2010–2019
¡El viaje continúa!
Octubre de 2017


13:30

¡El viaje continúa!

El viaje de regreso a nuestro Padre Celestial es el viaje más importante de nuestra vida.

Hace ciento setenta años, Brigham Young contempló el valle de Salt Lake por primera vez y declaró: “¡Este es el lugar correcto!”1. Conocía el sitio porque el Señor se lo había revelado.

Para 1869, más de 70 000 santos habían realizado un viaje similar. A pesar de sus muchas diferencias de idioma, cultura y nacionalidad, compartían el testimonio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; de la restauración del evangelio de Jesucristo; y el deseo de edificar Sion; un lugar de paz, dicha y belleza, en preparación para la segunda venida del Salvador.

Jane Manning James

Entre aquellos primeros santos en llegar a Utah estaba Jane Manning James, que era hija de un esclavo liberado, conversa de la Iglesia restaurada y una discípula muy admirable que afrontó difíciles retos. La hermana James continuó siendo una fiel Santo de los últimos días hasta su muerte en 1908.

Ella escribió: “Quiero decir ahora mismo que mi fe en el evangelio de Jesucristo —tal como lo enseña La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días— es tan firme hoy como lo era en el día de mi bautismo o, mejor dicho, si acaso es posible, aún más firme. Pago mis diezmos y ofrendas; guardo la Palabra de Sabiduría; me acuesto y me levanto temprano; y trato, a mi débil manera, de dar un buen ejemplo a todos”2.

La hermana James, como tantos otros Santos de los Últimos Días, no solo edificó Sion con sangre, sudor y lágrimas, sino que también procuró las bendiciones del Señor al vivir los principios del Evangelio lo mejor que podía, mientras perseveraba con fe en Jesucristo, el gran Sanador de todos los que lo buscan con sinceridad.

Los primeros santos no fueron perfectos, pero establecieron el cimiento sobre el cual formamos familias y una sociedad que aman y guardan convenios, lo cual se recalca en diversas noticias de todo el mundo debido a nuestro compromiso para con Jesucristo y a nuestras labores voluntarias para ayudar a personas cercanas y distantes3.

Presidente Eyring, quiero agregar mi agradecimiento a las decenas de miles de ángeles con camiseta amarilla sirviendo en Texas, México y otros lugares, y rendirles homenaje.

Tengo la profunda convicción de que, si perdemos nuestros vínculos con quienes nos han precedido, incluso nuestros antepasados pioneros y pioneras, perderemos un tesoro muy preciado. He hablado sobre la “fe en cada paso” en el pasado y lo seguiré haciendo en el futuro, porque sé que las próximas generaciones deben tener la misma clase de fe que los primeros santos tenían en el Señor Jesucristo y en Su evangelio restaurado4.

Mis propios antepasados pioneros y pioneras estaban entre esos fieles pioneros que tiraron de carros de mano, viajaron en carromatos y caminaron hasta Utah. Ellos, como la hermana Jane Manning James, tenían gran fe en cada uno de los pasos que dieron al hacer su propio viaje.

Sus diarios personales abundan en descripciones de dificultades, hambre y enfermedad; y también en testimonios de su fe en Dios y en el evangelio restaurado de Jesucristo.

Tenían pocos bienes terrenales, pero gozaban de la abundancia de las bendiciones de la hermandad que hallaron en la Iglesia de Jesucristo. Cuando podían, elevaban al oprimido y bendecían al enfermo mediante el servicio mutuo y el sacerdocio de Dios.

Las hermanas del valle Cache, Utah, ministraban a los santos conforme al principio de la Sociedad de Socorro de “trabajar en unidad para ayudar a los necesitados”5. Mi bisabuela Margaret McNeil Ballard prestó servicio junto a su esposo, Henry, mientras este presidió como obispo del Barrio Logan Second durante cuarenta años. Margaret fue presidenta de la Sociedad de Socorro durante treinta de esos años; ella alojaba al pobre, al enfermo, a la viuda y al huérfano en su casa; e incluso vestía a los fallecidos con las ropas blancas del templo.

Aunque es pertinente e importante recordar el histórico viaje pionero de los mormones del siglo XIX, debemos recordar que “el viaje por la vida continúa” para cada uno de nosotros, conforme mostramos nuestra propia “fe en cada paso”.

Members gather to their local congregations

Los nuevos conversos ya no se congregan en los asentamientos pioneros del oeste de Estados Unidos. En vez de ello, los conversos se reúnen en sus congregaciones locales, donde los santos adoran a nuestro Padre Celestial en el nombre de Jesucristo. Hay más de 30 000 congregaciones establecidas en todo el mundo y todas se congregan en su propia Sion. Como indican las Escrituras: “Porque esta es Sion: los puros de corazón”6.

Al andar el camino de la vida, se nos prueba para ver si “[procuraremos] hacer todo lo que [el Señor ha] mandado”7.

Muchos de nosotros estamos en asombrosos viajes de descubrimiento; viajes que conducen a la realización personal e iluminación espiritual. Sin embargo, algunos de nosotros estamos en un viaje que lleva a pesares, pecado, angustia y desesperación.

