Por designio divino
La mano del Señor los guía. Por “designio divino”, Él se ocupa de los pequeños detalles de su vida, así como de los sucesos importantes.
Hermanos y hermanas, al ponerme de pie aquí, en esta inspiradora conferencia general mundial y sentir su fortaleza y su espíritu, no puedo evitar pensar en las palabras del apóstol Pedro: “[Señor], bueno es que estemos aquí”1.
Eso no es exactamente lo que dijo Alma tras predicar al pueblo de Ammoníah. Alma dejó la ciudad debido a la iniquidad del pueblo; pronto se le apareció un ángel y mandó “que [volviera] a la ciudad de Ammoníah y [predicara] otra vez a los habitantes de esa ciudad”2.
Alma lo hizo “prestamente ”, entrando “en la ciudad por otro camino”3.
“Y tuvo hambre al entrar en la ciudad, y dijo a un hombre: ¿Quieres dar algo de comer a un humilde siervo de Dios?
“Y le dijo el hombre: Soy nefita, y sé que eres un santo profeta de Dios, porque tú eres el hombre de quien un ángel dijo en una visión: Tú lo recibirás”4.
El hombre era Amulek.
Ahora bien, ¿se encontró Alma con Amulek por azar? No, no fue coincidencia que entrara en la ciudad por el camino que lo llevaría hasta aquel hombre fiel que llegaría a ser su compañero de misión.
El élder Neal A. Maxwell explicó en una ocasión: “Ninguno de nosotros utiliza todas las oportunidades tocantes a las personas que se nos asignan dentro de nuestros círculos de amistades. Ustedes y yo podríamos llamar ‘coincidencia’ a dichas confluencias; es comprensible que los mortales usen esa palabra, pero coincidencia no es un término apropiado para describir las obras de un Dios omnisciente. Él no hace las cosas por ‘coincidencia’, sino… por ‘designio divino’”5.
Nuestra vida es como un tablero de ajedrez y el Señor nos mueve de un lugar a otro, si es que somos receptivos a las impresiones del Espíritu. En retrospectiva, podemos ver Su mano en nuestra vida.
Vemos tal intervención celestial cuando Nefi regresa a buscar las planchas de manos de Labán. Este “iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hacer”6. No mucho después, Labán se halló ante él en el sopor de la embriaguez y Nefi lo mató, tomó las planchas, y huyó de regreso adonde estaban sus hermanos. ¿Tuvo la fortuna de hallar a Labán por azar? ¿O fue por “designio divino”?
Hay acontecimientos significativos que suceden en el Evangelio y en la Iglesia que hacen avanzar el Reino de Dios sobre la tierra; no ocurren por accidente, sino según el plan de Dios. Aquel que formó este mundo puede calmar los mares por Su palabra, y puede conducir tanto a Alma y a Amulek, como a Nefi y a Labán, a estar en el lugar indicado precisamente en el momento indicado.
De igual modo, hay acontecimientos y relaciones que ocurren en cada una de nuestras vidas que hacen avanzar la obra de Dios sobre la tierra.
Nuestro querido élder Joseph B. Wirthlin se refirió a una ocasión en que el presidente Monson le dijo: “‘Existe una influencia celestial sobre todas las cosas. A menudo, cuando suceden las cosas, no es por accidente. Un día, cuando miremos atrás a aquello que pareció coincidencia en nuestra vida, nos daremos cuenta de que quizás, después de todo, tal vez no haya sido así’”7.
En su mayoría, solo algunas personas conocen nuestras buenas obras; sin embargo, estas quedan registradas en el cielo. Un día, seremos testigos de nuestra íntegra dedicación a las obras de rectitud. Ninguna prueba ni calamidad puede alterar el plan de felicidad. Ciertamente, por “designio divino”, “a la mañana vendrá la alegría”8. Jesús enseñó: “Vine al mundo a cumplir la voluntad [del] Padre”9. Queridos hermanos y hermanas, nosotros también tenemos que cumplirla.
