casa en el noroeste de Montana. Decidimos llevar nuestras bicicletas al sendero Hiawatha, una línea remodelada del ferrocarril que atraviesa las hermosas montañas Rocosas entre Montana y Idaho. Teníamos previsto un día divertido con buenos amigos, disfrutando de la belleza natural de la región.
Sabíamos que nuestro recorrido a lo largo del espléndido sendero de 24 km incluiría puentes de caballete sobre cañones profundos y túneles largos que penetraban las escarpadas montañas; así que nos preparamos con luces en los cascos y en las bicicletas.
Quienes habían ido antes nos advirtieron que los túneles eran obscuros y que necesitábamos luces potentes. Al reunirnos frente a la enorme entrada de piedra del túnel Taft, un cuidador explicó algunos de los peligros del sendero, como zanjas profundas a lo largo de los bordes, paredes ásperas y obscuridad total. Con impaciencia, avanzamos por el túnel. Luego de haber recorrido solo unos minutos, la obscuridad predicha nos envolvió; las linternas que llevé resultaron inadecuadas y pronto la obscuridad las aniquiló. De pronto, empecé a sentir ansiedad, estaba confuso y desorientado.
Me avergonzaba admitir mis preocupaciones a mis amigos y familiares. Aunque soy un ciclista con experiencia, ahora sentía que nunca había montado una bicicleta; me costaba mantenerme erguido conforme aumentaba mi confusión. Por último, luego de expresar mi malestar a aquellos que estaban alrededor mío, pude acercarme más a la potente linterna de un amigo. De hecho, todos en el grupo comenzaron a formar un círculo apretado alrededor suyo. Al permanecer junto a él y confiando por un momento en su luz y la luz colectiva del grupo, avanzamos más en la obscuridad del túnel.
Después de lo que parecían horas, vi un puntito de luz y casi de inmediato empecé a tranquilizarme de que todo saldría bien. Seguí avanzando, confiando tanto en la luz de mis amigos como en el puntito de luz que se agrandaba; poco a poco mi confianza volvió conforme la luz aumentaba en tamaño e intensidad. Mucho antes de llegar al final del túnel, ya no necesitaba la ayuda de mis amigos, toda la ansiedad desapareció conforme pedaleaba rápidamente hacia la luz. Sentí calma y me tranquilicé aun antes de salir a la mañana llena de calidez y esplendor.
Vivimos en un mundo en el que experimentaremos desafíos en la fe. Nos sentiremos seguros de que estamos listos para hacer frente a esos desafíos hasta descubrir que nuestros preparativos no habían sido suficientes, y así como mi amigo me había advertido en cuanto a la obscuridad, así se nos advierte hoy en día. Las voces de los apóstoles nos instan a prepararnos con luces poderosas de fortaleza espiritual.
De la misma manera, podríamos sentirnos avergonzados, incómodos o confundidos espiritualmente cuando nos encontramos con un desafío en nuestra fe. Sin embargo, con pocas excepciones, la intensidad y la duración de esos sentimientos dependerán de nuestra reacción a ellos. Si no hacemos nada, es posible que la duda, el orgullo y finalmente la apostasía nos alejen de la luz.
Aprendí algunas lecciones importantes de mi experiencia en el túnel y compartiré solamente algunas de ellas.
Primero, sin importar cuán intensa sea la obscuridad de la duda, elegimos cuánto tiempo y hasta qué punto le permitimos que influya en nosotros. Tenemos que recordar lo mucho que nuestro Padre Celestial y Su Hijo nos aman. Ninguno de ellos nunca nos abandonará, ni permitirán que nos sintamos abrumados si buscamos Su ayuda. Recuerden la experiencia de Pedro en las olas hostiles del mar de Galilea. Conforme Pedro se sintió envuelto en la fría obscuridad reconoció su dilema de inmediato y escogió en ese momento pedir ayuda. Él no cuestionó el poder del Salvador para salvarlo; sencillamente dio voces, diciendo: “¡Señor, sálvame!”1.
En nuestra vida, es posible que la mano extendida del Salvador tome la forma de la ayuda de un amigo de confianza, de un líder o de un padre amoroso. Aunque estemos luchando en la obscuridad, no hay nada malo en depender temporalmente de la luz de aquellos que nos aman y tienen presente nuestros intereses.
