Hacer lo que más importa
Al centrar nuestra vida en Jesucristo, seremos bendecidas con fortaleza espiritual, satisfacción y gozo.
No hace mucho, una querida amiga sintió la impresión de que debía visitar a una mujer de su barrio. No hizo caso a la impresión, porque apenas conocía a la mujer; sencillamente no tenía sentido. Pero ya que la idea volvía a su mente, decidió actuar de acuerdo con la impresión y, debido a que ya se sentía inquieta acerca de la inminente visita, decidió que llevarle algo a la hermana la ayudaría a aliviar su ansiedad. ¡Desde luego que no podía ir con las manos vacías! Así que compró helado en un envase y se dirigió a hacer la visita, preocupada de que fuera una situación incómoda.
Llamó a la puerta de la mujer y enseguida la hermana abrió. Mi amiga le entregó el helado en una bolsa de papel marrón y comenzaron a conversar. No le llevó mucho tiempo a mi amiga darse cuenta de por qué era necesaria la visita. Mientras estaban sentadas en el porche, la mujer le confió las muchas dificultades que estaba afrontando. Después de una hora de conversación en el cálido clima veraniego, mi amiga notó que el helado se estaba derritiendo a través de la bolsa de papel.
“¡Siento mucho que se te haya derretido el helado!”, exclamó.
La mujer respondió dulcemente: “¡No pasa nada! ¡Soy intolerante a la lactosa!”.
En un sueño, el Señor le dijo al profeta Lehi: “Bendito eres tú, Lehi, por lo que has hecho”1.
Ser discípulos de Jesucristo consiste en algo más que tener esperanza o creer. Exige esfuerzo, movimiento y compromiso; requiere que hagamos algo, que seamos “hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores”2.
En el caso del helado derretido, ¿qué era lo que más importaba? ¿El helado o que mi amiga simplemente haya hecho algo?
Yo tuve una linda experiencia con una encantadora joven que me hizo una pregunta muy sincera: “Hermana Craven, ¿cómo se sabe que cualquier cosa de la Iglesia es verdadera? Porque yo no siento nada”.
Antes de responderle rápidamente, primero le hice algunas preguntas. “Háblame de tu estudio personal de las Escrituras”.
Ella respondió: “No leo las Escrituras”.
Le pregunté: “¿Y con tu familia, estudian Ven, sígueme juntos?”.
“No”, dijo ella.
Le pregunté en cuanto a sus oraciones: “¿Qué sientes cuando oras?”.
Su respuesta fue: “No oro”.
Le di una contestación sencilla: “Si quieres saber algo, tendrás que hacer algo”.
¿No es eso cierto con cualquier cosa que queramos aprender o saber? Invité a mi nueva amiga a comenzar a hacer algunas cosas que se enseñan en el evangelio de Jesucristo: a orar, estudiar, servir a los demás y confiar en el Señor. La conversión no llegará sin hacer nada; llega a través del poder del Espíritu Santo cuando hacemos intencionalmente un esfuerzo por saber pidiendo, buscando y llamando; llega por medio de la acción3.
En Doctrina y Convenios, el Señor de vez en cuando dice: “no importa”4. Eso me hace pensar que, si algunas cosas no importan, o importan menos, debe haber cosas que importen más. En nuestros esfuerzos por hacer algo o por hacer cualquier cosa, podríamos preguntarnos: “¿Qué es lo que más importa?”.
Los anunciantes suelen utilizar eslóganes como “esencial” o “indispensable” con la esperanza de hacernos creer que el producto que venden es necesario para nuestra felicidad o bienestar. Pero ¿es realmente esencial lo que ellos están vendiendo? ¿Realmente debemos tenerlo? ¿Realmente importa?
Voy a mencionar algunas ideas para su consideración. ¿Qué es lo que más importa?
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¿La cantidad de “Me gusta” que recibimos en nuestras publicaciones de las redes sociales? o ¿cuánto nos ama y valora nuestro Padre Celestial?
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¿Llevar ropa de última moda? o ¿mostrar respeto por nuestro cuerpo vistiendo modestamente?
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¿Encontrar respuestas buscando en internet? o ¿recibir respuestas de Dios por medio del Espíritu Santo?
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¿Querer más? o ¿estar conformes con lo que se nos ha dado?
El presidente Russell M. Nelson enseña:
“Con el Espíritu Santo como su compañero, pueden ver más allá de la cultura de la fama que se ha vuelto tan popular en nuestra sociedad. Pueden ser más inteligentes de lo que jamás han sido las generaciones anteriores […].
“¡Establezcan una norma para el resto del mundo!”5.