Gracias a la experiencia de mi propia travesía por la vida, sé que el Señor nos moverá sobre aquel imaginario tablero de ajedrez para hacer Su obra. Lo que podría parecer una oportunidad al azar está, de hecho, dirigido por un amoroso Padre Celestial, quien puede conocer el número de cabellos en cada cabeza10. Ni siquiera un pajarillo cae a tierra sin que lo note nuestro Padre11. El Señor se ocupa de los pequeños detalles de nuestra vida, y esos incidentes y oportunidades han de prepararnos para elevar a nuestra familia y otras personas conforme edificamos el Reino de Dios en la tierra. Recuerden, tal como el Señor dijo a Abraham: “Conozco el fin desde el principio; por lo tanto, te cubriré con mi mano”12.
El Señor me puso en un hogar con padres amorosos. Según los estándares del mundo, eran personas muy comunes; mi padre, un hombre dedicado, era conductor de camiones; mi angelical madre permanecía en casa para cuidarnos. El Señor me ayudó a encontrar a mi amada esposa, Melanie. Inspiró a un empresario, que llegó a ser un querido amigo, a darme una oportunidad laboral. El Señor me llamó a servir en el campo misional, tanto cuando era un jovencito y posteriormente como presidente de misión; me llamó al Cuórum de los Setenta; y ahora me ha llamado como Apóstol. En retrospectiva, entiendo que yo no dirigí ninguno de esos movimientos; fue el Señor, tal y como dirige importantes movimientos para ustedes y para aquellos a quienes ustedes aman.
¿Qué deben procurar ustedes en su vida? ¿Cuáles son los milagros de Dios que les recuerdan que Él está cerca y que dice: “Aquí estoy”? Piensen en esos momentos, algunos de ellos diarios, en que el Señor ha actuado en su vida, y en los que Él ha vuelto a actuar. Atesórenlos como momentos en que el Señor ha mostrado confianza en ustedes y en sus decisiones; pero permítanle magnificarlos a ustedes más de lo que pueden hacerlo por sí mismos. Atesoren Su participación. A veces, consideramos que los cambios en nuestros planes durante nuestra travesía son pasos en falso. Véanlos más como los primeros pasos para estar “en la obra del Señor”13.
Hace algunos meses, nuestra nieta se unió a un grupo de jóvenes para recorrer varios sitios históricos de la Iglesia. El itinerario final indicaba que pasaría por la zona donde su hermano misionero, nuestro nieto, estaba prestando servicio. Nuestra nieta no tenía la intención de ver a su hermano durante la misión. Sin embargo, mientras el autobús entraba en la ciudad donde prestaba servicio su hermano, vieron a dos misioneros caminando por la calle; uno de ellos era su hermano.
El autobús rebosaba de expectación conforme los jóvenes pedían al conductor que estacionara para que ella pudiese saludar a su hermano. En menos de un minuto, tras algunas lágrimas y dulces palabras, su hermano se encaminó de vuelta a cumplir con sus deberes misionales. Más adelante, supimos que su hermano había estado en aquella calle por menos de cinco minutos, al dirigirse al automóvil después de una cita.
El Padre Celestial puede colocarnos en situaciones con cierta intención específica en mente. Así lo ha hecho en mi vida y así lo hace en la de ustedes, tal como lo hizo en la vida de nuestros queridos nietos.
Cada uno de nosotros es preciado y amado para el Señor, quien se preocupa, susurra y vela por nosotros de forma particular para cada uno. Él es infinitamente más sabio y más poderoso que los hombres y mujeres mortales. Conoce nuestros retos, nuestros triunfos, y los deseos rectos de nuestro corazón.
Hace más de un año, mientras caminaba por la Manzana del Templo, una de las hermanas misioneras se me acercó y preguntó, “¿Se acuerda de mí? Soy de Florida”. Me dijo su nombre; era la hermana Aida Chilan. Sí; recordaba haberla conocido a ella y a su familia. Su presidente de estaca había sugerido que visitáramos a la familia de ella; resultó claro que estábamos allí por su hija Aida, que no se había bautizado. Tras nuestra visita y después de más de un año de enseñanza y hermanamiento, Aida se bautizó.
