2010–2019
El camino perfecto a la felicidad
Octubre de 2016


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El camino perfecto a la felicidad

Testifico del gran don que el plan de nuestro Padre es para nosotros. Es el único camino perfecto para tener paz y felicidad.

Mis amados hermanos y hermanas, tanto aquí en el Centro de Conferencias como en todo el mundo, cuán agradecido estoy por la oportunidad de compartir mis pensamientos con ustedes esta mañana.

Hace cincuenta y dos años, en julio de 1964, tuve una asignación en la ciudad de Nueva York durante el tiempo en que la Feria Mundial se llevaba a cabo en ese lugar. Una mañana, temprano, visité el Pabellón Mormón de la feria. Llegué justo antes de que comenzaran a presentar la película de la Iglesia llamada El hombre en su búsqueda de la felicidad, una representación del Plan de Salvación que desde entonces se ha convertido en un clásico de la Iglesia. Me senté junto a un joven de quizá unos 35 años de edad. Hablamos brevemente; él no era miembro de la Iglesia. Entonces las luces se apagaron y la película comenzó.

Escuchamos la voz del narrador cuando hizo las conmovedoras y universales preguntas: ¿De dónde vine? ¿Por qué estoy aquí? ¿Adónde iré después de esta vida? Todo oído estuvo atento a escuchar las respuestas, y todo ojo estaba fijo en las imágenes allí representadas. Se dio una descripción de nuestra vida preterrenal, junto con una explicación de nuestro propósito en la tierra. Fuimos testigos de una conmovedora representación de la muerte de un abuelo anciano y de su gloriosa reunión con seres queridos que lo habían precedido en su llegada al mundo de los espíritus.

Al final de esa hermosa representación del plan que nuestro Padre Celestial tiene para nosotros, el público salió en silencio, muchos de ellos visiblemente conmovidos por el mensaje de la película. El joven visitante que estaba junto a mí no se levantó. Le pregunté si había disfrutado la presentación y su enfática respuesta fue: “¡Esta es la verdad!”.

Los misioneros comparten por todo el mundo el plan que nuestro Padre tiene para nuestra felicidad y salvación. No todos los que oyen este mensaje divino lo aceptan y lo siguen. Sin embargo, hombres y mujeres en todo lugar, tal como mi joven amigo en la Feria Mundial de Nueva York, reconocen sus verdades y plantan sus pies en el camino que los llevará a salvo a casa. Sus vidas cambian para siempre.

Una parte fundamental del plan es nuestro Salvador Jesucristo. Sin Su sacrificio expiatorio, todo estaría perdido. Sin embargo, no es suficiente simplemente creer en Él y en Su misión; es necesario que nos esforcemos y aprendamos, que escudriñemos y oremos, que nos arrepintamos y mejoremos; es necesario que conozcamos las leyes de Dios y que las vivamos; es necesario que recibamos Sus ordenanzas de salvación; y únicamente si lo hacemos así, obtendremos la felicidad verdadera y eterna.

Somos bendecidos por tener la verdad, y tenemos el mandato de compartir la verdad. Vivamos la verdad, a fin de que merezcamos todo lo que el Padre tiene para nosotros. Él no hace nada a menos que sea para nuestro beneficio. Él nos ha dicho: “Esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”1.

Desde lo más profundo de mi alma y con toda humildad, testifico del gran don que el plan de nuestro Padre es para nosotros. Es el único camino perfecto para tener paz y felicidad tanto aquí como en el mundo venidero.

Mis hermanos y hermanas, al concluir les dejo mi amor y mi bendición, y lo hago en el nombre de nuestro Salvador y Redentor, sí, Jesucristo. Amén.