En ese sentido, háganse la pregunta: ¿Cuál es su destino final? ¿A dónde los llevan sus pasos? Su viaje, ¿los conduce a la “multiplicidad de bendiciones” que el Salvador ha prometido?8.

El viaje de regreso a nuestro Padre Celestial es el viaje más importante de nuestra vida; y continúa cada día, semana, mes y año conforme aumentamos la fe en Él y en Su amado Hijo Jesucristo.

Debemos poner cuidado en hacia dónde nos llevan nuestros pasos en la vida. Debemos estar atentos y dar oído al consejo que Jesús dio a Sus discípulos al responder estas preguntas: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del mundo?

“Y respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie [y yo añado ni hombre ni mujer] os engañe”9.

Repito hoy el consejo dado anteriormente por los líderes de la Iglesia.

  • Hermanos y hermanas, mantengan pura la doctrina de Cristo y nunca se dejen engañar por quienes tergiversan la doctrina. El evangelio del Padre y del Hijo se restauró mediante José Smith, el profeta de esta última dispensación.

  • No escuchen a quienes no se haya ordenado ni apartado para su llamamiento en la Iglesia, ni a quienes los miembros de la Iglesia no reconozcan de común acuerdo10.

  • Cuídense de las organizaciones, grupos o personas que afirmen tener respuestas secretas a preguntas doctrinales que digan que los apóstoles y profetas de la actualidad no tienen o comprenden.

  • No escuchen a quienes los tienten con métodos para enriquecerse. Nuestros miembros han perdido muchísimo dinero, así que tengan cuidado.

En algunos lugares, muchos de nuestros miembros traspasan lo señalado y buscan conocimientos secretos en métodos costosos y cuestionables que ofrecen curación y apoyo.

Una declaración oficial de la Iglesia que se publicó hace un año dice: “Instamos a los miembros de la Iglesia a ejercer cautela en cuanto a participar en cualquier grupo que prometa —a cambio de dinero— curaciones milagrosas, o bien que afirme tener métodos especiales para acceder al poder para sanar aparte de los poseedores del sacerdocio debidamente ordenados”11.

El Manual de la Iglesia aconseja: “Los miembros no deben recurrir a prácticas médicas ni de salud que sean cuestionables desde un punto de vista ético o legal. Los líderes locales deben aconsejar a los miembros que tengan problemas de salud que consulten a profesionales competentes que tengan licencia en el país donde ejerzan”12.

Hermanos y hermanas, sean sabios y tengan en cuenta que tales prácticas pueden resultar atractivas emocionalmente, pero en última instancia podrían ser espiritual y físicamente perjudiciales.

Para nuestros antepasados pioneros, la independencia y la autosuficiencia eran cruciales, pero su sentido de pertenencia a la comunidad era igual de importante. Trabajaban juntos y se ayudaban el uno al otro a superar los problemas físicos y emocionales de la época. Para los hombres, estaba el cuórum del sacerdocio, y a las mujeres les prestaba servicio la Sociedad de Socorro; esas situaciones no han cambiado en nuestros días.

La Sociedad de Socorro y los cuórums del sacerdocio se ocupan del bienestar espiritual y temporal de nuestros miembros.

Permanezcan en la senda del Evangelio al tener “fe en cada paso”, de modo que puedan volver a salvo a la presencia del Padre Celestial y del Señor Jesucristo. El Señor es nuestro preciado Salvador; Él es el Redentor del mundo. Debemos honrar Su sagrado nombre y no darle mal uso de modo alguno, y esforzarnos siempre por guardar Sus mandamientos. Si así lo hacemos, nos bendecirá y conducirá de regreso con seguridad a casa.

Invito a todo aquel que me oiga a dar la bienvenida y acoger a cualquier persona que esté haciendo su viaje hoy en día, sin importar en qué parte de su travesía se halle.

Por favor recuerden que no hay mayor bendición que alguien pueda compartir que el mensaje de la Restauración, el cual, si se recibe y se vive, promete gozo y paz sempiternos; sí, la vida eterna. Usemos nuestra energía, fortaleza y testimonios para ayudar a los misioneros a buscar, enseñar y bautizar a los hijos de Dios, a fin de que estos puedan tener el poder de la doctrina del Evangelio como guía en su vida cotidiana.

Debemos acoger a los hijos de Dios con compasión y eliminar todo prejuicio, incluso el racismo, el sexismo y el nacionalismo. Que pueda decirse que en verdad creemos que las bendiciones del evangelio restaurado de Jesucristo son para cada hijo de Dios.

Testifico que “el viaje continúa”, y los invito a permanecer en la senda del Evangelio al seguir adelante tendiendo la mano a todos los hijos de Dios con amor y compasión, para que todos podamos, en unión, purificar nuestro corazón y limpiar nuestras manos a fin de recibir la “multiplicidad de bendiciones” que aguarda a todos los que verdaderamente aman a nuestro Padre Celestial y Su Hijo Amado. Por ello ruego con humildad en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.