Después de encontrarnos en la Manzana del Templo, me escribió una carta. Decía: “Sé con todo mi corazón que el Padre Celestial nos conoce a cada uno de nosotros y que sigue cruzando nuestros caminos por alguna razón. Gracias por ser uno de mis misioneros, por tenderme la mano y buscarme hace cinco años”14. Aida también me envió la historia de su conversión, la cual relata las “divinas coincidencias” que han tenido lugar en su vida y la han conducido al bautismo y la confirmación, a servir en una misión en la Manzana del Templo y a su reciente matrimonio en el templo15.
¿Fue mera coincidencia que el presidente de estaca nos hubiera llevado a la casa de la familia Chilan, o que ella y yo nos hubiéramos encontrado luego en la Manzana del Templo? El testimonio de Aida da fe de que todo era parte del “designio divino” de Dios.
El Señor ama estar con nosotros; no es coincidencia que, al sentir Su Espíritu y actuar de conformidad con los primeros susurros, sientan lo que Él ha prometido: “Iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros”16.
A todos nos suceden cosas semejantes en la vida. Quizás conozcamos a alguien que nos parezca familiar, reanudemos una relación con un conocido o encontremos puntos en común con un extraño. Cuando esas cosas ocurren, tal vez sea el Señor que nos recuerda que en verdad todos somos hermanos y hermanas. Ciertamente, estamos consagrados a la misma causa; aquella que José Smith llamó “la causa de Cristo”17.
Ahora bien, ¿qué lugar ocupa el albedrío en el “designio divino”? Tenemos la opción de seguir o no a nuestro Salvador y a Sus líderes escogidos. El proceso resulta claro en el Libro de Mormón cuando los nefitas se habían apartado del Señor. Mormón se lamentó:
“Y vieron… que el Espíritu del Señor no los preservaba más; sí, se había apartado de ellos, porque el Espíritu del Señor no habita en templos impuros;
“por lo tanto, el Señor cesó de preservarlos por su milagroso e incomparable poder, porque habían caído en un estado de incredulidad y terrible iniquidad”18.
No todo lo que el Señor nos pide es resultado de lo fuertes que somos, lo fieles que somos, ni de lo que podamos saber. Consideren a Saulo, a quien el Señor detuvo en el camino a Damasco. Iba en la dirección equivocada en la vida; y eso no tenía nada que ver con el norte ni el sur. A Saulo se lo redirigió de manera divina. Cuando más adelante fue conocido como Pablo, su ministerio apostólico reflejó lo que el Señor ya sabía que este era capaz de hacer y llegar a ser, y no lo que él se había propuesto hacer como Saulo. De igual manera, el Señor sabe lo que cada uno de nosotros es capaz de hacer y llegar a ser. ¿Qué enseñó el apóstol Pablo? “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para su bien, para los que conforme a su propósito son llamados”19.
Cuando somos rectos y capaces, y estamos dispuestos, cuando luchamos por ser dignos y estar calificados, progresamos hasta lugares que jamás imaginamos y llegamos a ser parte del “designio divino” del Padre Celestial. Cada uno de nosotros tiene divinidad dentro de sí. Ruego que cuando veamos a Dios obrar mediante nosotros y con nosotros, nos sintamos alentados, e incluso agradecidos por esa guía. Cuando nuestro Padre Celestial dijo: “Esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”20, se refería a todos Sus hijos; y a usted en particular.
La mano del Señor los guía. Por “designio divino”, Él se ocupa de los pequeños detalles de su vida, así como de los sucesos importantes. Tal como dice en Proverbios: “Confía en Jehová con todo tu corazón, … y él enderezará tus veredas”21. Testifico que Él los bendecirá, los sostendrá y les brindará paz. En el nombre de Jesucristo. Amén.