Si lo consideramos cuidadosamente, ¿por qué escucharíamos a las voces cínicas y sin rostro de aquellos en los edificios grandes y espaciosos de nuestra época e ignoraríamos las súplicas de aquellos que realmente nos aman? Estos siempre presentes pesimistas prefieren derribar en vez de elevar, y ridiculizar en vez de edificar. Sus palabras burlonas pueden hurgar en nuestra vida, con frecuencia mediante ráfagas de distorsiones electrónicas instantáneas creadas a propósito para destruir la fe. ¿Es prudente poner nuestro bienestar eterno en manos de extraños? ¿Es prudente afirmar haber recibido entendimiento de aquellos que no tienen luz para dar o cuyas intenciones privadas están ocultas de nosotros? A esas personas anónimas, si se presentaran ante nosotros con sinceridad, nunca les concederíamos un minuto de nuestro tiempo, pero debido a que explotan las redes sociales y se esconden del escrutinio, reciben credibilidad inmerecida.
Nuestra decisión de prestar atención a quienes se burlan de las cosas sagradas nos distanciará de la luz salvadora y que da vida del Salvador. Juan registró: “Y Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”2. Recuerden, aquellos que de verdad nos aman pueden ayudarnos a edificar nuestra fe.
Así como me sentí avergonzado en el túnel, también podríamos sentirnos avergonzados de pedir ayuda en cuanto a nuestras dudas. Quizás somos alguien a quien otras personas han buscado para recibir fortaleza pero ahora necesitamos ayuda. Cuando nos damos cuenta de que la luz y el consuelo que el Salvador puede ofrecernos son mucho más valiosos que perder el orgullo, entonces los líderes de la Iglesia, los padres y los amigos inspirados pueden ayudar. Ellos están esperando y listos para ayudarnos a obtener convicciones espirituales que nos fortalecerán en contra de los desafíos de fe.
Segundo, tenemos que confiar en el Señor a fin de fortalecer nuestro propio poder espiritual. No podemos depender de la luz de otras personas para siempre. Supe que la obscuridad en el túnel no duraría si seguía pedaleando junto a mi amigo y entre la seguridad del grupo, pero mi expectativa era poder avanzar por mí mismo una vez que pudiera ver la luz. El Señor nos enseña: “Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá”3. Debemos actuar, esperando que el Señor cumpla Su promesa de elevarnos de la obscuridad si nos allegamos a Él. Sin embargo, el adversario tratará de convencernos de que nunca hemos sentido la influencia del Espíritu y de que será más fácil solo dejar de intentarlo.
El presidente Dieter F. Uchtdorf nos aconsejó “duden de sus dudas antes de dudar de su fe”4. Hace poco, en mi barrio, un joven dijo: “Hay cosas que he sentido que no pueden explicarse de otra manera salvo que sean de Dios”; eso es integridad espiritual.
Al hacer frente a las dudas o inquietudes, debemos recordar las bendiciones y los sentimientos espirituales que han penetrado nuestro corazón y vida en el pasado y depositar nuestra fe en el Padre y en Su Hijo Jesucristo. Me acuerdo del consejo que se da en un himno conocido: “De Dios no dudamos en nada [porque] probamos ya bien su bondad”5. Ignorar y descartar las experiencias espirituales del pasado nos distanciarán de Dios.
La búsqueda de la luz aumentará mediante la disposición de reconocer cuando brille en nuestra vida. Las Escrituras modernas definen a la luz y ofrecen una promesa a aquellos que la aceptan. “Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto”6. De la misma manera que al seguir pedaleando hacia la luz, mientras más persistimos, mayor llega a ser Su influencia en nuestra vida. Al igual que la luz al final del túnel, Su influencia nos brindará confianza, resolución, consuelo y —lo más importante— el poder para saber que Él vive.
Tercero, no hay obscuridad tan espesa, tan amenazadora ni tan difícil que la luz no pueda vencer. El élder Neil L. Andersen enseñó hace poco: “Conforme la maldad en el mundo aumenta, hay un poder espiritual compensador para los justos. Conforme el mundo ignora su fundamento espiritual, el Señor prepara el camino para aquellos que lo buscan, ofreciéndoles una mayor convicción, una mayor confirmación y una mayor confianza en la dirección espiritual en la que están viajando. El don del Espíritu Santo llega a ser una luz más brillante en el incipiente crepúsculo”7.
Hermanos y hermanas, no se nos ha dejado solos para que seamos influenciados por cada capricho y cambio en la actitud del mundo, pero tenemos el poder de elegir creer por sobre la duda. A fin de tener acceso a este poder espiritual compensador, debemos elegir prestar atención al consejo profético, reconocer y obedecer los susurros espirituales, ser obedientes a los mandamientos de Dios y buscar revelación personal. Debemos elegir. Ruego que elijamos la luz del Salvador. En el nombre de Jesucristo. Amén.