Se necesita esfuerzo para mantenerse centrado en lo que es verdaderamente esencial para el gozo duradero. A Satanás nada lo complacería tanto como que extraviáramos nuestros valores eternos, llevándonos a desperdiciar nuestro preciado tiempo, nuestros talentos o nuestra fortaleza espiritual en cosas que no importan. Hago la invitación para que cada una de nosotras considere en oración aquellas cosas que nos distraen de hacer lo que más importa.
La maestra de tercer curso de primaria de nuestro hijo enseñó a su clase a “gobernar su cerebro”. Era un recordatorio para sus jóvenes alumnos de que son ellos quienes tienen el control de sus pensamientos y, por lo tanto, pueden controlar lo que hacen. Cuando veo que me hallo a la deriva, yendo hacia cosas que importan menos, me recuerdo a mí misma que debo “gobernar mi cerebro”.
Un estudiante de secundaria me dijo hace poco que se ha hecho popular entre algunos jóvenes de la Iglesia hacer caso omiso de los mandamientos con un plan premeditado de arrepentirse posteriormente. “Es una especie de insignia de mérito”, me dijo. Ciertamente, el Señor continuará perdonando a aquellos que se arrepientan humildemente “con verdadera intención”6, pero la misericordiosa expiación del Salvador nunca debería usarse de una manera tan burlona. Conocemos la parábola de la oveja perdida. Por supuesto, un pastor dejará a las otras noventa y nueve ovejas para buscar a la que se ha extraviado, pero ¿se imaginan el gozo que brindan al Buen Pastor aquellos que eligen ser de las noventa y nueve, los que se mantienen unidos y se ayudan a vivir sus convenios? ¿Pueden visualizar cómo sería el mundo o su escuela, su trabajo o su hogar, si ser obediente fuera lo más popular? No se trata de hacer la vida a la perfección; se trata de hallar gozo mientras hacemos todo lo que podamos por vivir los convenios que hemos hecho con el Señor.
Con el mundo expresando más dudas acerca de Dios, y la confusión y las presiones en aumento, este es el momento en que debemos permanecer más cerca del profeta. Porque es el portavoz del Señor, podemos confiar en que las cosas que él nos exhorta a hacer, lo que nos aconseja y nos ruega que hagamos son las cosas que más importan.
Aunque puede que no sea fácil, siempre hay una manera de hacer lo correcto. Una joven que hablaba con un grupo de amigos en la escuela se entristeció cuando en la conversación comenzaron a criticar las normas de la Iglesia. Se dio cuenta de que no podía quedarse callada: tenía que hacer algo. Respetuosamente, ella habló del amor del Padre Celestial y de cómo los mandamientos que Él estableció son para bendecir y proteger a Sus hijos. Habría sido mucho más fácil para ella no hacer nada, pero ¿qué importaba más? ¿Mezclarse con la multitud o sobresalir como testigo de Dios “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar”7?
Si la Iglesia restaurada de Jesucristo va a salir de la obscuridad, nosotras debemos salir de la obscuridad. Como mujeres que guardamos convenios, debemos hacer brillar nuestra luz del Evangelio en todo el mundo al dar un paso al frente y sobresalir. Hacemos esto juntas como hijas de Dios: una fuerza de 8,2 millones de mujeres de once años en adelante, cuya labor es exactamente la misma. Estamos recogiendo a Israel a medida que participamos en la obra de salvación y exaltación: esforzándonos por vivir el evangelio de Jesucristo, cuidando de los necesitados, invitando a todos a recibir el Evangelio y uniendo a las familias por la eternidad8. ¡El evangelio de Jesucristo es un Evangelio de acción y un Evangelio de gozo! No subestimemos nuestra capacidad de hacer las cosas que más importan. Nuestro legado divino nos da valor y confianza para hacer y ser todo lo que nuestro amoroso Padre Celestial sabe que podemos ser.
El lema de los jóvenes para este año se ha tomado de Proverbios 3:5–6:
“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.
“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.
Un componente fundamental de la confianza en el Señor es seguir adelante, creyendo que Él nos guiará incluso cuando no tengamos todas las respuestas.
Hermanas, no se trata del helado, ni tampoco de hacer más, sino de hacer lo que es importante. Se trata de poner en práctica la doctrina de Cristo en nuestra vida mientras nos esforzamos por llegar a ser más semejantes a Él.
Cuanto más hagamos para mantenernos firmes en la senda de los convenios, más crecerá nuestra fe en Jesucristo; cuanto más crezca nuestra fe, más desearemos arrepentirnos, y cuanto más nos arrepintamos, más fortaleceremos nuestra relación con Dios por convenio. Esa relación por convenio nos lleva al templo, porque guardar los convenios del templo es la forma en que perseveramos hasta el fin.
Al centrar nuestra vida en Jesucristo, seremos guiadas a hacer lo que más importa ¡y seremos bendecidas con fortaleza espiritual, con satisfacción y con gozo! En el nombre de Jesucristo. Amén.